Capítulo 10. Un rival digno
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
—Y a las doce del mediodía tiene una cita con Donquixote Doflamingo, Sir Crocodile.
Nico Robin, la secretaria de este hombre poderoso, le informaba las reuniones y las visitas de hoy. A Crocodile le explotará una neurona por escuchar tanta información al mismo tiempo. Él necesitaba relajarse de alguna forma. El puro no le estaba ayudando mucho. Necesitaba otra cosa. ¿El qué? Ni él mismo lo sabe perfectamente.
—¿No te dije que intentaras comunicarte con él a ver si podría atrasar la hora? —preguntó.
—Sí, pero tiene otros planes.
—Está bien, gracias.
Robin asintió e hizo una pequeña reverencia para retirarse del despacho. Crocodile no quería tratar a ese hombre porque era muy pesado y sus comentarios lo ponían nervioso. Sus párpados se fijaron en el reloj de pared viendo que eran las diez de la mañana y quedaba dos horas para reunirse con Doflamingo. Luego cerró los párpados para disfrutar del resto de su puro.
Toques leves en su puerta escuchó. La paz acabó.
—Adelante.
—Siento interrumpir, Crocodile-san. —Bibianne entró con una carpeta enorme en sus manos—. Pero le quiero entregar el informe de los estudios sobre los futuros robots para el casino.
Crocodile hizo el ademán de que pasara. A ella no se lo iba a negar porque era una chica que le interesaba muchísimo. Entonces una idea se le cruzó en la cabeza y se estaba preguntando si Bibianne accedería a tal propuesta. La peli-turquesa dejó la carpeta en la mesa, pero se percató que Crocodile se levantó de su sillón acolchado.
—Bibianne, últimamente te noto un poco rara conmigo —dijo. Él pasó a su lado, pero continuó hacia la puerta para echar el pestillo. Eso provocó que Bibianne se pusiera nerviosa.
—Y-Yo estoy bien con usted, Crocodile-san —respondió.
—¿Segura? Cuando iniciamos nuestra relación, te he notado un poco distante —siguió hablando, aproximándose a la chica con cierta peligrosidad.
—S-Serán cosas suyas. —Ella se mantuvo firme, pero su cuerpo se encogió cuando Crocodile la atrapó entre la mesa y su gran figura.
—Bibianne —susurró su nombre. Él retiró el puro de su boca para apagarlo en el cenicero—. Este comportamiento tuyo es habitual en mujeres que se sienten atraídas por hombres como yo.
—N-No sé de qué habla…
—Sé sincera conmigo.
La timidez se apoderó muchísimo en Bibianne porque no estaba segura cómo expresar aquello lo que sentía. Este tema lo habló con Golzy porque ella tenía ciertos conocimientos sobre este asunto. La peli-turquesa es consciente de que no debería porque están en la empresa, sin embargo, que Crocodile haya cerrado completamente la puerta, le daba la sensación de que él leyó su mente.
Los brazos de Bibianne se iban alzando para rodear poco a poco el cuello grueso de aquel hombre y se puso de puntillas para besar sus labios gruesos. Crocodile no la rechaza, sólo intensifica un poco el beso acercando más su cuerpo. Bibianne estaba atrapada y tuvo que subirse en la gran mesa para que él se acomode entre sus piernas. Ese comportamiento sorprendió un poco al hombre, pero lo siguiente fue el detonante porque Bibianne mordió su labio inferior.
—Ah, ya veo el problema —se ríe por lo bajo y él hace lo mismo de una forma juguetona—. Quieres jugar conmigo, ¿eh?
—Es que… la última vez me quedé con ganas por aquel beso que me dio, Crocodile —se sinceró Bibianne con el rubor en sus mejillas.
—¿Qué beso? ¿Este?
Crocodile la besó con más pasión que antes, donde su lengua jugaba con la suya explorando su cavidad bucal. Bibianne tuvo que aferrarse a las ropas de Crocodile porque no quería separarse. Ese calor estaba volviendo. Necesitaba más de él. El hombre se separa de su boca para que pudiera respirar; un hilo fino de saliva se formó, rompiendo con la lengua.
—¿Te has visto alguna vez la cara, Bibianne? —preguntó, sosteniendo su barbilla con su garfio—. Me dan ganas de corromperte aquí y ahora.
—¿Y por qué no lo hace?
Grave error para Bibianne. Crocodile volvió a besar con más furor que nunca porque necesitaba la gran necesidad de hacerla suya. Sus caderas se pegan a las suyas y Bibianne se sonrojó al notar aquella hombría marcada en sus pantalones. Él empezó a hacer fricciones escuchando esos gemidos callados de Bibianne a causa de ese beso fogoso. Crocodile apartó un poco las cosas para que la chica se acomodara sin ningún problema.
El moreno estaba intentando quitar los botones de la camisa de la chica, pero ella le ayudó para que él no se frustrara. La vergüenza lo dejó de lado porque necesitaba a ese hombre entre sus brazos y sus piernas. Aquella mano de Crocodile ya estaba tanteando el terreno, palpando esos pechos que tanto se imaginó por muchas veces. Bibianne gemía bajita no queriendo llamar la atención porque no estaba segura si las paredes estaban insonorizadas.
Mientras él estaba centrado en aquella labor de tocar terreno, Bibianne apoyó la mano en su entrepiernas para hacer fricción. Un gruñido gutural se le escapó a Crocodile y la chica se sonrojó demasiado. Ella parecía que tenía el control absoluto. Se sentía poderosa. Crocodile sacó sus pechos por encima de la copa de aquel sujetador. Esos dedos acariciaban con sutileza uno de sus pezones. Se le hacía boca agua para probarlos.
Bibianne lo imitó también liberando aquel miembro un tanto hinchado y con las venas marcadas a causa de la erección. Crocodile sintió un gran alivio, pero la masturbación no era suficiente para él. Al fin, pudo atrapar ese pezón que tanto llamó mucho su atención, mientras coló su mano en aquella falda corta que trajo para acariciar su intimidad. La peli-turquesa se aferró a su cuerpo.
—C-Crocodile… —gimoteó.
—Estás muy mojada aquí abajo, Bibianne —le comunció con una sonrisa ladina—. ¿Qué tan necesitada estás?
—Tú tampoco te quedas atrás. —Ella volvió a coger su miembro—. La tienes muy dura.
—¿Desde cuándo te has vuelto tan sucia?
—¿N-No te gusta?
—Si no me gustara, no tendría la polla tan durísima —le confesó—. No sabes las ganas que tengo en cogerte.
—Y-Yo también quiero que me coja, Crocodile. Necesito tu polla dentro de mí.
—¿Eres virgen? —pregunta, queriendo asegurarse—. No quisiera hacerte daño. —Bibianne asintió firmemente—. Bien, déjame prepararte como es debido. ¿Puedes apartar un poco las bragas?
Bibianne asintió de nuevo e hizo lo que le pidió. Esa carne rosada no paraba de soltar flujos vaginales reclamando cierta atención. Crocodile se lo iba a proporcionar; para ello, empieza a rozar su clítoris con los dedos, incluyendo sus labios mayores. Sus oídos estaban atentos a los suspiros y sus ojos fijos en su expresión. Un dedo iba metiendo en aquella cavidad inexplorada y Bibianne soltó un gemido.
Crocodile lo iba moviendo, esperando que ella se acostumbrara de aquella invasión. Esas mordidas que se hacía en su labio lo calentaba más que el propio del sol. O estar caminando horas y horas por el desierto de Arabasta. El moreno lo mordía también con toques eróticos para que se vaya relajando; estaba funcionando porque pudo meter un segundo dedo. Esos largos falanges estaban explorando aquella cueva.
Bibianne abrazaba con fuerza a Crocodile, mientras gemía cerca de su oído casi provocativo. El moreno no resistió en moverlos con más rapidez viendo que esas paredes apretaban. Esto significaba que ella estaba a punto de llegar. Bibianne llegó a su primer orgasmo compartido con Crocodile.
—Mierda, Bibianne. Eres demasiado sexy —susurró.
—C-Crocodile, por favor… —suplicó.
Él sacó de su bolsillo un preservativo porque lo cogió antes de levantarse para cerrar completamente la puerta porque ya sospechaba que iba a ocurrir esto. Rompió el paquete con mucho cuidado y se iba colocando aquel condón. Bibianne continuó abrazando a Crocodile ya notando la punta en su entrada.
—No estés tensa —le sugirió. Poco a poco estaba entrando en sus entrañas—. Eso es —la animó—. Oh, joder. Estás apretando mi polla.
—E-Está duro… ¡Ah! —Ese comentario fue el detonante para que Crocodile entrara completamente.
—Lo siento —se disculpó—. Soy un sucio pervertido cuando dices esas cosas.
En ningún momento, se movió para que ella se acostumbrara a su tamaño hasta que notó el movimiento de sus caderas. El vaivén era suave, pero Crocodile sentía ganas de moverse con fuerza porque se sentía demasiado bien en su interior. Sin embargo, lo hará por ella porque le tenía mucho respeto y le gustaba demasiado.
Poco a poco Bibianne estaba sintiendo un placer inminente que crecía. Esos gemidos cerca de su oído lo invitaban a aumentar el ritmo. Con el brazo bueno rodeó sus caderas para que el vaivén sea más profundo, mientras que la otra la mantenía lejos porque no quería dañar a la chica con su garfio. Los besos volvieron a retomar. Ese toque de fogosidad les gustaba a ambos.
Cambiaron de posición. Bibianne se quedó apoyada en la mesa dando la espalda a Crocodile para que la follara así. En esta posición es el éxtasis completo. Él tuvo que subir una de sus piernas para que la penetración fuese más profunda. Además, se acercó un poco más para morder el lóbulo de su pareja.
—C-Crocodile… se siente bien…
—Demasiado bien, ¿verdad? Te aseguro que te estaría follando para toda la eternidad.
—Y-Yo estaría encantada. —Bibianne arqueó la espalda para sentirlo más de cerca—. V-Voy a…
No terminó la frase porque ambos llegaron al orgasmo. Crocodile estaba satisfecho de esta experiencia. Pudo desahogar esa tensión del día con ella, pero lo mejor de todo era que, por fin, pudo tener su primera relación sexual con Bibianne.
Lo repetiría. Sin duda.
🧠💪🧠💪
—¡Qué bien que estemos reunidos! —exclamó Golzy con mucha alegría.
La cara de Rose estaba roja cual tomate porque la descarada de su amiga reunió a ella, a Smoker, a Amélie, a Cracker y a Lucci en el restaurante por el tema que sucedió hace dos días. La gótica estaba con una sonrisa de oreja a oreja con dos bolsas enormes en cada mano.
—Gorda y Humitos tenéis que probar esto mañana por la noche —exigió Golzy entregando la bolsa a su amiga.
—G-Golzy, él y yo…
—¿Por qué demonios me has preguntado por si he soñado con ella en lencería? —interrumpió Smoker con una mala hostia en la cara.
—Oh, vamos, solo sentía curiosidad —defendió Lucci.
—Y esta es para ti Amélie. Solo úsalo cuando sientas ganas, ¿sí?
—¿Y a ella no se lo exiges?
—Te recuerdo que Amélie tiene cierta discapacidad y no quiero ser cruel —dijo Golzy.
Cracker ya se estaba imaginando lo que había dentro de la bolsa y le daba cierta vergüenza. Y dudaba mucho que Amélie accediera a hacer tal cosa. Bueno, uno nunca sabe lo que puede ocurrir en un futuro. Eso sí, Golzy recibió una reprimenda mortal por parte de Len por hacer tal estupidez.
—Oye, Lucci, dile a tu noviecita que no compres cosas para avergonzar a cualquiera —le exigió Cracker con el rostro un poco sonrojado.
—Yo hubiera hecho lo mismo.
—Malditos pervertidos de mierda —se quejó Smoker.
—¡Eh! Esa palabra delante de Amélie no. —Cracker tapó las orejas de la inocente chica. Menos mal que no tenía problema en tocarla.
—G-Golzy, te recuerdo que Smoker y yo no estamos saliendo —le comunicó Rose a la gótica—. Y dudo mucho que yo no le guste.
Esa frase causó que un balde de agua fría se le echara en la cabeza de Smoker. Tantos gestos que hacía y aquella quedada juntos, ¿no significaba nada? Eso le dolió bastante. Se estaba esforzando demasiado para demostrar que le gustaba. Todos sus amigos lo sabían perfectamente, por eso, lo molestaba de vez en cuando.
Lucci no entendía de esas cosas porque él era frío de por sí. Todo lo contrario a Cracker porque él se imaginaba si Amélie le dijera eso. Entonces sintió la cabeza de la chica apoyada en su brazo, mientras se ponía a jugar con el muñeco de jengibre que le regaló Cracker hace unos días atrás. Que mona se veía.
—Tengo que ir al baño —dijo Amélie sin tapujos, mientras se levantaba de su sitio.
—Recuerda que los baños están al fondo —le informó Rose para que la chica no se perdiera.
—¿Puedo llevarme a Jengibre? —preguntó, mirando a Cracker mostrando el muñeco.
—Es tuyo, Amélie. Te lo puedes llevar sin problema, si te sientes más segura.
—Yo me imagino que estás conmigo —respondió, ya retirándose.
Los cuatro presentes se dieron cuenta de lo que dijo Amélie, menos Cracker que estaba tranquilo en su sitio. Pero sintió las miradas pervertidas de la ninfómana y el sádico.
—Cracker, ¿te has dado cuenta de lo que dijo? —preguntó Lucci.
—Sí, se imagina que yo soy Jengibre. Es una manera de estar segura.
—Si es así, entonces te está dando permiso para ver su parte baja —comunicó Golzy con una sonrisa divertida.
Entonces la nariz de Cracker empezó a sangrar ante esa idea. Tuvo que buscar con urgencia unas toallitas para taponar ambos agujeros. Tanto Lucci como Golzy no evitaron reír por lo bajo, mientras que Smoker dio un suspiro y a Rose le resbalaba una gota por la sien.
Amélie ya terminó de ir al baño sin dejarse atrás al muñeco. Los momentos en que ella estaba sola sin Cracker pues agarraba con fuerza al muñeco porque el olor que desprendía le recordaba a ese chico. Galletas. Un olor exquisito para su olfato. La morena salió del baño queriendo volver cuanto antes con el grupo.
—Ya decía que me resultaba familiar esa cara tan linda y hermosa.
Pero se detuvo al escuchar una voz familiar. Ella giró suavemente su cabeza, pero sin mirar a la persona, aunque lo estaba viendo por el rabillo del ojo. Ese chico también le resultaba familiar. Esos marrones y grandes, pelo moreno y largo, con los labios pintados de un rojo pasión. Era el muchacho de aquella vez.
—Mucho tiempo sin vernos —rio con dulzura—. Oh, veo que fuiste acompañada. ¿Puedo saber su nombre?
—Su nombre es Jengibre. Es una galleta de jengibre. —Se lo muestra con mucha inocencia. Es como una niña pequeña.
—Encantado, señor Jengibre. Yo soy Izou —se presentó, agarrando el bracito del muñeco.
Ese gesto le gustó muchísimo a Amélie que se acercó un poco más a él. Izou no evitó esbozar un poco más la sonrisa viendo que atrajo su atención. Él tenía conocimientos sobre su discapacidad, gracias a la ayuda de su amigo Marco. Desde que la vio por primera vez, se enamoró definitivamente de su belleza. Hará todo lo posible para que ella se fijara en él. Poco a poco.
—Es un nombre muy apropiado —añadió.
—A Amélie le gusta. —El corazón de Izou recibía una dosis de dulzura.
—Si a ti te gusta, a mí también. No sé si te gustan las galletas.
—¡Adoro las galletas de avena! Pero odio el color amarillo —dice con un temblor en su voz.
—Oh, tranquila. No tengo nada de ese color. —Izou iba observando sus ropas—. Yo no permitiría que nadie te incomodara con ese color.
—¿Ni el niño de la camisa amarilla?
Eso llamó mucho la atención a Izou. El color lo relaciona con un niño de su infancia. El moreno no perdió la compostura y aún mantiene su sonrisa serena.
—Por supuesto. Yo haré todo lo posible para que seas feliz.
Amélie ladeó la cabeza intentando procesar la información. Ese chico era sumamente curioso por su rostro maquillado y que sus ojos fueran idénticos a los suyos.
En la mesa, Rose movió la cabeza hacia los baños y vio a Amélie hablando con ese chico de la otra vez. No podía creerlo. No estaba segura cómo sería la reacción de Cracker. Será mejor no decir, aunque eso fue difícil porque Cracker alzó la cabeza y los vio. Sus párpados se abrieron de par en par fijándose que Amélie estaba disfrutando de la conversación con Izou. ¿Quién era ese? Humo le estaba saliendo por las orejas y frunció el ceño.
—¿Quién es ese tipo? —gruñó Cracker.
—N-No lo sé, pero le conozco —habló Rose—. Amélie me pidió ir con ella al jardín de Grand Line. Y ahí estaba ese hombre que estuvo todo el tiempo con ella.
—Al parecer el coletas tiene un rival —murmuró Golzy.
Y eso no le gustaba mucho a Cracker, sin embargo, vio que Amélie estaba volviendo siendo acompañada por Izou. La chica se puso al lado del peli-lila con toda la inocencia del mundo. El onnagata percibió un aura casi dominante en ese hombre. Cracker iba a decir algo, pero Amélie se le adelantó.
—Él es Cracker. Él me regaló el muñeco. Él lo representa. Me siento segura cuando abrazo a Jengibre porque me imagino que está Cracker conmigo.
El peli-lila esbozó una sonrisa divina porque pensó haber ganado la batalla.
—... Vaya, no pensaba que fuera tu pareja —Izou quería asegurarse porque esa información lo descolocó.
—No es mi pareja. Es mi amigo.
Otro balde de agua fría para Cracker. Este no estaba siendo un gran día para él y para Smoker por escuchar tantas verdades.
—Entonces tengo oportunidad.
La mirada de Cracker se fijó en Izou y este se la devolvió. Chispas se creaban entre esos dos. Era un ambiente bastante incómodo. Daba hasta miedo porque se estaban peleando por la misma persona.
—Creo que vamos a tener un trío.
—¡Cállate, gótica de mierda!
🧠💪🧠💪
Otro mes con los aparatos puestos. Ya Tais estaba deseando quitárselos porque estaba harta. Ella estaba caminando tranquilamente por la calle manteniendo la boca cerrada. No se percató que alguien la estaba siguiendo, sin embargo, ya estaba sintiendo incomodidad en su persona. Ella tuvo que girar un momento y se sonrojó. Spandam estaba en el coche e hizo un gesto para que se subiera al vehículo. Tais obedeció.
—No pensaba encontrarte por aquí —dijo el hombre.
—Tenía dentista. ¿E-Estás trabajando?
—Estoy dando vueltas como un idiota —escupió el hombre.
Tais no siguió hablando. Era mejor estar callada y mirar al frente. Se estaba preguntando a dónde la iba a llevar. No lo vio desde la última vez que quedaron para comprobar si son polos opuestos o peor aún. Sin embargo, en aquella cita todo fue bastante bien, aunque ella escondía los dientes o evitaba no ampliar mucho la sonrisa para no demostrar sus aparatos. A Spandam no le importaba mucho. Él tiene dientes postizos y su cara estaba cubierta por la máscara. Un ser horrible.
El silencio no era incómodo. Todo lo contrario. Tais se dedicaba a observar detenidamente los edificios de su alrededor buscando un pensamiento de lo hermoso que eran. El coche se paró en frente de un semáforo en rojo y una anciana con muletas estaba caminando en el paso de peatones. Estas cosas desesperaban a Spandam, pero tenía que aguantar. Tais le dedicó una pequeña sonrisa.
—Quisiera saber a dónde me llevas.
—Si yo te soy sincero, no lo sé —confesó—. Tengo tantas ideas en la cabeza que me explotará en cualquier momento.
—... ¿Te parece ir al mirador de Gold Roger? Tiene unas vistas espectaculares.
No es una mala idea. Además, el sitio estaba a treinta minutos en coche. Spandam tomó rumbo en ese lugar. Una leyenda decían. Gold Roger fue un empresario muy importante y temerario en la ciudad de Grand Line, y pensar que tuvo un hijo como heredero, pero este decidió tomar otro rumbo diferente a su padre. Un chico huérfano que quedó al cuidado de uno de los policías más importantes también.
Ya estaban en su destino. No hizo falta bajarse del coche porque las vistas se podían ver perfectamente ahí. Los ojos miel de Tais brillaban con incandescencia. Spandam solo tenía la mirada ladeada como si no tuviera interés alguno. La verdad era alguien sin ningún tipo de conocimiento en cuanto a cultura.
—Aquí es donde propuso matrimonio Gold Roger a su futura esposa —habló Tais—. Es un encuentro muy romántico.
—No esperes a que te propongas tal cosa porque nos estamos conociendo.
—¡N-No! ¡Solo quería ver las vistas! —exclamó a modo de defensa.
Spandam rodó los ojos viendo que esa ilusión era absurdo. Realmente uno debe estar preparado para dar el paso del casamiento. Sus ojos lilas se fijaron en Tais; ella estaba absorta ante la belleza del atardecer. Él y ella comparten algo en común: todos los miran con fealdad. Es una simple verdad. Un suspiro liberó Spandam intentando buscar algún tema de conversación. Él iba acercando la mano lentamente hacia su rodilla cubierto de un pantalón vaquero para acariciar con suavidad.
Las mejillas de Tais se sonrojaron completamente porque ese gesto no se lo esperaba para nada. Ella no se atrevería a tocarlo porque no sentía tanta confianza y tampoco sabe si eso le iba a molestar. Tais miró a Spandam, pero no mirándolo directamente a los ojos porque le daba vergüenza. Ella intentaba averiguar qué pensaba Spandam. Ese hombre era un misterio para la joven. Tais alzó suavemente su mano para tocar aquella máscara curiosa.
Todo fue muy rápido. Un beso recibió por su parte. La joven iba cerrando suavemente los ojos correspondiendo aquel beso ante la presencia del atardecer.
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