Capítulo 1. La nueva vecina
Una mañana tranquila viendo la televisión en el salón y disfrutando de unos buenos donuts. Esa era la mañana favorita de Katakuri cuando no tenía que ir al trabajo. Es decir los fines de semana. Vivía en un simple apartamento porque prefería vivir con total normalidad. Ser hijo de una mujer tan famosa con Big Mom no era nada fácil. No paraba de comer con total felicidad haciendo gestos de satisfacción o cantaba para sí mismo. Miró el reloj de pared. Son las doce del mediodía. Él frunció el ceño con extrañeza porque cierta persona estaba tardando. Sin embargo, eso pasó porque alguien entró a la casa.
—¿Dónde estabas?
—¡¿Sabes lo que es que vas a comprar tranquilamente y te persiguen mujeres locas, como si fueran gatas en celo?!
—... Si.
—¡Pues es lo que me pasó!
—Esto es lo malo de ser famosos, Cracker.
—¡Pues que se jodan porque yo no voy a tener una novia loca y con el cerebro de un mosquito!
No vivía solo. Compartía piso con su hermano pequeño porque era más fácil pagar la casa, ya sea luz o agua. Cracker fue a comprar en el supermercado porque no había mucha cosa para almorzar o cenar después. Eran los sábados cuando aprovechaba las ofertas.
—¡Hasta me he peleado con una señora que quería llevarse la última caja de tus putos donuts! —exclamó, sacando de la bolsa la comida nombrada.
—¿Estaba en oferta?
—¡¿Tú qué crees?!
Eso era una afirmación contundente. Katakuri volvió la mirada hacia la tele, mientras que Cracker se encargaba de colocar la comida con mala gana. De hecho, su hermano no soportaba que unas chicas locas vayan detrás de él. Prefería una normal en todo su esplendor. Cracker terminó con su tarea y se sentó en el sofá, muy agotado. Su frente estaba chorreando, como si se hubiera peleado con un gato salvaje.
—¿Hay algo interesante?
—Solo una serie con un sentido del humor pésimo.
—... ¿Y tú qué haces viendo esa mierda? —preguntó con la ceja alzada.
—¿Qué prefieres? ¿Qué ponga las noticias? —cuestionó.
—No, prefiero suicidarme antes de que ver las noticias.
Katakuri rio por lo bajo sabiendo perfectamente como era Cracker. Normal, eran hermanos de sangre y conviven juntos. Cracker dio un suspiro de aburrimiento, sacando su móvil por si había alguna novedad. «Solo la misma mierda», pensó, tirando el móvil a un lado. La situación se estaba volviendo incómoda para ambos hombres. La única opción que tenían era mirar la televisión cómo dos personas normales y corrientes.
—Cambia —suplicó—. Esa serie es una mierda.
—¿Qué te pongo? ¿Dibujos animados?
—Pues, mira, si me ponen Bob Esponja estaré la mar de feliz —lo dijo con ironía.
—No hay gran cosa —añadió Katakuri cambiando de canales—. Solo basura comercial o concursos de cocina.
—Eso último me gusta más porque me gusta ver la tensión de los participantes. Además, nosotros trabajamos en una empresa de dulces, onii-chan.
—Sabes qué pasa cuando vemos eso, ¿verdad?
—... Nos entra el antojo de comer cualquier mierda.
—Exacto, y hay que mantener la figura. Bueno, tú por lo menos no tendrás problemas en encontrar a una chica. Yo prefiero estar al margen.
—¡¿Qué dices?! Si tienes buen tipo. Además, prefiero mil veces una mujer normal que no esté detrás de mí.
—Mírame a la cara —comentó, señalando su boca.
—... Vale, todavía tienes un problema enorme con tu cara casi desfigurada —dijo con una gota en la sien—. ¡Pero quitando eso, eres un buen partido!
Katakuri rodó los ojos no queriendo discutir más. El hombre dio un suspiro largo centrándose nuevamente en la televisión. Sin embargo, una notificación de móvil les llegó a ambos. El primero en verlo fue Cracker.
—Los chicos.
—¿Qué dicen? —preguntó.
—Paulie está proponiendo de almorzar en algún sitio.
—¿Ya saben dónde?
—Adivina.
—... Fue Smoker quien dijo el sitio, ¿verdad? —Otro suspiro soltó.
—Como diría Lucci: necesita follar urgentemente a esa camarera —musitó—. ¿Qué les digo?
—¿Te apetece cocinar?
—¿Después de lo de hoy? No —aclaró.
—Pues dile que dentro de un rato nos vemos allí.
Siempre van a un restaurante muy cerca de los apartamentos donde viven Katakuri y Cracker. La comida de ahí era exquisita, pero van por un buen motivo de un amigo suyo llamado Smoker. Cracker tecleó con rapidez las teclas para responder al grupo. Todo listo, se levantó para ir al baño y peinarse bien, debido a que vino con pelos sueltos. Como dijo antes, estuvo peleando con una señora.
Katakuri se levantó también para vestirse apropiadamente. El apartamento era grande. Conformaba de un salón amplio al igual que la cocina. También tenían dos habitaciones y cada tenía su propio cuarto de baño. Oh, y una zona para lavar la ropa y tenderla sin ningún tipo de complicación. A Katakuri le encantaba vestirse con ropas de cuero, por ejemplo, chaquetas o zapatos de vaqueros con espuelas. La verdad le sentaba de maravilla. Y no olvidemos de algo muy importante: su bufanda grande y gruesa. Siempre lo llevaba consigo para ocultar su boca. ¿Y cómo podrá comer? Comía, pero de una manera casi inusual.
Ya listo, salió de la habitación esperando a su hermano. Él se tomaba su tiempo porque le gustaba peinar su larga cabellera. No era como otros. Cracker apareció con una coleta muy alta. Cuidar algo así, lleva su tiempo. Los dos cogieron las llaves de la casa y partieron, sin embargo, se sorprendieron que en el pasillo hubiera un montón de cajas. Solo significaba una cosa:
—Mierda, un vecino —masculló Cracker.
—O una vecina.
—Mayoritariamente son hombres y huelen a huevo podrido. ¿Te acuerdas del último?
—... Por favor, ¿por qué cada vez que hablamos tengo que recordar todo eso? —preguntó con los ojos en blanco.
De repente, las puertas del ascensor del tercer piso se abrieron. Los dos hombres estaban preparados para ver al nuevo vecino. Solo rezaban que no oliese tan mal, sin embargo, un perfume dulce notaron. Un aroma a almendras y una mezcla de chocolate. Hizo acto de aparición una chica de estatura media, 160 cm aproximadamente. Su cabello castaño estaba recogido por un moño y sus ojos color avellana destacaban demasiado. Y su piel era blanca.
Katakuri parpadeó unas cuantas veces no sabiendo si estaba soñando o qué, pero pensó que estaba viendo a una hermosa mujer ante sus ojos. La chica giró la cabeza notando la presencia de alguien y esbozó una gran sonrisa. El corazón del mayor de los hermanos estaba latiendo con mucha prisa.
—¡Buenos días, vecinos! —saludó con mucha energía—. Mi nombre es Hirawashi Len, ¡vuestra nueva vecina!
«¿No sabe quienes somos?», fue lo primero que pensaron ambos hermanos.
—Charlotte Cracker, y este es mi hermano, Charlotte Katakuri.
—¡Encantado de conoceros!
«¡No sabe quienes somos!», estaban flipando.
—Bueno, la última caja del día —comentó la chica empujando con el pie aquella caja de cartón.
—¿Quieres que te ayudemos? —propuso Katakuri, ya saliendo de su trance de enamoramiento a primera vista.
—¡No! ¡No hace falta, gracias! —La chica abrió la puerta y colocó la caja ahí para que se mantuviera abierta. Luego prosiguió en coger unas bolsas agachándose. Un poco más y se le sube la falda mostrando todo.
—Creo que es una loca más —susurró Cracker a su hermano.
—Insisto. —Pero Katakuri ignoró a su hermano que estaba impresionado ante el comportamiento.
—¡Qué amable eres! —exclamó, viendo a Katakuri coger una caja.
Cracker decidió quedarse apoyado en la puerta de su caja viendo a su hermano cargar las cosas sin ningún problema. Era la primera vez que lo veía comportarse de esa manera con una desconocida. Entendía que era bonita, pero su radar de mujeres locas se activó, alarmando que esa chica era una de ellas. Tardaron como diez minutos.
—¡Te agradezco que me hayas ayudado, grandullón!
«¿Grandullón?», los dos se sorprendieron de que la chica haya llamado de esa manera a Katakuri. Cierto era que el peli-granate mide 210 cm, pero esas confianzas así a primera vista, no eran buenas.
—De nada, para eso estamos. ¿Quieres que…?
—¡Onii-chan! Te recuerdo que tenemos un almuerzo —lo llamó.
—Ah, cierto, se me olvidó. —Si no fuera por el almuerzo, estaría ayudando a la chica a organizar su nueva casa.
—¡Disfrutad de la comida! ¡Y gracias de nuevo!
Len cerró la puerta dejando a esos dos en el pasillo. Cuando Katakuri giró su cuerpo, vio a su hermano con el ceño fruncido y con los brazos abiertos. Esa postura no le gustaba para nada.
—¿Qué?
—¡Alarma! ¿No te das cuenta que es otra loca? —bufó, bajando por las escaleras para no discutir delante de la puerta de la nueva vecina.
—Yo veo que es una persona agradable —defendió Katakuri.
—Nunca te he visto comportarte de esa manera —dijo.
—Es guapa.
—¡Solo te advierto que está loca! ¡Mi sexto sentido no falla!
Katakuri rodó los ojos prefiriendo ignorar los comentarios de su hermano, pero él siguió con su advertencia durante todo el camino. El restaurante estaba cerca a diez minutos caminando, no había ninguna complicación. El sitio era acogedor y podía ir cualquier persona, ya sea grupos grandes, familias, pareja o acercarte ahí para tomar un café y un sándwich.
Ya estaba el resto del grupo de amigos de Katakuri y Cracker sentados en la mesa de siempre. En el centro de todo para que uno pueda observar perfectamente. Los dos se acercaron, ya fijándose que pidieron para beber.
—¿Dónde estabáis? Habéis tardado demasiado —habló Crocodile despegando la mirada en el periódico.
—Nueva vecina enfrente de nuestra casa. —Cracker lo resumió todo.
—Entonces, tendrá que ser bonita.
—No digo que no, ¡pero tengo el presentimiento de que está loca!
—¡Cracker, por favor! Acabas de conocerla y no sabes como es ella —defendió Katakuri por segunda vez.
—Sí Cracker dice que está loca, está loca —habló Spandam tomando su bebida.
—Gracias, panda. —Luego volvió a mirar a su hermano—. Katakuri, te pido por favor, no hagas intentos estúpidos con esa mujer porque lo pagarás caro luego.
—Espera, espera. —Paulie paró el carro—. ¿Charlotte Katakuri, el hijo emblemático de Big Mom, por primera vez en su vida se ha fijado en una chica?
—¿No tengo derecho?
—Es que nos sorprende —aclaró Drake para que no haya malos entendidos.
—Esperemos que tú des el paso porque aquí hay cierta persona que no se atrevió —recalcó Lucci fijando la mirada a Smoker.
—A mí me dejais tranquilos.
Iban a seguir con la conversación, pero cierta chica apareció para interrumpir. Una chica bajita, 155 cm aproximadamente. Su color de cabello era castaño cobrizo cual fénix, pero sus ojos verdes esmeralda llamaban la atención a cualquier persona. Sin embargo, era diferente a muchas chicas de alrededor porque era una mujer con proporciones grandes, es decir, una curvy woman.
—B-Buenas tardes —saludó la joven con timidez.
—Buenas tardes, Rose —saludó con educación Smoker. El resto estaba sonriendo con malicia.
—¿Les pongo lo mismo de siempre? —Ya ella estaba acostumbrada a verlos aquí porque eran clientes habituales.
—Sí, lo mismo de siempre de los sábados.
—E-Enseguida se lo traigo.
La chica llamada Rose se retiró de la mesa dejando a los hombres. Smoker sintió unas miradas incómodas. Suspiró, sabiendo perfectamente lo que iba a venir luego.
—Al menos ella no está loca —habló Cracker.
—Porque ya la conocemos desde hace un tiempo, Charlotte —dijo Crocodile—. ¿Cuándo le pedirás salir? —preguntó, mirando hacia Smoker.
—Si sigues así, te vas a poner viejo y no podrás follar como es debido.
—Cierra la maldita boca, Lucci —amenazó Smoker—. Y no me agobieis. Seguro que ella no tendrá ningún interés en mí.
—¡Venga, ya! Si solo verte, se pone nerviosa cual gelatina —argumentó Spandam—. No sé porque te has fijado en una chica como ella.
—Oye, cada uno tiene sus gustos —defendió Paulie.
—Mientras no seáis como mi hermano…
—Te estás pasando, Cracker.
Él encogió los hombros importándole poco. La verdad que estaba teniendo muchas sospechas de la vecina nueva. Y hablando de ella. Len apareció con la mirada fija en el móvil porque estaba buscando el restaurante. Ella miró a su alrededor a ver si encontraba a alguien y al primero que vio fue a Katakuri. Fue amable. Así que se aproximó con una sonrisa de oreja.
—¡No te esperaba verte por aquí, grandullón!
Katakuri giró su cabeza automáticamente para verla. Todos menos Cracker se quedaron impactados de como lo llamó. El peli-granate carraspeó la garganta.
—¿Ya has terminado?
—Aún no, pero quise venir aquí para visitar a una amiga mía —comentó—. Me dijo que trabaja aquí.
—¿Len?
Entonces una voz conocida para todos llamó a la chica de pelo castaño. Era Rose, la camarera del restaurante con una bandeja de comida en sus manos. Len esbozó una gran sonrisa.
—¡Rose! ¡Cuánto tiempo!
«¿La conoce?», todos se preguntaron igual.
—Pues sí —rio dulcemente la peli-cobrizo—. Deja que atienda y hablamos mejor en la barra, ¿te parece?
—¡Genial! Te espero ahí.
Rose prosiguió con su trabajo dejando los grandes platos de la mesa de los chicos. Era la costumbre de ellos comer aquí los fines de semana, cuando uno no estaba atareado con sus cosas. Luego se marchó, dejándolos solos. Cracker estaba impresionado.
—¿Tu futura novia es amiga de la loca?
—¡¿Vas a seguir?! —alzó la voz Katakuri.
—¡Aún no es mi novia! —farfulló Smoker apretando los dientes.
—Por eso dije futura novia —recalcó.
—Bueno, callense y dejen que disfrute del almuerzo —habló Crocodile cortando un trozo de carne.
Sí, era lo mejor para todos, pero como Cracker siguiera, Katakuri hablaría con él seriamente. De vez en cuando el mayor de todos miraba a la chica que estaba en la barra junto con Rose. Ellas no paraban de reírse, como si estuvieran recordando buenos momentos. Tendrá que ser nueva en la ciudad. Él no se quitó la bufanda por miedo a lo que opinaran, entonces la comida desaparecía así sin más haciendo un truco típico: meter la comida por debajo de la bufanda.
Sus oídos se agudizaron, cuando escuchó a un tipo llamar a Rose, pero no de una forma agradable. Más bien la insultó diciendo: «¡ven aquí, gorda!». Sus ojos granates se fijaron en Smoker quien mordía con rabia el puro no encendido, dándole ganas de levantarse y dar un puñetazo al desgraciado. Sin embargo, cierta persona se le adelantó:
—¡¿A quién llamas gorda, pedazo de mierda?!
Hirawashi Len dejó de lado su amabilidad para entrar en una forma más agresiva. El tipo que insultó a Rose se quedó impresionado. Bueno, todos generalmente.
—¡Vuelve a llamarla de esa manera y te juro por Dios que te comerás un puñetazo mío en tu cara! ¡Y me da igual si me denuncias! ¡No voy a permitir que un hombre feo y bajito como tú esté insultando a mi amiga!
—¡Len, cálmate! ¡N-No merece la pena!
Aquel tipo prefirió estar callado porque le dio bastante miedo. Todos miraron a Katakuri. Él se sintió arrinconado ante aquellas miradas, pero dio un suspiro.
—Dilo.
—¡Te lo dije! ¡Está loca!
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