KIANA: PASIÓN INEFABLE. (3/3)

Los guardaespaldas se llevaron a Daniel, nosotras decidimos ir a la casa que usaba cuando estudiaba la carrera, allí le desinfecte las heridas, sabía que esto traería problemas, Kiana me había protegido, cualquier padre estaría agradecido, pero el mío pediría su cabeza para compensar el agravio hecho a Daniel.

— No puedo entender que tu padre quiere que te cases con ese tipo— dijo Kiana molesta.

—Es que él me ve como una mercancía, Kiana tienes que desaparecer, yo intentaré mitigar un poco el daño.

—¿¡Cómo!?

— Casándome con él, prefiero renunciar a ti y que sigas con vida, que no tener que presenciar tu muerte— lágrimas amargas recorrían mi rostro.

— No, no. Nada de eso, no dejaré que te cases con ese infraser.

—Kiana darán con nosotros, te puede pasar algo— esperaba tener el tiempo suficiente para convencer a Kiana, pero no fue así.

Escuchamos como varios carros rodeaban la casa y acto seguido unos hombres armados tiraron la puerta abajo. Nos echaron a las dos al suelo, después de atarnos las manos a la espalda nos sacaron de la casa, afuera nos esperaban, mi padre, el padre de Daniel y Daniel tenía la cara vendada, no nos reímos porque no procedía, pero tenía gracia verle gesticular y barrer las palabras.

—Alondra, no puedo pasar esto por alto, esta mujer tiene que pagar con su vida el haber desfigurado a Daniel.

— Papá, Kiana me defendió cuando él pretendía hacerme lo mismo a mi — dije indignada.

— Eso no es lo que él dice— dijo mi padre.

— Claro, ¡y le crees a él antes que a tu hija!

Mi padre dio por terminada la discusión, Kiana sería ejecutada, quemada viva delante de todos los socios de mi padre, yo me paré delante de mi padre y le dije.

— Más te vale que me quemes a mí junto a ella, porque si no te vas a arrepentir.

—¡Vamos hija! Ya verás cómo Daniel conseguirá aplacar esos humos cuándo te dome como yo hice con tu madre.

Al pasar al lado de Daniel me quedé mirándole, él inconscientemente dio dos pasos para atrás... Si Kiana moría, ese enano repelente iba a sufrir como jamás se hubiera imaginado. Mi padre tenía un lugar dónde ejecutaba a sus enemigos, era un edificio con varias plantas y en el fondo una arena, como las que utilizaban los coliseos romanos, en la planta de abajo, mi padre hizo construir unas celdas y era allí donde tenían a Kina, me acerqué a hablar con ella.

— Mi amor saldremos de esta, ¿confías en mí?

— Sabes que sí, pero...

— Tengo un plan, es muy arriesgado, hay muchas posibilidades de que salga mal, pero es mejor a que te ejecuten— le exprese.

— ¿Cuántas posibilidades?

— Muchas

—¿Alondra?

— Pero sabes que soy una genia ¿verdad?, llevó años planeando cómo destruir este sitio que, ha sido testigo de las mayores atrocidades de mi padre, pero para eso tengo que confiar en alguien en el que no confió en absoluto.

— ¿En quién?, sí se puede saber.

— Ya te contaré después de hablar con él.

Mi tiempo de estar con Kiana se había agotado, pase por ese edificio que mi padre construyó a imagen y semejanza a un coliseo romano a una escala más pequeña, mi padre era un enamorado de aquella cultura, sobre todo en la crueldad que demostraban a la hora de ejecutar a los enemigos. Como ya he dicho nunca me gustó este sitio, para destruirlo me puse en contacto con un hombre al que mi padre, obligó a mirar como ejecutaba lo que más quería a su mujer y a su hija.

Este hombre se llamaba Thomás y era experto en demoliciones. Una

Una vez mi padre quiso ejecutar a la familia de un enemigo y Thomás se negó. Mi padre se lo tomó como un desafío y una traición, entonces llevó a Thomás, lo ató a un palo en la arena de aquel coliseo, después le hizo mirar a los pisos de arriba donde se encontraban su mujer e hija con una soga al cuello, lo que sucedió después no lo voy a relatar, creo ya se puede hacer una idea. A él le dejó vivir para que viera que todas las decisiones tenían consecuencias.

Lo que mi padre no era consciente era que esas consecuencias también le afectaban a él y estaba a punto de probarlo en sus carnes. Tiempo atrás concerté una reunión con ese hombre, él era la clave para terminar con mi padre. Los dos sabíamos que el momento más vulnerable de mi padre era cuando se reunía con toda su cúpula delictiva en aquel coliseo para ejecutar a un enemigo, el problema era que tenía a todos sus hombres custodiando los sitios por donde podrían atacarlo, todos menos uno.

La única manera de acabar con él era derrumbando el edificio entero sobre mi padre y sus socios, la verdad es que parecía un suicidio, pero después de echar un vistazo a los planos, debajo de la arena se encontraban los calabozos y debajo de estos las alcantarillas, estas pasaban por debajo y terminaban en el otro lado de la ciudad, las únicas personas que tenían una mínima oportunidad de no morir eran las que se encontraran en la arena, primero haríamos estallar una serie de explosivos que se colocarían creando un círculo alrededor de la persona que sería ejecutada, creando una isla de hormigón.

En el piso de abajo, que serían las celdas, se colocarían otros explosivos en los mismos puntos, creándose otra isla, esas dos islas serían las que amortiguarían el golpe al caer de seis metros de altura, si no moríamos, la idea era dejar una moto que usaríamos para escapar, antes de que todo el edificio se nos cayera encima, sobre el papel funcionaba, veríamos si era así en la vida real.

El problema era colocar los explosivos para que ninguno de los hombres de mi padre que revisaba todo el recinto, se diera cuenta. Entonces Thomás sacó un cilindro del tamaño de un cigarrillo.

— Esto será suficiente para destruir una columna de carga, uno de estos en cada una de las columnas hará que el edificio se caiga como un castillo de naipes.

— Son pequeñas, pero será imposible que nos los vean.

— ¿Qué hay en todas las columnas sin excepción?

—Luces— conteste viendo por donde iba.

— Estos cilindros son herméticos, ningún perro podrá oler el explosivo que lleva dentro y podemos usar los cables de las lámparas fluorescentes como detonador.

—¿Cómo los haremos estallar? — pregunté.

— De eso me encargo yo, será mi venganza.

— Pero... morirás, ya has perdido bastante, no puedo consentirlo.

— No es tu decisión niña, no sabes cómo me estás recordando a mi hija, las ganas que tengo de volver a verlas.

— Cómo sabré cuando apretes el detonador.

— Mirá al suelo, cuando veas un punto rojo agarrarte a tu novia y reza todo lo que sepas, una vez vuestra isla llegue al fondo, tienen menos de un minuto para salir lo más rápido que puedan ¿qué tal se te da conducir una moto?

— Horrible, pero Kiana es una motociclista espectacular.

—Ok. Perfecto. Tienen que tener una moto lista, una vez que se monten en ella siguen adelante sin mirar atrás.

Aquel hombre que tenía el semblante de estar muerto en vida, sonrió al saber que el hombre que se le arrebató todo sería ejecutado por su mano, en dos semanas lo tuvimos todo listo, era el tiempo que tardaba mi padre en reunir a toda su cúpula, que estaba afincada en distintos países. El día que más temía llegó, hasta ese día estaba segura de que todo saldría bien, pero cuando iba de camino al coliseo en el carro con mi padre y mi madre, para mí, dos monstruos, me empezaron a surgir muchas dudas.

Cuando llegamos accedimos por una puerta que nos dirigía directamente al palco que mi padre hizo construir para él y sus socios más leales.

Entonces lo vi, allí estaba Daniel con la cara llena de cicatrices, deseando quemar viva a Kiana. Para aquella ocasión, hice que confeccionarán un vestido donde pudiera esconder mi wakizashi un sable pequeño de treinta centímetros. Lo crearon tan bien que no se notaba nada que llevaba el pequeño sable alojado en mi espalda. Al ser quién era, a nadie se le ocurrió ocultarme, en la mitad de la arena había un tronco rodeado de una pila de madera.

Se abrió una verja de ella, apareció Kiana siendo arrastrada por dos de los hombres de mi padre, llevaron al amor de mi vida hasta la pila y la ataron al tronco. Daniel estaba eufórico, mi padre le dio una antorcha, con una señal de su mano le indico que la fiesta podía comenzar, todos bebían y comían mientras esperaban ansiosos. Yo esperé hasta que ese infraser apareció en la arena y encendió la antorcha mientras insultaba a Kiana. Todos se pusieron a vitorear como si estuvieran enajenados, el palco de mi padre estaba a pocos metros de altura de la arena, mientras todos saltaban y reían, yo aproveche para saltar a la arena, sacando mi wakizashi de mi espalda, miré a Daniel, de un rápido movimiento corte la mano que sujetaba la antorcha.

Daniel solo pudo mirar como su mano se separaba de su brazo y esta caía al suelo mientras todavía sujetaba la antorcha, Daniel se sujetó el brazo gritando, empezó a arrastrarse con la intención de escaparse, yo le deje hacer. Estaba en el punto exacto donde tenía que estar, corte las cuerdas que retenían a Kiana y le dije.

—Cuando yo te diga las dos nos sujetamos fuertemente a este tronco.

— Ok.

Mi padre me miró, por primera vez no veía a la niñita desvalida que él creía que era su hija. Se sintió el hombre más ridículo del mundo, porque la persona que iba a conseguir destruirlo había vivido bajo su mismo techo durante los últimos veinticinco años y él sin ser consciente de ello.

— Alondra, ya no eres mi hija, ya no me sirves para nada, solo me queda destruirte.

— Yo jamás te consideré mi padre, solo te diré una cosa, quién a hierro mata a hierro muere.

Entonces lo vi, el punto rojo sobre el suelo, grité a Kiana y las dos nos sujetamos al tronco con todas nuestras fuerzas. Miré al sitio de donde venía ese puntero láser, pude ver la sonrisa del hombre que iba a destruir a mi padre, después solo fueron explosiones y polvo. Empezamos a caer, la caída fue corta, pero al chocar contra el suelo las dos salimos disparadas, por suerte solo percibimos heridas superficiales, mis cálculos fueron correctos. No teníamos tiempo para pensar, nos montamos en la moto y Kiana empezó a conducirla como la piloto profesional que era, iba tan rápido que me costaba seguir agarrada a su cintura.

Escombros de todos los tamaños iban cayendo a nuestro alrededor, Kiana hizo lo único que podía hacer, seguir adelante. Al fondo veíamos una luz, jamás en mi vida había tenido tanto miedo, pero si moría lo haría al lado de la persona que más amaba en este mundo, entonces escuche a Kiana.

— Mami estamos cerca, ¡agárrate fuerte que voy a acelerar a todo lo que da!

Cerré los ojos confiando en mi amor, entonces la moto dio un gran salto y al chocar contra el suelo esta detuvo. Nuestras respiraciones estaban aceleradas, abrí los ojos y allí estaba el rostro más hermoso del planeta, me abracé a ella y nos besamos, volvimos a arrancar la moto y nos fuimos de allí, se supone que nosotras también habíamos muerto en el derrumbe de ese edificio, los días fueron pasando, las noticias no hacían más que hablar de lo ocurrido, según las últimas noticias no hubo ningún superviviente.

Éramos libres para empezar una nueva vida donde quisiéramos y como quisiéramos, nos decidimos por ir a España, en Valencia a Kiana le gustaba esa ciudad y yo la seguí. Thomás, el hombre que sacrificó su vida para que Kiana y yo viviéramos, me dio un número de cuenta en el que durante años metió dinero para que a su hija no le faltara de nada, cuando mi padre la mató, él siguió metiendo dinero para poder vengarse de él, el último día que hablamos me la entregó, diciéndome que yo le daría tan buen uso como lo hubiera hecho su hija y así lo hice.

Compramos una casa con un amplio garaje en el que Kiana construyó un taller, le encantaba las motos y mecánica, y a mí verla con esa braga y las herramientas en mano. ¡Uff! Dios mío.

Yo me dedique a escribir ficciones se me daba muy bien el contar historias. Abrí una pequeña biblioteca para ayudar a los niños a ejercitarle el gustó por la lectura. Y en homenaje a Thomás, "El Rincón de Thomás".

Ahora me encuentro tumbada en la cama haciendo que leo un libro mientras veo acercarse a Kiana que sale de darse un baño envuelta en su toalla cubriendo su hermoso y trabajado cuerpo bronceado y tatuado es un ángel con cabellos color oro y ojos como el azul del cielo que apareció para enseñarme a que el amor puede llegar en diferentes empaques.

Para Mabel.

                                                                            FIN DEL RELATO.

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