JUEGOS DE SEDUCCÓN II/ DANNA 🏳️🌈
El sonido del teléfono me hizo despertar sobresaltada, desorientada y algo aturdida, sin saber si era de día o de tarde. Me incorporé en un impulso; revisé la hora, no puedo mantener los ojos abiertos, pero igual, presurosa me dirijo en busca de mi teléfono móvil; tengo tres llamadas pérdidas, no reconozco el número; casi ciega apretó el botón para re llamar y al instante atienden, es la voz es Paola.
—Me tienes preocupada – dijo increpándome.
— Hola. No bueno, es que recién me despierto, estoy agotada y adolorida después de la noche que pasamos— respondí tratando de que mi voz sea lo más clara posible.
—Gracias al cielo, me quedo más tranquila entonces— dijo mientras escuché como suspira aliviada.
—Intento recuperarse del ajetreo nocturno. Estoy contractura, necesitaría unos buenos masajes— le dije haciendo un enorme esfuerzo por tener una conversación sensata.
—Ok. Es buena tu ideal — respondió.
— Escúchame ¿Conoces House Relax? – Agrega.
— No, ni idea a qué te refieres— Murmuré.
— Por tu misma calle unos trescientos metros al norte está House Relax, es la vieja casona pintada de color rosa, es la mejor casa de masajes que conozco; si vas pregunta por Anahí, nadie como ella para este tema de los masajes.
Haciendo un esfuerzo mental inconmensurable, trato que el Google Maps de mi averiada cabeza siga la indicación de Paola, pero solo respondo que Sí, por decir algo. Y para no ser cortante agregue: — Ubico muy bien el lugar, siempre paso por delante...Pero nunca he ido a una casa de masajes, nunca pensé necesitarlo; pero hoy creo que es el momento— dije al tiempo que paso mi mano por mi cara quitando el cabello de mis ojos, como si fuera éste la causa de mi imposibilidad para mantenerlos abiertos.
— Te paso en un mensaje el teléfono para que reserves lugar. No te olvides de preguntar por Anahí y luego me llamas y organizamos para vernos— dice Paola con entusiasmo.
—Gracias Pao, espero el mensaje, cuando termine te cuento como me ha ido— contesté.
Mientras voy al baño y enciendo la ducha para darme un baño reparador y despabilante, escuché sonar mi teléfono con tono de notificación, seguro es el mensaje de Paola, con el número para llamar a House Relax... Mientras la tina de baño se llena, casi inconscientemente y solo impulsada por las contracturas y el cansancio marqué el número en el teléfono y esperé que me atendieran.
—House Relax, casa de masajes— una voz muy sensual me saluda del otro lado del teléfono. —¿en qué le podemos ayudar?
—Si. Buenas tardes, necesito un turno para realizarme masajes, si puede ser con Anahí, por favor. — respondí.
— Perfecto, tienes suerte hoy Martes solo me queda libre el último turno a las 7: 00 PM— dijo.
— Está bien ese horario— respondí mientras miro el reloj de mi teléfono móvil que marca las 5: 30 P.M.
— Los masajes completos llevan dos horas, solo descontracturante una hora. —¿Cuál prefieres? —me pregunta del otro lado de la línea.
—Completo— respondí sin pensar.
—Tu nombre por favor. – me vuelve a requerir la bella voz.
— Danna.
—Ok. Bueno, entonces te esperamos a las 7:00— respondió.
Pesadamente, dejé el teléfono y me fui hasta el baño para zambullirme en la tina. El agua estaba algo fría ¡Mejor para despertarme! Tomé el jabón y comencé a pasarlo mi cuerpo, mientras por mi cabeza se pasaban las imágenes de la noche anterior, como en una película a la cuál podía rebobinar y avanzar cuantas veces quiera deteniéndome en las escenas que más me gustan. Recordando momentos, situaciones y me estremezco al darme cuenta que estoy excitada nuevamente. En tanto que sin querer queriendo, mi mano derecha con sus ágiles dedos estaban acariciando mi clítoris, como si tuviese vida propia no lograba despegar mi mano del clítoris.
—¿Pero ¿qué me pasa?, ¿Por qué estoy tan excitada nuevamente? — digo en voz alta.
Trato de volver en sí y terminar rápido con el baño porque de no ser así, voy a comenzar a masturbarme.
Mientras me vestía aproveché para preparar un café bien negro (como mi alma) que me ayudé a terminar de despertar. Busco en los cajones una buena ropa interior, por si me tengo que quedar en ropa interior y algún atuendo bien casual para ponerme encima, nada sexy, hoy solo relax. Terminé el café, busqué el bolso, el teléfono, las llaves de la casa y fui saliendo, es casi la hora.
Ya en House Relax, me atendió una bella mujer de unos sesenta y cinco años, muy guapa, muy cuidada y sexy. Me hipnotizan sus manos.
—¡Hola! Tengo reservado un turno para darme unos masajes, mi nombre es Danna— le dije a la bella dama
—¡Hola! ¿Tú pediste con Anahí?— preguntó mientras miraba una planilla sobre el escritorio de la recesión.
—Así es— contesto.
—Ok. Pasa por ahí y toma asiento, que en unos instantes te vamos a atender— agregó con dulce voz y cortes gesto.
Unos minutos después, aparece en la sala, una joven con una chaqueta como la de los médicos, muy cortita, color rosa y mirándome fijamente me dijo: —¡Hola! ¿Tú eres Danna?
Casi no podía responder, estaba atónita de la sorpresa, se trata de una joven de rasgos Africanos, alta de un metro ochenta o más, su piel no era negra, sino de un increíble color marrón oscuro, cobrizo, brillante y casi metalizado, su cuerpo esbelto pero robusto, musculoso. Su cabello era rizado y llamativamente del mismo color que su piel; lo llevaba atado con una coleta dejando todos los rasgos de su atractivo y exótico rostro a la vista <¡Es bellísima!> Sus ojos negros de chispeante mirada, su pequeña nariz, su boca grande, carnosa y perfectamente maquillada. Me detengo en sus orejas pequeñas, de las cuales cuelgan enormes aros metálicos de motivos tribales.
Y qué decir de su cuerpo si era una escultura viviente. No podía imaginar lo que portaba debajo de esa chaqueta, si lo que a simple vista se ve ¡Era alucinante!
— Hola, soy Danna – respondí luego de tragar saliva.
—¡Hola! Bienvenida a House Relax, yo soy Anahí — me dijo —Sígueme por aquí.
De la sala de espera pasamos por un pasillo, ella caminaba delante, su caminar era estilizado como una modelo experimentada, su hermoso trasero se meneaba al compás de sus pasos y su cabello rizado, a tempo, siguió el compás. Abrió una puerta y con un gesto, y me invitó a entrar, era un cuarto muy amplio, con piso de madera, techo alto, paredes color blanco, en un rincón estaba un vestidor, en otro rincón algunos almohadones y un par sillones, junto a una de las paredes y casi en la esquina frente al vestidor parecía haber una especie de artefacto con forma cilíndrica que se encontraba sobre una especie de colchoneta, y en el medio de la sala, como en una isla rodeada de mesas con muchos utensilios estaba la que parece ser la camilla de masajes.
La luz era tenue pero enseguida los ojos se adaptan a los escases de ella, la música era suave y relajante con un rico perfume a hierbas, muy suave y muy real armoniza el ambiente.
— Necesito que te quites la ropa— me dijo mi bellísima masajista mientras me señalaba el cambiador.
Me dirigí al cambiador y me desnudé totalmente, luego me envolví en una bata y salí. Vi a Anahí que estaba en cuclillas junto al artefacto sobre la colchoneta. Este aparato es un asiento semejante es su forma a una silla de montar y en el centro y arriba aparecía, creo yo colocado por Anahí, un pene que por delante tiene como unos testículos achatados y en uno de los extremos de esa especie de montura, tenía una agarradera o asa en forma de U invertida por donde sujetarse.
— ¿Qué es esto? – pregunté estupefacta, mientras me aferraba a mi bata como si alguien intentase sacármela.
— La primera fase de tus masajes, se llama autoplacer Sybian, la idea es que te relajes dándote un buen orgasmo primero y luego termines con un masaje descontracturante. — respondió Anahí con voz calmada pero algo sorprendida. —Tú pediste un masaje completo, ¿no? — agregó a su comentario mi morena masajista.
—Perdón por el tono de mi pregunta, es que no sabía a qué se refería con masaje completo cuando me preguntaron por teléfono— respondí —¡No,no quiero esto. Solo los masajes. — Le dije.
—¡Bueno! Como tú desees. Yo estoy aquí para hacerte sentir bien y cómoda— respondió en un suave tono mientras tomaba mi mano y me guiaba hacia la camilla de masaje.
—Te sugiero que empecemos con un masaje de cuerpo completo y vamos avanzando, tenemos tiempo para estar juntas. Te vas a sentir espléndida, sólo confía en mí— dijo a mi oído suavemente mientras desde atrás retiraba mi bata y me dirigía a la camilla.
Me acosté sobre la camilla boca abajo, a la altura de mi cintura entre mi pelvis y la camilla hay un almohadón cilíndrico que, al acostarme sobre él, dejaba mi trasero más alto que mi cuerpo, aunque la posición era rara, no era incómoda. Estaba desnuda mirando por un hueco de la camilla el piso, en tanto Anahí me guiaba con suaves palabras para que logrará relajar, primero mi respiración y luego mi cuerpo.
Sentía como mi entidad se calmaba, Anahí recogía mi cabello improvisando una cola, luego desparrama con sus manos un tibio y perfumado aceite, desde mi nuca hasta mis pies, no parecían ser sus manos, sino cedas que tocan mi cuerpo. Los masajes comenzaban por mis pies, luego subían por mis piernas, hasta llegar a mis glúteos.
Se detuvo unos instantes masajeando de afuera hacia adentro. Cada vez más adentro sus manos empezaban a pasar por entre mis nalgas bajando poco a poco entre mis piernas rozando mi vulva y bajando por mis aductores <¡Me conmocionó!>
La morena insistió con sus caricias y una sensación de pronta e inexplicable excitación invadió mi ser, me dejó llevar por la sensación de sus manos, el olor de su perfume, el ruido de su respiración y su silencio. Sus masajes cada vez eran más profundos y atrevidos, me hacían excitar de a poco e incontrolablemente, decidí esperar un instante y ahora que sus dedos pasan justo por sobre mi trasero y van rumbo a mi vagina separo un poquito, apenitas, mis piernas esperando que Anahí captará mi señal e insistirá y afirmará sus caricias en esa zona.
<¡Ella ni se inmuta!>
Esperé y al volver sus manos a pasar por mi ano y antes que lleguen a mi vagina separé un poco más las piernas y hago un pequeño movimiento como levantando mi trasero para que Anahí ésta vez entienda que es lo que necesito.
<¡Ella ni se inmuta!>
Ahora sus manos subían por fuera de mis glúteos y se dirigían por mi espalda hacia mi cuello. ¡Evidentemente Anahí no entendió mi propuesta!
Sus manos en mi cuello hacían magia. Sus manos en mi espalda me relajaban, dándome una sensación reconfortante ... Pero quiero que me toque ahí abajo entre mis piernas, donde a mí me gusta.
Por suerte sus manos bajaban hasta mi cintura, sus masajes se detenían un ratito ahí para luego empezar a bajar por mis piernas otra vez hasta mis pies. Algo resignada, pensando que lo que yo deseaba había terminado, me sorprendo al sentir como sus manos apretaba firmes y con fuerzas, empezando a subir por el interior de mis piernas para detenerse nuevamente en mis nalgas.
<¡Suspiro y me regocijo!>
Con mucha delicadeza Anahí, cada vez más y más, hacían que sus manos despertaran todas estas ganas, masajeaba mis nalgas, las separaba y apretaba haciendo que sus dedos comenzarán a rozar mi ano y a surcar más profundamente entre los labios de mi boca de abajo. De repente sentí como rozaba mi clítoris <¡Me conmocionó de nuevo!, ¡Me estoy mojando!>
Un hilo de tibio aceite empezó a surcar por el interior de mis nalgas inundando suavemente mi trasero para luego desbordar y caer hasta mi vagina donde me parece sentir como se mezclaban con mis propios jugos.
Las manos y los dedos de Anahí comenzaron a recorrer mis nalgas deteniéndose justo, justo, justo, en mi esfínter. Primero algunos de sus dedos masajeaban mis nalgas justo en el límite con mi anillito, ahora otros de sus dedos acarician bien de lleno todo mi esfínter.
La sensación es indescriptible suave, atrapante, hipnotizante; sus dedos con cuidada presión masajeaban mi ano. ¡Lo siento placenteramente dilatado! Con cada masaje sobre mi esfínter tengo la necesidad de levantar un poco más mi trasero y me dejo llevar. La frecuencia aumentaba y la suave presión sobre mi culito también. ¡Me desespero! Como poseída por algún espíritu depravado y fuera de mi control, mi culo o mi esfínter, da igual, quieren atrapar, chupar o morder sus dedos para tragárselos.
Entonces, sin contar ya con voluntad propia, solo siguiendo el instinto y desvergonzadamente, mis caderas se mueven, suben, bajan, van hacia los lados intentando que mí trasero pudiera atrapar algún dedo desprevenido y clavarlo dentro de sí.
— Te gustan mis masajes en tu colita— dijo con voz suave Anaiz.
Fue imposible poder contestar con palabras, solo emití un jadeo profundo. Anahí seguía inmutable en su labor y yo sigo esperando por más. De pronto sus manos abandonan mi trasero para subir con sus manos hacia mi cintura.
— ¡NO!— le grité con desesperación.
— ¡No sé te ocurra dejarme así! — vollví reprocharle con desesperación
Instintivamente me puse en cuatro ofreciéndole mi retaguardia, solo dejé mi cara en el huevo mi pecho y mis rodillas apoyadas sobre la camilla y levantando todo lo posible mi cadera, para que, mi culo quede a su disposición.
—Eres increíblemente hermosa e increíblemente zorra— me dijo sonriendo.
—Sigue por favor, estoy desesperada— le dije recuperando el tono.
— Como tú digas, estoy para complacerte— respondió.
Sus manos se posaron nuevamente en mis nalgas y como si fueran lenguas, comenzaban a recorrer el interior de ellas hasta llegar tímidas a mi ano. Solo unas caricias más y ya estaba entregada a la locura, sus dedos masajeaban mi esfínter con suave y continua presión, yo me dejo llevar y solo basta una suave y casi imperceptible presión para que un dedo empiece, con mi total consentimiento, a surcar el interior de mí dilatado y relajado trasero.
Se mete y se mete, dándome el placer de tenerlo dentro, justo cuando más lo necesitaba. Sus manos diestras y hábiles saben exactamente qué hacer con ese dedo y con mi colita; llenándome, vaciándome, acariciando y apretando, empujando y relajando, todo justo como se debe y cuando se debe.
Anahí parecía saber que estaba para más, entonces sacó su dedo para luego con prestancia saber meter dos juntos en mi colita, arrancándome un jadeo profundo. Con otra mano comenzó a masajear delicada y profundamente mi vagina, la lubricación se mezcló con mi humedad y solo un roce de su mano en mi clítoris, me conmociona dejándome al borde del orgasmo.
Sus dedos manoseando mi clítoris y sus gruesos dedos barrenando en mi interior me vuelven loca de excitación.
La delicadeza de la mujer que sabe complacer a otra mujer, tocándola donde se debe, cuando se debe y como se debe, solo quién se anima, es capaz de gozar y disfrutar a niveles tan extremos de placer.
¡No paro de moverme! Anahí respondió con una masturbación acelerada sobre mi vagina, atormentando mi dilatado clítoris precipitando sus dedos hasta que grito, grito y grito sin vergüenza y de placer, mientras me agarro al borde de la camilla clavando mis uñas y así como estoy en cuatro patas como una perra alzada, alcanzo EL ORGASMO más delicado, suave, cuidado y profundo que he tenido en los últimos tiempos.
¡No paro de jadear y de gemir!
Suavemente Anahí retiró sus dedos de mi interior y me dejó caer sobre mi costado mientras instintivamente tomó su mano y la acarició.
Solo un instante después, Anahí, en silencio, me ayuda a colocarme sobre la camilla de espaldas mirando el techo.
—¿Bueno ahora te parece que sigamos con los masajes de relajación? — me dijo suavemente mientras sonreía y humectaba sus manos en aceite.
—¡Claro que sí!, ¡Lo que tú digas! — respondí, aun agitada.
Cerré los ojos, ella colocó sobre mis ojos una almohadilla rellena de semillas de lavanda y me dejó reposando en tanto que con su suave voz me guía nuevamente para que logrará recuperar la respiración y la relajación.
Nuevamente comenzó con el ritual del aceite pasándolo por sobre mi pecho, mi vientre, mi pelvis, mis piernas. Inicia masajeando mi nuca, luego baja con sus manos hasta ms hombros y se detiene aquí por un instante; Anahí todo lo que hace es suave, placentero y delicado.
Ahora sigue por mi pecho, pasa a mis brazos, vuelve sobre mi pecho y de aquí con especial atención se dedica a mis senos y mis pezones brindándoles tiempo y pasión. Sus masajes en círculos, sus manos en mis pezones, sus dedos rozando mis senos. Estoy modestamente excitada. ¡Pero excitada al fin!
Con un ademán suave y pone mis piernas en 90 grados juntando la planta de mis pies. Ella seguía con su trabajo subiendo con sus manos por mis piernas y deteniéndose en mi pelvis, desde adentro de sus manos empiezan a buscar mi vagina, sin vergüenza ni prejuicios comienza a acariciarme, donde tanto me gusta.
Estaba tendida sobre la camilla con mis ojos cerrados, mi cuerpo aceitado, mis brazos colgando uno a cada lado fuera de mi camilla, mis piernas abiertas y las manos de Anahí masturbandome... o mejor dicho, masajeando mi vagina, la que ha empezado nuevamente a palpitar ante los estímulos de mi morena acosadora. Sus caricias, sus idas y vueltas, sus dedos en mi clítoris me ponen nuevamente con excesiva temperatura sexual.
En un rose fortuito con mi mano que cuelga fuera de la camilla por uno de los lados, siento la piel de lo que me parece ser la pierna de Anahí, con toda intención y queriéndolo así hacer, busco con mi mano tocar más la piel de ella. Confirmó que se trataba de una de sus piernas, con solo un movimiento de mi mano subiendo detectó el borde de su chaqueta. Desvergonzada, apoyo bien mi mano y buscó a ver qué encuentro y me topo con el interior de las piernas de la morena, su nalga es lo que estoy tocando, por ende, me estaba dando la espalda. Con mis dedos busco su entrepierna y la encuentro al instante ¡No lleva pantaletas la muy condenada!
Sus enormes pechos en mi cara, sus pezones en mi boca y mi mano en su empapada entrepierna; es la consumación de la belleza sexual de dos mujeres dispuestas a disfrutar.
Anahí sigue acariciándome mientras, yo no puedo desprenderme de sus pechos y con mi mano en su vagina puedo disfrutar de cada detalle remarcado por su excesiva humedad. Me despego por un segundo de su cuerpo soltando de mi boca sus pinches carnosos y mientras mis ojos se clavan en sus encendidos ojos negros le digo:
—Quiero ver qué es lo que harías en la Sybian.
—Ahora no, cuando te vayas— respondió.
—Sí, pero, ¿todavía estamos en mi turno de masajes? — preguntó.
Ella pesadamente mueve la cabeza buscando con su mirada un reloj que está alto en la pared y me responde.
—Sí, es tu turno todavía.
—Ok. Además, me dijiste que estabas para complacerme, ¿o me equivoco? — le dijo inquisitivamente.
—¡Así es!— respondió sin quitar su mirada de la mía.
—Entonces, muéstrame cómo funciona.
Sin responder salió de entre mis piernas, se dirigió hacia el artefacto. Me hace un gesto invitándome a seguirla y se arrodilló sobre él.
La desnudes de Anahí me conmueve.
—Espera un segundo por favor— le digo mientras me dirijo hacia ella —Ahora sí! – agregué.
— ¿Qué pretendes? — me preguntó.
—Verte de cerca— respondí con una sonrisa.
Me pare a su lado mientras ella montaba el artefacto, se acomoda sobre el pene de goma y aprieta su vagina contra él. El pene era de buen tamaño, algo cónico y bien rosado, empezó a calar la vagina de Anahí, que por su lubricación permitió al falso miembro meterse sin resistencia en su interior. Anahí dejó escapar un pequeño gemido mientras sujetaba con fuerza la manija que tenía en unos de los extremos, con un movimiento de su pelvis deja su clítoris pegado a esa especie de testículos aplastados que tiene pequeñitos y cortos pelitos de goma.
Anahí estaba junto a mí, arrodillada, montada en su corcel del sexo. Su pelo bastante desordenado y su cuerpo brillante por el sudor resplandece en la poca luz. Su figura tan exótica, robusta, atlética y étnica, me traían alguna remembranza tribal y mitológica.
Con su mano me entrega el control del Sybian y me dijo: —Toma, ahora tú tienes el poder, el poder de hacerme gozar.
Ví que el control era muy básico, tenía dos botones uno de encendido y otro con las velocidades y sin dudarlo lo enciendo y lo puse en marcha. Un tenue sonido a zumbido inunda la sala y Anahí sobre su montura empieza a cabalgar.
Su cuerpo con pequeños gestos respondía al estímulo mientras me miraba fijamente como haciéndome responsable de sus acciones. Me pare frente a ella y ví como el artefacto vibraba entre sus piernas mientras los chatos testículos acarician sus clítoris. Ella abrió las piernas haciendo que el pene la penetrara más, y ante esta señal puse segunda velocidad.
Anahí se arqueo hacia atrás, casi que su cabeza tocaba el piso, todo su cuero se tensó, sus senos explotaron al techo, su vientre se puso plano y los cuádriceps de las piernas se tensaron al máximo. Luego dando un gemido salvaje se hizo hacia delante bruscamente y clavó sus dedos en la colchoneta del piso quedando en esa posición mientras gemía con sonidos muy agudos.
Ahora su posición encorvada hacia adelante no me dejaba ver los detalles, entonces la sujeté por los cabellos levantando su cabeza e intentándose incorpar y mientras lo hacía, aferraba sus manos a mi cintura, me atrajo hacia ella y puso su carnosa boca contra mi vagina y comenzó a lamerme como poseída. La sorpresa me emocionó, su lengua en mi vagina y su actitud salvaje me sobrexcitan. Sin dudarlo y ante semejante respuesta voy por más y pongo en tercera velocidad al Sybian, Anahí soltó mí vagina, dio un pequeño grito y volvió a clavar su cara en mi entrepierna en yo aproveché de acariciar sus pechos y mientras su lengua lamía ferozmente mi vagina ella emitía pequeños gemidos ahogados. La escena era abrumadoramente excitante, estaba en éxtasis.
Anahí, perdía la compostura, comenzaba a jadear, gritar, gemir. Soltó mi vagina y se empezó a sacudir sobre su montura moviendo su cintura de adelante hacia atrás en un vaivén frenético mientras su cuerpo se sacudía como un junco al viento de una tormenta.
Gritaban, temblaba y se sacudía, se contraía todos los músculos de su escultural cuerpo y mientras en un raro gesto, estiraba sus brazos y todo su torso como queriendo asirse del techo, gritaba guturalmente recibiendo el asolador orgasmo con una sorprendente catarata de dulce y tibio juego, que se derrama por el aparto y entre sus piernas.
Apagué el aparato y fui como un rayo a arrodillarme tras ella, me senté sobre la montura para desde atrás sujetarla y abrazarla, para que se sentirá protegida después de semejante éxtasis eyaculatorio. Mis manos la rodeaban, mis senos están pegados a su transpirada espalda, mi pelvis disfrutaba de la sensación de estar pegados a sus firmes nalgas. Intenté acomodar su cabello totalmente desordenado. Sentí como su cuerpo agitado temblaba en mis brazos, Anahí giraba su cabeza y me beso apasionadamente, soltó mis labios de entre sus dientes y me dijo: —Dame más.
Sin responder y sin dudar, tomé el control y lo encendí, coloqué la primera velocidad y Anahí que no ha dejado de temblar del orgasmo anterior, empezaba nuevamente a vibrar al ritmo de la máquina. Ella recogió su cabello con ambas manos mientras a viva voz empezó a gemir. Aprovecho la posición y tomó con mis manos sus senos para comenzar a moverlas, se retorcía, se sacudía parecía una danza erótica, danza tribal sobre ese pene como invocando espíritus del más allá, para que la beneficiarán con otro salvaje orgasmo.
De repente se fue hacia adelante, estirando todo su cuerpo y sus brazos quedando con su cara y pecho sobre la colchoneta y sólo cintura sobre la montura, sin que el pene se le salga de su interior.
—De ésta forma no quiero. Quiero que me lo pidas de buen modo— le pedí.
—¡Qué zorra eres! — Me respondió.
— Pídeme que te lo dé por atrás, porque se te nota que lo deseas y prenderé el Sybian— le insistí mientras jugaba con el artefacto.
— ¡Dámelo por el trasero y prende esa maldita máquina, Danna — subió el tono de voz desesperada— ¡Pero por favor se cuidadosa! — agregó.
Enciendo el Sybian y Anahí gemía de placer al tiempo que empezó a mover sus caderas...Por mi parte seguía en mi tarea de penetrar su ajustado culito, lubriqué nuevamente el pene y su ano presionó el glande del falso miembro y comencé a jugar ejerciendo suave presión, < Juego y juego, lo subo, lo bajo, presiono y suelto>. Su culito respondió relajándose, entonces aproveché y empecé a penetrar en las profundidades de su bellísima colita, sin prisa, con cuidado y dedicación hago que desaparezca pausada pero constantemente dentro de las profundidades inexploradas de mi morena amante.
—Lo tienes todo dentro— le dije emocionada. —Parece que a tu traserito si le gustan los penes—agregue.
—¡Si!— respondió jadeando —le encantan, pero solo si tú me lo haces— dijo. —¡Mira como me gusta! – agregó, Anahí mientras sacudía su culo como invitándome a penetrarla.
Entendí el juego y con una de mis manos masturbo su trasero barrenando el falo contra su anillito buscando las profundidades de su caverna y con el otro comienzo a masturbarme, mi vagina empapada de humedad que latía al son de mis dedos.
Anahí gritaba, mientras el Sybian vibra al máximo de sus posibilidades y yo desde atrás atosigo su culo. El anillito de la morena se ha amoldado a las exigencias de su conquistador y con soltura, lo deja entrar y salir. Con pasión y con envidia ayudé a Anahí a que suba por la empinada colina del éxtasis, mientras con el resto de mis fuerzas intentaba complacer, con una de mis manos a la colita de mi amiga y con la otra darme algo de placer.
Ella se sacudía y contorsionaba, su cuerpo cubierto por la transpiración brillaba en la penumbra, mientras sus meneos polinizaban el perfume de su sexo y de su cuerpo por toda la habitación. Ya estaba exhausta de tanto éxtasis, el cansancio físico me dejaba un solo intento más y penetró por última vez y hasta el fondo de su trasero, dejando ahí clavado el falo plástico que ha invadido las profundidades anales de Anahí, Mi mano atormentaba mi clítoris como fustigando al caballo 50 metros antes de cruzar la meta y otro nuevo orgasmo me hacía caer al piso, con la sensación de estar electrizada por alta tensión.
Anahí gritaba se sacudía y sin perder el juguete que le había clavado en su trasero, agitaba la cadera desmesuradamente, se arquea, se sacude y en guturales y tribales sonidos, deja escapar otra catarata de tibios jugos, cosecha de placeres de una increíble siembra de pasión.
Después de estabilizar nuestros cuerpos y respiraciones caímos en un estado de relax, nos vimos a las caras de satisfacción ofreciéndonos mutuamente una leve sonrisa de lado.
—¿Te gustó tu sesión de masaje, Danna? — preguntó mi morena.
—Me encantó. Creo que sí me lo permites podría volver una y otra vez.
Ella sonrió —¿Para cuándo te anotó?
—Mañana mismo.
FIN DEL RELATO.
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