EL DESEO DE LA NOVIA 3/3

Tras mi último encuentro con Andrea, me volvió a suceder lo mismo que tras lo que ocurrió el día de mi boda. No podía entender que me pasaba cuando ella se acercaba a mi y me tocaba, era como si fuese una persona diferente, como si lograra sacar una faceta mía que, hasta entonces, había estado escondida profundamente en mi interior. Los días siguientes los viví temiendo que, cualquier tarde, al salir de mi trabajo en el colegio, Andrea volviera a presentarse allí, por sorpresa, como la otra vez.

Verdaderamente la palabra temor no era del todo exacta, tengo que reconocer que esa parte de mí que he citado antes deseaba volver a ver a verla y estar otra vez a su lado. Y esa parte, poco a poco, se iba haciendo cada vez más fuerte. Cuando salía del colegio miraba a un lado y al otro, temiendo que ella estuviera esperándome, incluso miraba con el carro pasaba y miraba hacia el bar de Alberto, pensando que estaba allí. Hasta mis compañeros, cuando alguno salía del colegio a la vez que yo, notaban mis nervios y me preguntaban si me pasaba algo.

Sin embargo, como la otra vez, los días iban pasando y nada qué sabía de ella, así que, aunque la vi muy convencida cuando dijo que nos volveríamos a ver, empecé a creer que ya había olvidado lo que había pasado entre nosotras y ya no la iba a ver más, quizás fuera mejor así, pensaba yo, aunque esa parte mía que quería volver a estar con ella me hacía recordar lo que había pasado y, al recordarlo, me excitaba, no podía evitar.

Quien no notaba nada raro en mí era Josué, mi marido, él vivía en su mundo y estaba a sus cosas. Un día fuimos a ver a su prima y tía, y yo también andaba nerviosa, su prima era su amiga, así que ella podría aparecer allí. La prima si que notó mi nerviosismo pero Josué, nada de nada. En el fondo quizás fuera mejor así porque no tenía que darle ninguna explicación pero también pensaba que era muy triste que mi propio esposo no se diera cuenta de que me pasaba algo. Hasta aquello afecto nuestra vida íntima, pues yo no tenía ganas de hacer el amor con él, me ponía, no sé como explicarlo, nerviosa y no podía. Sin embargo, a él no parecía preocuparle demasiado, le decía que no me encontraba bien, que me dolía la cabeza o cualquier excusa típica y él la aceptaba sin dudar. Decía que ya se me pasaría lo que le contaba que me pasaba y se ponía a dormir. Si que es cierto que un par de semanas después ya me iba haciendo a la idea de que lo de Andrea había sido una aventura que ya había pasado y, por fin, pude tener sexo con mi marido pero no tenía nada que ver con lo que me había hecho sentir Andrea.

Hasta que, una tarde de miércoles, las cosas volvieron a cambiar. Me encontraba en casa con Josué que recibió unos mensajes que le pusieron muy contento.

—No te lo vas a creer, cariño— me dijo Josué — Me ha escrito Marcos para que vaya con él a casa de un amigo suyo a ver el partido.

—Pero ya habíamos hecho planes para esta noche, cariño— le contesté yo un poco decepcionada — Íbamos a dar un paseo y luego a ver una película los dos juntos.

— Si, lo sé y lo siento mucho, cariño, pero esto es una gran oportunidad para mí, sabes que ese partido me tira mucho.

—¿Y por qué no lo contratas para verlo en casa?

— Es una cuestión de principios, yo no pago por ver el fútbol por televisión porque antes era gratis, claro que si me invitan es otra cosa.

— ¡Ay! Mira no te entiendo, cariño.

— Mañana vemos la película que tú quieras y hago todo lo que tú quieras pero hoy tienes que dejarme ir a ver el fútbol con Marcos.

Yo lo miré con una cara de decepción y con los brazos cruzados, él se me acercó y me dio un beso en los labios y me comenzó a suplicar y decirme que los días siguientes haría lo que yo quisiera. Josué me conoce muy bien, como yo a él, y sabe que, aunque al principio me hago bastante la dura, luego termino cediendo. Seguramente hubiera vuelto a ser así pero, esta vez, un nuevo factor intervino para alterar las cosas y es que mientras Josué proseguía con sus múltiples súplicas comenzó a sonar el timbre de la puerta de casa.

—Ya voy yo, cariño— me dijo, mientras yo iba a la cocina a beber agua.

Josué abrió la puerta y tras ella estaba Andrea.

— ¡Hola!— dijo Andre— Vengo a ver que tal está Alondra.

— ¡Hola!— le contestó Josué — Ya me acuerdo, nos conocimos en mi boda. Pasa, pasa...

Andrea aceptó la invitación de Josué que la dirigió hasta el salón.

— No se donde se ha metido ahora—-le dijo Josué a Andrea

— Ahora saldrá... Disculpa, estoy intentando recordar como te llamabas pero ahora no caigo.

— Andrea, me llamó Andrea— risas.

— Aunque no soy tan joven como tú, tengo muy buena memoria pero para los nombres soy un desastre— Josué se rió.

— Tranquilo. No pasa nada, por cierto tú te llamas Josué, ¿no?

— Si, pero eso no te hace tener mejor memoria que yo— risas.

En ese momento yo retorne al salón y me quedé petrificada al ver a Andrea que vestía unos pantalones pegados al cuerpo con un top negro que dejaba al aire la parte de su abdomen, tengo que reconocer que me gustó verla así, se veía hermosa con ese cuerpo tonificado yo, en cambio, llevaba un pijama amplio, de color rojo, de los que empleó cuando estoy en casa ya que son bastante cómodos.

—Mira, cariño, Andrea ha venido a verte— dijo Josué muy alegre.

Ella se acercó y me dio un beso en la mejilla, yo casi no podía moverme ya que ver de nuevo a Andrea estaba haciendo salir aquellas sensaciones otra vez.

— Tu prima Josué me comentó que vivías aquí y, como he tenido que hacer unas cosas en esta zona, me he acercado a ver a Alondra, espero que no les importe— explicó Andrea.

—Todo lo contrario— dijo Josué— Nos parece genial, además, llegas en un buen momento ya que yo tengo que salir y así mi esposa y tú pueden hablar de sus cosas y hacer lo que quieran, ¿no es así, cariño?

—Si, claro— respondí — Te traigo algo de beber, Andrea, siéntate ahí.

—Un refresco, si tienes —me contestó Andrea.

Salí de nuevo hacia la cocina en busca de aquel refresco esperando que se me fueran los nervios pues sabía perfectamente a que había venido.

—¿Es algo importante, Josué?—le preguntó Andrea.

—¿Qué?— le respondió él sorprendido.

—Bueno, no quiero parecer indiscreta pero como has dicho que tenías que salir ahora he pensado que sería algo importante.

—La importancia es algo bastante relativo— risas — Solo voy a ver el partido con unos amigos, para mi si que es una cosa importante— risas.

— Ya veo, pero no para Alondra.

— Espero que disfrutes del partido y que gane tu equipo —le dijo Andrea.

—Muchas gracias. Yo también espero que ustedes la pasen muy bien.

Josué se acercó a mi y me dio un beso en los labios.

— Hasta luego, cariño— me dijo.

— Pásalo bien y no bebas mucho, que mañana es día de trabajo—le pedí.

—Tranquila, cariño, que ya me conoces, nos vemos, Andrea— se despidió definitivamente él.

Andrea le hizo un gesto con la mano y Josué salió apresuradamente por la puerta dejándonos solas, sentadas en el sofá, la una frente a la otra.

—Como te decía, Andrea, soy una mujer felizmente casada, de verdad que no puedo estar contigo.

Ella, en principio, no me respondió, solo se acercó todavía más a mi y comenzó a acariciar mi muslo.

—Andrea, te lo vuelvo a pedir por favor, no quiero que empieces.

—Eres una mujer casada, ¿no?

Andrea seguía acariciando mi muslo y yo intentaba que retirara su mano de allí.

—Sabes que si, me debo a mi esposo.

—Si yo solo hago caso a lo que me ha pedido Josué, Alondra.

—Pero, ¿qué estás diciendo?

Ella seguía acariciando mi muslo pese a mis intentos de impedirlo y no dejaba de mirarme con aquella cara de deseo.

— ¿No has escuchado lo que ha dicho tu marido? Nos ha pedido que nos divertamos y que hagamos lo que queramos.

— Si, pero...

—¿Ha dicho eso o no lo ha dicho, Alondra?

—Pero él no se refería a divertirnos así.

Andrea puso sus labios sobre los míos y sus dos manos estaban en todas las partes de mi cuerpo, yo trataba de apartarla, sin mucho éxito.

—¡Uff! ¿Sabes que cuando te resistes te pones todavía más hermosa?

—Tienes que dejarme, por favor te lo pido, Andrea.

—Si lo estás deseando tanto como yo, no me digas que no.

Y volvió a intentar besarme y yo seguía intentando resistir, lo que más me asustaba es que ella tenía razón, había una parte de mí que la deseaba, que le encantaba que me tocara y que me besara, una parte, y muy fuerte, que deseaba hacer el amor con Andrea. Temía que, como pasó las otras veces, esa parte terminara imponiéndose. Pese a mis forcejeos y quejas las manos de Andrés recorrían mi cuerpo por encima del pijama. Mientras su boca intentaba besar mis labios y mi cuello. Una de sus manos penetró por debajo del jersey de mi pijama y alcanzó uno de mis pechos.

—Veo que no llevas brasier, así no tengo que quitártelo.

—Andrea, por favor, no sig...

Pero mi súplica fue interrumpida por la boca de Andrea que, de nuevo, buscaba sin parar la mía. Ella se apartó un poquito e intentó quitarme el jersey del pijama, yo intenté resistir un poquito pero al final logró su objetivo.

—Estos senos me vuelven loca.

Se volvió a abalanzar sin aviso sobre mí, sus manos sujetaban mis pechos mientras ella seguía intentando besarme. Movía mis pechos, los estrujaba y uno de sus dedos rozó suavemente uno de mis pezones, lo que provocó que se me escapara un pequeño gemido que, al escucharlo envalentonó todavía más a Andrea. Su boca lengua pasaba una y otra vez sobre mis labios y no se conformaba con eso, también cogía alguna vez mis manos para llevarlas sobre su cuerpo. Me tumbó sobre el sofá y comenzó a lamer mis pechos, Andrea lo hacía de una manera que me gustaba mucho, yo quería seguir resistiendo, pero ya casi no podía hacerlo, cada vez que su lengua lamía mi pecho o mi pezón, una de mis defensas se derrumbaba sin remedio y ya casi no quedaba ninguna. Cada vez deseaba más entregarme a ella. Su dedos rozaban mis pezones, colocándo dos de esos dedos con mi pezón en medio.

—Se te ponen muy duros, Alondra, te encanta lo que te hago.

—No es verdad.

—Ya no lo niegues más, por favor.

Andrea estiró en ese momento mi pezón y yo volví a gemir.

—Seguro que la tienes toda mojada, Alondra.

Y se levantó y, con cierta brusquedad, retiró el pantalón de mi pijama dejándome solo con mis bikini negro. Sin que pudiera reaccionar se tumbó sobre mí y una de sus manos se dirigió hacia ese bikini y penetró dentro de ellas, llegando hasta mi sexo, que, como Andrea había anticipado, se encontraba empapado.

—¡Estás todavía más mojada que yo!

Y empezó a tocar mis labios vaginales, acariciándolos con suavidad y maestría lo que provocaba un tremendo placer dentro de mí. Mientras continuaba con sus dulces caricias en mi sexo, seguía intentando besarme, su lengua quería penetrar dentro de mi boca y, por fin, llegó un momento que la dejé entrar. La última de mis defensas había caído.

Su lengua encontró por fin la mía y juntas se comenzaron a mover como si fueran una sola mientras uno de los dedos de Andrea se deslizaba entre los labios lo de mi coño, lo que hizo que mis manos abrazaran su espalda. Ella se levantó, me miró con una sonrisa y comenzó a desnudarse de forma sensual, quitándose su top y sus pantalones , quedándose en ropa interior de color rosa, un sujetador que apenas cubría sus senos y una minúscula tanga. La contemplé y me di cuenta de lo hermosa y sexy que estaba así como decía ella, la deseaba. Se volvió a tumbar sobre mí y nos volvimos a besar, esta vez ya no me resistía, quería saborear su lengua junto a la mía y me encantaba sentir su cuerpo junto al mío, como nuestras pieles se rozaban y se tocaban, mis manos acariciaban su espalda con suavidad y se deslizaban hasta su trasero, Andrea se desabrochó su brasier y se lo retiró, acercando sus pechos a los míos, haciendo que sus pezones se juntaran con los míos y moviéndolos, aquello me volvió a hacer gemir otra vez y sonreír a Andrea. Después nos volvimos a besar e ella llevó mis manos a sus pechos para que los acariciara, cosa que hice con sumo gusto me gustaba mucho lo que sentía al hacerlo.

—¿Te gustan mis senos, Alondra?

— Si, mucho.

—Tómalas, quiero que las devores.

Andrea colocó su pecho derecho junto a mi boca, yo lo sujeté con una mano y comencé a lamerlo con mi lengua, centrándome en su enorme y rosado pezón, pasando mi lengua una y otra vez por él.

—¡Qué lengua tan maravillosa tienes Alondra, me encanta!

Su pezón se puso muy duro y yo repetí la operación con el pecho izquierdo de Andrea que disfrutaba el paso de mi lengua por ese pecho que a mi me resultaba tan rico.

Con sus dos pezones ya muy duros, Andrea volvió a ofrecerme su lengua en un beso, cosa que acepté encantada, después bajo a mi cuello, mis pechos, mi ombligo...

—¡Cuánto he deseado tenerte así, toda para mí!

—¡Soy tuya, baby deseo que me comas entera!

Andrea se recreó en mis piernas, mordiendo mis muslos, primero uno, acercándose, poco a poco, a mi coño pero cuando parecía que iba a llegar a él, retiraba su lengua y volvía a lamer mi muslo, repitió lo mismo con el otro muslo, eso consiguió que me volviera loca de deseo, sin embargo, Andrea no parecía dispuesta a complacerme todavía y se volvió a centrar en lamer mi ombligo, iba bajando, poco a poco, acercándose a mi coño pero, al llegar, de nuevo se apartaba de él. Yo no podía ya más, deseaba tanto sentir esa lengua en mi sexo.

— Antes me pedías que parase, creo que te haré caso ahora y lo dejaremos aquí, Alondra.

—¿Qué? No, no, no quiero que pares.

— ¿ Y qué quieres, Alondra?

—¡Qué no pares, qué sigas, sigue, sigue!

—¿Y qué deseas que te haga, Alondra?

—¡Deseo que me comas entera!

Andrea sonrió, se levantó, acercó su boca a la mía y me besó, después volvió a bajar y retiró mis empapada bikini, abrió mis piernas bien y colocó su cabeza entre ellas y comenzó a pasar su lengua por mis labios vaginales.

—¡Ah! Si, qué rico— exclamé yo sin poder controlarme.

La lengua de Andrea subía y bajaba por mi coño lo que hacía que mis gemidos se incrementaran, sentía tanto placer que me estremecía. Yo sujetaba su cabeza y acariciaba su cabello corto, no quería que se apartara de allí, lo único que deseaba era que siguiera devorando mi coño. Andrea decidió centrarse en mi clítoris y comenzó a lamerlo, lo que hizo que gritara sin ningún control, nunca había sentido un placer como el que me estaba dando aquella chica con su lengua.

—Si, si. Así más por favor.

Andrea se recreaba en mi clítoris lamiéndolo, relamiéndolo y mordiéndolo con sus labios, mientras yo no dejaba de gemir, gritar y gozar. La chica acercó dos de sus dedos y los pasó por mi coño, luego los acercó a mi boca para que los chupara, cosa que hice. Después los introdujó dentro de mi coño, donde entraron con suma facilidad, y comenzó a penetrarme con ellos. Muy duro y fuerte, cosa que me volvía loca.

—¿Te gusta así, Alondra?

— Mucho, cógeme, Andre, no dejes de cogerme.

—Ya sabía yo que por mucho que disimularas, eras toda una zorra, Alondra. Y eso me encanta.

Sus dedos entraban y salían cada vez más fuerte, cosa que me estremecía, mis gritos se tenían que escuchar por todo el vecindario pero no me importaba, nunca había sentido tanto placer haciendo el amor. Y no podía aguantar más, iba a estallar. Y cuando llegó fue sensacional, tampoco había tenido nunca un orgasmo igual.

—¡Ah, Ah! Si hay viene.

Temblé y grité hasta que me quede completamente satisfecha y relajada.

—¡Esto ha sido increíble, me has llevado al cielo!

Andre no respondió de inmediato a mis palabras, se limitó a besarme.

—¡Si que has gozado, sí! Mira allí .

Y me señaló el enorme charco que mis flujos habían dejado en el suelo.

Andrea me volvió a besar, se quitó su tanguita y me volvió a tumbar en el sofá, esta vez ella se sentó sobre mí cara.

— Ahora voy a hacértelo en esa boquita, dame toda tu lengua— me dijo.

Y mi lengua comenzó a lamer su coño, mientras mis manos sujetaban sus nalgas.

—¡Mueve bien esa lengua, zorra, quiero sentirla bien dentro de mí!

Y yo la movía, metiéndola y sacándola de su coño con mucha avidez y ella ayudaba con sus movimientos.

— Si, si, así Así... quiero que sientas lo bien que sabe mi coño, dame tu lengua.

Ella se movía cada vez más rápido y yo apretaba sus nalgas cada vez con más fuerza, cosa que a ella le encantaba. A mi lo que realmente me excitaba era ver su cara de placer, me encantaba hacerla sentir así.

—¡Oh!, qué bien lo haces, zorra, así así, no pares, no pares!

Cada una de sus peticiones, de sus gemidos, hacía que metiera y sacara mi lengua con más ganas. Así, conseguí llevarla a un tremendo orgasmo.

—¡Oh! Si.

Andrea se corrió en mi boca y a mi me encantó saborear sus flujos, era una sensación nueva y muy excitante para mí. Ella se levantó y me levantó a mí también nos volvimos a besar, sentadas en el sillón.

Andea me llevó al suelo, me sentó allí y abrió de nuevo mis piernas, levantando una de ellas, después ella se acercó, se sentó igualmente con sus piernas abiertas y acercó su intimidad a la mía y comenzó a moverse de modo que nuestras vaginas chocaban una y otra vez, lo que volvió a hacer que sintiera un tremendo placer.

— ¡Empuja tú también, Alondra, que nuestras vaginas se toquen con fuerza!

Y así lo hice, al empujar las dos todavía era mejor y nos comenzamos a volver locas de placer, esta vez las dos gemíamos, gritabamos y nos pedíamos más y más la una a la otra. Con lo excitadas que nos pusimos, llegamos muy pronto al orgasmo y también lo hicimos las dos a la vez, con lo que nuestros flujos se mezclaron y la sensación de placer fue todavía mayor.

Así nos quedamos sentadas en el suelo las dos abrazadas y besándonos durante un rato.

—Eres maravillosa, Andrea, nunca había disfrutado así.

—Tú también, cariño, cada vez que te veo me vuelvo loca y veo que con razón.

Nos volvimos a besar durante un buen rato.

—Bueno, cariño —me dijo Andrea —es hora de vestirse y de que me vaya, el partido ha terminado hace un rato y Josué no tarda en volver.

Aquellas palabras me dejaron un poco triste, solo acertaba a contemplar como Andrea se vestía. Una vez que terminó se acercó a mí, me levantó del suelo y me volvió a besar de nuevo.

— No te pongas triste, pronto nos veremos de nuevo— me dijo antes de salir por la puerta.

Y pronto nos volveríamos a ver, sino venía ella, la próxima vez sería yo quien iría en su busca.

                       
          ¿FIN DEL RELATO? 

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