EL DESEO DE LA NOVIA 2/3
Tras lo que había pasado en aquel lejano baño de arriba, Andrea y yo volvimos a la fiesta, a mi me llamó mi cuñada, que quería presentarme a unos familiares que todavía no conocía.
—Por Dios Alondra, ¿qué te pasó?- preguntó mi cuñada - Se te ve como si hubieras estado haciendo deporte o algo así.
—Es que he ido al baño, había mucha gente y casi no me he podido aguantar— me excusé como pude.
— Ese es un problema de este local, la verdad— comentó mi cuñada— Hay pocos baños, no se si tendrán alguno más en el piso de arriba.
—Pues no lo sé— respondí intentando cambiar el sentido de la conversación — ¿No me ibas a presentar a alguien.
—Si que están para allá.
Me fui con ella, tratando de olvidar lo que había pasado momentos antes con Andrea, fui conociendo a personas de la familia de mi esposo que no conocía y, así, fue pasando la noche hasta que llegó un momento que alguien propuso ir a otro local , ya en la ciudad, a continuar con la fiesta. Así me fui despidiendo de todo el mundo, ya cuando casi salía del local con mi marido, por sorpresa, se acercó Andrea.
—¿Ya se va la novia?—preguntó.
Yo me quedé durante un instante helada al verla.
—Si, ya nos vamos, que es un poco tarde.
— ¿Y te ibas sin despedirte de mi, Alondra?— volvió a preguntar.
—¿Quién es esta joven, Alondra, creo que no la conozco?— intervino Josué, mi marido antes de que yo pudiera decir nada.
—Es Andrea, una amiga de una de tus primas, la he conocido antes cuando he ido al baño— expliqué yo a mi marido.
— Si— intervino Andrea —Nos hemos hecho muy amigas esperando en el baño, ¿verdad, Alondra?
Yo no sabía que decir, ni lo que pretendía Andrea, y la miraba con ciertos nervios.
—Soy Josué, el marido de Alondra. Encantado Andrea- volvió a intervenir mi marido. -Bueno, las dejó que se despidan tranquilas, yo voy para allá que me están llamando.
Andrea asintió a mi marido con la cabeza y éste echó a correr hasta dónde lo llamaban.
—Simpático tu marido—me dijo Andrea —Aunque me parece que conmigo lo pasas mejor.
—Por favor, Andrea...
—Te veo muy nerviosa, Alondra. Tranquila que no le voy a contar a nadie lo que hemos hecho antes, será nuestro secreto.
Andrea se acercó peligrosamente más a mi, se aseguró de que nadie nos viera y me dio un beso en los labios.
—¡Adiós Alondra!.. por ahora, porque volveremos a vernos— me susurró al oído.
Yo me quedé muy pensativa vi como Andrea se marchaba volviendo a la fiesta, cruzándose con mi marido que volvía rápidamente.
—Adiós, Josué, felicidades, veo que has encontrado a la mujer perfecta- le dijo Andrea a mi marido.
—Gracias, adiós...—le respondió.
Josué llegó donde me encontraba yo. —Esa chica es muy simpática, seguro que lo habrás pasado bien cuando estabas con ella. La pena es que, con lo despistado que soy, no me acuerdo de como ha dicho que se llama- me dijo mi marido.
—Andrea, Josué, se llama Andrea— le respondí yo — Ahora vámonos.
Subimos a las habitaciones del hotel y como me lo imaginé, Josué se quedó dormido cosa que agradecí y mientras me desvestía para bañarme pensaba en lo que me había dicho Andrea, que volveríamos a vernos.
********
Los días fueron pasando y, aunque no podía olvidar del todo lo que había pasado en mi boda con Andrea, poco a poco, fui intentando apartarlo de mi cabeza siguiendo con mi vida normal. Soy profesora en un colegio, bilingüe, estudie una carrera encontrá de lo que mi papá quería fui la única de sus hijas que se reveló en aquel aspecto, me gustan los niños y por eso elegí esta carrera tan linda, así que se puede decir que vivo rodeada de niños aunque por ahora no quiera tenerlos. Una tarde, 5 meses después de la boda, cuando salía del trabajo y me dirigía a enterar en mi carro, escuché una voz familiar que me llamaba.
—¡Hola! Alondra, veo que sigues tan linda como siempre.
Casi me desmayo ya que mi corazón se había acelerado porque había reconocido la voz, y mis ojos confirmaron que se trataba de Andrea. Estaba muy guapa a decir verdad, con ropa deportiva, unas mallas negras, una camiseta de tirantes y otra azul debajo. Yo vestía mi falda, mi blusa y mi chaqueta, la ropa que normalmente llevaba para trabajar. Me quedé mirando bastante sorprendida y no me salían las palabras para responder ya que aquellas emociones, que creía que empezaban a desaparecer, resurgieron de golpe al escuchar aquella voz.
—¿No te acuerdas de mi, Alondra? —preguntó ella.
—¡Hola!, Andrea ¿Qué haces por aquí?— la salude, mis emociones tomaron el control de mi persona.
—Pues, he venido a verte— respondió.
—¿Cómo sabes dónde trabajo?— le pregunté yo entre sorprendida y molesta.
—Bue, tus redes sociales no están tan privadas que digamos...Anda vamos a tomar algo a un sitio tranquilo y hablamos— me pidió.
Así que la llevé a un pequeño bar que habia a unas cuantas cuadras del colegio, donde normalmente tomó café con los compañeros, y nos sentamos en una mesa un poco apartada.
—Veo que estás un poco nerviosa, Alondra— dijo.
—La verdad es que pensé que habías desaparecido. No esperaba verte otra vez— le respondí. —Y mucho menos que me vinieras a buscar a la puerta de mi trabajo.
— Pero si te lo dije, que nos volveríamos a ver, Alondra y a juzgar por tu cara, parece que piensas que te sigo o te espió o algo así— risas.
Me quedé mirándola muy seria sin decirle nada.
—¡Qué guapa estás con esa cara tan seria!— dijo ella cogiéndome la mano. —me gustaste desde esa primera mirada.
Yo aparte rápidamente su mano de la mía sin contestarle. Ella bebió un trago del refresco que había pedido y prosiguió con sus explicaciones.
— No estés tan esquiva, Alondra, simplemente el día de la boda le pregunté por tu trabajo a la prima de tu marido y ella averiguó y me dijo a que te dedicabas y donde lo hacías. Eso es todo.
—Entiendo— intervine— ¿Y si querías verme por qué has esperado tantos meses?
—He estado bastante ocupada y no he podido venir antes. De hecho, como no sabía exactamente a que hora salías, he pasado un buen rato en la puerta de tu colegio.
—No voy a negarte que me halaga que hayas venido a verme pero lo que ocurrió aquel día...
—No podía esperar más— me interrumpió ella — ¿Sabes que sueño contigo?
—Cómo te iba diciendo, Andrea, lo que ocurrió aquel día fue una cosa puntual y nada más. No quiero que pienses que yo...
—¿No quieres que te cuente lo que hacemos en mis sueños?
—No, Andrea, te estoy intentando explicar que entre nosotras no puede haber nada y que lo de aquel día solo fue un error.
Ella parecía no hacer caso a lo que estaba intentando explicarle, igual que yo parecía no hacer caso a sus intentos de volver a seducirme, ya que sus palabras iban acompañadas de una penetrante mirada que mis ojos trataban sin éxito, de eludir.
—¿Seguro que fue un error, Alondra?— insistía ella —A mi me pareció que disfrutabas mucho conmigo.
— Fue un momento de debilidad, Andrea, nada más que eso— traté de sentenciarla.
—Ahora me dirás eso de que eres una mujer heterosexual felizmente casada.
—Es que es verdad, Andrea, soy una mujer felizmente casada— mentía, mentía. La verdad es que era un mujer infelizmente casada homosexual. Una mujer que cuando lograba acostarse con quién era su marido no sentía nada y la única forma de aguantar a ese hombre encima era pensar y repetir una y otra vez la escena en el baño con Andrea.
—¿Y cómo explicas lo que te sucedió conmigo aquél día, mujer heterosexual felizmente casada?
—Te he dicho que aquello fue un error... además, tú me forzaste a tener sexo contigo.
—Alondra, Alondra...¿Me quieres engañar a mi o te engañas a ti misma?— risas canicas —Sabes que te hice disfrutar mucho, no lo niegues.
—Después de que tú me forzaras tuve un momento de debilidad, nada más— intenté justificarme.
—Alondra, no te obligué a hacer nada que tú no quisieras hacer, solo te estimulé un poquito y tú respondiste a ese estímulo.
-—Eso no fue así.
—¿No?, pues lo que sacaste de dentro de ti me hace pensar lo contrario. Te encantó lo que te hice.
—No es verdad.
—Alondra, reconoce que aquella vez te hice sentir cosas que tu marido, dudo que lo haga.
—Soy muy feliz con mi marido, no consiento que lo pongas en duda.
—Una total mentira... En la cama no lo eres, no lo eres.
—Si lo soy, te repito que no lo pongas en duda.
—Cuando te pones tan seria, eres realmente hermosa, Alondra pero sabes que tengo razón.
—No la tienes y no quiero seguir hablando de esto, además, tengo que volver a casa.
—¡Escucha! Vamos a hacer una cosa, vas a venir conmigo al baño y allí haremos lo del otro día, si veo que no te gusta, lo dejamos y ya, no me verás más. ¿Te parece?
—No, no voy a ir contigo a ningún sitio, Andrea, ya te he dicho que me voy a casa. No pienso seguir tus absurdos juegos.
—Como te he dicho cuanto más te molestas más bella y apetecible te pones y más te deseo.
— ¡Ya está bien, me voy!
Me levanté del asiento muy seria y con intención de marcharme pero Andrea me sujetó del brazo.
—Al único sitio al que vas a ir es al baño conmigo, ahora vas a sentarte otra vez y esperar un poquito, cuando salga la señora que ha ocupado el baño, entramos nosotras.
—¡No voy a entrar contigo allí, Andrea!— sentencié yo soltando su mano. Estaba temblando del deseo, otra vez estás ganas de comerme a esa mujer, de que dejara apagar o encender más el fuego que empezaba a sentir en mi entre piernas, mi sexo palpitaba creo que si seguí sentada aquí fácilmente me podría correr de lo excitaba que estaba... Andrea me excitaba mucho.
— No te alteres demasiado, Alondra , que vas a llamar la atención. Aquí parecen conocerte y creo que no sería bueno para tu reputación como maestra que supieran que tienes relaciones con una mujer como yo.
Al escuchar eso, me asusté un poco y me volví a sentar en la mesa.
—¿Acaso quieres hacerme daño?— le pregunté muy preocupada.
—No, nunca te haré daño.... pero si no haces lo que te pido contaré lo que pasó en la boda.
Yo me puse muy seria y con cara de rabia.
—Mira, Alondra, solo te pido que vengas conmigo al baño y me dejes intentar hacerte lo de la otra vez, si no te gusta lo dejamos y ya no volverás a saber nada de mí.
—Muy bien, jugaré a tu juego, no me dejas elegir.
Ella me miró fijamente a los ojos con una sonrisa maliciosa, yo seguía muy seria, estaba convencida de que no me iba a suceder lo mismo de la otra vez, de lo único que tenía dudas es de si Andrea cumpliría con su palabra y me dejaría en paz.
El tiempo pasaba muy lentamente pero al fin llegó el momento, la puerta del baño se abrió, salió su ocupante y quedó vacío.
—¿Me acompañas, Alondra?— preguntó con ironía Andrea.
Yo no respondí nada, me levanté, fui con ella y las dos entramos en aquel baño. Solo quería que este mal trago pasara lo antes posible.
Entramos, el cuarto de baño era pequeño, para una persona, tenía su taza, un lavabo y poco más, eso si, estaba muy limpio y cuidado. La ventana estaba cerrada, aunque no daba directamente a la calle sino a un patio interior. Con tan poco espacio, Andrea me colocó contra la pared de baldosas y se puso en frente mío, me miró con esa sonrisa pícara que tenía, se abrazó a mí e intentó besarme, yo me resistía como podía pero sus manos iban recorriendo con suavidad mi cuerpo mientras sus labios intentaban posarse sobre los míos, como mi boca permanecía cerrada, bajaba a mi cuello y su lengua pasaba por él.
Yo intentaba seguir sin mostrar ninguna reacción a aquellas caricias y besos que Andrea intentaba darme, creía que se iba a cansar pronto y a terminar, por fin con aquella locura. Sin embargo, era todo lo contrario, mi resistencia parecía estimularla todavía más, su lengua pasaba una y otra vez por mis labios y por todo mi cuello y sus manos seguían recorriendo mi cuerpo que, dadas las circunstancias de espacio, estaba totalmente pegado al suyo, eso hacía que sintiera como sus pechos chocaban con los míos. Ella apretaba mi trasero y lo acariciaba y, pese a mi resistencia, comenzaba a aparecer aquella parte de mi que disfrutaba con lo que me estaba haciendo Andrea. Ella desabrochó los botones de la parte de arriba de mi blusa y metió dentro una de sus manos, yo intenté, sin éxito, detenerla.
— ¡Ya puedes parar, Andrea!— le dije —Ya ves que no me gusta esto.
—¿Seguro que no te gusta?— preguntó.
Y su mano comenzó a acariciar mi pecho, a estrujarlo y yo no pude evitar mover la cabeza al sentir sus manos allí. Andrea vio mi gesto y volvió a sonreír mientras su mano seguía recorriendo mi pecho, bajo un poco mi brasier y su dedo pasó rozando mi pezón, entonces, por mucho que quisiera, no pude evitar emitir un pequeño gemido. Andrea seguía pasando su dedo por el y a mi me gustaba mucho, aunque intentaba disimularlo, sin embargo, ella era consciente de que todas mis defensas empezaban a caer por lo que redobló sus esfuerzos sobre mi cuerpo. Desabrochó más mi blusa y comenzó a hacer con mi pecho izquierdo lo que antes había hecho con el derecho.
—Andrea, para ya, de verdad que no quiero... —le intentaba susurrar.
Pero en mi voz no había signos de convencimiento en aquello que pedía. Aquella parte mía, que había surgido al sentir las caricias y los besos de Andrea, me pedía que dejara de resistirme y que me entregara por completo a esa mujer y al placer que me daba. Andrea me besaba el cuello, y cada vez que sentía sus labios y su lengua allí mi resistencia se iba derrumbando más y más. Ella tomó mis manos y las llevó hacia su trasero y las apretó fuerte contra él, yo intenté apartarlas pero ella las volvió a llevar a su trasero mientras su boca buscaba mi pecho derecho y su lengua comenzaba a pasar por él, cuando la sentí sobre mi pezón no pude evitar emitir un fuerte gemido.
— No grites así, cariño, que nos van a escuchar— me pidió Andrea.
—Tienes que parar, Andre...—volví a susurrar— Por favor, quiero irme.
—Pues, tú cara de placer y tus gemidos no dicen eso, linda— me respondió.
Andrea volvió a subir hasta mi cuello, por donde pasó su lengua y por mi oreja, mientras sus manos estrujaban mis pechos. Luego me miró fijamente a los ojos y pasó su lengua por mis labios intentando que abriera mi boca y dejara entrar dentro de ella aquella lengua tan juguetona.
—Anda Alondra— me dijo sonriendo —No puedes negar lo que te hago sentir, no puedes negar lo mucho que te gusta que te bese y que te acaricie.
Yo quería responderle que no era así, pedirle que se detuviera, pero ya no podía hacerlo.
—Me vuelves loca, Alondra, y sabes que yo a ti también, es inútil que lo niegues.
Andrea seguía besando mi cuello y mis labios mientras sus brazos apretaban muy fuerte su cuerpo contra el mío. De repente, mis manos, que seguían en su trasero comenzaron a acariciarlo y mi boca se abrió para que la lengua de Andrea penetrara dentro de ella. Nuestras lenguas se movían juntas y nuestras salivas se entremezclaban, sus manos seguían recorriendo mi cuerpo, en especial mis pechos y pellizcando mis duros peones, yo tenía que reprimirme mucho para no gritar. Andrea, mientras seguíamos besándonos de forma apasionada, bajó la cremallera de mi falda, lo que propició que ésta cayera sobre mis tobillos, después bajo un poquito mi ropa interior negras y comenzó a lamer mis muslos, acercando, pero sin llegar a tocar, su lengua a mi sexo, de repente, uno de sus dedos pasó suavemente sobre el, lo que provocó que me tuviera que tapar la boca para no gritar. Andrea se levantó y me mostró aquel dedo que se había quedado empapado al pasar por mi sexo humedecido.
—Mira, cariño— me dijo ella mostrándome aquel dedo — ¿Esto que quiere decir?
Yo no acerté a responder nada, solo me limité a mirarla un poco avergonzada.
—Ya sabes que tienes que pedirme lo que deseas, Alondra.
Yo seguía sin responder, ella bajó otra vez y comenzó a lamer uno de mis muslos, parecía que iba a meter la lengua dentro de mi vagina, pero la apartó y comenzó a lamer el otro muslo. Yo no podía más, deseaba sentir aquella lengua en mi sexo.
—¿Qué es lo que quieres, Alondra?— preguntó ella otra vez, levantando la mirada para buscar mis ojos.
—Quiero que te la comas sin contemplación, Andre— le respondí devolviendole la mirada —Lo deseo con locura.
Ella me sonrió, abrió un poco más mis piernas y colocó su cabeza entre ellas, su lengua volvió a saborear mi deseosa intimidad y una tremenda ola de placer invadió todo mi cuerpo, una vez más tuve que tapar mi boca y reprimir mis gritos y gemidos para que no se escucharan en el bar. Su lengua recorría mis labios vaginales, subía y bajaba por ellos y me hacía estremecer de placer. Una de mis manos tenía que estar tapando mi boca y, aún así, estuve varias veces a punto de gritar, mientras la otra acariciaba la cabeza y el pelo de Andrea que seguía a lo suyo, comiendome con mucha maestría.
Su lengua entraba y salía, lamía mi clítoris y lo mordía con sus labios, llevándome a un paraíso de placer que no quería que terminase nunca. No sabía ni como colocarme, ni donde agarrarme por como temblaba de gusto, Andrea se levantó y metió dos de sus dedos dentro de mi y comenzó a penetrarme con mucha fuerza, mientras con la otra mano tapaba mi boca para atenuar mis gemidos, no podía decir nada aunque deseaba gritarle que no parara de hacerme suya, que deseaba más. Sus dedos entraban y salían con muchísima facilidad. Yo no iba a poder aguantar más mucho más, estaba llegando a mi climax, aquellos dedos entraban con tanta fuerza que me volvían loca y no podía más, de repente, comencé a temblar, Andrea tapó mi boca todo lo fuerte que pudo, pero eso no evitó que se escaparan un par de gritos, aunque atenuados, tras sentir aquella atronadora ola de placer que invadió todo mi cuerpo, caí al suelo y me quedé sentada, me sentía muy relajada pero un poco avergonzada. Andrea me dio la mano, me ayudó a levantarme y me besó, yo la abracé con mucha fuerza y nos seguimos besando. Parecía que se había detenido el tiempo. Sin embargo, de repente, comenzaron a golpear en la puerta.
—¿Todo bien?— gritaba una voz masculina que enseguida reconocí como la de Alberto, el dueño del bar.
—Si, si, tranquilo que ahora salimos— respondí.
—Eres una escándalosa— me susurro Andrea— Seguro que te han escuchado.
Nos dimos un pequeño beso, me vestí y nos arreglamos rápido, salimos del baño y fuimos a la barra del bar.
—¿Seguro que va todo bien, maestra Alondra?—preguntó otra vez Alberto— Se tardaron mucho.
—Si, tranquilo, gracias por preocuparte— le volví a responder
—Ya sabes como somos las mujeres cuando entramos a un baño juntas.
—Además, algo que he comido me ha caído mal y tenía ganas de vomitar. Pero parece que ya se me ha pasado— intervino Andrea.
—¿Quieres una manzanilla, chica?—le preguntó preocupado Alberto.
—Si no es mucha molestia— respondió ella con un tono muy modoso.
—A mi me pones un café solo con hielo, Alberto, por favor —pedí.
Nos sentamos en la mesa en la que habíamos estado antes y Alberto, rápidamente, nos trajo nuestros servicios.
—Está muy buena la manzanilla—me comentó Andrea— Pero lo que he comido antes no me ha sentado nada mal, todo lo contrario, estaba riquísimo.
Yo sonreí pero bajé la mirada algo avergonzada ante el comentario de Andrea que levantó con suavidad mi mandíbula.
—Parece que yo gané en nuestra pequeña apuesta, ¿no?— siguió Andrea.
—¿Qué quieres decir?—pregunté haciéndome un poco la tonta, aunque sabía perfectamente a lo que se refería.
—Habíamos quedado en que si no te gustaba lo que te hacía, yo desaparecía de tu vida, ¿Es así, no?
—Sí pero...
—Pero nada, lo que te hecho te ha encantado, así que he ganado yo.
— Ok. ¿Y eso qué significa?
—Ya lo verás, hermosa, ahora tengo que irme pero muy pronto volveremos a vernos— Andrea se levantó y me dio un beso en la boca, asegurándose de que nadie nos estuviera viendo.
La miré, pensando en lo que había pasado y en lo que podía volver a pasar.
—Por cierto, Alondra mejor que entres al baño y recojas el charco que has dejado antes de que lo vea tu amigo Alberto. Adiós.
(...)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top