EL CASTIGO DE DAYANNA

PAULA.

Desde que empecé a experimentar mi vida sexual me di cuenta que soy muy caliente, me encanta el sexo y me considero una mujer libre de prejuicios. Mi nombre es Paula, tengo 30 años y soy atractiva para los hombres y mujeres también. En la actualidad no estoy comprometida pero no quiere decir, que estoy sola.

El director de mi casa de estudios universitarios, me ofreció un puesto en las aulas para dar clases en la Facultad de Ingeniería, puesto que sin dudarlo acepté ya que siempre me ha llamado la atención la docencia y aunque soy ingeniera Civil era una buena oportunidad. Desde el primer día me di cuenta del revuelo que causé entre mis alumnos, hecho que me hizo sentir orgullosa. Escuchar los murmullos de los muchachos cada vez que me daba la vuelta me encantaba, por qué negarlo. Confieso que la situación me divertía mucho, así que procuraba asistir a clase con ropa un tanto ajustada para encender la reacción de los chicos, —Risas— Además, reconozco la debilidad que me causan los más jóvenes qué yo, ¡Claro! Todo con límites.

Las semanas pasaron y me fui acostumbrando, al igual que los chicos de esta especie de "Juego", la situación sé fue normalizando para la mayoría de ellos. Solo una chica que capte su atención, ella me miraba como si me estuviste desnudando con la mirada, como mencioné, muchos de ellos ya se habían acostumbrado a mi persona, pero Dayanna al parecer no; usualmente ella se sentaba en un rincón del aula; se pasaba la clase con las manos sobre los muslos cerca de la entrepierna; observando fijamente llegando a preocuparme su actitud, así que una tarde decidí actuar y le ordené que se quedara al final de la clase. A todas estas sabía que era su última actividad.

—Señorita Rivas, por favor no se retiré que necesito hablar con usted— le dije antes de que saliera del salón con sus compañeros. Ella se volvió a sentar frente de mi escritorio y esperó paciente hasta que me di cuenta que estábamos solas.

—Rivas por favor la espero en la Sala de profesores a las 6pm. Sin falta— le dije sin opción a una negativa de su parte.

—Ok. Intentaré estar profesora— me contestó levantándose de su asiento.

—Dije la espero a las 6pm Señorita Rivas— ella me miró con cara de pocos amigos y se marchó.

Mi idea consistía en excitarle y saber hasta dónde era capaz de llegar, todo ello con el fin de que normalizara su actitud hacía mí. En realidad, no deseaba que ocurriera lo que ocurrió, aunque también debo admitir que ahora no me arrepiento.

Tenía tiempo de sobra para ir a mi casa y cambiarme de ropa, así que lo hice sin ningún apuro. Me puse minifalda y una vaporosa blusa, unos tacones altos, el maquillaje no recargado, mi cabello suelto acompañado de un buen perfume. Usualmente la Sala de Profesores a esa hora no estaba ocupada, cuando llegué noté que Dayanna estaba sentada en una escalera viendo su celular, "Puntual la niña", pensé.

—¡Hola! Profesora. Buenas noches— me dijo.

—Hola! Buenas noches Rivas. ¡Vaya¡ Vino— le dije mientras me situaba frente a la puerta buscando la llave para abrir.

—Pues, usted no me dejó opción— contentó.

—Ok. Bueno déjame pasar y ya te llamó. ¿Ok? Espera— le dije. Ella asintió y cerré la puerta. Cheque que todo estuviese en orden fui hasta el baño me retoque e incluso me acaricié los pezones en el instante. Ya sentía una leve excitación. Luego, le ordené que entrase en el despacho de profesores, cruzamos dos que tres palabras para después ordenarle que se preparase a resolver unos cuantos ejercicios como castigo a su falta de atención. La noté nerviosa y al mirarla de pie me di cuenta lo erizado que tenían sus pezones ya que llevaba una camisa muy ceñida al cuerpo y podría jurar que ya existía una enorme excitación en su cuerpo y que trataba de disimular inútilmente.

Ya estando en el despacho le mandé a hacer unos ejercicios de la materia, y como iba pasando el tiempo no dejaba de excitarla. Le enseñaba los muslos, le sonreía, me acariciaba... Me acerqué a Dayanna para comprobar los ejercicios, y mi pecho izquierdo se apretó en su costado, estaba segura que la chica tenía que reaccionar en cualquier momento, ya que estaba realmente caliente. Además, estaba en una edad en que son como unos fósforos que se encienden de nada. "¿Cuántos años podría tener?, me pregunté. 21 o 22, tal vez. No tardé en notar sus caricias en mi trasero, era ella que empezaba a tocarme. El objetivo sería repréndela seriamente y dejar las cosas en su sitio, pero por alguna extraña razón mi cuerpo estaba reaccionando a sus caricias, —Señorita Rivas, ¿Qué está haciendo? — dije con los ojos cerrados y tomando una respiración.

—¿No le gusta profesora? — pregunto de una forma lujuriosa, —Si quiere paró — su mirar era la forma más morbosa y sexy que me ha tocado ver de Dayana.

No aguante más y la besé, me dejé llevar por una situación que también me había excitado. La desnudé totalmente, tenía unos pechos pequeños y firmes, un sexo depilado y ahora húmedo así qué empecé a masturbarla, al mismo tiempo que sentía un intenso hormigueo en mi entrepierna, la senté en mesa y ella abrió para exponer su hermosa vagina ante mí, se la mamé con pasión. —¡Oh! Si Prof. siga, me encanta como me lo hace— me dijo con su voz de éxtasis. No quise responder ya que estaba muy concentrada haciéndolo, además no quería romper su evidentemente excitación ya que entre momentos del acto me confesó que era la primera vez que se lo hacían así que quería que disfrutará de la experiencia.

Sus calientes y dulces secreciones no tardaron en salir e inundaban mi boca para luego venirse en un espectacular y húmedo orgasmo y yo de tan sólo escuchar sus gemidos casi me vengo estaba muy excitada, está chica me estaba volviendo loca.

Después de recobrar su ritmo de respiración, fue ella quién vino a mí. Me desnudó mientras su lengua recorría mis endurecidos pechos. Me llevo hasta un sofá que había en la Sala de Profesores, Dayana me dio un par de besos y se despegó de mí para dirigirse hasta su bolso. —¿Qué haces? — pregunté toda excitada, — ¿A dónde vas? —

—No se impaciente profesora que la voy a atender como merece— dijo.

Dayanna sacó un enorme consolador de su bolso e intentó introducírmelo, pero se lo impedí arrebatándoselo de las manos en principio y dirigí su rostro a mi sexo mientras yo humedecía con mi lengua el consolador. Sus movimientos un poco torpes pero excitantes me estaban llevando a la locura, aunque le faltaba experiencia me proporcionó un orgasmo inolvidable. Sin olvidarme del consolador hice que ella lo metiera en mi vagina, al tiempo que recorría con su lengua todo mi sexo con delicadeza. Después volvió a sacar otro juguete más, pero este era para ser usado por dos personas, un vibrador doble, aquello hizo que nuestro interior explotará y nos debatiremos en placenteros espasmos para luego corrernos.

Como dije en un principio no quería que pasará esto, pero tampoco me arrepiento de lo que ocurrió en aquella Sala. Dayanna hace que de vez en cuando la quiera castigar.

DAYANNA

Mi nombre es Dayanna tengo 21 años y actualmente empecé a estudiar Ingeniería, hasta hace poco mis experiencias sexuales se habían limitado a chicos de mi edad, encuentros medianamente gratificantes porque sentía que algo me faltaba deseaba conocer todas las posibilidades del sexo; pero sin llegar a imaginar lo que a continuación me ha pasado con la profesora Paula.

A principios del pasado mes de diciembre, y con motivo de los próximos exámenes, la dirección de la escuela colocó en nuestra clase a una nueva profesora este semestre de Ingeniería, su nombre Paula Andrade, ella una mujer hermosa, alta, rubia castaña, de piernas muy largas, muslos apretados, trasero perfecto...y unos senos ligeramente grandes que cualquier hombre la desearía desde el primer momento.

Los chicos de la clase se volvieron locos, pero eso no tiene nada de raro, ¿No? Lo extraño del asunto es que yo me calenté mucho cuando la vi, ¿Cómo me podría pasar a mí? era una chica, no lo comprendía porque nunca me había puesto así con una mujer. Supuse que tendría alrededor de los treinta años y desde el primer día que la vi no pasó ni una noche que no me masturbara pensando en mi profesora, todo el día pensaba en ella ¡Oh! Dios estaba absolutamente obsesionada con ella. Imaginaba todas mis fantasías y deseos secretos, aunque sabía que aquello era lo único que conseguiría de Paula, la excitación era tan fuerte que llegue a acariciarme la entrepierna varias veces en clase "¡Qué mal estás Dayanna!, pensé!

Una tarde ocurrió lo que imaginaba todas las noches en mi cama, es algo que no le encuentro una explicación. Paula me ordenó que me quedara al final de la clase.

—Señorita Rivas, por favor no se retiré que necesito hablar con usted— me dijo con su voz autoritaria.

En esa clase en particular yo me pase viendo su trasero y debido a lo cual me encontraba completamente excitada, así que por eso creo que me quería para hablar de lo sucedido.

—Rivas por favor la espero en la Sala de profesores a las 6pm. Sin falta— me dijo, me molesto con el tono en que me lo dijo e intenté refutar ya que tenía otras obligaciones, pero no me dio opción así que a las 6 de la tarde estaría en el Salón de profesores.

Llegué temprano y como ella no había llegado me senté en una escalera frente al salón con mi celular y levanté la vista cuando sentí el sonido de un tacón, era la profesora, su caminar era pausado y muy segura de sí misma sus caderas tenían un leve contoneo súper sexy.

—¡Hola! Profesora. Buenas noches— le dije levantándome de la escalera.

—¡Hola! Buenas noches Rivas. ¡Vaya¡ Vino— me respondió utilizando un tono de asombró.

—Pues, usted no me dejó opción— le conteste.

Me dijo que entraría primero y que después me llamaría, así que no me quedó de otra que volver a esperar. Estaba ansiosa, no sabía a ciencia cierta qué era lo que quería la profe Paula, pero me encantaba la idea de estar a solas con ella. Pasaron unos minutos cuando me dijo que entrara al salón y cerró la puerta con llave. Yo estaba bastante cortada y no podía disimular la considerable excitación de la que era presa, tanto que mis pechos cubiertos sólo por una ceñida blusa me los podía notar duros y erectos. Comentó que me había observado muy distraída en clase; y añadió que me iba a quedar a resolver algunos ejercicios. No dije nada y comencé a intentar aclararme con los problemas, procurando ocultar inútilmente mi excitación; o más bien mi estado de nervios.

Paula estaba sentada frente a mí, leyendo unos documentos y cada vez que yo la miraba se movía en la silla, cruzaba y descruzaba las piernas regalándome una vista maravillosa. En determinados momentos la vi humedecerse los labios y acariciar suavemente el muslo. Yo estaba súper excitada, y también sabía que la profesora se había dado cuenta. Evidentemente debía controlarme, al poco tiempo Paula se levantó y se colocó de pie a mi lado para corregir los ejercicios. Su pecho izquierdo se apretaba contra mi costado; muy cerca de mi aumentando aún más mi tremenda excitación. Sentía como su pezón atravesaba mi blusa ceñida, aquello me volvía loca, "¡Demonios! Estás hormonas", pensé. Así que me decidí. Puse mi mano en su espalda e inicié unas suaves caricias en sus glúteos. Ella di un respiro y me miró.

—Señorita Rivas, ¿Qué está haciendo? — me pregunto con ojos cerrados y tomando una respiración.

—¿No le gusta profesora? — le dije de una forma lujuriosa, —Si quiere paró —

Pero no, nos besamos apasionadamente mientras nos acariciamos. Se apartó un poco y, en silencio, me quitó la blusa liberando de su encierro mis oprimidos pechos. He de reconocer que nunca hasta aquel día había sentido una excitación igual. Ya totalmente desnuda miró complacidamente mi depilada entrepierna y empezó a acariciarla y a frotarla con un lento vaivén. Casi me caí de espaldas ante el inmenso placer que me proporcionaba la profesora Paula. Noté que me venía el orgasmo y cuando ya estaba a punto de correrme ella paró de repente sus caricias impidiendo así que diera rienda suelta a mis jugos y terminara de mojar la ya húmeda de por sí entrepierna. El orgasmo sin embargo fue realmente delicioso; distinto a todos los que había experimentado antes. Para mí, todos los orgasmos implicaban el torrente de flujos deslizándose pierna abajo, pero aquel día no fue así... Yo seguía aún con muchísimas ganas; Paula miró mi sexo y con la punta del dedo limpió el hilillo de secreción vaginal que bajaba por uno de mis muslos. Me susurró algo al oído y ante mi sorpresa, se puso de rodillas, besó mi entrepierna y continuó con rítmicas succiones mientras yo la observaba con éxtasis. Un escalofrió de placer me recorría el cuerpo entero. Nunca antes de aquel día había experimentado el sexo oral, ni había sido masturbada por otra mujer, y por tal motivo no perdía detalle de como Paula devoraba mi vagina.

El orgasmo llegó y derramé mis jugos en la boca de la profesora que no cesaba de chupar. Fue un orgasmo total, paralizante. Incluso después de correrme, ella seguía lamiendo los restos de mi secreción vaginal que resbalaban por mis muslos, estaba exhausta, agotada hasta el límite, pero sabía que debía seguir. Me acerqué por la espalda a la profe, que todavía llevaba la ropa puesta, y comencé a desnudarla cuidadosamente. Era bellísima, sus pezones estaban tiesos y me miraban pidiendo acción, así que mi boca se perdió entre aquellas tetas con las que tanto había soñado, nos tumbamos en el sofá y fue a mi mochila a sacar un enorme consolador, lo compré para satisfacer mis necesidades más íntimas en noches solitarias; y desde que conocí a Paula, siempre llevaba encima.

—¿Qué haces? — preguntó toda excitada, — ¿A dónde vas? —

—No se impaciente profesora que la voy a atender como merece— respondí.

Cuando me disponía a penetrarla; con el consolador me lo arrebató de las manos y, llevándoselo a la boca dirigió mi cabeza a su entrepierna. abrió las piernas al máximo y me rogó que le comiera la vagina. Por primera vez en mi vida noté en mi boca el sabor de los jugos de otra mujer. Los genitales de Paula estaban muy húmedos cuando mi lengua la acarició, lentamente, arriba y abajo, recorrí todos los rincones de aquella cuevita, mientras oía los gemidos de mi profesora. Me detuve en el clítoris al que dediqué especial atención hasta que terminó de correrse entre jadeos y gritos de placer. ella se introdujo el consolador mientras yo le comía el su sexo y recogía todas sus secreciones vaginales, después de esto saqué de mi bolso otro vibrador; esta vez doble, que había comprado con la esperanza de un encuentro con mi profesora; lo dirigí a su sexo y ansiosa me introduje el otro extremo en el mío, y empujamos las dos al unísono suavemente. Cuando tuvimos el vibrador introducido completamente empezamos a revolcarnos... Ella acabó cabalgando encima mío, hasta que estallamos al mismo tiempo; las dos; en un orgasmo increíble. Quedamos tendidas un buen rato en el sofá, acariciándonos en silencio.

Desde aquel día hemos vuelto a estar juntas, desnudas, teniendo encuentros pasionales y eróticos en su apartamento. Recibiendo placenteramente cada castigo de mi profesora Paula.


                                                                      ***FIN DEL RELATO***

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