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El apuesto Cenizo llega a la casa de Mariana a bordo de su imponente R15, luce como todo un bad boy con el estilo que Milagros escogió para él. Acapara miradas por doquier y sonríe victorioso «Tavo, no tienes oportunidad», es su veloz pensamiento mientras camina hacia la entrada.
Dispuesto a cruzar la puerta, una fuerte nalgada le obliga a girarse; ante él, otro atlético joven le sonríe burlesco. Aunque la noche les arropa y el cielo amenaza con romperse en una tormenta, el chico a su lado porta gafas oscuras para acentuar su estilo.
-Tavo.
-Hola, Ceni, ¡qué coincidencia! Llegamos a la par.
-No te ilusiones, despídete de Mariana.
El burlesco gesto de Tavo se acentúa al escucharlo.
-Fantástica motocicleta, Ceni, ¿a quién se la robaste? No creo que tu madrastra haya decidido obsequiarte ruedas como esas; menos, viendo las que ellos traen.
Tavo señala con el mentón hacia la calle donde aparece el par de hermanastros abordo de su humeante Jeep Cherokee. Aunque a su madre le guste vivir de apariencias, la verdad, está quebrada y aquel vehículo en cualquier momento sería rematado. Cenizo, al notar a los chicos se gira y de inmediato ingresa a la casa seguido por su burlón rival.
-¿Conoces el trabajo, engreído? -replica Cenizo y el chico a su lado ríe con fuerza mientras se sirven alguna bebida.
-Cierto, Ceni, olvidaba que con tu fastuoso empleo de medio tiempo puedes costear algo como eso.
Desde que su padre falleciera, Cenizo debía ocuparse de atender a la madrastra y malcriados hermanastros a cambio de poder estudiar, era ese su premio. Lo que desconocen es que el joven suele esforzarse al triple en sus estudios con la única intención de liberar tiempo para dedicarle al entrenamiento en el equipo de atletismo, aspirando a una beca universitaria y a la vez trabaja como asistente del entrenador.
Sin embargo, Tavo lleva la razón. Lo poco que gana con el entrenador, apenas alcanza para costear útiles y materiales de estudio, así que es esa la peor tontería que pudo inventar, por eso su rival no deja de reírse.
-¿No puedes ir a molestar a otra parte? -inquiere un hastiado Cenizo, el otro sonríe y toma su bebida.
-Ceni, siempre tramposo, ¿no te gusta la sana competencia?
-Piérdete.
-¡Mira, Ceni, allí vienen Caín y Abel! -exclama en alto cuando los hermanastros cruzan la puerta, Cenizo casi escupe, solo de pensar en dónde meterse. Su rival se revienta de risa al verlo saltar detrás del sillón-. Ceeeeniii, tengo cómo jodeeerteeee.
-No seas maldito, cúbreme.
-¡Tavo! ¿Esa escoria de Cenizo está aquí?
Cenizo traga hondo, puede escuchar su corazón incluso por encima del bullicio en la fiesta y la incertidumbre por lo que hará Tavo para sacarlo del juego le enferma. Caín y Abel se supone que pasarían la noche entrenando con el equipo de halterofilia, por eso, Cenizo pensó escabullirse de casa e ir con Mariana. Resulta bastante obvio que si lo ven, sus molestos hermanastros lo harán picadillo.
-¿Ceni? ¿Aquí? Bueno, es la fiesta de Mariana, Caín, todos están invitados -contesta el chico con ironía.
-No te hagas el gracioso, Tavo -espeta un amenazante Abel e impacta un puño contra la palma, aunque su voz de silbato produce un efecto contrario-. Ese insecto debía quedarse en casa a hacer mi proyecto de artes.
Cenizo entorna la mirada desde su escondite y su rival sonríe burlesco y en el mismo tono responde sin importarle la expresión molesta en el rostro de los mellizos:
-¡Uy! ¿Hasta para eso necesitas apoyo? Está bien, no, no he visto a Ceni; si aparece les haré saber para que acaben con esa cucaracha.
El par de hormonados hermanastros chocan palmas, también pechos y deciden seguir adelante. Pese a eso, por largo rato, Cenizo se niega a dejar su escondite.
-Ceni, ya se fueron.
-Ni así voy a agradecerte.
-Está bien, no lo hagas, yo iré a bailar con Mariana.
Tavo abandona el respaldo del sillón donde permanecía sentado y se enrumba en dirección hacia la escalera para recibir a una hermosa jovencita que saluda con efusividad a todos sus amigos. Cenizo, luego de meditar, decide dejar su escondite para ir con ella, no permitirá que este idiota le haga esperar otra vida.
-¡Ceni, saliste! -exclama Tavo enganchándose a su brazo para impedirle pasar.
-¡Suéltame, idiota!
-¿Para correr con Mariana? ¡No! Tendrás que ganarme.
Tavo empuja a Cenizo hacia un lado, lo que provoca su caída sobre una pareja, pero este se levanta molesto y va contra él: lo lanza hacia otro lado; el chico de anteojos consigue equilibrarse para devolver el ataque al buen Ceni, quien se tropieza contra una fuente coctelera y acaba empapado en el suelo.
Los otros jóvenes a su alrededor ríen a carcajadas, incluido Tavo, pero este deja de retorcerse de la risa y decide ayudarlo a levantar. Sin embargo, Cenizo está furioso, desea vengarse y para lograrlo, toma la mano que le tiende y en lugar de erguirse, jala a su rival al suelo.
-¡Ceeeeniiiii! -grita Tavo al caer sobre él. El chico pierde sus anteojos, entonces la cercanía les permite cruzar miradas.
Por algún motivo Cenizo siente un golpe en el pecho y una familiar calidez le recorre el cuerpo.
-¿Qué pasó, Ceni? ¿Quieres experimentar con un chico? -murmura Tavo.
-¿Qué dijiste?
-¡Pedazo de cucaracha, me tumbaste!
-¡¿Qué?! Tú empezaste.
A pesar de su tonta competencia, los insultos y empujones, ambos consiguen ponerse de pie. Se sacuden el exceso de fruta y bebida e intentan arreglar sus ropas, sin embargo, Cenizo no deja de contemplar al rival, confundido. Algo en su mirada le ha hecho pensar en vidas pasadas.
-Tienes ojos avellana -expresa en tono bajo, Cenizo, al entregarle al chico los anteojos que acaba de recoger del suelo y este sonríe.
-¡Qué novedad, Cenizo! ¿Apenas lo vas notando? -inquiere luego de colocarse las gafas-. Ahora, si no te importa.
Pasa de largo y se acerca hasta la cumpleañera, por fin, quien se sorprende al ver ese apuesto joven castaño que la saluda.
-Tavo, luces impresionante, aunque tu pantalón...
-Sí, sí, pequeño incidente con un ebrio.
-¡Mariaaaaaanaaa! -La chica desvía su atención hacia el lugar del grito y luce impactada al verlo.
El joven que la saluda, aún gotea al caminar, tiene el cabello empapado y se pega a su rostro como si tuviese goma; trozos de fruta lo decoran. Cenizo parece recién salido de un pantano y Tavo debe tragarse una carcajada. Sin embargo, la jugada le ha salido al revés pues la joven se olvida de él y corre preocupada a su encuentro.
-Cenizo, ¿qué te pasó?
-Un pequeño percance con un idiota.
La chica toma la mano de Cenizo para llevarlo hacia arriba a cambiarse, leofrece una ducha y ropa vieja que perteneció a su padre en la juventud. Su preocupación, la hace ignorar al joven castaño que los contempla boquiabierto a su espalda, momento que Cenizo usa para fingir el papel de víctima inocente, aunque aprovecha el más mínimo descuido de la chica para burlarse del rival.
Tavo los observa subir la escalera y una última burla de Cenizo se hace merecedora de un silencioso aplauso en manos de su rival, quien como adicional le obsequia una reverencia seguida de un beso al viento. Cenizo vuelve a sentir ese extraño latido, pero esta vez un nudo en la garganta se le forma al ver a ese chico girarse.
Mientras se asea a toda velocidad, no puede sacar de su mente esos ojos avellana ni mucho menos el gesto que lo transporta más de tres siglos atrás, solo espera que no sea tarde.
«Aquello que perdiste tendrás que hallar, después de las doce habrás de fallar y otra vida deberás esperar»
Esas palabras que por siglos no supo comprender volvieron a sonar en su mente; esa noche descubrió de qué se trataba, pero enfocó la búsqueda hacia la persona errada pues, aunque le parezca increíble, por no decir improbable, necesita encontrar a Tavo para saber si esa nueva corazonada es real.
-¡¿Has visto a Tavo?! -pregunta desesperado a cada invitado que se cruza.
Cenizo siente el corazón desbocado, observa el reloj en la pared y traga hondo al notar que quince minutos le separan de la hora límite «maldición». Sale al patio y sin importarle en lo más mínimo la lluvia, grita su nombre, el dolor en el pecho se intensifica y sube a la motocicleta, deseoso de encontrarle en el camino.
-¡Oye! ¿Me buscas y te largas? -el grito de Tavo, sentado en un columpio del pórtico lo obliga a bajar del vehículo y volver.
-¿Siempre has estado allí? ¿No pudiste decírmelo?
El chico se quita las gafas y sonríe. Vuelven a cruzar miradas y aquella familiar calidez en el pecho de Cenizo crece, pese a estar completamente empapado por la lluvia.
-Tú me buscabas, Cenizo, soy todo oídos.
-¿Cómo no me di cuenta antes?
El chico se encoge de hombros sin comprender.
-Sabes de qué hablo, no te hagas, Gustavo.
-Ceni, no soy adivino, dilo ahora o calla...
-Por otros sesenta y cinco años, ¿cierto?
El castaño intenta disimular una sonrisa, pero esos ojos avellana que el propio Cenizo vio crecer lo delatan.
-¿Cómo es posible que...?
-Digamos que es un milagro. -En cuanto expresa esas palabras maldice por lo bajo, desconcertando a Cenizo por un momento-. Ya lo arruiné.
-Perdóname, Gus.
Los chicos entrelazan las manos y una pequeña sonrisa de complicidad comparten. Un destello multicolor emerge desde el anillo de Cenizo y para sorpresa de ambos, aparece una sonriente Milagros.
-¡Oh, Cenizo, lo has conseguido!
-Milagros, pero, ¿cómo...?
-Milagros, ¿puedo? -pide en tono bajo Gus y el hada asiente.
***
La pareja de prometidos había bailado durante horas y, a solas, decidieron pasear por el laberinto herbal del jardín posterior para descansar del festejo. La joven duquesa, de ocultas intenciones, le entregó al príncipe un pequeño obsequio que ella dijo preparar para él. No hubo catadores de por medio, solo un halagado Cenizo que con una sonrisa decidió degustar aquel dulce; casi de inmediato sintió sus entrañas arder, la última imagen que sus ojos creyeron captar fue la de un preocupado joven con ojos avellana acercándose a él.
-Per...
-¡Ceni! ¡Ceeniii!
El joven cortesano agitaba el inerte cuerpo del príncipe, su corazón fallecía junto a él, enlazó sus manos con las del cadáver y pudo sentir cómo se tornaban gélidas. Lágrimas descendían sin piedad por sus mejillas y bañaban los dedos del difunto.
Un resplandor multicolor emergió desde el anillo de Cenizo, asustó por momentos al joven cortesano quien, pese al miedo que sentía ante aquella figura flotante frente a él, se obligó a quedarse, no quería dejar a quien fue para él lo más importante.
-¡Oh, Cenizo! Pero, ¿qué ha pasado?
El miedo impedía a Gus decir cualquier cosa, el hada hizo aparecer un reloj al cual aún le faltaban algunos centímetros de arena por pasar y segundos después lo hizo desaparecer.
-Eres tú... -expresó el hada en tono bajo, con una dulzura casi maternal, Gus seguía sin comprender-. Eres eso que perdió, pero tarde te ha encontrado o más bien tú a él.
-Seas quien seas, por favor, usa tu poder y hazlo volver.
-Lo siento, mi poder no llega a ese nivel, pero el hechizo le hará volver en otro tiempo y... -El hada observó al joven asombrada, y alarmada añadió-: ¡¿Qué estás haciendo?!
El cortesano arrancó de entre los dedos del príncipe lo que restaba del dulce veneno y sin importar nada más lo tragó. Gus le había amado demasiado y prefería morir a su lado que una larga vida sin él.
«Cerca permanecerán, pero nada podrás contar. Si lo haces, la muerte vendrá y otra vida deberán esperar»
Aquella voz sonó como un canto y flotaba en la absoluta oscuridad, pensó haber ganado el averno por su decisión.
-¿Qué lugar es este?
«Es este el final y el nuevo comienzo»
El joven percibía escalofríos, aunque no sentía su cuerpo. Ante sus ojos pareció dibujarse un hilo que luego cambió por unos ojos azules bien conocidos y se apresuró a preguntar:
-¿Ceni?
Pero la voz solo repitió el cántico inicial, una y otra vez hasta que el joven se cansó de preguntar.
Una lejana luz mitigó las sombras, poco a poco se hizo más intensa hasta que no quedó oscuridad alguna. Sus ojos no conseguían enfocar nada, pero entre el revoltijo de voces logró entender una:
-¡Felicidades, doña Victoria, es un niño!
De su garganta emergió un fuerte llanto y así aquel cántico cobró sentido: una vida daba inicio, pero tendría que esperar a ser encontrado.
***
Cenizo aprieta fuerte las manos del joven mientras lo escucha hablar; su atónita mirada viaja entre él y la sonriente Milagros.
-Siempre conmigo...
El castaño afirma con la cabeza, despacio sin desviar la mirada ni una sola vez de esos ojos azules que temen pestañear y perderse un nimio instante.
-Odié Cartagena -confiesa bajo-. Quise morir al verte sufrir.
-¿Simón? -Afirma sonriente el chico y la mano derecha de Cenizo migra hasta su mejilla.
-Inventé una novia en Polonia.
-¿Uriel? -De nuevo asiente.
-Esta es mi época favorita, Ceni.
Ambos comparten una sonrisa tímida. Un sonido como "pop" capta la atención de ambos, el hada muestra un mágico reloj digital qué anuncia segundos para las doce.
-Ceni, es tu decisión, ¿esperarás otra vida?
El joven Cenizo niega con la cabeza y se acerca al castaño.
-Con todo y madrastra comparto tu opinión, Gus.
Sus labios se sellan en un lánguido, pero dulce beso que consigue acelerar sus corazones y romper un hechizo con trescientos veinticuatro años de antigüedad.
Una discusión les llevó a perderse, una decisión a buscarse, el amor les hizo encontrarse y solo requirieron un poquito de bibidi babidi bum.
*******
Así acaba esta mini aventura, espero que la hayan disfrutado, los quiero 💖
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