Capítulo uno: Las campanas de la Ciudad Colonial
( Desde una tierna edad fui maldecida con rabia )
Las pisadas contra los charcos de lluvia llenaban a la Ciudad Colonial de carcajadas infantiles y vitoreo de los isleños. A pesar de la llovizna que sacudió a la ciudad hace unas horas atrás, nada paraba la celebración de la noche.
Para Aaliyah era triste ver la armonía en las demás casas de la calle llenas de alegría y esperanza mientras la de ella era una sombra gris en la pradera.
Solían decorar la casa de forma patriótica cuando ella era menor pero, con el tiempo, fue una tradición que se perdió. Ahora en vez de ver la bandera tricolor de la isla en el ventanal lo que resaltaba eran las plantas secas de su madre. Aún cuando la abuela siempre insistía en bajar a la Ciudad Colonial y regalarlas, la señora Santos se lo negaba.
Observó a su madre en busca de una respuesta, una que esperaba desde hace dos semanas.
Realmente las chicas de veintitrés años ya no deberían de pedir permiso en casa, deberían de poder salir sin preocupaciones de avisar a los demás a donde está y con quién; pero no en el caso de Aaliyah. Ella sí debía de dar explicaciones de con quién y a dónde iba aunque era obvio; no es que ella tenga muchos amigos y, de tenerlos, no sabía que existían. Apenas y sobrevivía con Sarah, su novia de hace tres años y compañera de la universidad.
─No entiendo por qué no te puedes quedar en la casa con nosotros.─comenzó a decir la señora Park.
Aaliyah rodó los ojos mientras le seguía a la cocina.─Má, es la Independencia; todos van al malecón a celebrarla. ¿Por qué no iríamos nosotros?
La señora Santos miró a su hija con el ceño fruncido, como si ella desconociera qué razones hay de más para quedarse en casa y lejos del caos de la ciudad. No es que ella no sea fan de las celebraciones y más de su Independencia pero, la cuerda floja de la que colgaba la libertad de la isla estaba a punto de romperse y todos lo sabían.
Tal vez era más fácil ignorar los hechos.
Tal vez era más fácil pretender que todo estaba bien.
─¿Con quién vas?
Ella bufó mientras tomaba asiento frente a su madre. La señora Amelia Santos le pasó un envase lleno de lechuga y un cuchillo. Aaliyah comenzó a picar el pedazo de vegetal en trozos mientras observaba a su madre.
─No es que yo tenga tantos amigos doña Amelia, ¿sabía usted eso?─comenzó a decir la menor de las dos.─Iré con Sarah. Y además su padre estará patrullando la zona junto a, posiblemente, la policía nacional entera.─Aaliyah miró a su madre mientras dejaba de cortar la lechuga.─No tienes nada que perder.
─Puedo perderte.─le recordó su madre.
─Tienes que confiar en que todo saldrá bien.─le pidió su hija.─Prometo estar en casa antes de las once.
De repente entraron dos personas corriendo a la cocina. Aaliyah rodó los ojos agotada al ver que eran sus hermanos con los ánimos al tope. Su padre entró tras ellos con sus lentes torcidos y bolsas bajo los ojos.
La mayor de los hijos Santos no pudo evitar soltar una carcajada. Ella le había advertido a su padre lo tedioso que puede ser salir con los gemelos y lo cansado que terminaría si lo hacía.
─Tu hija quiere ir a la celebración esta noche.
Carlos abrió los ojos mientras se servía un vaso grande de agua fría. Miró a Aaliyah la cual siguió picando lechuga como si nada.
─¿Sabes lo peligroso que es eso Aaliyah?─comenzó a decir su padre.─Solo un isleño pensaría que es prudente salir a celebrar la libertad que no tenemos en medio de una guerra.
─No estamos en guerra.─le recordó su hija apretando los labios con una sonrisa.─Estaré acá antes de las once y estaremos con el padre de Sarah.
─¿Piensas que con eso es suficiente? ¿Y si atacan antes de las once? ¿Entonces qué? ¡Estás muerta y yo me quedé sin mi hija!─exclamó tenso.
Aaliyah no supo cómo reaccionar. Se enfocó en los pajaritos que cantaban en el patio de su casa y como la brisa chocaba contra la mata de mango que tenían en la entrada. Era difícil, todos lo sabían. Su madre le miró desde donde estaba y apretó los labios antes de soltar un "lo siento".
─¿Por qué creen que los norteños atacarán específicamente hoy? El Presidente fue a firmar el tratado de paz, las cosas estarán bien.─dijo ella, pero sonaba más a una súplica.
Carlos Santos se acercó a su hija y colocó una mano en su hombro.─Solo los tontos se creen esas fantasías.
Su padre estaba a punto de salir cuando le dijo:─No puedes salir esta noche.
Pero parecía más una advertencia.
Aaliyah suspiró resignada. No iba a pelearle a su padre cuando tenía ya veintitrés años pero sin duda su yo de hace cinco años hiciera una rabieta por tal suceso.
─Má, ¿en serio no puedo ir?─preguntó sin rendirse su primogénita.
─Aaliyah tu padre habló.─le señaló con un cuchillo.─Y más te vale que le hagas caso.
─Yo siempre les hago caso.─se quejó su hija mientras tomaba asiento en la silla de golpe.─¿Por qué no puedo salir a donde estarán todos esta noche? Es como si no fuera a una Noche larga de los museos; todos van a eso. Todos menos yo. Y adivina, nunca ha pasado nada malo.
─Que no se te olvide que soy tu madre.─le respondió la señora Santos cansada.─Se dijo que no y punto. Vete a tu habitación.
Aaliyah la miró confundida.─¿¡A mi habitación!? ¿Qué caraj-? Má, no tengo quince y no dije nada malo...
Pero su madre no le dejó terminar. ─¡A tú habitación dije!
Entonces, Aaliyah se fue de la cocina de una vez pensando lo peor.
Pero para ella nada le hacía sentido.
Observó por el ventanal como las personas llenas de alegría y entusiasmo paseaban por las calles, con trajes típicos y los colores de la bandera, camino a la Ciudad Colonial. Una banda tocando merengue típico comenzó a tocar de las canciones favoritas de ella y Aaliyah quiso tirarse por la ventana y seguirles mientras bailaba con cualquier desconocido que se le cruzara en la avenida.
Ese era su país, esta era su isla entonces, ¿por qué debería de rendirse tan fácil para celebrarla? Añoraba la época en que sus padres eran igual a los demás, dónde podía salir y gozar junto a los demás y bailar hasta quedarse sin zapatos. Así había conocido a Sarah hace tres años atrás.
Era un día de Independencia cuando Aaliyah llegó con su familia a bailar merengue a la Ciudad Colonial en una de las plazas más grandes y emblemáticas de la zona.
Aaliyah fue la primera en irse corriendo a buscar una pareja para bailar pero no habían hombres disponibles a la vista y, justo cuando estaba por rendirse, ahí apareció ella con un hermoso vestido azul náutico y unos tenis blancos con un pañuelo amarrado al cuello color rojo. Era muy diferente a la versión moderna de traje blanco típico con cinta tricolor que lucía Aaliyah esa noche.
Y fue como un destello de luz. Aaliyah nunca había sentido algo parecido en su corta vida. Y no podía dejar de mirar a Sarah en aquel instante. Era como si el tiempo se hubiese detenido, así como en las películas, y las luces daban directo a ella haciendo que pareciera un ángel con esa piel morena y esos rizos que le fascinaron al primer instante.
Sintió como sus pies se movieron hacia ella y una sonrisa salía de sus labios. Y ella le tendió la mano justo cuando sonaba una de las canciones más movidas y románticas de la noche.
Su corazón nunca había estado tan lleno y emocionado que cuando conoció a Sarah y bailó con ella toda la noche, sin importar que eran dos mujeres en unos de los países, más religiosos y de mentalidad cerrada, del mundo posiblemente.
Pero recuerda las luces sobre ella, el frío de la noche y las risas de ambas. El sentimiento de sentirlo todo y nada a la vez; el sentirse llena y amada a su lado sin saber quién era realmente.
Y por eso decidió ignorar a su padre y salió de su casa para ir a celebrar.
Se había colocado un vestido inspirado en las mariposas, en representación a las Mariposas de acero de su país. Un vestido que contaba con un top amarillo en cuello V y una falda anaranjada que combinaba con el tono de su piel y los rizos rojo bergoña de su cabello y, para finalizar, unos guantes del color del top que unían la parte de atrás en una capa con forma de mariposa.
Al salir a la calle pudo sentir la brisa de la noche de la isla y como el agua salada llegaba a la entrada de su casa. Emocionada, Aaliyah caminó hacia la plaza en donde estaban todos.
Las luces rojas, blancas y azules de la noche chocaban contra su cara pintada en las mismas tonalidades de su traje y reflejaban el brillo de sus hombros debido a la escarcha gelatinada blanca que se había colocado para brillar más esa noche.
─¿Y esta linda mariposa por aquí?─dijo alguien tras ella.
Aaliyah volteó y sonrió al ver a Sarah en una hermosa chacabana blanca y pantalones de lino blanco; con un pañuelo rojo amarrado al cuello y sombrero de paja. Muy típico para la ocasión.
─Ya que no celebramos Halloween creo que es el momento perfecto para usar este traje.─respondió ella con una sonrisa.
─¿No usaste eso en la obra de tu universidad?
─No recuerdo haberte visto por allá.─le recordó ella con una sonrisa mientras se acercaba a ella.
─Ya pero sabes que te sigo en redes sociales, ¿no?─ambas se sonrieron la una a la otra cuando Sarah recordó algo.─Te traje algo.
Era un sombrero justo como el de ella. Aaliyah sonrió al ver el gesto y lo tomó con gusto.
─No es que vaya muy acorde al traje pero lo usaré por ti.
─No hay algo que te quede mal en esta vida así que no tienes mucho que perder.─le tomó del brazo y juntas caminaron por la plaza camino a la pista de baile.─¿Cómo lograste venir?
─Me escapé.─confesó la pelirroja.
─¿¡Te escapaste!?
─Bueno, Don Carlos no me dejaba venir y de alguna forma tenía que ser yo parte de esta festividad.─explicó ella como si fuera normal.─Además ya tengo veintitrés años, no debería de andar pidiendo permiso.
─Vives bajo su techo.─recordó la morena.
─Si pero,─Aaliyah rodó los ojos.─Necesito más libertad y tener el poder de tomar decisiones sobre mi persona. Ellos no siempre estarán conmigo.
Sarah hizo una mueca.─Aún así no debiste salir sin permiso.
─Quería verte.─admitió ella con una sonrisa.
Sarah le tendió la mano e hizo una leve reverencia en forma de burla.─¿Me concedes este baile entonces?
Aaliyah, con gusto, le tomó la mano. Entonces ambas se unieron al coro de parejas que bailaban un merengue en el centro de la plaza.
La brisa que chocaba contra sus cuerpos no se comparaba con el calor del momento. Ambas adoran bailar con la otra. Sarah solía burlarse de las pisadas de Aaliyah hacia ella pero aquella noche pareciera que la pelirroja sabía mover los pies izquierdos con los que le había tocado nacer.
Sentir el pecho de Sarah contra el de ella le daba una sensación de felicidad, de alegría. La euforia del momento no se comparaba con nada; el tener la mano de ella en su cintura, sus cuerpos pegados el uno con el otro ... Podía describir varias cosas que le gustaba y sabía que la primera sería ella.
De repente sintió como ambas se iban acercando, como sus respiraciones se volvían una justo para darse un beso, hasta que el ambiente cambió.
Aaliyah fue la primera en notarlo, al parecer, porque los demás seguían bailando. Pero Sarah notó su ceño fruncido y también se detuvo. Ambas observaron el malecón, el mar oscuro que se reflejaba en el. No parecía nada malo, sin duda, pero algo no estaba bien.
Hasta que alguien soltó un grito de terror. Todos voltearon a ver lo que pasaba y Aaliyah abrió la boca de sorpresa al ver la pantalla frente a ella.
De repente los fuegos artificiales cesaron, la música se apagó y solo se escuchaban las olas del mar chocar contra las costas. Todos y cada uno de los isleños estaban al pendiente de la televisión que proyectaba la terrible noticia.
─Me estás jodiendo.─comentó Sarah sin creerlo.
Pero no era una broma.
Habían asesinado al Presidente de la isla antes de firmar el tratado de paz con los norteños.
─Corre.─dijo Sarah a su lado sin pensarlo.
Aaliyah la miró confundida.─¿Qué?
─¡Corre!
Pero, justo antes de moverse, cayó la primera bomba cerca de ellas haciendo que ambas perdieran el equilibrio.
Y así fue como comenzó la perdición de los isleños.
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