Capitulo I
Una mañana empezaba, el sol salía tímidamente entre las nubes mientras una joven de bello cabello rojo se estiraba y miraba por la ventana, una criada entró dándole los buenos días y apresurándose a buscar un vestido para la joven.
Sus ojos miel seguían entrecerrados con un aire melancólico, era una de las pairas de la raza ángel, uno creería que por ser de una duquesa sería imposible que se burlasen de ella, pero no, toda la nobleza la miraba con asco. Amelie Travier, era un a chica adoptada por la pareja de duques Travier, ellos la encontraron en el bosque, una bebe débil que lloraba por atención. Su corazón se ablandó al ver a la bebe así que la adoptaron como una hija. ¿Porque tomaron esa decisión? Ellos iban a tener una bebe, pero cuando nació trágica,ente la perdieron y la duquesa Travier quedó infértil. Así que el poder tener a esa niña fue como un regalo.
A pesar de las humillaciones ellos seguían amándola, era el sol de su vida. Una niña que a temprana edad entendió que fue adoptada pero no dejó de amarlos. Fue educada como cualquier noble, una chica que pudiese volverse una reina en cualquiera de las circunstancias; tenía porte, elegancia y una inteligencia envidiable, eso si, solo faltaba que alguien la amara y no buscase en ella a una Ángel "perfecta" físicamente hablando. Ella poseía enormes alas de plumas rojizas. A pesar de ser bella, la raza ángel se distinguía por sus alas blancas como la nieve, quien no las llevase se consideraba no puro y tal vez un error en el linaje de la familia.
Amelie se puso de pie y se dirigió al baño caliente que la cría había preparado, se hundió en el agua y suspiró dejando solo su nariz hacia arriba fuera del agua. Pensaba en lo que le esperaba el resto de su vida, si no salía de Vent, el reino ángel, no sería feliz, quería alejarse de las burlas innecesarias, de las humillaciones sin sentido y ser ella por una vez. Había desarrollado un enorme repudio por sus alas, apesar de tener plumas suaves y hermosas, las burlas a su persona pudieron más, aunque sus padres le recordaban lo hermosa que era, ella prefería dejarlas escondidas para no lidiar con más dolor y dejar de traerles molestias a esa pareja que la cuidaba.
Finalizado su baño, salió y fue vestida de forma rápida pero eficiente, su cabello fue secado con la toalla mientras la joven comenzaba a colocar un poco de maquillaje en su rostro, un poco de color en sus labios y rizo sus pestañas, ella era, una belleza andante, pero el solo hecho de tener alas de color la hacía horrible a los ojos de los demás ángeles.
Su cabello fue cepillado dulcemente, rizaron un poco y dejaron una coleta alta, un listón de color crema decoraba y ataba esa coleta, haciendo juego con el vestido del mismo color que era ligero para la época de primavera. Su espalda estaba sutilmente descubierta para dejar paso a sus alas, por si requería volar, cosa que no hacía muy a menudo.
—¿Que tenemos en el itinerario de hoy?— Comentó con cierto desánimo mientras se miraba al espejo.
—No hay nada, solamente su salida de Vent a Rheasilva; está programada para las dos de la tarde, tiene tiempo libre. — Su criada y dama de compañía, Tamara, la miraba con amor, era solo unos años más grande que ella, hija de una de las criadas de la casa, aceptó sin dudar ser su dama de compañía, sabía cuánto sufría y ella era la única que veía cuán hermosa persona podía ser la joven Amelie.
—Muy bien.—Amelie suspiro, miro a Tamara dándole una leve sonrisa y salió de la habitación, quería leer un poco. No hacía mucho, recibió un enorme regalo que era de parte de su mejor amiga de la niñez, Nella Vexier. A diferencia de la pelirroja, su amiga era hija de dos reyes, sin embargo perdió a su madre apenas nació, su padre era el rey del reino de los eternos, también conocidos como guardianes, era gente con un enorme don y poder de luz, capaces de manejar muchas energías elementales como si fuera algo nato. Su linaje era ciertamente espectacular.
En el paquete que llegó, encontró un aproximado de 6 libros que eran un regalo para ella, además de una carta o más bien una invitación a una fiesta de té en el reino vecino, a Amelie le encantaba recibir invitaciones de su amiga, pues era en el único lugar donde nadie sabía que era un ángel de alas manchadas, por lo que podía convivir sin problemas. Se sentó en un enorme sillón en la biblioteca privada de la joven, tomó uno de los libros nuevos y comenzó su lectura, se sorprendio del contenido; eran libros del reino dragón, tal vez le habían dado este regalo a su padre y para ella, teniendo solo un ejemplar en su enorme biblioteca bastaría. Le intrigó un poco, pues era su historia, explicada de la mejor manera posible.
Conforme leía y su imaginación hacía de las suyas, sintió que escapaba de Vent y se dirigía a ese paraje del reino dragón, un lugar donde no fuese juzgada por ser un ángel de las manchadas, no, donde nadie sabría que era un ángel siquiera. Cerró los ojos y dejó el libro contra su pecho, esas ideas la hacían deprimirse ¿porque su nación debía ser tan cruel con ella? Sabía de otros muchos casos, pero estos pairas eran de baja cuna y escapaban apenas podían. Ella no, no se atrevía a dejar a sus padres adoptivos, además de que su rango de futura duquesa la dejaba mal parada.
Escucho que llamaban a la puerta, abrió perezosamente sus ojos y dio el pase, era su criada quien le indicó que era hora de ir a Rheasilva, el reino de los eternos. Amelie acostumbraba irse unos días antes de la fiesta para poder convivir con Nella y olvidarse un poco de sus problemas en Vent. Se puso de pie y se dirigió a donde una escolta la esperaba con un carruaje especial.
Vent era un reino en los cielos, enormes islas flotantes conectadas por puentes de magia. Así que para entrar y salir de él, si no se poseían alas, era mediante estos carruajes, Amelie lo hacía por órdenes de sus padres, para no exponerla en otros reinos a burlas y para que los mismos ángeles no fuesen crueles e hicieran una estupidez con las alas de su hija.
Dentro del carruaje se sentó junto a Tamara, una vez empezó el camino a Rheasilva, la pelirroja tomó el libro de hacía unos momentos en sus manos y comenzó la lectura. Tamara dio una risita, pero no dijo más e imitó a su amiga, sabía que Amelie prefería sumirse en la lectura para tener una conversación después, no era muy emocionante su vida en Vent, cuando salía leía, pero al regresar no dejaba de hablar de lo feliz que se sentía lejos de la presión social de los habitantes de su patria.
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Nella era conocida en la alta sociedad de Rheasilva, no solo por ser la hija del rey y la princesa heredera, si no por ser, una princesa guerrera. Los eternos eran bien conocidos por sus dotes de guerra, aunque claro, no tanto como los gigantes o los enanos.
Conforme pasaban las horas de las clases de Nella, se preguntaba a qué venía la invitación de su padre, sabía que había invitado a Amelie, pero había ciertos invitados que nunca en su vida había escuchado en sus fiestas de té, era obvio que esta era una fiesta política y el que su padre invitara a Amelie en su nombre decía algo más.
La primera clase culmino y tenia unos 20 minutos libres antes de que la siguiente comenzara, acomodo su vestido con cuidado y se dirigió a la oficina de su padre. Se encontró con él en el pasillo, leyendo un documento. Apenas se percató de su hija, sonrió y le dio el documento a su sirviente de confianza que rápidamente se retiró, Nella hizo una reverencia y después habló.
—Padre... tengo unas dudas respecto a la fiesta de té.
—Por tu carita, puedo pensar que es sobre los invitados ¿no?—Nella asintió y su padre río suavemente. —Te escuchó cariño.
—Se que invitaste a Amelie en mi nombre... bueno eso no me molesta pero... ¿Porque invitaste al Rey Astharoth y sus dos hijos?
—Ahhh... se que eres joven mi pequeña flor, pero necesito adelantarme, el reino dragón está a nada de volverse un imperio, y me gustaría tener un tratado de paz con ellos, más que nada por ti. Si logro que tengan un compromiso... bueno será premio doble. Mi niña sería una emperatriz perfecta, pero claro... no planeo imponerte nada. Velo como algo político simplemente, quiero que conozcas a la generación de reyes o emperadores que te tocara lidiar.
—... Eres malo mintiendo papá.
Atheon estalló en risas mientras lanzaba su flequillo hacia atrás. A diferencia de su hija, el era un hombre alto, delgado y de una tez pálida casi fantasmal, pero tenía unos ojos color plata que deleitaba a cualquiera; por su parte Nella era una copia exacta de su esposa, Quria, el cabello de un color entre castaño y rubio, ojos de tonos azules profundos que podían describirse como el mar cristalino. Lo único que tenían en similitud era la marca de nacimiento. Nella tenía una marca en su antebrazo con una forma curiosa marca que era igual a la de su padre. Una especie de pirámide formada por 3 triángulos, era apenas perceptible.
— Ah... me atrapaste, bueno, te había visto tan alterada por las burlas a tu amiga así que me tome la libertad de invitar a más "muchachos" por si alguno se siente atraído a ella, obviamente nadie sabe que es una Ángel, así que no te alteres.
—Gracias por apoyarla papá.
—Tu madre habría insistido en casarla con alguno de los hijos del comandante, pero no quiero que haya malentendidos con ellos, son demasiado quisquillosos. Así que es lo mínimo que puedo hacer, además, son duques que nos han apoyado en todo momento, debo al menos mostrar simpatía por la amiga de mi hija.
El ocaso ya estaba cerca, Nella estaba tomando una ducha después de las clases y las pláticas con su padre, la hora e la cena ya estaba cerca. Al salir y secar su cabello. Una criada llegó e informó a Nella de la llegada de un par de invitados. "¿Un par?" Nella entró en pánico, no era una sola carroza de un reino, si no dos de reinos diferentes; esperaba que Amelie no se asustara.
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Al llegar al palacio de Rheasilva, un caballero abrió la puerta del carruaje donde venía Amelie, primero bajo Tamara y nos segundos después bajo la pelirroja, al ver el enorme palacio de la familia de su amiga sintió como una enorme carga se quitaba de su espalda, respiro profundo y sonrió.
—Vaya, no creí que me encontraría aquí contigo.
Amelie volteo asustada ante esa voz, pensó en un momento que se trataba de otro noble de Vent, y al voltear, se encontró a un chico de mirada fría y perezosa, pero a la vez amenazante, su cabello negro pero con un mechón grueso de color blanco caía sobre sus ojos rojos. Se intimidó muy rápido y un escalofrío que recorrió su espalda la hizo temblar.
—¿Acaso ya me olvidaste, Morrigan?
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