Ceniza XXIII. Verdad
La habitación del jefe de los guardianes parecía más cómoda que las otras. Las sábanas que cubrían la cama semejaban terciopelo. Segte disipó sus dudas al entrar en contacto con ellas.
«Terciopelo del caro».
Decidido, inició su búsqueda. Tratando de no revolver todo y dejar la menor huella posible. No dejó sitio sin mirar.
El armario, las mesillas, los cajones, el suelo, la propia cama, todo ello fue víctima de sus sospechas.
En uno de los cajones encontró lo que parecía ser un pequeño cuaderno marrón.
«¿Qué es esto?».
Fuera lo que fuese, no se iba a librar de su cometido. Hizo lo propio. Abrirlo.
Leyó lo que había sido escrito con tinta negra en las primeras páginas:
Hoy Volga me ha dicho que me sientan muy bien los cuatro pelillos que tengo por barbilla. Yo le he sonreído. Quedan cinco meses para el nacimiento de nuestro retoño. Seguimos pensando un nombre.
«¿Volga? ¿Un retoño?».
El guardián optó por adelantar algunas páginas. Ciertamente, le resultaba tentador llevarse aquel libro y dedicarle gran parte de su tiempo a su lectura.
La bruja ha muerto. He cumplido con mi misión. De todas formas, obedeceré a su última voluntad. Mantener vivo al pequeño. Supongo que me será de utilidad más adelante.
Saltó varias páginas. Acercándose cada vez más al final. A la verdad.
Las cruzadas han terminado. Kalam ha sido condecorado con la medalla del Honor por haber exterminado a setenta y dos brujas. Yo solo he sido capaz de dar muerte a las restantes. Calculo que a unas veintitrés. Le he preguntado la causa de su destreza. Me ha confesado que matarlas le hace sentir vivo, que su felicidad reside en su hacha. Ya ves que existen humanos peores, Volga.
«Solo un poco más».
Ese gran canalla me ha acusado de asesino tras enterarse de lo que te hice, Volga. ¿Y qué hay de él? Su vida se basa en arrebatar el aliento a otros. Me ha asegurado que va a sacar a la luz mi secreto. No se atreverá, lo sé. Observé con satisfacción la palidez de su rostro cuando le dije que sabía lo que hacía en el bosque. Sus palabras textuales fueron: «si las tocas, estás muerto».
«Ya casi estoy».
El guardián percibió el sonido de alguien presionando el pomo de la puerta. Se escondió rápidamente debajo de la cama.
—Ese estúpido perro faldero. —La voz de Shirfain encerraba un sinfín de secretos a voces— Más pronto que tarde él será un nuevo espécimen con el que jugar. Al fin y al cabo, los juguetes rotos se tiran, ¿estoy en lo cierto, Volga?
Segte no pudo ver con claridad los movimientos del guardián jefe. Solamente pudo escuchar el sonido de un baúl abrirse para luego cerrarse. A continuación, un cajón que se abría y una exclamación de espanto.
—¡¿Dónde demonios está mi diario?! Me lo han vuelto a robar.
Shirfain abandonó la alcoba. El guardián logró escuchar dos voces que procedían del exterior. La del jefe y la del hombre al que había dejado inconsciente.
—¡Señor! Mi señor, acabo de venir de su departamento. He de informarle de que un guardián ha entrado en...
—¡¿Me estás diciendo que has permitido que un simple guardián tenga acceso libremente a mi propio cuarto?! —acusó la airada voz del jefe de los guardianes.
—Señor, no es un simple guardián, señor. Me temo que están tramando algo contra usted.
—¿A qué te refieres?
—El intruso es ese chico que siempre está con Caeran —confesó el hombre.
—¡Segte! —exclamó Shirfain.
—No solo eso, señor. Yo estuve en la persecución de la Ceremonia de la Esperanza y vi con mis propios ojos cómo ese guardián dejaba escapar al traidor y a la bruja. Debe ser castigado.
La voz del guardián jefe se dejó de escuchar por un instante, lo que preocupó a Segte todavía más. Por fin, terminó el tenso silencio.
—Olvídalo, Heark. No hagas ni digas nada. De todas formas, todos son mis piezas de ajedrez. Son como personajes de una historia de la cual yo soy escritor. Yo decido el siguiente movimiento y nadie puede hacer nada para evitarlo.
—Como ordene, señor.
Segte logró oír unos pasos que se distanciaban. Tras unos segundos, suspiró.
«Ha valido la pena. Estoy muy cerca de conocer al monstruo que se esconde detrás del jefe de los guardianes».
El guardián volvió a abrir el cuaderno. Esta vez, se interesó más por las últimas páginas.
El telón está a punto de abrirse, Volga. Kalam será mi próximo personaje. Su sino estará marcado por estas semillas que haré llegar a su casa. Claythos es uno de los peores guardianes que han pasado por el cuartel. Ahora no tiene importancia. Algún día será el protagonista de esta tragedia. Es solo cuestión de tiempo. En menos de un año habré terminado el compuesto de reacción al hierro. Si mis cálculos no fallan, en dos años será el turno de Arquio.
Segte vaciló un momento antes de ponerse a leer las últimas palabras escritas en aquel libro.
Mañana le sacaré el collar, Volga. Mientras tanto, disfruta de esta pequeña función.
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