Ceniza XIII. Agua
Las aguas del río eran transparentes. Nilo se bañaba en ellas, sumergiéndose de cuando en vez. Tras un rato nadando por debajo del agua subió a la superficie de un salto, dejando que su empapada melena anaranjada levitase por unos segundos antes de caer sobre sus hombros.
Tomó la flauta de Pan que había dejado en la orilla y comenzó a tocarla. No conocía ninguna melodía, solía simplemente improvisar.
Cuando Arquio le confesó que no tenía lugar al que regresar, había decidido acogerlo en la cueva una temporada. Se sentía segura con él y, de esa forma, no estaba tan sola.
El muchacho pelirrojo no se había llegado a acostumbrar del todo a la vida en el bosque, si bien era cierto que solo llevaba un día.
—No entiendo por qué mi hermana se preocupaba tanto —la bruja se había habituado a hablarle al aire—. Arquio no ha tenido problemas en la ciudadela a pesar de su cabello.
Nilo divisó la silueta de su nuevo compañero de gruta en la distancia, caminando hacia ella. Entonces, lo llamó.
El joven hizo un gesto con el brazo a modo de saludo. Arquio se acercó a la joven, parecía alterado.
—¡Estás completamente desnuda! —exclamó, tapándose los ojos con la mano.
La muchacha se encogió de hombros.
—Me estoy bañando.
—Ya, pero yo soy un hombre y tú eres una mujer.
—¿Los hombres no os bañáis? Cuando Claythos estaba aquí juraría que se bañaba.
Nilo no supo qué había en esa frase que había alarmado tanto al joven. No tardó en averiguarlo.
—¿Quién?
—Claythos —repitió—. Fue él el que me fabricó esta flauta. —La bruja le entregó el instrumento que hacía un instante había tratado de tocar.
—¿Me estás diciendo que Claythos estuvo aquí? ¿Contigo?
Su compañero parecía que seguía sin creerse lo que había confirmado Nilo.
—Sí. Pero partió hace unos días para buscar un artilugio que le devolvería la vida a su padre.
La joven no sabía si podía revelar ese tipo de información, pero, de todas formas, ya era tarde.
—O sea que el niño de Shirfain ya ha dado con la Bruja Nigromántica. —Arquio se llevó la mano a la barbilla.
A la muchacha le cambió la expresión del rostro. Quería pensar que el pelirrojo joven no había mencionado ese nombre. Aunque la duda le carcomía la mente.
—¿Shirfain?
—Es el jefe de los guardianes. El hombre más importante del cuartel —afirmó Arquio.
Nilo salió del río. Su acompañante desvió la mirada. Indiferente a sus escrúpulos, la bruja se tumbó en el suelo, esperando a secarse.
—Vas a coger un resfriado —soltó Arquio.
—Si quieres pasar una temporada en la cueva, vas a tener que acostumbrarte.
El joven parecía molesto, pero cedió. Se acostó junto a Nilo.
—Ponte de costado —sugirió ella.
El muchacho obedeció.
—¿Así?
—Cierra los ojos. —No lo hizo. — Venga, que no muerdo.
Arquio cerró los párpados.
—Buenos días —susurró la bruja mientras bostezaba.
Permanecieron acostados sobre la verde hierba. Nilo no tenía miedo. Sabía que Arquio era de los suyos. Había decidido que confiar en él era confiar en sí misma.
Se quedó profundamente dormida.
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