Ceniza VII. Pacto

—¡¿Has traído a un humano a la cueva, Nilo?! ¡¿Eres consciente de lo que acabas de hacer?! —La mujer se acercó, iracunda.

—Hermana, escúchame. Es el hijo de Kalam.

La mujer se detuvo en seco y se quedó boquiabierta.

—¿Claythos?

Al guardián comenzaba a preocuparle que toda criatura de aquel bosque lo conociese.

—En efecto, así me llamo —se limitó a decir.

—¿Quién te ha dado permiso para hablar? —lo reprendió ella.

Claythos enmudeció.

—Hermana, no seas mala con él. Su padre me salvó la vida, estamos en deuda con él.

—Estamos en deuda con Kalam, no con un asesino.

—No soy un asesino, ¡soy un guardián! —señaló él.

—¡He dicho que te calles!

—¡Mi padre ha muerto! —soltó Claythos.

La joven que lo había conducido hasta aquella gruta se llevó la mano a la boca, reprimiendo un gemido.

—¿Cómo has dicho, humano? —preguntó la bruja, desconcertada.

—Mi padre murió hace dos semanas a causa de una enfermedad. Se me ha informado de que existe una bruja capaz de devolverle la vida. Se la conoce como la Bruja Nigromántica.

—¡Sena! Debemos ayudarlo —exclamó Nilo.

«Sena».

—No te metas donde no te llaman, hermanita.

—Pero tú dominas ese tipo de arte. Por algo eres la mujer más poderosa de este bosque, ¿no?

«La mujer más poderosa».

—Por favor, señora. Si me podéis ayudar en mi misión... Mi madre y yo echamos de menos a mi padre. Si me puedes dar algún dato de dónde puede estar esa bruja, haré lo que sea.

—¿Lo que sea? —Arqueó una ceja.

—Lo juro por la Esperanza. —Claythos se llevó el puño al corazón.

—Está bien. Te daré lo que buscas. Siempre y cuando cumplas con ciertas... condiciones.

—Escucho.

—En primer lugar, serás mi siervo. Darás tu alma a cambio de la de tu padre. Estarás a mi servicio hasta que tu padre vuelva a respirar.

El guardián tragó saliva. No le gustaba nada la idea de ser el vasallo de una bruja.

—En segundo lugar —continuó la mujer—, nada de armas dentro de la cueva. Y, por último, no nos intentarás atacar ni a mi hermana ni a mí.

El hombre se quedó pensativo. Si aceptaba, su familia volvería a ser feliz como antaño, mas a cambio debía someterse al yugo de una hechicera. Vaciló un poco. Al fin decidió.

—Acepto.

Contempló con horror la media sonrisa que asomaba en el rostro de la bruja.

—Bien, yo soy la Bruja Nigromántica y de ahora en adelante tú no eres más que mi sirviente. Deberás mostrarme respeto y sumisión y obedecer a todas y cada una de mis órdenes.

Aquellas palabras resonaron en la mente del muchacho: «yo soy la Bruja Nigromántica».

—Sí, mi señora.

Claythos dejó su lanza en la entrada de la caverna. Nilo lo acompañó.

—Perdónala. Sena es un poco... rebelde.

—Siento no haberte contado lo del fallecimiento de mi padre...

—Así que Kalam ya no está —suspiró.

El guardián dirigió una mirada a la joven. A continuación, le pareció ver cómo una disimulada lágrima descendía sobre su mejilla.

—Ni...Nilo —la muchacha lo miró a los ojos—, ¿me podrías contar cosas de mi padre?

—¡Será un placer!

Volvieron a meterse dentro de la cueva, hacia el lugar en el que tuvo lugar el encuentro con la Bruja Nigromántica.

Los cabellos rojos de la mujer centelleaban mientras esta esperaba al guardián sentada en una especie de taburete.

—Tú dormirás ahí —dijo, señalando un conjunto de hojas a modo de manta que estaban en el suelo de tierra y roca—. Sé que los humanos soléis descansar por la noche.

—La verdad es que yo estoy acostumbrado a permanecer despierto cuando llega la oscuridad, dado mi cargo.

—¡Duerme cuando te dé la gana! Con tal de que estés preparado cuando reclame tu servicio.

Aquella noche se le antojó bastante extraña. No se sentía seguro en medio del bosque, rodeado de brujas. Pero debía ser fuerte. Por su padre.

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