Capítulo 21

Raúl

Un cobarde, un maldito y estúpido cobarde. Sin decisión y con un miedo enorme a salir lastimado. Esa era la mejor de las descripciones para mí justo ahora. Me había ido dejando a Lorena destruida en su casa sin saber que le había dejado una parte de mí con ella. No podía negar lo evidente y es que para ser realmente sincero conmigo mismo, ella era la mujer de mi vida.

Biológicamente estamos compuestos por un setenta por ciento de agua y el resto, sustancias sólidas; pero en el plano sentimental, somos un ochenta por ciento de egoísmo y un veinte por ciento de inseguridades. Si el ser humano no es capaz de cambiar esas cifras, entonces seguiremos haciendo daño antes de que alguien más nos dañe a nosotros y sobre todo, seguiremos dejando escapar las mejores oportunidades por la inseguridad y el miedo al fracaso. Nos quedaremos en nuestra zona de confort sin deseos de salir, por el simple hecho de que, es lo que conocemos y al menos “no estamos mal”, aunque sabemos que no somos felices.

En momentos así era cuando realmente reflexionaba y para más desgracia sabía cuál era la respuesta a todos mis problemas pero simplemente no lo aceptaba. Me dejé arrastrar y me metí en un campo minado yo solito. Era el culpable del sufrimiento de muchas personas incluyendo mi propio dolor y aun así me negaba a actuar. Cobarde.

***

Sentado en la sala junto a Melissa, la miré varios segundos y pude detallarla. Estaba algo descuidada y desaliñada, al parecer el ambiente hogareño la hacía sentir tan cómoda al punto de no cuidar su imagen. No había notado en qué momento dejó de usar sus vestidos baratos y comenzó a usar mis viejas camisetas sin sostén, para mi sorpresa me encontré comparándola con Lorena, quien siempre está así, sin embargo a Melissa no la veo jodidamente sexy, tal y como veo a Lorena.

La castaña estaba tatuada en lo profundo de mi ser y cualquier pequeño detalle hacía que se despertasen nuevas sensaciones. Me estaba volviendo loco y seguía sin saber qué hacer. Melissa me interrumpió.

-Amor, ¿en qué piensas? –Dijo con una media sonrisa.

No sabía qué responderle, tampoco tenía deseos pero no era justo que pagara los platos rotos de nadie y ella no era la culpable. Así que me mordí un poco la lengua para no ser grosero y contesté.

-Pienso en la vida y en lo miserable que la volvemos.

Su semblante dejó  de ser mínimamente contento a ser un témpano de hielo. Su expresión cambió totalmente y me abofeteé internamente por mi nulo intento de no ser tan brusco.

-No tenías que responderme así, solo te hice una pregunta sencilla. No te preocupes, no te vuelvo a preguntar. –Una vez más victimizándose, no lo soportaba.

Al menos entendió que era mejor no preguntar y menos cuando estaba seguro de que ella conocía el por qué. 
Ella sabía que no había hablado más con Lorena. Sin embargo yo no lo había hecho más bien por la propia Lorena, no quería hacerle daño y le estaba dando su espacio pero me estaba costando mucho no verla, no hablarle y ni siquiera coincidir con ella.

-¿Vamos a comer a algún lugar bonito? –Melissa se sentó a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro. Olía bien pero jamás como Lorena, joder, apreté el puño sin que Melissa me viera. Que estúpido era.

-No tengo deseos, estoy cansado. Mejor nos quedamos aquí, ¿vale? –No quería ser rudo.

-Nunca salimos, siempre estás trabajando y cuando llegas es a dormir prácticamente. Nos vemos un par de horas al día, a veces follamos y otras muchas no. No entiendo qué quieres de la vida y mucho menos entiendo qué es lo que quieres de mí. –Hizo una breve pausa y se levantó para mirarme de frente. Continuó. –Eres lo mejor que me ha pasado en todos los sentidos. Decidí darte mi tiempo y me ocupo de ti. Estoy las veinticuatro horas del día metida aquí esperándote, para que llegues y encuentres todo a tu gusto. Sin embargo, a veces pienso que no es suficiente para ti, que no cumplo las expectativas y que no me lo dices porque te da vergüenza conmigo.

La miré atentamente, tenía razón, jamás iba a ser cómo yo quería porque simplemente no era Lorena. Aunque tampoco quería hacerle daño, no había sido mala conmigo y no me gustaría que se fuera. Me había acostumbrado a tenerla aquí, por la razón que sea, no quería alejarla. Un puto lío todo. 
  
***

Llegó la noche tan rápido como de costumbre, los días pasaban lento pero hoy era diferente, no aguantaba otra noche sin verla o sin abrazarla. La necesitaba demasiado.

Salí de mi apartamento rumbo a casa de Lorena, aprovechando que Melissa comía en casa de sus padres. Llegué al estacionamiento y había un auto oscuro junto al de Lorena, me tensé de inmediato. Sabía de quién era pero no me gustó la idea de ella estando a solas que él. De un tirón cerré la puerta del coche y sentía como subía un calor hacia mi cabeza, la ira se estaba adueñando de mí y de mis pensamientos pero no podía actuar impulsivamente o la cagaría como siempre.

Hice lo mejor que pude para relajarme, llevándome un cigarro a la boca y encendiéndolo lo más rápido posible. Le di una calada tan profunda que sentí como casi me ahogaba. Subí en el ascensor  hasta el piso de ella y me paré frente a su puerta, sentía música dentro, pero no era cualquiera, era música clásica y la pieza pertenecía a una famosa pianista francesa cuyo nombre no recordaba pero sabía exactamente quién era debido al parecido de la pianista con Lorena. Era fácil de descifrar cuando estaba relajada, porque desplegaba sus raros y auténticos gustos musicales, otra cosa que me encantaba de ella. Nota mental, buscar algo de Lorena que no me gustase.

Después de un par de minutos y de tirar el cigarro, toqué el timbre y la música paró, alguien se acercó a la puerta y cuando la abrieron, la ira disipada volvió a recorrer mis venas. Cerré mi puño hasta que mis nudillos quedaron blancos pero inspiré de manera profunda, no iba a dejar que pasara lo mismo que aquella vez, que simplemente me fui y dejé a Lorena con la palabra en la boca. Hoy venía con un objetivo y no me iba a ir hasta conseguirlo.

-Hola, necesito verla. –Dije entre dientes.

-Hola, no sé si debas verla. –Su vocecita me molestaba. Camilo no era un mal tipo pero estaba metiéndose donde no lo llamaban, aprovechando la oportunidad para lograr lo que llevaba años deseando, acercarse a ella. Hoy no era el momento y si por alguna casualidad lo veía fuera de lugar, iba a partirle la cara y así descargaba toda la rabia que sentía.

-Creo que eso debería decidirlo ella, no tú. –Su rostro se endureció. Toma por pendejo, pensé.

-Está bien, déjalo pasar. –Un frío recorrió mi estómago al sentir la voz de ella. La extrañaba y si no fuese por el moreno pseudo-muscoloso, habría corrido a besarla. Mis labios reclamaban los suyos y se me hacía agua la boca al pensar que la besaría.

Él se apartó de la puerta dejándome entrar. Lorena se encontraba sentada en el sofá y me miró fijamente. Su rostro no lucía demacrado como la última vez que la vi, a escondidas por cierto, ella ni cuenta se dio. Esa vez, mi corazón se rompió otro poco, estaba sufriendo mientras yo no hacía nada.

Ahora lucía más relajada y casi no se le notaban las ojeras, se puede decir que tenía hasta cierto brillo en la mirada. Estaba recuperándose de la tormenta que yo había causado y ni siquiera le había dicho que lo sentía mucho. Era orgulloso a matar.

-Estaré abajo, por si necesitas cualquier cosa. –Camilo interrumpió mis pensamientos. Al menos tenía sentido común y sabía que sobraba.

Ella por su parte asintió y él se fue dejándonos a solas, por primera vez en mucho tiempo.

-¿Qué hace ese tipo aquí metido? –Lo solté de una y no me importaba, ella tenía  que darme una explicación.

-Estoy bien, gracias. ¿Cómo estás tú? –Su ironía me hizo sonreír, se me había olvidado que estaba  hablando con Lorena  y no con cualquier otra persona. Ella no se doblegaba ante mí, al contrario, siempre me retaba.

-Es cierto, ¿cómo estás? –Si pensaba que me iba a disculpar estaba equivocada, tenía mis razones para molestarme.

-Ya te dije, estoy bien. ¿Y tú? –Seguía siendo irónica pero estaba muy calmada.

-No tan bien como tu pero ahí vamos. Por cierto, ¿qué coño hace ese tipo aquí metido? –Volví a decir sin titubeos. Ella solo sonrió.

-No tengo que darte explicaciones. Como tú tampoco me las das a mí  y por favor toma asiento. Me pone de los nervios que estés de pie. –Ni siquiera lo había notado. Me senté en el sofá, dejando un pequeño espacio entre ambos. Quería estar cerca pero no demasiado.

-Volviendo al tema, sabes que no me gusta que estén merodeándote y menos alguien como él.

-¿Te refieres a alguien tan atento como Camilo? –Tensé mi mandíbula ante su ironía.

-No seas irónica, sabes a lo que me refiero. –Dije bruscamente.

-No seas idiota. –Me respondió de la misma forma.

-No me hables así, sabes que él está loco por meterse entre tus piernas y por lo visto está a punto de lograrlo. –Quería herirla y que bajara esa maldita guardia que tenía, no podía ser dominante en todo momento y logré mi objetivo pero no exactamente cómo quería.

Una sonora bofetada de su parte hizo que girara la cara, dejando mi mejilla roja y ardiendo.

-No me faltes al respeto. Ni tu ni nadie puede venir a decir eso respecto a mí. Yo me respeto mucho como para dejarme envolver por palabritas bonitas en horas bajas, como estas. Camilo ha sido muy atento y ha estado conmigo todos estos días que has decidido desaparecer para concentrarte en tu estúpida relación basada en engaños. –Hizo una pausa y tomó una gran bocanada de aire para relajarse. Siguió hablando. –No estoy bien y lo sabes pero no por eso voy a dejarme engatusar como estas creyendo que pasaría. –Su voz serena me estaba volviendo loco.

-Tranquila, me la merecía. Lo siento, me estoy comportando como idiota y ni siquiera me he disculpado decentemente por todo lo ocurrido.

Tomé su mano, la misma con la que me había abofeteado hacía unos instantes, y la llevé a mi pecho. Necesitaba decirle que la extrañaba con locura y que ella era la única que hacía que mi corazón latiera de esa forma. No era bueno con las palabras pero ese hecho bastó para que cayera poco a poco su coraza dejándome entrar a su mundo nuevamente. La extrañaba, joder, cómo la extrañaba. Mis ojos se inundaron de lágrimas porque no sabía cómo decirle.

Entonces su voz se quebró un poco porque me había descifrado a la perfección y fue cuando dijo:

-También te extrañé.




Nota: se que ha pasado un tiempo pero espero que sigan el hilo de la historia y que la disfruten tanto como yo. Desde ya les doy las gracias.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top