Capítulo 19
Aquella llamada de Raúl me dejó descolocada y la incertidumbre me comía por dentro. Su tono de voz lo conocía perfectamente, estaba muy cabreado y yo ni siquiera sabía por qué. Además ese número, por qué no me llamó de su móvil, de quién era ese número, qué había pasado y sobre todo qué cojones tenía yo que ver con todo eso.
Estaba conduciendo, ni siquiera había llegado a mi casa y estaba segura de que venía un problema, bueno, otro. Últimamente todo lo que tenía que ver con Raúl significaba problemas. Sabía que esto podía pasar pero joder no lo esperaba tan pronto.
Entré al garaje de mi edificio y dejé escapar una gran bocanada de aire, apreté tan fuerte el volante de mi auto, a tal punto de que mis nudillos se volvieran blancos. Miré mi móvil, que estaba en el asiento de al lado, tenía ganas de llamarlo y preguntarle con qué derecho él podía llamarme, hablarme de esa forma y encima, dejarme con esa sensación de no saber nada y ser culpable de todo.
Golpeé el volante con cierta brusquedad, no podía llamarlo, no conocía ese número y eso también me cabreaba. Joder, joder, joder. Mi mandíbula estaba muy tensa, una de las cosas que él también hacía. Estaba tomando sus manías y las estaba haciendo mías. Y ahí, en mi auto y llena de dudas, un recuerdo, de una de las tantas veces que hemos compartido, me golpeó.
-¿Por qué no podíamos estar juntos antes? –Su cálido abrazo después de follar me había bajado las defensas y cualquier pregunta de ese tipo se intensificaba el doble. Ese era un tema complicado.
Continué en silencio y me hundí en su cuello, ambos estábamos desnudos y una sábana delgada nos cubría solo lo necesario. El clima era caluroso, sin embargo, necesitaba ese calor que emanaba de él y que me reconfortaba tanto después de sentirme como idiota ante su pregunta.
-Amor, ¿quieres contestar? –Su voz dulce que no combinaba con su físico imponente siempre me hacía sentir pequeña, una pequeña que necesitaba ser protegida y solo él merecía esa responsabilidad. Mis piernas temblaron ante sus palabras.
Yo sabía que estaba siendo totalmente sincero porque él y yo éramos tan iguales que ninguno confundía mostrar cariño con contacto físico y eso hacía que sus pequeñas muestras de afecto, me llegaran a lo más profundo.
Joder, lágrimas amenazaron con salir, sin embargo, las detuve. Tragué el nudo que se formó en mi garganta y de golpe me senté en la cama, dándole la espalda para hablarle.
-Nunca te lo había dicho, pero mis padres no querían que estuviera contigo. Eras demasiado mayor y ellos me presionaban constantemente para que me alejara. Decían que no me convenías, que tu vida era incompatible con la mía.
Hice una breve pausa para echar las cenizas de mi cigarro en el cenicero y volví a aspirar ese humo que me provocaba cierto mareo, lo retuve todo lo que pude y lo dejé escapar lentamente. Él solo observaba, dándome espacio y tiempo, mi confesión lo tomó desprevenido. Continué.
-Me gustabas en aquel momento pero no lo suficiente como para luchar contra mi familia por ti y aunque creas que no, todo eso ayudó a que dejara las cosas incompletas entre tú y yo, por lo que prefería que siguiéramos siendo buenos amigos. Me importabas mucho y no quería que te alejaras de mí.
Lo miré por un momento, su expresión dura y pensativa. No me miraba, miraba hacia cualquier punto fijo, menos a mis ojos. Por fin habló.
-Te entiendo pero ahora es más complicado. Tengo algo serio con Melissa y sabes perfectamente que eso era lo que yo buscaba. En su momento no te decidiste y ahora… yo no sé qué hacer.
Sus palabras fueron duras, sin embargo él ni lo notó. A veces pasaba eso. Su sinceridad era arrolladora y para él estaba bien, si era sincero estaba bien pero no medía el impacto que sus comentarios tenían en mí. Aunque yo no me quedaba atrás, nunca le decía lo que me hacía sentir. Lo veía innecesario y más en la situación en la que nos encontrábamos. Así que hacía lo mejor que sabía, tragar y continuar.
-No tienes que hacer o pensar nada, así estamos bien. No quiero presionarte para que hagas algo de lo que no estás seguro.
Me besó delicadamente y me atrajo nuevamente hacia él, envolviéndome nuevamente en un caluroso abrazo.
De vuelta a la realidad, salí del auto y fui en busca del ascensor. Entré y al cerrarse las puertas mi móvil sonó nuevamente. Era él y fruncí el ceño extrañada ante su llamada. No le contesté. Que se joda, pensé.
Se abren las puertas y ya estoy en mi piso, alzo la vista y Raúl está ahí parado, con una mano apoyada en el marco y la otra sosteniendo el móvil, intentado llamar nuevamente.
Me quedé parada un momento en mi lugar hasta que él se volteó y me miró fijamente. Sus ojos no mostraban la calidez de siempre, estaban fríos. Algo había pasado y yo estaba involucrada pero empezaba a sospechar que se me había juzgado sin poderme defender.
-¿Por qué no contestas mis llamadas? –Su voz profunda e igual de fría que su mirada. Joder sí estaba molesto.
Su impactante presencia hacía que mis piernas temblaran sin embargo no podía dejar que él supiera eso. Yo no me caracterizaba por temerle a alguien hablando fuerte y menos iba a dejar que tuviera ese poder sobre mí. Arreglé mi postura, quedándome rígida y erguida, tragué y hablé.
-¿Tú te crees que porque tengamos esto, que ni siquiera sé lo que es, puedes llamarme y hablarme con tu tono de macho dominante; sin esperar a que te pudiera contestar, colgarme, dejarme con la peor incertidumbre y encima correr a contestarte cuando decides que es el momento de volver a llamarme? –Hice una breve pausa para darle más emoción a mi discursito irónico y sin dejarlo contestar volví a intervenir. –Estás muy equivocado y por favor quítate esas ideas de dominar y controlar cada cosa que hago. Sabes perfectamente que no te dejaré hacerlo.
Mientras decía esto último, caminé hasta la puerta de mi apartamento y metí la llave dentro de la cerradura, Raúl se apartó y me dejó entrar. Todavía no había pronunciado ni una palabra.
Estando dentro le di la espalda y lo dejé parado en el salón, por mi parte fui a la cocina a beber agua. Sabía que estaba molesto pero no me daba la gana que llevara el control de la situación, estábamos en mi casa y lamentablemente para él aquí se hacía lo que decía yo.
-No estoy jugando pero por lo visto, tu sí. ¿Crees que si no fuera importante, me hubiese tomado todo el trabajo de venir hasta aquí? –Vino hacia mí y me tomó del brazo, demasiado fuerte para mi gusto.
-En primer lugar suéltame, en segundo si no me dices lo que te pasa no me entero y en tercer lugar, ¿quién cojones te dijo que yo estaba jugando? Estaba siendo sincera pero parece que no captas, tu nivel de entendimiento es el mismo que el de romanticismo, o sea, nulo. –Touché.
Me tomó por el rostro y se acercó a mí, podía sentir su aliento mentolado mezclado con olor a cigarro, característico de él. Me estaba empezando a acelerar muchísimo pero joder qué momento para sentirme caliente.
-¿Quieres que te diga algo? –Se acercó mucho más, dejando sus labios a pocos centímetros de los míos. –Me encanta que seas así, indomable y desafiante, me hace querer darte unas buenas nalgadas. Sin embargo, -volvió a hacer una pausa, pero esta vez me mordió con cierta rudeza el labio inferior y sin querer se me escapó un leve gemido- no estoy aquí para follarte como me gustaría y como sé que te encantaría ahora mismo, así que centrémonos en lo que vengo a decirte.
Sonreí internamente, me conocía muy bien y eso hacía que sintiera mucho más que un simple gusto, más que atracción física. Hacía que sintiera un cariño tan sincero y que podría jurar que no lo había sentido por nadie más. Pero este no era el momento para decirlo.
-¿Quieres decirme qué pasó o vas a seguir dándole vueltas? –Me molestaba tener que esperar tanto.
-El mensajito que mandaste, tan romántico y explícito, no lo recibí yo, Melissa fue quien lo leyó. –Dijo cruzándose de brazo y más serio que antes.
Sentí un frío en el estómago al oír sus palabras. Claro que quería a Raúl para mí a tiempo completo. Claro que me cabreaba tener que esconderme cuando yo no estaba haciendo nada malo y me sacrificaba en muchos sentidos, dándole su espacio y su tiempo para que decidiera lo que haría, sin embargo ese tiempo se me estaba haciendo eterno y yo comenzaba a amarlo de una manera que sabía que no estaba bien y tampoco podría acabar bien.
Como ser humano, caprichoso y egoísta, me aferraba a la idea de que cambiaría y dejaría todo por mí aun sabiendo que eso nunca pasaba. Que nadie cambia lo seguro por lo inseguro y que yo me estaba montando demasiadas películas de fantasía que en el fondo eran eso, pura fantasía. Este era el momento para que decidiera y no lo estaba haciendo, solo estaba reclamándome por algo que solo le afecta a él.
-¿Por qué Melissa revisa tu móvil? ¿Acaso ella no sabe que es de uso personal? –Ahora quien estaba molesta era yo.
-No te bastó con el sms, tuviste que llamarme y por tanto ella lo escuchó, al abrirlo lo primero que vio fue que había un mensaje tuyo y para colmo una llamada. ¿Por qué hiciste eso? Tú nunca me escribes y cada vez que lo haces tienes más cuidado. –No me podía creer lo que estaba escuchando. Estaba tan sorprendida que no pude pronunciar palabra alguna por lo que él continuó.
-Cuando llegué a casa tenía todo recogido para irse y la convencí de que no lo hiciera. Realmente no me importaba mucho pero sentí que debía hacerlo.-
-¿Te estás oyendo? ¿Estás consciente de toda la mierda que estás lanzando sobre mí? –Estaba muy molesta y lamentablemente mi madurez no era la suficiente como para no llorar cuando sentía tanta rabia, no podía controlar eso. Mi voz se estaba rompiendo pero seguí hablando. -¿Te creíste el cuento de que la convenciste para que no se fuera? Realmente te desconozco Raúl, si realmente quería irse, lo hubiese hecho, no tenía necesidad de esperar una explicación fantasiosa que estoy segura que le diste. No había nada que explicar, estaba todo muy claro y te tragaste todo eso de que ella quería salvar la relación y prefirió quedarse para intentarlo nuevamente.
Me giré y me apoyé en la encimera respirando lo más profundo que podía para no derrumbarme, no antes de terminar y decirle todo lo que sentía.
-Yo solo te digo lo que vi. –Su sinceridad e inocencia me dolían.
-Estás ciego y lo peor es que aunque intente abrirte los ojos, no me vas a dejar. Yo no sé qué está pasando contigo pero estás cambiando a una velocidad acojonante. No estás viendo la realidad y te estás dejando envolver por ella.
-¿Tienes algo que decir? –Él sabía que le estaba escondiendo alguna cosa pero yo era incapaz de decirlo, no me iba a creer sin pruebas y sobre todo, este era el momento menos adecuado. Lo menos que pensaría era que lo estaba ayudando, más bien parecería una respuesta de alguien despechado y ya me sentía bastante mal para eso.
-No tengo nada que decir. –Sequé una lágrima que se me había escapado, hice ese gesto con rabia, no me daba la gana que me viera llorar y menos por sus chorradas.
-Yo sí tengo algo que decir. –Se acercó a mí y me tomó la mano pero yo la aparté y me alejé, no quería su lástima. –No puedo venir por un tiempo, necesito estar súper quieto y tratar de que se le pase el cabreo a Melissa.
-O sea, ¿esta sería tu solución?-
-Es la única que tengo-
-Sabes perfectamente que no es así-
-No me hagas esto, sabes que siento mucho todo lo que está pasando pero por favor no me lo pongas más difícil-
Me dolió tanto que dejé que las lágrimas corrieran a su antojo y no me importó. Él se acercó nuevamente para intentar enjugarlas pero aparté el rostro y sin mirarlo le hablé.
-Si esa es tu manera de solucionarlo, está bien. Ahora vete, déjame tranquila y arregla toda tu mierda, mientras tanto no te voy a buscar pero tampoco me busques. Yo respetaré tu decisión y tú respetarás la mía. Te daré el espacio y el tiempo que necesites, mientras, yo me tomaré todo el tiempo que yo entienda porque ten por seguro que con esta actitud no solo me lastimaste, también me decepcionaste y créeme, que la decepción es más difícil de superar que el propio dolor.
No dijo nada y yo ni tomé tiempo en mirarlo. Me alejé dándole la espalda y abrí la puerta para que se marchara. Se acercó y me observó detenidamente, yo estaba concentrada en el suelo pero sentía su mirada pesada sobre mí. Siguió sin decir nada y yo lamí mis labios húmedos y salados por las lágrimas.
Y así, en silencio, se fue, dejándome un poco rota.
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