5.
—Bueno, ahí van todos los planes de casarme este año —dije sin pensar desde el escalón más alto de los que subían del patio a la puerta principal.
En el caminito de grava, Madre negó y se llevó una mano a la coronilla, más preocupada de lo que la había visto jamás.
—No importa —dijo—. Ya no es nuestro problema. Tratamos de advertírselo y ellos no escucharon. Si pasa algo ya no es culpa nuestra.
—Pero es peligrosa —respondió mi hermana a mi derecha—. Tenemos que volver a intentarlo.
—¡No! —Su mandíbula se tensó—. Vayan a empacar. Tenemos que estar muy lejos de aquí para la siguiente luna llena.
Volteé hacia el camino que conducía hasta la casa desde la carretera principal. Todavía podía verse al carruaje real alejándose hacia la puesta de sol.
Maldita seas, Cenicienta. No sólo tenías que irte y poner en peligro a toda la ciudad, ¡también tenías que arruinarme la vida!
Fui la última en regresar adentro. Mis puños estaban apretados e intentaba respirar hondo para calmar los latidos de mi corazón. Madre ya desaparecía por el pasillo junto al comedor.
—Pero no entiendo —dijo mi hermana cuando cerré la puerta—. Tú calzas del mismo tamaño que ella, ¿por qué no te entró a ti la zapatilla?
—No sé. No me importa —respondí recogiéndome la falda para apurar el paso hacia el segundo piso.
—¡Pero no puede ser la dama de gris! No pudo haber salido. E incluso si lo hubiera hecho, ¿cómo podría...?
—¡No me importa! —repetí. Llegué a la curva cerrada de las escaleras y vi que seguía plantada junto a la puerta—. ¿Qué esperas? ¡Muévete!
• • •
Nos fuimos temprano a la mañana siguiente y nunca volví a ver a nadie de la ciudad.
Salimos a pie rumbo a la estación para rentar un carruaje, y estábamos a punto de alcanzar la carretera principal cuando mi hermana y yo nos volvimos para contemplar por última vez la casa en la que habíamos vivido durante los últimos diez años y que Madre se había empeñado tanto en conservar.
Si no hubiéramos estado ya tan lejos, tal vez habríamos notado al cuervo en el alféizar de la ventana del comedor, que al vernos partir se convirtió en una pequeña hada no más grande y que en ese momento se preguntaba si algo que había hecho ella era la razón por la que todos los que vivíamos en la casa nos fuéramos en tan poco tiempo.
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