Introducción
Irina desdobló el pequeño papelito rosa con dibujos de mariposa que había recogido más temprano y leyó en voz baja la frase que estaba escrita con una caligrafía casi perfecta en tinta de color lila. Aquella había sido una mañana intensa, el funeral del joven policía había estado lleno de gente, familiares y amigos que lloraban desconsolados, era la primera vez que Irina asistía al entierro de un uniformado y observó con asombro y respeto los rituales que se llevaron a cabo.
Había varios policías más, algunos de ellos parecían solemnes y distantes, pero había uno en específico, cuyos ojos estaban llorosos y tristes, Irina supuso que se trataba de un amigo, más que un compañero de trabajo. Además, la madre, el padre y la hermana del joven lloraban desconsolados. La noticia de la muerte de Alan Flores había sido titular de todas los periódicos el día anterior, había muerto en servicio, intentando defender a una familia en medio de un asalto. El ladrón que lo asesinó fue derribado por el otro oficial y fue llevado preso, pero la vida de Alan se había reducido a un charco de sangre en el medio de la sala de una familia de clase media de la ciudad de Santa Clara.
En aquel funeral Irina había observado a una mujer de unos cincuenta y cinco años, iba vestida de negro —como la mayoría—, pero lo que llamó la atención de la muchacha fueron los bordados en lentejuelas y la cartera con brillos que eran parte de su atuendo, desentonaba por completo con la solemnidad de aquel funesto evento. Sin embargo, a Irina le gustaban las personas que desencajaban, ella misma se consideraba una, por tanto había seguido con la vista a la peculiar mujer durante todo el ritual, es por eso que pudo notar dos cosas: que se veía triste pero no estaba sobrepasada lo que atribuyó a que probablemente no habría sido familiar cercano, y que cuando sacó un pañuelo de papel de su bolsillo para pasárselo a una muchacha llorosa que iba a su lado, una pequeña piedra negra se había caído al suelo.
Nadie más pareció notarlo, e Irina esperó paciente a que el acto terminara para poder acercarse al sitio, tomar la piedra y devolvérsela a la mujer. Sin embargo, cuando las personas comenzaron a arrojar flores y tierra sobre el cajón, los llantos comenzaron a sonar como cánticos agónicos de una melodía disonante y algunos comenzaron a retirarse —entre ellos la misteriosa mujer que no encajaba—, Irina no logró llegar al objeto tan rápido como hubiera querido, y cuando lo hizo, la mujer ya se había marchado.
La muchacha, que no acostumbraba a tomar cosas de los vivos, dejó el sitio intentando ver si la encontraba aún por los estacionamientos o lugares cercanos, pero no había rastros de ella, y cuando regresó al lugar, ya no quedaban más que los familiares más próximos. Siempre era así, los primeros en irse eran aquellos que venían solo para cumplir, luego se iban los amigos y familiares menos allegados —que normalmente se quedaban un buen rato cuchicheando en los alrededores acerca del fallecido o los motivos de su muerte, fingiendo indignación o sorpresa— y por último aquellos para quien la persona había sido realmente importante: los padres y hermanos, incluso abuelos —si se trataba de una persona joven o un niño—, y la esposa o el marido y los hijos —si es que era algún adulto con familia propia. Estos eran los últimos que se iban porque se trataba del último adiós y las despedidas siempre dolían, sobre todo si la muerte estaba en medio.
Los padres del policía se fueron luego de que la madre casi perdiera la consciencia a raíz del llanto desconsolado e Irina los vio partir preguntándose una vez más acerca de la vida, la muerte y sus misterios.
Guardó la piedra en su bolsillo y se sentó en un banco algo alejado, se preguntó quién la enterraría si ella muriera en ese mismo momento, ¿quién se quedaría hasta el final? Seguramente su madre no lo haría, y mucho menos Javier —quien probablemente fuera el primero en marcharse—, quizá Lucas, aunque nunca había tenido una relación demasiado fuerte con su hermano.
—¡Sabía que te encontraría aquí! —La voz cantarina y dulce de su mejor amiga Lila la sacó de sus pensamientos.
Lila, seguramente ella se quedaría hasta el final. Irina sonrió al verla correr hasta ella. Lila y ella eran polos opuestos que se atraían a pesar de sus cargas tan distintas, su amiga estaba llena de luz y de alegría, de un optimismo que para ella podía ser tan irritante como refrescante, era explosiva y rimbombante mientras ella era solitaria, sombría y cerrada.
—¿Por qué no me esperaste? —inquirió Lila cuando llegó frente a ella colocando los brazos en jarra.
—Porque el funeral iba a ser a las nueve y tú n o ibas a desocuparte hasta las nueve y media —explicó la muchacha—. No quería llegar tarde, ya sabes, quiero verlo todo desde el inicio.
Lila rodó los ojos y se sentó a su lado.
—¿Qué tal estuvo? ¿Muy triste? ¿Mucha gente? —inquirió.
—Muchísima, y pues, ya sabes, lo de siempre. Hay algunos más tristes que otros.
—¿Quiénes fueron los últimos en irse? —inquirió Lila.
—Los padres y la hermana, la madre estaba destrozada... —Lila asintió observando hacia el lugar donde aún se podía ver la tierra fresca, recién colocada, ella podía tan solo imaginar lo que habría sentido esa mujer, el dolor de una madre por perder a un hijo debía ser desgarrador.
La repentina aparición de una joven llorosa llamó la atención de las dos muchachas, la joven observó de un lado al otro y entonces corrió hasta la tumba, se dejó caer encima y se desintegró en llantos. Lila observó a Irina y ambas se sintieron fuera de lugar.
—Vamos... —susurró Lila, pero Irina negó con la cabeza, esa era la clase de escenas que le gustaba observar de lejos, le agradaba ver que había personas que eran capaces de amar de verdad, que no todo estaba perdido, que el amor de alguna u otra manera existía, aunque fuera efímero y finalmente acabara, como todas las historias, como todas las personas. Lila giró los ojos y suspiró, su amiga era extraña, pero aun así la quería con todos sus oscuros matices.
La muchacha estuvo en el sitio por unos quince minutos y luego dejó un pequeño papel rosa sobre la arena que fijó al suelo con una pequeña piedrita. Entonces se marchó, limpiándose torpemente las lágrimas con sus manos llenas de tierra.
—Pobrecita —dijo Lila al verla desaparecer en el horizonte—. Quizás era la novia, ¿no? Qué triste perder a alguien de esa manera, era tan joven —suspiró.
Irina no respondió, solo caminó hasta la tumba y tomó el papel guardándolo en su bolsillo.
—¡Dios, Irina, un día los muertos te van a castigar por tomar sus cosas y llevártelas! —le regañó su parlanchina amiga.
—Ellos ya no necesitan estas cosas —dijo Irina caminando de regreso hasta su amiga.
—¿Y tú sí? —preguntó Lila levantando la ceja y desafiando a su amiga que solo se encogió de hombros.
—Los guardo en mi cajita, al menos les doy el respeto que se merecen, ¿no lo crees? Si dejara este papel aquí terminaría por volar o destruirse con la lluvia, o quién sabe quién lo puede hallar. Yo al menos lo guardaré por siempre como parte de una historia que un día fue y que terminó abruptamente.
—Otra vez con eso de los finales... creo que tú y yo nunca estaremos de acuerdo en ese punto, sigo prefiriendo los finales felices.
—Los finales felices no existen —añadió Irina con seguridad.
—Como sea, venía a buscarte porque Santiago ya está en casa y quería presentártelo, ¿vienes? —inquirió.
—Sí, pero primero pasemos por casa para dejar esto en mi caja, no quiero que se me pierda.
—En tu cementerio de historias —añadió Lila e Irina asintió, le agradabael nombre que su amiga le había puesto a su caja de recuerdos de personasmuertas que no conoció.
Bienvenidos a este nuevo proyecto que es muy especial para mí. Hace un buen tiempo venía queriendo escribir una historia que aunque no dejara de lado el romance, tuviera a la amistad como valor principal, y al fin me ha surgido una idea, que a pesar de ser algo extraña, creo que cumplirá con mi objetivo. Es mi intención plasmar en esta historia parte de mi alma como regalo a una de las personas más importantes en mi vida, porque las letras quedan aunque el tiempo pase, aunque la vida siga su curso y aunque los tiempos cambien.
Gracias por acompañarme una vez más. Los quiero mucho, hasta la luna y de regreso.
El primer capítulo lo subiré el viernes 23 de febrero :)
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