* 57 *
Hoy he hablado con Santiago de una forma en la que nunca antes lo hemos hecho, nos hemos sincerado y nos hemos contado nuestros miedos. Me ha dicho que también siente temor por el futuro, que tampoco sabe todo lo que desea ni quién es o quién quiere ser, he sentido que no soy la única perdida en el mundo y he entendido que no sé mucho de él, que he venido siendo bastante egoísta y que mis problemas me han acaparado tanto, que no he abierto mis ojos a los de las personas que amo, eso me ha hecho sentir mala amiga, mala novia, mala hija. Pero él me ha dicho que tenemos tiempo para eso, que lo único que necesitamos es amarnos, y es obvio que ambos sentimos eso.
Salí de allí con mucha alegría, le dije que lo acompañaría en este nuevo reto, y que aunque no pueda viajar enseguida, iré con él apenas pueda. Sé que es una locura, pero la verdad es que esta locura me está devolviendo a la vida. Es cierto lo que ha dicho Lila, a veces necesitamos hacer algo diferente que sea como el combustible para seguir viviendo. Tengo que hablar con mamá y tengo que asegurarme que ella está bien antes de ir con él, pero Santi dijo que me esperaría y creo que vamos por buen camino.
Al llegar a casa, Lila me está esperando, me cuenta que se ha encontrado con una mujer que busca una piedra como la mía, y que esta es mi oportunidad si quiero dejar de comunicarme con los fantasmas. Sé que ella lo dice por mi padre, pero en realidad es algo que he venido pensando desde hace un tiempo. Me dice que la mujer me espera en el cementerio mañana por la tarde y que ella no podrá acompañarme porque debe ir a una reunión de la guarde de Benja. Le agradezco por aquello y le cuento lo de Santi, ella se pone contenta y me dice que sabía que tomaría la opción correcta, luego se despide.
La veo partir y me siento en el pórtico de casa, mamá está adentro y Lucas aún no ha regresado. Siento que de nuevo mi vida ha girado en solo unas pocas horas, de no querer vivir he pasado a tener unas ganas locas de hacerlo. Me imagino en España, estudiando algo que me guste, caminando por lugares que no conozco, conociendo gente nueva, empezando de nuevo. Observo hacia donde Lila se ha marchado y veo su figura desaparecer a la distancia, ella no sabe cuánto le debo, no sabe cuán importante es en mi vida y cuánto le agradezco todo lo que ha hecho y hace por mí. Me ha dado la mano cuando no había nadie más, y sé que nos extrañaremos mucho, pero no habría tomado esta decisión si no fuera por ella.
Puedo ver a papá a un costado, se ha aparecido y me está mirando. Lo miro, él no habla, yo no lo escucho.
—Espérame —digo al fin. Subo a mi habitación y traigo la piedra en mis manos. Regreso afuera de la casa y lo guío hacia un sitio donde sé que nadie me verá hablando al vacío—. Dime qué deseas y vete —añado. Es lo último que me falta para acabar con esto al fin y poder empezar de nuevo, sé que aunque mañana le dé la piedra a aquella mujer, él me perseguirá aunque no lo pueda ver, como hacía Paola con Edu, y no podría vivir con ese pensamiento.
—Lo siento —murmura—. Solo sé que he arruinado la vida de todos y a causa de mis acciones recibiré un castigo —dice y no sé a qué se refiere—. No es excusa, pero no supe cómo hacerlo de otra forma —añade y yo no entiendo.
Mi papá me pide que lo siga y yo lo hago. Vamos hasta un callejón en el cual los pelos se me erizan por el temor.
—Tengo miedo de estar aquí —digo y él asiente.
—Lo sé, pero no sucederá nada, no es real —añade—. Estoy mostrándote parte de mi pasado, solo así podrás entender algunas cosas.
—¿Cómo es eso posible? —pregunto y él se encoje de hombros.
—Me han dado permiso para hacerlo —añade.
—¿Quién? —pregunto.
—No puedo decir más.
Un sonido proveniente de una vivienda justo en frente, me sobresalta. Papá me dice que me acerque a la ventana. Puedo ver a un hombre sacándose el cinturón y pegando a un niño pequeño. El niño llora asustado, al parecer lo han mandado a hacer compras y se le han roto los huevos. El padre lo golpea y lo golpea, le grita que es un inútil bueno para nada, el niño le ruega que no lo castigue más, pero el hombre le dice que lo hace porque lo quiere y que es la única manera de hacer de él alguien de bien.
—¡Basta! —grito para que el hombre se detenga, pero nada sucede, ellos no me oyen. De pronto, la imagen desaparece y el silencio regresa. Lo que antes era la ventana por la que yo miraba es ahora un árbol. No entiendo nada.
—Ese era yo, y esa era la historia de mi vida. Sé que no tengo excusas, pero crecí creyendo que eso era amor, él siempre me lo decía, que me castigaba porque me amaba. No lo supe ver, no lo entendí jamás, Irina —murmura—. Luego la vida se puso difícil, nunca pude salir adelante, siempre estuve metido en deudas, problemas, alcohol, frustraciones y fracasos. No sabes lo rápido que el fracaso puede hacerte perder la perspectiva de la vida. No dejes nunca que eso suceda contigo, Irina. El fracaso es solo una ilusión, no es real, no es lo que eres ni lo que puedes ser, no lo escuches nunca... es capaz de destrozarte la vida. Ustedes... ustedes nunca tuvieron la culpa.
—Lo siento... —murmuro, no puedo creer que he vivido toda una vida sin conocerlo, sin saber su historia.
—Mira... solo quiero que tú, Lucas y mamá salgan adelante. Quiero que olviden toda esta pesadilla y que no permitas que los recuerdos de mis errores, te conviertan como a mí, en una sombra de lo que odias, Irina. Es lo que me sucedió a mí, siempre tenemos más de un camino, yo pude haber sido diferente a papá, pero elegí convertirme en él porque era lo único que conocía. No me animé a dar el paso, no me animé a ser distinto...
—Lo siento... —repito.
—No, no lo sientas. Solo quiero asegurarme de que harás lo que necesites hacer para ser feliz y soltar toda esta historia. Dime que también ayudarás a mamá y a tu hermano para que lo logren —pide y yo asiento, eso puedo hacerlo—. Eso es todo lo que necesito —dice y entonces da media vuelta.
—¿No necesitas mi perdón para ver la luz? —pregunto.
—No puedo ver la luz aún ni aunque me perdones —dice—. Necesito hacer cosas en este sitio donde estoy para perdonarme yo mismo y luego veré la luz.
—¿Incluso allí funciona así? —pregunto confundida.
—La luz está dentro de cada uno, Irina. Necesitamos limpiar nuestra mente, nuestros corazones, nuestros pensamientos y nuestras acciones para poder verla. No necesitas morir para eso, de hecho, si mueres sin haberla visto en vida, tampoco la verás aquí hasta que te transformes, hasta que limpies tu alma. Yo no puedo ver la luz aunque tú me perdones porque no he sabido verla en vida, me he llenado de odio y rencor y eso me ha mantenido ciego... y todavía me queda camino por recorrer —menciona—. Pero tú aún estás a tiempo, hija... tú sí puedes verla. Busca en tu interior, Irina, perdónate y perdona, ama y déjate amar, así la luz crecerá en ti y podrás verla y sentirla...
Mi papá dijo eso y luego desapareció, no sin antes regalarme una sonrisa que no recuerdo haber visto desde que era muy pequeña. Entonces, un calor inundó mi corazón. De pronto, ya no siento rencor hacia él, hacia el daño que nos había causado, hacía la vida que había vivido. De pronto, por primera vez siento que puedo seguir si tan solo me animo a dejar de lado aquella historia, a no permitir que eso me defina. No quiero ser como él, no quiero ser alguien malhumorado, amargado, cerrado, y es lo que he venido siendo hasta hoy. Quiero ser alguien diferente, quiero ver esa luz y que los demás la vean en mí, en mis ojos, en mis palabras, en mi corazón.
Camino hasta mi casa en silencio y al entrar abrazo a mi mamá.
—Todo estará bien, ¿lo sabes? —pregunto y ella asiente—. Te quiero, gracias por haber sido la mejor madre que has podido ser para mí —murmuro y ella me mira con asombro.
—Yo he estado siempre lejos de ser una buena madre —dice y yo niego.
—No, has sido lo mejor que has sabido ser, eso es lo importante —le digo y la beso en la frente.
—¿Estás bien? —pregunta preocupada.
—Estoy mejor que nunca —respondo.
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