* 54 *
Estaba muy dormida cuando mi celular comenzó a sonar, atendí y era Santiago. La policía acababa de llamarle porque había ocurrido algo en casa de Irina. Me asusté mucho, no dieron más detalles, él dijo que pasaría por mí en segundos y yo me vestí lo más rápido que pude. Le rogué a mamá que se quedara con Benja y ella aceptó con gusto, menos mal que todavía está por aquí.
Santiago y yo llegamos a lo de Irina con nuestros corazones en la mano, teníamos un mal presentimiento y sabíamos que si la policía había llamado a Santi era que algo malo había sucedido. Las luces de la ambulancia y de la policía giraban sobre los vehículos estacionados en frente, había oficiales por todos lados.
—¿Qué ha sucedido? —pregunta Santiago al primer uniformado que se nos cruzó en frente. Nos pregunta quiénes somos y luego nos señala que pasemos.
Adentro el paisaje era tétrico, parecía sacado de alguna película de terror. Santi se atajó la cabeza apenas entendimos lo sucedido. El cuerpo del padre de Irina estaba en el centro de la sala, rodeado de un charco de sangre. Había sangre por los muebles y por las paredes.
—Se ha quitado la vida —dice uno de los comisarios. Un grupo de hombres rodean el cadáver.
—¿Dónde están todos? —pregunto yo.
—El niño ha ido de campamento, la señorita Irina no se encuentra y no ha atendido nuestras llamadas, por eso es que lo hemos llamado a usted —explica el oficial—. La señora está en la habitación, están tratando de calmarla. El hombre se sacó la vida frente a ella.
Santiago se queda con los oficiales y yo salgo a llamar a Irina, la llamo varias veces, pero no responde. Le pido a Santiago que le marque, pero tampoco lo hace. Entonces él le pregunta a Martina si por si acaso sabe algo de ella, y esta responde que está con ellas. Santiago se muestra enfadado, patea el suelo y cierra los puños, no entiendo bien qué está sucediendo, pero pensaba que hoy tenían que haber salido juntos.
La llama y le explica lo sucedido, Martina promete traerla a casa.
Los minutos se hacen eternos hasta que vemos llegar a Irina acompañada de sus amigas. Santi corre a ella, pero ella lo evita y viene hacia mí.
—¿Qué sucede? —pregunta y yo miro a Santiago, tiene el rostro desfigurado de tristeza.
—Iri, ven aquí, vamos a hablar —digo y la aparto un poco de la gente.
Le explico lo que ha sucedido, sus ojos se llenan de lágrimas y pide ingresar a la casa. Yo la acompaño, huele a alcohol y me apena su situación. Mira el cadáver de su padre, pero corre hacia donde se encuentra su madre. Se abrazan y lloran.
Las dejo solas, pero me quedo cerca. Más tarde ella me pide que me quede.
—No vamos a irnos, Santi y yo nos quedaremos contigo —le digo.
—Tengo que ir a buscar a Lucas —añade.
—No te preocupes, ya le he pedido a Edu que lo haga, tú solo necesitas un baño y un café —digo y ella asiente—. Ve a tu cuarto, nosotros nos encargaremos de todo —susurro y ella asiente.
Voy a la cocina por un café para ella y me encuentro con Santi. Le pregunto qué ha sucedido entre ellos y me dice que Irina está enfadada por algo que él le ha dicho. Me dice que no es el momento, pero que me lo dirá todo. Asiento y lo abrazo, le doy un beso en la frente y le prometo que todo estará bien.
Las horas pasan de manera lenta, el brillo del sol irrumpe en la ventana. El cadáver del padre de Irina ha sido llevado hace un buen rato, Santi y yo hemos organizado lo del velorio y el sepelio. Su madre nos contó que él llegó y le pidió perdón, le dijo que estaba arrepentido y que no podía vivir sin su familia, ella le dijo que no le creía, que por favor se marchara. Sin más, él sacó un arma y se pegó un tiro en la sien. Ni siquiera tuvo tiempo de decirle nada, ni siquiera pudo impedir que lo hiciera.
Logramos que Irina se quedara dormida un rato, así que no queríamos despertarla. Lucas llegó con Edu y nos tocó a nosotros informarle de lo sucedido, se puso a llorar y abrazó a Santi con fuerza. Me dio mucha pena, una familia completa destruida y el daño que irremediablemente quedaba en los corazones de Irina y Lucas. Todos estábamos cansados, pero aún teníamos por delante todo el funeral.
El velorio fue más corto de lo normal, no hubo mucha gente en él. Santiago, Edu y yo no nos separamos de Irina y su familia. Y llegar al cementerio con Irina, esta vez para enterrar a alguien conocido, fue bastante fuerte.
Hacía tiempo que no veníamos juntas, hacía meses que no nos inventábamos historias sobre los muertos y sus familias. Esta vez no estábamos mirando de lejos, tras el árbol grande, a la espera de que los últimos se alejaran para que mi amiga corriera a ver si quedaba algún recuerdo para su cementerio de historias. Esta vez éramos protagonistas, ella era protagonista de una de las historias que siempre miró desde afuera. Esta vez ella era uno de los últimos. Los sepultureros echaron la tierra sobre el féretro y luego nos alejamos un poco, Irina, su madre y Lucas quedaron más cerca, cada quién despidiéndose a su modo, cada quién deambulando en sus pensamientos.
La madre de Irina y Lucas regresaron a casa, pero ella no quiso ir, me pidió que me quedara con ella un rato, así que yo le pedí a Edu y a Santi que acompañaran a los demás. Nos sentamos junto a la tierra recién colocada, entre las flores de las dos únicas coronas que acompañaron el cajón. Ella observa la foto que su madre ha dejado sobre la tierra, una foto de los cuatro cuando eran muy pequeños.
—Qué lejos ha quedado todo eso —susurra—. Esos momentos bellos que compartimos alguna vez, cuando mi padre era todavía mi padre...
—Es un recuerdo que debes atesorar, fue un buen momento —digo y ella asiente, entonces alza la foto y la observa.
—Habíamos ido de vacaciones a un parque acuático. Papá había pedido que le prestaran el camión para llevarnos y su jefe se lo dio. Hicimos una casa improvisada en la parte trasera, para mí fue como un hotel de cinco estrellas.
—Siento mucho todo lo que pasó con tu papá, Iri. Siento que las cosas hayan terminado como terminaron, pero creo que tanto Paola como los otros fantasmas que has visto este año, te han enseñado la importancia del perdón para seguir adelante. Debes dejar de lado el rencor que tienes hacia él, por ti, Iri, no por él... Debes salir adelante. Sé que todo ha sido muy difícil, pero también sé que eres fuerte...
—No lo soy, Lila... No lo soy... y estoy cansada... —dijo y su voz sonó derrotada.
—No estás sola...
—Sí lo estoy...
—No, yo no te dejaré. Somos tú y yo, como siempre, como antes —añado y ella niega.
—Las cosas han cambiado demasiado...
—Hagamos algo... vamos a tu casa, me quedaré a dormir contigo hoy y hablaremos.
—¿Y Benja? —pregunta mirándome.
—Él está con mamá y con Santi, tú me necesitas —digo y ella asiente. La ayudo a levantarse y lo hace, pero de pronto se queda perpleja. Sé que ha visto algo, miro al vacío, pero no veo nada. Ella me toma de la mano.
—Vamos, vamos... —pide y salimos del cementerio.
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