* 51 *

Los días han pasado de prisa y no estoy sintiéndome muy bien, pareciera que he retrocedido de nuevo y que todo lo que logré en este corto tiempo no fue más que una ilusión. Me siento atrapada en mi casa, no puedo salir porque no quiero dejarlos solos. Apenas tengo tiempo de ir a trabajar y volver. Santiago me apoya mucho, pero ha estado bastante ocupado con algo que no sé muy bien qué es, me dijo que se trata de un sueño suyo y que apenas sea algo más preciso, seré la primera en saberlo.

Lila y Eduardo regresaron de ver a Anna y él se tomó unos días para procesar toda la información y recopilar la suya propia. Al más puro estilo detectivesco, estuvo intentando obtener pistas del camino que debió seguir su madre según las vagas ideas que Anna le compartió. Lo sé porque Lila me lo contó. Estos días hemos hablado por mensaje, porque ella está un poco complicada con el trabajo y el festejo del cumpleaños de Benja.

Nos contamos lo que nos sucede día tras día, pero aun así no la siento cerca y, a veces la brecha parece imposible de cortar. Es como si nos hubiéramos convertido en dos personas desconocidas que intentan forzar una amistad que no es real. No sé si ella lo siente así porque no tocamos el tema, pero yo sí, y eso me hace sentir culpable.

La culpa es uno de los sentimientos que más me atormentan todo el tiempo, no solo por mi relación con Lila, sino también por las cosas que suceden en mi casa. Quizá si me hubiera animado a denunciar antes todo lo sucedido, no habríamos llegado a este extremo. Por momentos, siento como si estuviera congelada. Me asusto a mí misma al darme cuenta que parece que he dejado de sentir. Sí, sé que eso suena muy extraño, más teniendo en cuenta que solo unos días atrás estaba llena de vida y esperanzas.

Pero se trata de una carrera que parece que no llegará a ningún lado. Todo vuelve a salir mal, todo se complica, y me pregunto, ¿qué más puedo hacer? Entonces es cuando me entra una especie de desazón, es como si solo quisiera sentarme a observar la vida pasar, porque al final, vivirla así es menos doloroso.

Hoy es uno de esos días en los que prefiero estar sola, no quiero hablar con nadie porque siento que no soy buena para nadie. Ni siquiera para Santiago, he estado pensando que solo lo estoy retrasando, que se queda a mi lado por lástima, porque no le parece un buen momento para cortar nuestra relación. Quizá porque tiene miedo de hacerme más daño del que la vida ya me hizo. Creo que sé que llegará el momento en el que lo mío con el acabará también. Y lo peor de todo es que no siento ni dolor, ni rabia, ni tristeza, es como si ya lo asumiera, como si entendiera que todo está dispuesto para que salga de esa manera y a mí solo me queda aceptarlo.

Salgo y voy a dar una vuelta. Como por inercia camino hasta el cementerio, quiero entrar y sentarme allí en esa paz que hasta hace unos meses atrás era la única que me daba la seguridad de estar viva. Me quedo de pie delante del portón y observo a personas llorar cerca de una tumba. Hasta hace muy poco, ver una escena así era lo único que me recordaba que estaba viva, quizá porque me ponía a pensar que a pesar de todo todavía respiraba y aún podía cambiar la historia. Hoy ni siquiera quiero entrar aquí, no tengo ganas de que algún fantasma comience a seguirme para que arregle su historia inconclusa cuando ni siquiera sé cómo arreglar la mía. Sigo de largo y decido ir por un regalo para Benja, mañana es su fiesta y quiero darle algo que le guste.

Camino y me siento acompañada, sé que es Paula porque hace días no la veo. No traigo la piedra, así que no puedo escucharla si dice algo, entonces prefiero evitarla.

Ingresa conmigo al local y se entretiene mirando juguetes. Un niño con un juguete en especial llama su atención. La veo porque su rostro se ha puesto muy triste, el niño tiene un rompecabezas en sus manos. Ella me mira y me señala la caja. No entiendo lo que quiere, pero me acerco a observar.

Son rompecabezas de distintos superhéroes, ella señala uno y me pide que lo lleve. La miro de nuevo porque quiero saber si es eso lo que me está diciendo. Intento leerle los labios. Una niña pequeña solo un poco más grande que Benja se detiene a mirarme, luego la mira a ella y sonríe antes de seguir de largo hasta el pasillo de las muñecas seguida por su hermanita mayor. Me quedo perpleja porque estoy segura que ha visto a Paola.

Decido que es hora de regresar, tomo el regalo que he elegido para Benja y el rompecabezas que me pidió la mamá de Edu y voy a la caja, espero que me alcance el dinero. Los pago y pido que me los envuelvan para regalo, y salgo de allí.

Cuando llego a casa, subo a tomar la piedra. Paola me ha seguido todo el tiempo.

—Gracias —murmura—. Cuando salía aquel día, él me pidió que le trajera un rompecabezas. Adoraba armarlos, se pasaba el día entero haciéndolos —añade—. Nunca pude traérselo... nunca regresé.

—Eso es... triste —digo sin muchas palabras—. ¿Quiere que se lo dé?

—Sí, dile que he cumplido mi promesa, al menos en parte —añade mirando la caja envuelta en color verde que dejé sobre mi mesa.

—¿La niña? ¿Podía verte? —pregunto y ella asiente.

—Así parece, algunos niños pueden hacerlo —susurra—. Dicen que es una capacidad que se pierde a medida que nos hacemos más grandes y nos centramos más en la realidad.

—Creí que eso era solo un mito... —Ella se encoge de hombros.

—Gracias por todo, Irina. Eres una gran muchacha, a pesar de todo lo que estás pasando aún tienes ganas de ayudarme —susurra.

Me quedo analizando en sus palabras, son todo lo contrario a lo que he estado pensando de mí misma. Creía que estaba siendo egoísta, pero no puedo negarlo, me agrada saber que al menos puedo ayudar a alguien. Voy a intentar que Paola arregle sus problemas lo antes posible, lleva demasiado tiempo en ese sitio.

—Espero que Edu decida pronto escucharla para que pueda continuar con su camino. Imagino que ese sitio no es muy agradable...

—No lo es, pero no es muy distinto a vivir como vivía. Siempre que estamos en medio de verdades no dichas, de situaciones no resueltas, de dudas, de temores, de fracasos, estamos como estoy yo ahora, como detenidos en un espacio del cual no podemos escapar, sin poder vivir la vida como deberíamos vivirla...

—Algo así me dijo una amiga —digo recordando a Lía y la promesa que le hice. Rayos, tampoco estoy cumpliendo con ella.

—Lo bueno es que si estás viva y te das cuenta a tiempo, puedes hacer algo...

—Supongo...

Ella me sonríe con cariño y se acerca a mí.

—Todo va a salir bien, Irina, ya verás —promete.

No sé bien a qué se refiere, pero no tengo ganas de preguntarle. Me gustaría dormir esta noche con esa certeza, con la seguridad de que las cosas se arreglarán, el miedo se irá, las distancias se acortarán, el temor se esfumará y los sentimientos regresarán fortalecidos. Con la ilusión de que el amor vencerá también en mi vida.

Ella se marcha y yo me siento en la computadora, decido escribir un poco, esa es una buena terapia para mí, a través de mis letras logro sacar mucho de lo que tengo dentro y me ayuda a sentirme un poco más libre. Entro a la plataforma solo para darme cuenta que mi historia sigue creciendo, que ya tengo más seguidores y un montón de notificaciones sin leer que dicen que soy lo máximo, la mejor, que mi historia es única y me piden que actualice más seguido.

Me pierdo un buen rato leyendo los comentarios de mis lectores, me siento extraña ante tanta popularidad, sé que es algo intangible y cibernético, pero nunca tantas personas me han dicho cosas tan lindas, no obstante, siento que no las merezco y que si me conocieran no pensarían lo mismo.

Una tristeza se apodera de mí, apago la computadora y le envío a Lila un mensaje diciéndole que la extraño. Y no es mentira, extraño sentirme acompañada, aunque no estuviéramos físicamente juntas. He llegado a la conclusión que la distancia no tiene que ver con la separación física sino con ese espacio intangible que deja en tu corazón una persona cuando se aparta de tu alma.

Llamo a Santiago y conversamos un rato, me pregunta si estoy bien y le miento, él me dice que me siente un poco triste y le digo que ya se me pasará, le pido que me cuente de su día para distraerme y él lo hace. Quedamos en que me buscará para ir al cumple de Benja, y nos despedimos. Decido que mejor me acuesto a dormir, eso es lo único que nunca falla cuando quieres dejar de pensar.

Hola, perdón la demora. Estoy aquí en Guadalajara esperando mi vuelo, así que me puse a escribir algo. Besos

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