* 5 *
Es cerca del mediodía y el sol se alza justo sobre nuestras cabezas, hace un poco de calor, pero no está sofocante. Lila, Santiago y yo estamos sentados bajo el árbol que está casi en el centro del cementerio. Es viernes, pero es feriado, por tanto mi amiga no ha ido a trabajar y su hermano se ha colado con nosotras.
—¿Entonces así es como matan el tiempo? —inquiere Santiago mientras vemos a las últimas personas que han acompañado el entierro de hoy abandonar el sitio—. Matan, el tiempo—ríe mientras hace un gesto con la mano que recalca la ironía en lo que ha dicho, Lila le da un golpe ligero y ríe también, yo solo hago rodar los ojos, este tipo no me cae nada bien y no me agrada que se una a nuestras actividades, pero no me queda más que aceptarlo por el tiempo que se quede en casa de Lila.
—Pues, no hay mucho que hacer por aquí —digo encogiéndome de hombros.
—Algo como ir al cine o a un centro comercial sería interesante, es más, ¡deberían intentarlo! —añade Santiago en tono de broma.
Cuando el silencio vuelve a inundar nuestro sitio, me levanto para ir al lugar del entierro y recoger algo que vi dejar a una mujer. Lo cierto es que quería escapar de Santiago y sus mordaces comentarios, y del comportamiento de Lila cuando está cerca de él.
Sobre la tierra recién colocada, puedo ver una vieja fotografía. La tomo entre mis manos y la observo mientras pido perdón al difunto por tomarme su recuerdo, luego me la guardo en el bolsillo. Al levantar la vista para volver bajo el árbol, veo al oficial de siempre postrado sobre la tumba de Alan y niego con la cabeza. Lo he visto todos los días esta semana, me pregunto si era un amigo muy cercano o quizá su pareja, quién sabe.
Camino de regreso hasta los chicos y los veo comentar algo, supongo que Santiago le está hablando de mí, pero no me interesa demasiado.
—De nuevo está el oficial, el amigo de Alan —digo mirando a Lila, ya le había comentado sobre esto.
—¿Quién será? Se nota que lo quería mucho —murmura ella.
—Ni idea —respondo encogiéndome de hombros—, algún amigo cercano, no lo sé.
—¿Qué trajiste? —quiere saber Santiago.
—Una foto, es del fallecido con su mujer y sus hijos gemelos, los que se fueron de último —explico y la saco del bolsillo pasándosela a Lila.
—¿Y quién crees que era la otra mujer? ¿La que parecía adinerada que los miraba de lejos y se fue antes? —pregunta Lila siempre dispuesta a escuchar mis teorías.
—Podría ser una amante —dice Santiago—. Imagina, esta es su esposa y sus hijos, y la amante los miraba de lejos porque no se atrevía a acercarse —susurra señalando la imagen de la foto.
—No lo creo, se veía muy mayor —respondo.
—Podría ser la madre, quizá, y se notaba de otra clase social, muy distinta a la de la mayoría de los presentes —añade Lila y tiene algo de sentido.
—¿Eso cómo lo sabes? —inquiere Santiago—. Digo, era obvio que estaba bien vestida, pero eso no nos dice nada, ¿o sí?
—Llego en un auto con chofer luego de que empezara el funeral —añado y Lila asiente.
—Además, se mantuvo alejada y siempre con una actitud altiva y prepotente, era obvio que no quería mezclarse... —dice mi amiga y Santiago nos mira a ambas con curiosidad. Me agrada que siempre estamos en sintonía cuando de estas cosas se trata.
—Vaya, son muy observadoras —dice encogiéndose de hombros y Lila simplemente asiente—. ¿No quieren ir a tomar un helado? ¡Yo invito! —añade. La verdad es que yo no quiero ir, pero veo a Lila asentir inmediatamente y sé que no me queda de otra.
De camino a la salida dejo que ellos vayan más adelante, no tengo ganas de participar de la conversación, así que finjo buscar algo en mi celular. El policía —amigo de Alan— se cruza con nosotros y al sentirlo pasar levanto la vista con curiosidad, él se queda mirándome por unos segundos, incluso se detiene. Aquello me hace sentir incómoda, no sé cómo reaccionar a esa clase de miradas, sin embargo algo en él me resulta familiar y me inquieta. Yo ya lo he visto en algún lado, pero no recuerdo dónde. Decido bajar la vista a mi celular de nuevo y seguir mi camino, acelero el paso para alcanzar a los chicos y los llamo para que me esperen.
—¡Ey! ¿Lo vieron? —pregunto—. ¿De dónde conocemos a ese chico, Lila? —Mi amiga me mira con el ceño fruncido y observa alrededor.
—¿Qué chico? ¿De qué hablas? —pregunta.
—Del oficial, el amigo de Alan, se cruzó al lado nuestro y luego se quedó mirándome —añado y señalo hacia atrás, pero él ya no está.
—Yo no lo vi, iba concentrada en lo que él me iba contando —dice señalando a su hermano con una expresión de disculpas por haberse perdido el chisme.
—Nadie pasó al lado nuestro —replica Santiago, pero yo decido ignorarlo. Seguimos hasta la salida, sin embargo no puedo sacarme la extraña sensación de que he visto a ese chico antes. Además, ha pasado demasiado cerca y me resulta raro que Lila no lo haya visto, supongo que ellos iban más adelante y que como estaba distraída no prestó atención, pero sigo sintiendo algo raro.
Cuando llegamos a la heladería ordenamos y nos sentamos en un sitio que encontramos libre. Cada quien se concentra en su helado porque el calor los derrite muy rápido, y a medida que los vamos terminando reiniciamos la conversación.
—¿A qué hora recoges a Benja? —pregunta Santiago y Lila se encoge de hombros.
—Se queda a dormir con su papá, se supone que debe ir con él sábados, domingos y feriados. Lo trae el domingo en la tarde.
—¿No te da miedo? ¿Confías en el tipo? —inquiere él y ella sonríe con tristeza.
—Alguna vez confié en él, ¿no lo crees?, sino no me hubiera acostado —responde con ironía. A Lila le molesta hablar de Marcos.
—Bueno, pensé que había sido un accidente... como nunca hablaste del tema —añade. Lila baja la cabeza y yo sé que se siente algo incómoda.
—No es mala persona el padre de Benja —añado para desviar la conversación y defender a mi amiga—. Además, quiere mucho al niño.
—Eso es bueno... —responde Santiago observando a su hermana—. Y bueno, a esto me refería con hacer cosas que hace la gente común, salir a tomar un helado y conversar sobre los vivos —añade.
Siento ganas de arrojarle el resto de mi helado por su cara. Es irrespetuoso, invasivo, insoportable y cualquier otra palabra que comience con «i», por ejemplo: idiota.
—No te estamos obligando a pasar tiempo con nosotras, Santiago, puedes quedarte en casa cuando desees —respondo cortante y sobretodo cansada. Lila levanta las cejas en señal de sorpresa. Sé que no suelo reaccionar así, pero es obvio que este tipo saca lo peor de mí. Lo siento por Lila, pero no estoy consiguiendo aguantarlo más.
Veo a Santiago abrir la boca como para decirme algo, pero Lila lo mira con súplica y él solo levanta los brazos en señal de rendición.
—Bien, creo que debo volver a mi casa —digo y me levanto bruscamente, ya no puedo seguir aquí—. Gracias por el helado.
—¿No vamos a ver una peli hoy? —inquiere Lila. Es nuestra costumbre ver películas los viernes por la noche.
—Me duele un poco la cabeza, pero si se me pasa te estaré escribiendo para pasar por tu casa —respondo y me doy media vuelta para marcharme.
—Yo no voy a estar, si es que soy el motivo de tu dolor de cabeza —responde Santiago y ambas le echamos una mirada intensa.
—Entonces puede que se me pase —digo antes de partir. Puedo sentir la mirada extraña de Lila en mi nuca, no suelo ser así, pero como dije antes, Santiago despierta mi lado más agresivo.
—Por favor no seas así con ella —escucho a mi amiga decir a mis espaldas—. No quiero que se sienta incómoda, no quiero que cambien nuestras rutinas, ¿está bien?
Me agrada oír aquello y aunque sigo mi camino, no puedo dejar de dibujar una sonrisa en mi rostro, hasta ese momento había pensado que ella no notaba lo insoportable que era su hermano y lo difícil que se me hacía la convivencia, el saberla defendiéndome me hace sentir bien.
Apenas dejo de pensar en eso, vuelvo a sentir como si alguien me siguiera. Me volteo varias veces pensando que es Lila quien trata de alcanzarme, pero no hay nadie. Llego a casa e ingreso hasta mi habitación. Al abrir la caja para guardar la fotografía, veo la nota que ha dejado la muchacha a Alan y vuelvo a preguntarme por el sentido de la misma. Cierro los ojos e imagino algunos capítulos para la historia y decido escribir un rato. Cuando se me agotan las ideas, decido perder tiempo viendo fotos o escuchando algo de música, es entonces cuando una noticia de Facebook llama mi atención, es una nota a la familia a quien Alan había rescatado, estaban agradecidos con él y decían cosas como que la familia del policía siempre podría contar con ellos. Pero no es eso lo que me paraliza y me hace sentir el sudor frío resbalando por mi espalda, no es eso lo que desboca los latidos de mi corazón.
Debajo de la nota hay una foto, se trata de Alan vestido de uniforme en medio de alguna ceremonia. Es la primera fotografía que veo de él, o quizá la primera a la que le presto atención. Y no es que tenga algo especial, solo que yo ya he visto a ese chico en alguna parte. Observo la fotografía una y otra vez sin lograr calmar mi taquicardia. Claro que he visto a este chico más temprano, él me ha mirado fijamente cuando me lo he cruzado en el cementerio.
¡Esto no puede ser real!, pienso, ¡Tiene que ser un hermano gemelo, o algo así!
Busco en Google todas las noticias sobre el fallecido para ver si encuentro más fotos o datos de su familia, necesito con urgencia hallar a algún hermano tan parecido o un primo, pero nada. Siento que me saldrá el corazón por la boca y una sensación de temor se expande por todo mi ser.
Como en gran parte del día, vuelvo a sentir una presencia, como si alguien estuviera mirándome de cerca. Cierro los ojos y tomo un poco de aire, siento que me estoy volviendo loca y trato de calmarme sin éxito. Volteo hacia un lado y luego hacia el otro, y entonces lo veo, Alan está allí observando el cementerio de historias que había quedado abierto sobre mi cama. Y esta vez no está solo, el señor de la foto familiar que acababa de dejar en la caja —el que había sido enterrado esta misma mañana—, también estaba a su lado.
Arrancamos lo que estaban esperando jajaja.
Estoy dedicando los primeros capítulos de esta historia a todas mis amigas :)
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