* 47 *

La noticia de que mamá ha mejorado favorablemente y que ya pronto podrá ir a casa alegra mi corazón, aunque también debo decir que en cierta forma me asusta, porque estar en casa significa sentirnos desprotegidos.

—El doctor cree que el lunes ya le darán el alta —comento mientras Santiago me toma de la mano.

—Eso me parece genial, ¿regresarás a trabajar? —pregunta—. He estado pensando que quizá podríamos buscar alguien para que se quede a cuidarla a tus horas laborales. Supongo que solo será unos días, hasta que se sienta del todo bien —añade—. Porque no creo que pueda conseguir más permisos —se excusa.

—Lo sé, ya has hecho bastante —digo y lo beso en la mejilla—. La mamá de un compañero de escuela de Lucas se ha ofrecido para quedarse en casa a cuidarla, es un gesto muy noble, la verdad, y aunque me da un poco de vergüenza aceptar, creo que lo haré. Ella dijo que es una mujer sola y tiene mucho tiempo ahora que su hijo está más grande —comento y me encojo de hombros.

—Pues me parece bien —añade él—. En esta clase de situaciones siempre aparecen personas que nos tienden una mano, son como ángeles —comenta y yo asiento.

—Lila y Edu irán a ver a Paula —digo—. ¿Sabes algo de eso?

—Sí, mamá llega hoy y se quedará con Lila en la casa, la fiesta de cumpleaños de Benja se pasará para la siguiente semana, el próximo sábado —explica—, y ellos irán este sábado al pueblo a buscar a Paula. Supongo que luego de regresar querrán que tú les ayudes a comunicarse con la señora —añade y yo asiento. La idea de conversar con Santi sobre los fantasmas se me hace extraña, pero a la vez me agrada.

—Extraño a Lila —murmuro y él me mira con sorpresa.

—Pero ha estado viniendo todo el tiempo...

—Lo sé, pero extraño nuestras conversaciones, nuestro tiempo juntas... —añado sin esperar que él lo entienda. Lo cierto es que estamos alejadas por más de estar cerca, y esa es una sensación extraña.

—Solo es un momento difícil para todos, ya las cosas irán volviendo a la normalidad —dice y yo no respondo. Quizá sea cierto, quizá no.

Dejamos pasar el tiempo entre conversaciones sin mucho sentido, luego duermo un rato en el hombro de Santi y más tarde ingreso a ver a mamá. En la tarde, Lucas llega para quedarse un rato de manera que yo pueda ir a casa, darme un baño, cambiarme y descansar un poco. Estoy agotada y necesito estar en mi espacio aunque solo sea por un par de horas.

Santiago me acompaña, pero luego se despide porque debe ir a buscar a su madre a la estación de autobuses. Antes de ir a mi habitación, me doy cuenta que ha olvidado su chaqueta, así que la llevo a mi cuarto, la dejo en mi cama y voy a darme un baño tibio y largo, me lavo el cabello y dejo que el agua caiga sobre mí por un buen rato. Al salir, me pongo algo cómodo y me siento en mi cama.

No puedo dormir, pero tengo la necesidad de escribir. Hace mucho que no subo nada a Wattpad, así que entro a mirar el estado de mis historias. De pronto, la cantidad de seguidores y de lecturas en una de mis historias supera todas mis expectativas, no sé cuánto hace que no entro, pero esto ha crecido de manera inesperada y tengo un montón de mensajes preguntando cuándo actualizaré.

Escribo entonces un mensaje en mi tablero prometiendo hacerlo lo más rápido posible, la idea de tener a todas estas personas ansiosas por una de mis historias me genera ansiedad, pero a la vez me alegra. No puedo creer que alguien lea lo que escribo, pero sobre todo, no puedo creer que lo disfruten.

Me recuesto con una sonrisa en la cara y me permito fantasear con el siguiente capítulo por un instante, me evado así de mi realidad, y no creo que distraerme un rato me haga mal.

Mi celular suena, es Lila. Me pregunta si estoy bien y le digo que sí. Dice que está cerca, que va a comprar algo para preparar una cena especial para su madre y me pregunta si no necesito nada, le digo que no, pero se ofrece a traerme un helado. A eso no me puedo negar.

Casi media hora después, suena el timbre. Es ella, viene con Benja en brazos y trae el helado que me prometió, lo meto en la congeladora.

—¿Vas a ir al hospital esta noche? —pregunta y yo asiento.

—Sí, estaré más tranquila si voy —añado y ella sonríe.

—Disculpa si no he podido estar como me hubiera gustado, con Benja se me hace un poco difícil acompañarte en el hospital todo el tiempo que me gustaría —se excusa.

—No digas eso, has ido todos los días —susurro—, sé que también está siendo difícil para ti. Gracias por estar —comento y me encojo de hombros.

—No tienes que agradecer nada —añade.

Nos quedamos en silencio un buen rato, se siente extraño, no es de esos silencios cómodos, es como si en realidad no tuviéramos nada de qué hablar.

—Bueno... creo que será mejor que me vaya, mamá debe estar por llegar en cualquier momento —dice y yo asiento.

—Espera, Santi ha dejado su chaqueta cuando me acompañó —explico y voy a mi habitación, ella me sigue y sonríe.

—¿Solo su chaqueta? —bromea.

—No seas tonta —digo y ruedo los ojos. Me alegra que me haga bromas, se parece más a la Lila que extraño.

Entro a mi cuarto y busco la chaqueta con la vista, está sobre la cama, al lado de la computadora personal vieja que suelo usar para escribir. Justo en ese momento, recibo una llamada, es Lucas, así que atiendo. Benja juguetea con un oso de peluche que hay en mi cama y Lila lo ataja para que no caiga mientras yo converso con Lucas, él me informa que mamá ya ha tomado sus medicamentos y que ha comido bastante bien, él habló con ella y está contento porque la nota mucho mejor de ánimos. Yo le digo que me espere, que en media hora estaré por allí y que llevaré algo para comer. Nos despedimos y volteo para ver a mi amiga.

—Ahí está la chaqueta —digo señalando, ella asiente, pero no dice nada más. Está seria, como si algo le molestara.

—¿Está bien tu mamá? —pregunta.

—Sí... —respondo y ella asiente. Se levanta con la chaqueta en mano, carga a Benja que lloriquea por el peluche y sale de la habitación—. Bueno, te veo después —añade.

La sigo en silencio, hay algo extraño en su reacción, pero no sé si preguntar o esperar a que diga algo. No sé qué le sucede, pero estoy segura de que algo pasa.

—Dile a Santi que pasaré la noche en el hospital, pero que mamá está muy bien, ¿sí? —añado nada más que para hablar de algo. Ella asiente, aún de espaldas a mí. Entonces, cuando llega a la puerta, se voltea y abre la boca, luego la vuelve a cerrar.

—Bueno... me voy —dice cuando nota que espero a que hable.

—¿Qué sucede? —pregunto y ella niega.

—Será mejor que hablemos en otra ocasión, Irina —dice y yo levanto las cejas. Si me llama por mi nombre completo es que algo sucede.

—No entiendo... —musito.

—Yo tampoco... —murmura y entonces levanta la mano para despedirse.

—¿Estamos bien? —pregunto y ella se encoje de hombros.

—Supongo...

La observo marchar hacia el portón que da a la calle sin comprender muy bien su reacción, pero entonces se voltea y regresa. Está enfadada.

—Sabías que yo leía en Wattpad, te hablé de cada una de las historias que leía allí. Te mencioné quiénes eran mis escritoras favoritas y te conté como tonta el argumento de esa historia que al parecer tú estás escribiendo —dice y yo me muerdo el labio. Olvidé que la computadora estaba encendida en mi muro—. Sé que es una tontería enfadarme por esto, menos ahora que las cosas están difíciles, pero no entiendo... de verdad no te entiendo. Pensé que nos decíamos todo... —murmura con tristeza.

—Yo... —No sé qué decir, odio lastimarla, pero no encuentro palabras. En cierta forma tiene razón.

Niega con la cabeza.

—No digas nada, no hace falta. Perdóname por reaccionar así, solo... no sé qué nos pasó, qué nos está pasando o en qué momento nos comenzamos a alejar. Y no me acostumbro...

De nuevo no sé qué decir, yo también nos siento lejos, aunque es inentendible ya que hablamos todos los días.

—Ya se me pasará... Hablamos mañana, que descanses —me dice antes de voltearse e irse sin más.

Yo la veo partir con ganas de gritarle que la quiero mucho y que pese a todo sigue siendo mi mejor amiga, quiero decirle que yo también estoy preocupada por lo que nos está pasando y que la extraño. Pero nada me sale, no logro ni siquiera decir su nombre.

Ingreso a mi casa, cierro la puerta y suspiro. Por un instante siento que nos estamos perdiendo, que la estoy perdiendo, y eso me asusta. Lila ha sido mi estabilidad por mucho tiempo.

Voy corriendo a mi habitación y tomo mi teléfono. Le escribo un mensaje.

«Lo siento... No sé ser muy buena amiga, pero no quiero perderte».

Preparo mis cosas para regresar al hospital, sé que no me responderá enseguida porque estará con su madre recibiéndola y disfrutando de un momento que anhela hace mucho tiempo. Me distraigo conversando con Lucas y cenando con él, luego cuando nos aquietamos y nos preparamos para dormir en los pasillos de la sala de espera, reviso mi teléfono.

Tengo mensajes de Santi preguntándome cómo estoy, si he comido, si necesito algo, si he descansado. Pero lo único que me interesa es revisar si Lila ha contestado.

«Yo tampoco quiero perderte, pero hay momentos que parece que es algo inevitable».

Sus palabras me duelen mucho, pero yo también siento lo mismo. Decido no responder, cierro los ojos y respiro varias veces. ¿En qué momento la vida se me complicó tanto? 

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