* 44 *
Han pasado dos días desde que todo se ha ido por un tacho. Es martes y el cumpleaños de Benja ya llega, no sé qué hacer, no consigo las ganas para seguir, pero debo levantarme por él. Las cosas parecen haberse detenido en el tiempo y todo lo que parecía estar bien, de pronto está mal. No puedo evitar pensar en lo frágil que es la vida.
Llevo un par de horas en el trabajo, Santiago y yo fuimos muy temprano a ver a Irina, su madre está estable y creen que pronto irá a una sala normal, ya que está en cuidados intensivos. No hemos podido hablar mucho, ya que ninguna de las dos está pasando por un buen momento, pero hemos estado juntas en silencio, lo que también es bueno.
Ahora que tengo un rato de tranquilidad, ya que dos pacientes han cancelado por la tormenta que amenaza con caer, llamo a mi mamá, la extraño mucho, sobre todo estos días que he visto a Irina con tanto miedo de perder a la suya.
—Lila —saluda apenas atiende—. Qué gusto oír tu voz.
—Hola, mamá —digo con tristeza, sé que ella puede percibir mi estado de ánimo.
—¿Estás bien? —inquiere—. ¿Estás en tu trabajo?
—Sí, y no estoy tan bien, te extraño —digo y suspiro, un nudo se me hace en la garganta—. Creo que necesito un abrazo tuyo.
—Y yo uno tuyo —dice con su voz suave y conciliadora—. ¿Sabes? Justo estaba pensando ir unos días antes para ayudarte con el cumpleaños. ¿Te gustaría? —inquiere y yo sonrío.
—Más de lo que imaginas —respondo—. Me siento sola, te necesito... A veces me pregunto por qué vivo tan lejos de ti —añado.
—No se diga más, iré a verlos cuánto antes. ¿Tienes espacio para mí? —inquiere y yo asiento como si ella pudiera verme.
—¡Claro que sí! —respondo con entusiasmo.
Hablamos un poco más y le cuento sobre los últimos sucesos, ella queda preocupada por la mamá de Irina y por mi tristeza, que aunque no le digo nada, ella se da cuenta. Promete tomar el primer vuelo del día siguiente y yo me quedo feliz con la idea de poderla abrazar muy pronto.
Luego de acabar mi jornada laboral, voy a buscar a Benja de la guarde, y cuando llego a casa, hay alguien afuera esperando. Me detengo un rato, pero de inmediato logro identificar la figura femenina que me espera. Camino hasta ella.
—Hola, Anna —saludo y ella me regala una sonrisa tímida.
—Hola, Lila... ¿Podemos hablar? —inquiere y yo me encojo de hombros. Entro y le hago un gesto para que me siga. Una vez dentro, le pido que me espere, debo cambiar a Benja y prepararle una leche. Ella asiente y se sienta en el sofá. Cuando acabo con mis tareas, voy hasta ella y me siento en frente, con mi hijo en brazos a punto de dormirse.
—Te escucho —le digo.
Ella saca una caja de su cartera, se ve un poco vieja y gastada, por lo que enseguida entiendo que es de su madre.
—Aquí ella guardaba sus pequeños tesoros, quizá Edu quiera verlo —dice con tristeza en la voz.
—No creo poder ayudarte con eso, Eduardo no me habla desde el otro día y no sé nada de él —añado.
—Se nota que él está enamorado de ti, no creo que dure mucho en ese plan —afirma y se encoje de hombros—. Quizá esto lo ayude a comprender. Son cosas de mamá, recortes de periódicos, la otra mitad del dije que el padre de Edu le había regalado, un dibujo y una foto de él y su padre. Creo que es todo lo que logró rescatar de aquella época, pero lo cuidaba era su tesoro —rememora.
—Bien... lo guardaré, pero no puedo prometerte nada —digo y ella asiente.
—Siento que las cosas hayan terminado de esta manera, Lila. Me hubiera gustado poder conocerlo, se nota que es un gran hombre y a decir verdad, desde que me enteré de su existencia, soñé con el momento de conocer a mi hermano mayor —dice y sus ojos se llenan de lágrimas—, supongo que era solo una ilusión de niña —añade encogiéndose de hombros—. De todas formas, muchas gracias por la ayuda que Irina y tú me han brindado. Siento que le he fallado a mamá, pero no puedo seguir aquí, debo regresar.
Asiento y nos quedamos en silencio por un buen rato.
—Déjame tu número de teléfono —digo al fin—, si sucede algo yo te avisaré —afirmo.
Ella anota el mío y me manda un mensaje, entonces yo guardo el suyo. No queda mucho por hablar, así que nos despedimos y la acompaño a la puerta deseándole un feliz retorno a su ciudad. Benja ya está dormido, así que lo dejo en la habitación y voy a la sala de nuevo.
Abro la caja con cuidado, es tan antigua o está tan manipulada, que parece que se va a romper con solo mirarla. Adentro está el dije que Anna mencionó, también hay una foto ajada de la familia, Paola está sentada al lado de su marido, Edu está en sus rodillas. No ha de tener más de cuatro años, pero su risa es tan bella e inocente como hasta ahora. Además de eso, hay un dibujo viejo, una especie de monigote de niño tomado de la mano a otro mayor que por el cabello, parece ser una mujer. Sé que es un dibujo de Edu tomando de la mano a su madre. Me enternece y la tristeza se clava en mi interior.
Recuerdo el día en que mi mamá se fue, recuerdo todo el dolor que me causó, pero ella nunca regresó, ella me dejó abandonada y a mi suerte, si salí adelante fue gracias a mis tíos que me regalaron la familia que tuve y que me ayudaron a levantarme. Eduardo tuvo a su padre, y puedo entender a la perfección el dolor que el abandono le ha causado, pero su historia fue distinta, su madre no lo abandonó porque quiso y él debe conocer esa verdad. Pienso en mi hijo y en que nunca lo abandonaría, pienso en que no siempre soy una buena madre, a veces no es sencillo, sin embargo no podría imaginarme una vida sin él, lo que tuvo que haber vivido Paola se magnifica en mi interior y me duele como si fuera yo misma quién ha pasado por ello.
Decido buscar a Eduardo, no importa si las cosas entre él y yo ya no pueden ser, pero algo tengo muy claro. Haré que me escuche y haré que se entere lo que su madre tuvo que pasar, no puede seguir obviando esta realidad. No sé si hablará o no con ella, pero lo que sí sé es que haré que me escuche de una vez por todas.
Decidida, llamo a Santiago y le pido que al salir de su trabajo venga a quedarse por un par de horas con Benja, él no está muy de acuerdo, porque quiere ir donde Irina, pero lo convenzo cuando le digo el motivo de mi pedido. Mientras lo espero tomo un baño y me preparo mentalmente repitiendo una y otra vez lo que pretendo decirle. Santiago llega y le prometo que solo iré a buscar a Edu y que no tardaré más de dos horas, le digo que luego iremos juntos a ver a Irina y le llevaremos algo para cenar. Él asiente y se queda en el sofá viendo una película, ya que Benja sigue dormido.
Salgo de mi casa y voy directo a casa de Edu, pero él no está allí, así que intento ir hasta su lugar de trabajo, es probable que aún esté dando clases o algo así, pero allí me informan que al parecer ha dado parte de enfermo y no se ha presentado en los últimos días. Lo llamo, pero su teléfono da apagado. No tengo manera de localizarlo, y aunque espero un buen rato en la cafetería que está frente a su vivienda, no llega y se me hace tarde para cumplir mi promesa. Así que me toca regresar a casa sin haber logrado mi cometido.
Aun así no pienso rendirme, voy a seguir buscándolo hasta dar con él y hacer que me escuche. Al llegar a casa, Santi está preparando una cena para Benja y comida para llevar al hospital. Le sonrío y me pregunta lo sucedido, le cuento que no lo he hallado y él se encoje de hombros.
Hablamos un rato mientras le doy de comer a Benja, le comento que mamá llegará en cualquier momento y que eso me hace mucha ilusión. Él sonríe y me dice que le alegra saberlo, conversamos sobre el cumpleaños y él me plantea la posibilidad de atrasar la fecha de la fiesta. Yo acepto que ya lo había pensado, así que es casi una decisión. Será mejor esperar una semana a que mejoren las cosas.
Cuando salimos de casa, la tan esperada tormenta está casi sobre nosotros, entro de nuevo para traer los abrigos y llamamos un taxi. Debemos llegar al hospital antes de que llueva demasiado. No me gusta llevar a Benja conmigo por allí, pero no me queda de otra, así que nos vamos.
Cuando llegamos, vamos hasta el piso donde Iri y Lucas suelen estar, pero solo está el chico. Nos dice que Irina está en la cafetería con un chico, y Santiago y yo nos miramos confundidos. Vamos a buscarlos y entonces los veo. Es Eduardo, tiene los ojos rojos y llenos de lágrimas. Irina nos ve y nos hace gestos para que nos sentemos con ellos. Yo me quedo petrificada en mi lugar, por un lado solo quiero correr y abrazarlo, pero tengo miedo de su reacción. Santiago me da un pequeño empujón y yo lo sigo. Edu tiene la mirada perdida en su café y no parece haberse inmutado de nuestra presencia.
—Creo que... los dejaremos solos —dice Irina y hace gestos a Santi. Él lo comprende de inmediato y me pide que le pase al niño, lo hago y ellos se alejan no sin antes despedirse.
—Estaremos abajo —añade Santi—. No te preocupes, yo lo cuidaré —promete y solo asiento.
Me siento en el lugar que dejó Irina, estoy nerviosa, me tiemblan las manos y las piernas. Y todo lo que tenía para decirle se me ha olvidado de repente.
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