* 43 *
Estoy sentada en medio de la sala de esperas, Santiago me abraza y Lila ha llevado a Lucas a comprar algo para comer. El médico acaba de decirnos que mamá está con unas cuantas costillas rotas y un traumatismo de cráneo, pero aun así, ya la han estabilizado y creen que reaccionará bien a los tratamientos.
Me ha preguntado qué ha sucedido y he dudado en decírselo, pero tuve que hacerlo. Lucas me ha dicho que papá ha amenazado con volver y acabar con lo que había iniciado. Según él, papá apareció cerca de las siete de la tarde, se enfadó porque mamá estaba viendo televisión y la cena no estaba preparada. Estaba muy borracho y enojado porque lo habían despedido. Empezó a gritar y a decir que él no podía solo y que se arrepentía del día que decidió casarse con mi madre y tenernos a nosotros, dijo que si no hubiéramos existido su vida sería diferente. Le gritó a mamá y le dijo que no servía para nada y que ni siquiera hacía bien las cosas que tenía que hacer. Mamá se levantó para ir a preparar la cena, pero él la empujó muy fuerte. Ella dio contra un mueble y cayó con el mueble encima de ella.
Papá rio como un loco y se burló de su torpeza, entonces comenzó a patearla en la cabeza y a pararse encima del mueble que estaba sobre mamá. Lucas gritó y amenazó con llamar a la policía, pero papá lo ignoró.
Mamá comenzó a sollozar pidiendo ayuda y papá le gritó que se callara, entonces le dio una patada tan fuerte que la dejó inconsciente. Lucas, fue a su habitación y tomó el teléfono para llamar a la policía. Luego regresó y le avisó a mi padre que se detuviera porque lo denunciaría. Papá quiso pegar a Lucas, pero él fue más rápido y corrió echando cosas por el camino. En eso escuchó la sirena de la patrullera, y papá logró escapar por la puerta trasera no sin antes prometer volver para matarnos a todos y recuperar su vida. Lucas les contó lo sucedido a los oficiales y ellos asistieron a mamá hasta que llegó la ambulancia a la que llamaron.
Cuando yo llegué, la ambulancia acababa de subir a mamá y Lucas estaba hablando con la policía. Nos acompañaron hasta aquí y me dijeron que no nos preocupáramos, que un oficial quedaría a cuidar que nada nos sucediera.
Ya no hay vuelta atrás, mamá está luchando por su vida y Lucas y yo debemos contar la verdad a la policía y a quien deba saberlo, es la única forma en la que podemos protegernos los tres.
—Estoy orgulloso de ti —dice Santiago y me besa en la frente—. Tú y tu hermano han sido muy fuertes.
—No he hecho nada... —digo entre lágrimas—. Ni siquiera estaba allí cuando él los atacó.
—Pero has sido lo suficientemente fuerte para denunciarlo, ahora él ya no podrá hacerles daño.
—Sabes muy bien que no es así —murmuro—, él es peligroso y no estoy segura de que no regrese a buscar su venganza.
—Si lo hace estarán protegidos, además la policía ya lo está buscando —añade.
No digo nada, me quedo en silencio esperando que lo que Santi dice sea cierto.
—Lo siento, siento haberte ocultado lo de los... espíritus... —murmuro entonces, él sonríe.
—Eso no importa ahora, Iri —responde—. Hablaremos después de eso, cuando salgamos de esta...
—¿Crees que veo fantasmas? —inquiero y él parece pensarlo por un rato.
—Suena muy raro, nunca he conocido a nadie que viera espíritus —murmura y besa mi mejilla—, pero creo que existen, y estoy seguro de que si fuera un fantasma, haría lo que fuera para comunicarme contigo —bromea y yo sonrío con tristeza.
—Gracias... por estar aquí, por acompañarme, por creerme...
—Deja de decir gracias. Estoy orgulloso de ti y sé que saldrás fortalecida de esto.
Lila regresa con Lucas y me abraza, no me dice nada, solo me abraza y promete que todo se solucionará.
—¿Cómo? —pregunto y ella se encoje de hombros.
—No tengo idea —murmura—, pero saldremos de esta, Iri, ya verás.
—Perdona por haberte metido en problemas con Edu...
—No es tu culpa, no te preocupes...
La noche cae y el cansancio nos gana, nos dormimos los cuatro en los pasillos del hospital y poco antes del amanecer, Santiago nos despierta a Lila y a mí. Nos recuerda que debe ir a trabajar, y me dice que no me preocupe, que él avisará y que intentará liberarse pronto para venir de nuevo. Lila promete volver a la salida de su trabajo y se despiden.
Me quedo sola, Lucas duerme a mi lado, pero yo ya no puedo conciliar el sueño. Veo a Paola sentada en una de las sillas y observo a mi alrededor. Todo está en silencio, así que voy y me siento en la silla de al lado y tomo la piedra en mis manos.
—Lo siento —murmuro—. Sé que Anna debe regresar a su pueblo, pero ahora no podré hacer nada hasta que mi madre salga de aquí —añado.
—No importa, he esperado demasiado, no me hace nada esperar un poco más. Donde yo estoy el tiempo no se mide igual —responde ella—. Sé lo que está viviendo tu madre, Irina. No es lo mismo que viví yo, pero en muchas cosas es similar. Yo también tuve que aguantar maltrato, tuve que bajar la cabeza y hacer cosas que no quería, tuve que callarme y tragarme el orgullo o lo que me quedaba de él.
—No sé cómo ayudarla a salir de esto... —me sincero—. Por mucho tiempo me dije a mí misma que nunca repetiría esta historia, repudiaba el maltrato que mi padre ejercía sobre ella, pero más temprano, cuando tuve que denunciar, casi no consigo el valor para hacerlo. Casi callo por miedo, a las represalias, a la venganza... no sé ni a qué en realidad... y me di cuenta que soy lo mismo que aborrezco, que esto no solo le afectó a ella, sino a todos, a mí, a mi hermano.
—Lo entiendo, las cosas que nos sucede afectan a los de nuestro entorno, para bien o para mal. Yo nunca quise que Eduardo tuviera tanto odio en su interior, cuando me embaracé de él, jamás imaginé el daño que le ocasionaría.
—Pero no fue su culpa, señora —digo y ella asiente.
—Tampoco es la culpa de tu madre. Ella no puede salir de ese sitio donde está, puede tener muchos motivos para ello, no conocemos cuáles son, pero no debemos juzgarla. Cualquiera podría decir de mí que no quise en realidad regresar a mi casa, que nunca los busqué, pero Dios sabe que ellos eran lo que yo más amaba en la vida. Sin embargo, lo que viví me destrozó tanto, acabó por completo con la mujer que era antes de eso, y tuve miedo, de que las cosas ya no fueran como antes, de que me odiaran, de que no me perdonaran.
—También estaban su marido y Anna —le digo.
—Sí, le debía mi libertad a él y le entregué mi vida a cambio —murmura con tristeza—. A lo que voy es que tu madre no sale de allí por miedo, eso es lo único que te queda cuando te sacan todo, miedo. Quizá teme a lo desconocido, quizá crea que si pierde lo poco que tiene será peor, que debe aguantar por ustedes, quizá crea que no se merece nada mejor. El maltrato y la humillación sistemática terminan por ahogar todo indicio de esperanza o de autoestima que pueda existir dentro de uno, y llega un punto en el que simplemente vives, respiras, existes, pero te sientes tan vacía que ya no puedes luchar por nada, creer en nada, esperar nada... Te apagas, te mueres en vida...
—Lo entiendo...
—Si sale de allí con vida, encárgate de ayudarla a ver que la vida es mucho más que eso... Yo ya no tuve tiempo de descubrirlo —añade con tristeza y yo asiento.
—Y con respecto a usted, Paola, haré lo que sea por ayudarla a cruzar —prometo—. No merece todo lo que ha vivido —añado.
Ella sonríe y niega.
—Ahora me siento más viva que antes —murmura—, en este espacio atemporal he logrado unir cada uno de mis pedazos, entendí y acepté todo lo que viví y lo que perdí. No te preocupes, estaré bien...
Me quedo pensando en sus palabras y de pronto me siento demasiado cansada, en ese espacio en el que una está a punto de quedarse dormida solo puedo sentir que una oleada de tristeza inunda mi alma por completo, hace mucho que no me sentía así. Con ilusión creí que estaba logrando el control de mi vida, que podría salir adelante, que el sol al fin estaba dándome calor y esperanzas, pero ahora solo puedo sentir que el peso del pasado es más fuerte, que todo me tira hacia abajo, que la felicidad se burla de mí en mi cara y que nunca podré salir a flote, nunca podré ser la persona que sueño ser. No sé cuándo me quedo dormida, pero cuando despierto por el sonido del llanto de una mujer que acaba de ingresar, siento como si hubieran pasado cinco minutos desde que me dormí, y el reloj dice que han pasado cuatro horas. Aún me siento cansada, y triste... muy triste.
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