* 38 *


Ya es viernes y solo queda una semana para el cumpleaños de Benja, estoy emocionada, pero también me siento agotada. Hoy no es un buen día, no tengo muchas ganas de nada. Marcos me llamó anoche —justo luego de que corté con Irina— para pedirme permiso para venir por Benja y llevarlo todo el fin de semana, sus padres rentaron una casa de campo para festejar su aniversario de bodas con una fiesta familiar y me preguntó si podría llevar a nuestro hijo. La verdad es que no me siento muy tranquila con la idea, lo traerá recién el domingo y me parecen muchos días. Pero insistió mucho, me dijo que su madre y su hermana lo ayudarían y que no sucedería nada malo. Le he dicho que sí porque no encuentro motivos para decirle que no —salvo mis paranoias de cosas malas que podrían suceder—, pero lo cierto es que Marcos es un buen padre y Benja se lleva muy bien con él, y lo he pensado mucho, si aún fuéramos pareja haríamos ese viaje, la familia de Marcos siempre me ha tratado como a una hija más y no quiero privar a mi hijo de convivir con toda su familia, tanto la mía como la de su padre. Algunas personas pensarán que estoy loca, sobre todo esas madres que intentan separar a sus hijos de su padre como si fueran de su pertenencia, pero lo cierto es que Benja es de los dos y ambos tenemos los mismos derechos. Así que le he preparado el bolso y él vendrá a buscarle en unos minutos.

Me despido de mi hijo llenándole de besos y encargándole en oraciones silenciosas a su ángel de la guardia que lo proteja y lo bendiga. Él se despide agitando sus manitas regordetas y se va en brazos de Marcos, que ya lo está llenando de besos y contándole todo lo que harán en estos días.

Ingreso a mi casa tentada a sentir un poco de desesperación por su partida, pero la hora se me cae encima y debo correr a la oficina. Al llegar, dos pacientes ya están esperando en la puerta y me miran con cara de reproche. Los hago pasar y les tomo los datos.

Cuando el primer paciente pasa a la consulta, me pierdo en la ventana, observo la calle y a la gente ir y venir, me pregunto si a todos les será la vida tan complicada o si a algunos les resultará más sencilla. Me pregunto cuáles podrían ser los problemas de un hombre que pasa vestido de traje y hablando por teléfono o de una mujer que pasea a su perro con ropa de deporte. Suspiro.

Sé por qué me siento así, el disparador ha sido la actitud de Irina anoche. De verdad me preocupé por ella, pensé que algo malo había sucedido, pero ella solo se había olvidado de nuestro encuentro y cuando le dije que no lo podía creer, me dijo que no era para tanto. No sé si eso me duele o me enfada, lo que sí sé es que me siento muy sola. Eso a la vez me hace sentir culpable, ella está feliz, está viviendo cosas nuevas con sus amigas y experimentando todo lo que la vida le puede ofrecer, y eso está bien, lo entiendo y además me pone contenta. Pero tengo miedo de perder esta amistad que significa tanto para mí. No me molesta que tenga otras amigas, pero sí me molesta que se haya olvidado de nuestra actividad y que ni siquiera se hubiera percatado de ello como para enviarme un mensaje y explicarme lo que sucedía. Siento que yo jamás podría olvidar algo así, y es como si escuchara la voz de mamá diciéndome: «Lila, no puedes medir a los demás con la vara con la que te mides tú, no todos somos iguales ni reaccionamos de la misma manera». Lo sé, lo sé... pero me sigue pareciendo injusto.

Por cierto, hoy llamaré a mamá, la extraño y quiero confirmar que vendrá al cumple de Benja, aunque Santi me dijo que le prometió que vendría, ojalá se quede unos días por aquí, llevo mucho tiempo sin verla y abrazarla.

El primer paciente sale de consulta y me pide un turno para la siguiente semana, lo anoto y hago pasar al segundo. En eso recuerdo que mi celular está descargado, me olvidé de enchufarlo al cargador anoche, así que lo saco de mi cartera y lo pongo a cargar. Cuando enciende, empiezan a llegarme muchos mensajes.

«Tengo una gran idea, ¿quieren Benja y tú venir conmigo a un paseo de fin de semana?». Es un mensaje de Edu acompañado de una foto de una especie de cabaña.

«No quiero que te enojes conmigo, Lila, sé que estuve mal». Irina me manda un mensaje acompañado de una carita que llora.

Hay un tercer mensaje de Marcos donde me manda una foto en la que se ve a Benja sonriente y sentado en la sillita del coche que usa cuando se va con sus abuelos, ya que ellos tienen vehículo. Está con el cinturón colocado y tiene en su mano un vaso con jugo. Marcos dice que todo está en orden y me agradece por haberle dado permiso de llevárselo.

El segundo paciente sale y el tercero no ha llegado a la cita. Le aviso a la doctora que tiene libre y yo me dedico a contestar los mensajes.

«No hay nada que agradecer, eres su padre. Diviértanse y cuídense». Le respondo.

«Benja ha ido con Marcos a un evento familiar, ya sabes, familia numerosa, tienen fiesta todo el rato. Estoy sola el fin de semana. ¿Qué propones? ¿Una cabaña?». Pregunto a Edu.

Entonces me quedo pensando qué decirle a Irina.

«No te preocupes, está todo bien». Le digo y ella me responde enseguida.

«Estoy en mi descanso, solo tengo unos minutos para mensajear. ¿Segura que está todo bien? Podemos hacer algo mañana si quieres».

«Estaré fuera el fin de semana». Le respondo, ni siquiera he aceptado la propuesta de Edu, pero lo cierto es que estoy algo molesta y prefiero tomar distancia para no decir cosas que luego pueden dañar.

«Debo ir a visitar a un amigo de mi padre, está un poco enfermo y es como un tío para mí. He alquilado un sitio donde quedarme, es algo así como una cabaña. Se me ocurrió pedirte que me acompañaras. Solo si tú lo deseas...». El corazón se me acelera ante esa idea, un fin de semana solos parece algo romántico y demasiado íntimo.

«¿Dónde vas a ir?». Pregunta Irina.

«Con Edu, a visitar a un amigo suyo en una ciudad cercana». Respondo.

Luego le confirmo a Edu que acepto con un simple «Vamos» acompañado de una carita de monito tímido y un corazón rojo.

Irina me manda una carita de esas que miran de costado e insinúan algo pecaminoso, yo solo le respondo con un monito tímido y ella me manda una carita que se ríe hasta las lágrimas. Edu me manda un corazón y me promete que la pasaremos bien, dice que me buscará a las diecinueve y yo le respondo que lo esperaré.

No hablo más con ninguno de los dos en lo que resta de la mañana y a la salida voy directo a casa. Se me hace extraño no pasar por Benja, no tener que prepararle el almuerzo, cambiarlo y hacerlo dormir, tener tanto tiempo para mí misma solo me hace sentir más sola.

Me siento en el sofá y observo pasar la tarde mientras pienso en mis sentimientos fluctuantes y me pregunto si un día dejaré de ser tan inestable, de saltar de la felicidad a la tristeza de un instante al siguiente, me pregunto cómo vive la gente normal y si a los demás les sucede lo mismo que a mí. Extraño las rutinas, extraño las tardes en el cementerio inventando historias sobre muertos, las conversaciones sobre historias que solía leer y esos momentos de silencio en los que mi amiga y yo estábamos en la casa, haciendo nada o viendo una película mientras Benja jugaba en el suelo o dormía en mis brazos.

Me siento egoísta al extrañar todo eso, siempre deseé algo mejor para Irina y debería estar contenta porque ella está ocupada trabajando y viviendo. Lo cierto es que esta sensación me lleva a pensar acerca de lo efímera que es la vida y lo fugaces que son los momentos y las personas. Por un segundo pienso en la novia del policía fallecido, o en Luciana, y me siento mal de nuevo, qué difícil debe ser para ellos crear nuevas rutinas sabiendo que las personas a las que amaron ya no volverán.

Para distraerme, llamo a mamá y le cuento sobre los preparativos del cumpleaños de Benja y lo mucho que la extraño. Me dice que justo había estado pensando mucho en mí y me promete tomarse unos días para venir a vernos.

Cerca de las seis de la tarde, me pongo a preparar el bolso, pensar en las prendas que llevaré me distrae de la oscuridad de mis pensamientos, sin embargo, la idea de estar a solas con Edu también me genera ansiedad, no sé qué llevar, cómo vestirme, me pongo a pensar dónde dormiremos y si lo haremos juntos. Me siento en la cama y suspiro, me gustaría tener un botón para apagar mi cerebro, necesito analizar menos la vida y vivirla más, eso es lo que dicen mis gurús de la felicidad, necesito aprovechar el presente, que es lo único que existe y lo único que poseo ahora mismo.

Y mi presente es este: estoy por ir de paseo con mi novio, es una aventura y debería disfrutarla.

Él llega a las siete en punto y yo corro a abrazarlo, él me rodea con los brazos y me besa en la frente. En sus brazos me siento a salvo, es como si mis pensamientos fueran sombras gigantes que me asustan en la oscuridad, pero cuando él llega, con la luz de su mirada, los asusta y se hacen tan chiquitos que no me parecen ya tan peligrosos. A su lado siento que puedo enfrentar al mundo. Y esa sensación me hace bien.

Al menos por hoy decido vivir solo el presente. Después de todo, el pasado y todos los momentos que he estado recordando a lo largo del día, ya no existen. Y el futuro no es nada más que el presente que viviré mañana y el pasado que recordaré pasado mañana, ¿de qué me sirve adelantarme a los hechos? Así solo me pierdo de las cosas bellas que me están sucediendo ahora, por ejemplo, Edu llevando mi maleta a su coche y sonriendo con toda su alma en una promesa de un fin de semana perfecto.

«Quería llegar antes de que te fueras, pero no he podido salir temprano. Diviértete mucho y mándame fotos. Cuídate, ¿sí?». Es el mensaje de Irina que me llega justo cuando me siento en el lado del acompañante.

«Te mando un beso, tú también cuídate». Respondo y coloco música en la radio del auto. Edu arranca y me regala otra sonrisa, luego coloca su mano derecha sobre mi rodilla.

—Gracias por venir —me dice.

—Nada que agradecer, gracias por rescatarme de mis pensamientos —digo y él asiente.

Luego de un rato, los dos estamos tarareando canciones de la radio y conversando sobre la música que nos gusta mientras hago zapping y busco buenas melodías. El atardecer nos cae encima y los colores del cielo se iluminan al máximo antes de desaparecer dando paso a la oscuridad. De pronto, el viento que sopla, las melodías melancólicas de la radio, las caricias tiernas de Edu y las estrellas que ya brillan en el cielo, me prometen que estaré bien, que después de todo, siempre estoy bien. 

Lo vuelvo a decir: Amo a Lila. Y es un poco raro, porque me identifico demasiado con ella y quizá debería ponerme nerviosa jajaja como yo me pongo nerviosa a mí misma cuando me pongo a divagar así como ella sobre la vida, las personas, la muerte, los momentos, el pasado, y el futuro. Pero sin embargo, me encanta su forma de ser, tan profunda y confusa... jajajaja... Bue, ni yo me entiendo. Espero que les haya gustado el cap.

He hecho algunos arreglos en los caps anteriores que tienen que ver con la línea de tiempo, porque me confundí con algo y por eso cometí un error en el cap anterior. Pero bueno, saben que esto es solo un borrador y que al final cuando lo edite veremos qué tal ha quedado :) 

Besos, no hemos quedado en los Wattys, pero no importa, esta historia tiene un premio en mi corazón, no porque sea genial, ni siquiera sé si lo es o no, pero lo que sí sé es que le tengo un cariño muy especial.

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