* 32 *
Cuando llegamos a la dirección, vemos a dos personas bajando de un vehículo con bolsas como si vinieran del supermercado.
—Es ella —dice Irina dirigiéndose a la más joven de las dos, asumo que la otra mujer es la madre—. Acerquémonos —añade y yo siento que se me aflojan un poco las piernas. Esta cuestión de enfrentar a los vivos me asusta porque nunca sabemos cómo reaccionarán cuando les dices que hablas con su ser querido fallecido.
—¿Segura? —inquiero, pero Irina ya ha avanzado un par de pasos, así que solo toca seguirla. Me gusta lo decidida que se pone cuando se trata de ayudar a los fantasmas que ella puede ver.
—¿Luciana? —pregunta mi amiga y la muchacha da media vuelta. Puedo ver que lleva en su muñeca una pulsera igual a la que Irina tomó en el cementerio.
—¿Sí? —dice y nos mira con curiosidad.
—¿Podemos hablar un rato? —pregunta Irina con poco tacto y la muchacha frunce el ceño confundida.
—¿Las conozco? —inquiere.
—Bueno... no... —responde Iri.
—Si es algo para vender, no me interesa —añade Luciana y ve que su mamá ya ha ingresado al hogar.
—No... queremos hablar sobre Lía —responde Irina y yo suspiro. ¿Por qué tiene que ser tan directa?
—¿Sobre Lía? —inquiere Luciana y nos observa a ambas—. ¿Eran amigas de ella? —pregunta con cierta incredulidad.
—Sí, somos amigas... —responde Irina y yo sigo sin poder hablar.
—Bueno, no las recuerdo —dice Luciana cruzándose de brazos, esa actitud parece un poco hostil—. ¿De dónde la conocían?
—Pues... la conocimos hace unos días —añade Irina, yo cierro los ojos y suspiro.
—Eso no puede ser, ella ha muerto. ¿Qué es lo que desean y por qué han venido a mi casa? ¿Por qué están mintiendo sobre ella? Ya he escuchado demasiadas mentiras sobre Lía en este tiempo y ya no quiero seguir...
—Tranquila —interrumpo—. Solo te pedimos que nos escuches un rato, es importante... Lía lo necesita... —añado y me doy cuenta que tampoco he sido muy clara, esto no es nada sencillo.
—¿De qué demonios hablan? ¿Están locas?
—Esto puede parecerte muy descabellado, sí, pero ella necesita que tú la perdones para poder seguir.
Luciana abre la boca como para decir algo, pero luego la cierra de nuevo. Descruza los brazos y luego solo niega y deja caer los hombros, da media vuelta como para ingresar y dejarnos hablando solas, yo grito un ¡espera! que no surge efecto, y cuando está a punto de meterse a su casa Irina exclama.
—Dice que recuerdes cuando tenían solo doce años e hicieron una promesa tras la muerte en un accidente del papá de Esteban. Dice que ella te hizo prometer que si morían sin poder despedirse la una de la otra, en un accidente o algo así muy abrupto, la que falleció debía volver para despedirse, como un fantasma o en un sueño o como fuera... —dice con rapidez, veo a Luciana detenerse de golpe, pero sigue mirando a la puerta de su casa—. Dice también que tú le dijiste que esa promesa no tenía ningún sentido y que dejaran de hablar de la muerte porque te daba miedo y no querías perderla.
Luciana se voltea y mira a Irina.
—¿Qué es todo esto? ¿Cómo sabes eso? —pregunta y yo respondo.
—Ella se lo está dictando...
—¿Qué? —inquiere mirándome, yo solo me encojo de hombros.
—Está aquí, yo no puedo verla, pero mi amiga sí. Lleva esperando poder hablar contigo desde el día de su muerte, pero tú estabas en Caracol y nosotras no podíamos ir allí.
—Yo... Esto es una locura...
—Dice que la escuches porque le debes un favor de la vez que te ayudó a salir con Sergio a escondidas de tus padres —añade Irina y Luciana se lleva la mano a la boca.
—No entiendo nada.
—No tienes que entender, solo escuchar —insisto y luego de unos minutos en los que ella parece sopesarlo, termina por asentir. Nos hace señas para que la sigamos e ingresamos al garaje de la casa. Está oscuro, pero Luciana enciende una luz y nos indica que nos sentemos en algunos taburetes que están por allí.
—Las escucho —dice y veo a mi amiga sonreír al vacío, seguro está mirando a Lía.
—Ella quiere que sepas que nada de lo que te dijo el último día es verdad, quiere irse tranquila de que tú sabes que siempre has sido y siempre serás la mejor y única gran amiga que ha tenido. Quiere que la disculpes por las tonterías que dijo en ese momento y sobre todo, por no hacerte caso cuando le pediste que no fuera a la fiesta...
Luciana se queda en silencio y las lágrimas comienzan a brotar.
—No sé si pueda hacer esto... —murmura. Irina se pone seria y la mira con dolor.
—Ella está sufriendo mucho —añade—. Necesita de ese perdón para poder continuar, se ha quedado aquí por eso...
Luciana mira a mi amiga y se muerde el labio.
—Me duele, no entiendo por qué lo hizo. No entiendo qué es lo que necesitaba demostrar, por qué cambió tanto los últimos tiempos, ni siquiera me di cuenta cuándo comenzó a cambiar. Lo he analizado día tras día, noche tras noche y no lo comprendo. ¿Qué es lo que buscaba? ¿Acaso no éramos felices con la vida que teníamos? Estábamos planeando nuestro futuro, estudiar, viajar por el mundo, conocer chicos y formar nuestras familias, que nuestros hijos fueran amigos y jugaran juntos, envejecer juntas... ¿Qué sucedió con todo eso? ¿Qué hizo que ella se olvidara de todo?...
Irina no responde por un buen rato, Luciana observa el suelo y llora.
—A veces las personas tienen caminos distintos —dice mi amiga luego de un rato—, Lía dice que tú entendiste la vida antes que ella, que tú fuiste capaz de dar prioridad a las cosas que valían la pena, pero que ella se perdió en las distracciones pensando que quizás allí encontraría un poco más de adrenalina, de diversión y de felicidad. Dice que no es que le faltara nada ni que se hubiera olvidado, simplemente pensó que tú siempre estarías allí y tenía ganas de investigar más allá de la certeza de lo que ya tenía en su vida, y fue en búsqueda de una ilusión que la cegó por completo. Dice que se equivocó porque no midió las consecuencias, porque ella pensó que las cosas malas solo le pasaban a otros y que a ella no le sucedería nada, se sentía joven y dueña del mundo, pensó que el día de mañana solo serían recuerdos que tendría para contarle a sus nietos...
Luciana niega con la cabeza y solloza.
—Los últimos tiempos sentía que no te conocía...
—Dice que eres la única que la conoce —añade Irina—. Y que se siente muy sola sabiendo que ya no van a compartir todo eso que soñaron, que se siente culpable y que siente mucho haber arruinado el futuro que imaginaron... Dice que no merece tu perdón, pero que no puede seguir sin él.
Luciana se echa a llorar con más fuerza y sus manos acarician la pulserita que trae en su muñeca.
—Eres mi mejor amiga, Lía, y no sé cómo voy a seguir sin ti. Ahora no tengo a quien contarle lo que me pasa, lo que me duele. Hay momentos que estoy tan enfadada contigo por haberme dejado sola... —musita y hace silencio. Frunce los puños como si fuera a golpear a alguien—. Pero tienes que seguir... a dónde sea que tienes que ir, y debes esperarme allí... promételo...
—Dice que te esperará con ansias, pero quiere que le prometas que vivirás una vida feliz y que solo recordarás lo bueno... —añade Irina y Luciana asiente secándose las lágrimas con el dorso de la mano derecha.
—Te quiero tanto...
—Ella también te quiere y dice que la amistad de ustedes es indestructible y que trascenderá incluso a la muerte. Dice que nunca estarás sola y quiere que te de esto —dice Irina y saca la pulserita que Luciana había dejado en la tumba de Lía de su bolsillo—. Quiere que lo conserves... y dice: adiós.
Luciana murmura un tímido hasta pronto.
Un silencio nos invade y veo a Irina asentir mirando al vacío, luego sonríe y sus ojos se ponen acuosos. Vuelve a asentir y entonces hace un gesto con su mano como si se despidiera.
—Se ha ido —dice al fin.
Luciana no responde y nosotras no nos movemos de nuestro sitio. Casi diez minutos después, ella se levanta y va en busca de algo. Saca una caja grande y nos muestra lo que hay en ella. Un montón de cartas, fotografías y recuerdos de una amistad que ha durado toda una vida.
Por el resto de la tarde Luciana nos habla de Lía, nos cuenta quién fue, qué soñó. Nos muestra fotos de infancia, adolescencia y juventud. Nos cuenta sobre la amistad que tuvieron, sobre las cosas por las cuáles solían discutir, nos cuenta de algunos viajes que hicieron juntas y de todo lo que imaginaron pasaría en su futuro.
No nos pregunta quienes somos ni tampoco indaga sobre cómo es que podemos contactarnos con los muertos, ella solo habla y habla, y nosotras la escuchamos con atención. En cada palabra hay dolor, pero también hay amor. En cada anécdota hay recuerdos que lastiman, pero también hay esperanzas. Ambas entendemos que ella necesita sacar de adentro todo aquello que estaba guardado en esa caja como si lo tuviera en su corazón.
La noche cae y las tres nos hallamos en silencio. No sé qué piensan ellas, yo solo veo la vida desde otra perspectiva. Me he puesto a pensar en las miles de veces que me he quejado por tener que levantarme temprano para ir al trabajo o que deseo que Benja duerma para poder descansar un poco. Recuerdo lo difícil que me resulta ser yo a veces y las veces que me he sentido triste o insatisfecha conmigo misma. Pongo todo eso en perspectiva a las historias que he escuchado más temprano y me doy cuenta lo rápido que el presente se convierte en pasado, lo fugaz que es la vida.
Lía ya no existe hoy, es solo un recuerdo en la mente y el corazón de Luciana, es solo una chica sonriente en un pedazo de papel que capturó un momento que ya pasó y que nunca se repetirá. Me quedo pensando las pocas veces que me sentí realmente feliz, esos momentos que mi corazón latió fuerte y me envolvió la plenitud. ¿Por qué siento que son tan pocos comparados con los problemas y los momentos tristes? ¿Por qué si son los únicos que realmente valen la pena?
Son esos momentos los que hoy recuerda Luciana, son los únicos que alimentarán su alma para sacarle el dolor de la pérdida y convertirlo en aceptación y esperanza. ¿Por qué entonces vivimos como si fuéramos eternos? ¿Por qué no puedo disfrutar más del presente e intentar ser más feliz?
En ese momento tomo una decisión, quiero ser feliz en todo momento sin importar lo que suceda a mí alrededor. Quiero vivir el presente como lo único que poseo en este momento. Quiero cambiar mi vida, quiero volver a soñar y hacer lo que pueda para alcanzar esos sueños. Quiero disfrutar de la vida y de las personas que amo sin miedos, porque no sé el tiempo que tenga para vivirla y para compartirla con ellos.
Esa noche, Irina y yo caminamos bajo las estrellas de regreso a casa. Luciana nos ha abrazado a ambas como si nos conociera de toda la vida antes de despedirnos. Ambas estamos en silencio, pero ambas sabemos que desde hoy, muchas cosas serán diferentes. No hemos hablado aún, pero el ambiente alrededor de nosotras ha cambiado y sé que las dos podemos sentirlo.
Amo este cap
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