* 29 *

Ha sido un día horrible. Apenas he podido respirar y mantenerme alegre todo el día en el trabajo ha costado demasiado, pero era el primer día y no podía fallar. No tenía planeado contárselo a Lila, pero creo que exploté. Por momentos siento que todo me supera y que no puedo seguir.

Santi me llamó a su oficina esta mañana y yo me mostré distante. Papá me prohibió salir con él anoche, justo antes de empujarme por la silla y hacer que me cayera sobre una de mis mesas de noche lastimándome mal la espalda. Intentó abrazarme y le dije que sería mejor que nos olvidáramos lo sucedido el día anterior.

Enseguida se dio cuenta que algo me pasaba y me preguntó si estaba bien, le dije que era mejor para ambos quedar solo como amigos y que deseaba volver al trabajo. Al notar que estaba lastimada me pidió que le mostrara mi herida y se lo negué. Noté su enfado y su frustración, pero no volvió a hablarme el resto del día. Tenía razón para estar así.

Aún con el dolor horrible que me causaba tener que saludar con una sonrisa a cualquier cliente, lo hice. Soporté el día de trabajo porque papá me dijo que no lo hiciera y yo no iba a dejar que me sacara también eso. Trabajar era mi única posibilidad de largarme de esa casa cuanto antes.

Ahora iba camino a casa, Santi me acompaña en silencio, pero lo noto diferente, ya no parece enojado.

—Perdón... —susurra.

—No hay nada que perdonar —digo y lo miro con dulzura.

—¿Sabes? No importa que no quieras salir conmigo, no voy a dejarte sola de todas maneras. Ni Lila ni yo te dejaremos atravesar esto sola.

—No pueden hacer nada...

—No, pero podemos ayudarte a ti a hacer algo —dice y yo me encojo de hombros. No sé a qué se refiere, pero no tengo ganas de averiguarlo. Santiago me toma de la mano y aunque por un instante quiero soltarle, no lo hago, él me da paz y no quiero alejarlo del todo.

—No creo que te merezcas alguien como yo, alguien que tiene una vida tan complicada. Tú necesitas reconstruir tu futuro, pensar en cosas bellas. Yo prometí no dañarte y aunque creas que lo estoy haciendo al intentar alejarte, pienso que esto te generará mucho menos daño.

Él se detiene y me observa con seriedad.

—No lo acepto. No acepto tus palabras —dice y yo levanto las cejas con curiosidad—. Me gustas y no me importa qué tan complicada sea tu vida. Déjame a mí decidir si quiero o no ser parte de esto, y mi respuesta es que quiero ser parte de tu vida, Irina. Si quieres que me aleje, lo haré por ti, pero no te dejaré sola de todas formas —añade.

—No lo entiendes, él es peligroso. Cada vez es más violento. No quiero que te haga daño.

—Yo no quiero que te haga daño a ti —dice y yo niego.

—Es tarde para eso —respondo con tristeza al percatarme cuánto daño me ha hecho ya, y no me refiero a lo físico. Santi se acerca a mí y toma mi rostro entre sus manos.

—No, nunca es tarde. Quizá ha lastimado tu cuerpo y es muy probable que sus golpes constantes han dañado tu autoestima y te han vuelto insegura y temerosa, pero no dejes que dañe tu alma, no dejes que te quite las esperanzas, el deseo de encontrar el amor y la felicidad, la posibilidad de un futuro en el que tú seas quien desees ser y no en lo que él te ha convertido. No dejes que haga contigo lo que hizo con tu madre, no dejes que mate tu esencia —dice y yo no puedo más que derramar algunas lágrimas—. Yo puedo ver eso dentro de ti y me gusta, no voy a dejar que él destruya eso que yo sé que aún tienes dentro.

—Abrázame —susurro y él lo hace con tanto cuidado como si me fuera a romper—. Tengo mucho miedo —murmuro.

—Lo sé... —dice sin dejar de abrazarme—. ¿Sabes? Hace poco leí que en realidad no es el odio lo contrario al amor, sino el miedo, leí que debemos elegir en qué lado de la vida queremos estar, vivir desde el miedo o desde el amor. No dejes que él te haga vivir desde el miedo, has vivido así demasiado tiempo y no eres feliz ni eres libre. Elije vivir desde el amor, estoy seguro que es la fuerza, la única fuerza que puede vencer al miedo.

—Eso suena bonito... —susurro—. A veces siento que nunca he amado en verdad. No sé lo que es el amor. Lo que mi madre hace no es amor, lo que mi padre hace no es amor. ¿Qué es entonces?

—No tengo respuestas para eso —dice casi en mi oído—, pero tengo ganas de descubrirlo contigo, ¿tú?

—¿Y si te pasa algo? ¿Y si te hace daño? ¿Y si te cansas? ¿Y si...

—¿Y si dejas de pensar en los y si y solo vives? —pregunta interrumpiéndome y me mira con dulzura—. ¿Y si me enamoro de ti? —añade acariciando mi mejilla—. ¿Y si te doy un beso?

Yo sonrío con timidez.

—¿Por qué eres tan bueno conmigo? —pregunto.

—No soy bueno —murmura—, a veces, como hoy más temprano, reacciono como un idiota —dice y se encoje de hombros—. Pero debes saber que tú mereces que yo trate de ser la mejor versión de mí mismo para ti...

—¿Por qué? —pregunto y él se encoje de hombros.

—Porque eso es lo que hacemos cuando queremos a alguien, tratamos de ser la mejor versión de nosotros para esa persona, a veces fallamos, otras no... Es lo que haces tú con Lila, es lo que ella hace contigo, por eso son mejores amigas. Y yo quiero hacerlo también... porque tú lo mereces, aunque no sepas verlo, aunque aún no hayas entendido lo mucho que vales —susurra.

—Tú sacas una versión desconocida de mí —digo en un susurro—. Una que ni siquiera sabía que tenía.

—¿Y eso es bueno? —pregunta con una sonrisa.

—No lo sé... No conozco esa parte de mí —digo encogiéndome de hombros, pero un dolor en la espalda hace que frunza el rostro en una mueca de dolor, él besa mi mejilla.

—¿Podemos conocerla juntos? —inquiere y yo asiento.

—Supongo... —murmuro—. Una parte de mí quiere que te alejes porque no quiero dañarte... te lo he prometido... Otra parte quiere que te quedes, cerca... muy cerca...

—¿Qué tan cerca? —pregunta y yo sonrío mordiéndome el labio inferior.

—Muy cerca... —murmuro con vergüenza, él sonríe.

—Te ves bella cuando te sonrojas —dice y yo niego.

—Odio que me descubras tan vulnerable... Ni siquiera sabía que podía sentirme así —murmuro.

—¿Así cómo? —pregunta.

—Así... contigo —digo y él sonríe.

—¿Cuán cerca? —pregunta de nuevo. Entonces me acerco yo y pego mis labios a los suyos, me siento tonta haciéndolo, pero él enseguida responde el beso y ya no me siento tan ridícula.

—Muy cerca —murmuro entre el beso.

—Hagámosle caso a esa parte entonces —dice él y yo sonrío apenas nos separamos—. Me encanta verte sonreír, Irina.

—Tú me haces sonreír —murmuro y él me abraza. Podría quedarme así el resto de mi vida.

Un rato después, llego a casa. Papá aún no ha llegado y eso me da tranquilidad, entro a darme un baño y a untarme algo para el dolor, me recuesto en la cama y de la nada, se aparece Lía.

—Me asustaste —digo y ella sonríe. Tomo la piedra de mi caja para poder conversar.

—El fin de semana llega Luciana, ha llegado la hora —dice y yo asiento.

—Hablaré con Lila para que vayamos juntas a su casa —respondo.

—Gracias —murmura y luego se queda observando por la ventana—. ¿Crees que mañana puedas acompañarme a un sitio? —inquiere.

—¿A qué sitio? Ya empecé a trabajar y tengo menos tiempo —respondo y ella voltea a verme.

—¿Tienes libre la hora del almuerzo? —pregunta y yo asiento—. ¿Podemos ir al cementerio un rato?

—Está bien —digo y ella sonríe. No sé por qué quiere que la acompañe, pero no puedo negarme a sus pedidos, se ve tan triste que es como si pudiera trasmitir esa soledad. Además, al cementerio no voy hace unos días. 

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