* 28 *
Cuando Santiago entra a la casa, yo estoy sentada en la mesa esperándolo. Ha tardado más de lo que ha dicho y estaba algo preocupada, Benja ya durmió.
—Perdón —dice al ver que yo ya he comido.
—¿Estás bien? —inquiero y él asiente.
—Creo que mejor que nunca —añade y yo levanto las cejas.
—¿Hay algo que deba saber? —pregunto y él se encoge de hombros.
—¿Corresponde que te lo cuente yo o que te lo cuente tu mejor amiga?
—Pues... tú eres mi hermano, quizá cada quién puede contarme su versión.
—La he besado... y creo que nos ha gustado a ambos —añade y yo me emociono.
—¿Es en serio? ¿Sí sabes que ella nunca...
—Lo sé —dice interrumpiendo—. Es extraño a esa edad, pero ha sido muy dulce —añade.
—Ella no es como las demás chicas, Santi...
—Lo sé, Lila. Y me encanta —dice con una sonrisa muy dulce. Mi corazón está feliz, pero a la vez tengo mucho miedo que él solo se esté confundiendo y esté buscando en Iri algo que su exnovia no tenía. No digo nada porque no quiero pinchar su globo de emoción.
—Estoy feliz por ti —añado y él me mira con dulzura.
—No le haré daño, te lo prometo —dice como si me leyera la mente—. Pero déjala experimentar, Lila, no es una niña, no eres su madre, no puedes evitar que se caiga y se golpee...
—No lo pretendo tampoco —respondo—. Solo me preocupo. Irina parece muy... frágil, a pesar de todo —admito.
—Es mucho más fuerte de lo que te puedes imaginar —dice y yo frunzo el ceño sin comprender del todo sus palabras.
—Bien... Estoy feliz por ustedes —admito y me levanto para recalentar algo de la cena y servirle.
Mientras come conversamos un poco sobre el departamento, la mudanza y el trabajo de ambos, luego me despido y me voy a dormir, él queda lavando los cubiertos que usó. En mi camino a la cama reviso el celular esperando un mensaje de Irina contándome sobre su primer beso, pero no hay mensajes ni llamadas. No sé cómo sentirme al respecto, pensaba que ella correría a contarme cuando le sucediera, pero intento pensar que quizá no ha podido hacerlo.
Me acuesto y pienso en esa relación. Siento un poco de temor por ambos, pero no quiero meterme, Santi tiene razón, ambos son grandes y podrán tomar sus propias decisiones. El sueño me embarga y vuelvo a revisar mi teléfono por si el mensaje llegó, pero no hay nada.
Por la mañana, despierto tras el sollozo de Benja, parece que está teniendo una pesadilla. Lo despierto con cuidado y lo abrazo, lo cargo para cambiarlo y prepararlo para la guardería. Luego de darle su leche lo dejo jugando en su alfombra mientras yo me preparo para el trabajo. Santi ya ha salido, no sé a dónde tan temprano, pero no tengo tiempo de analizarlo demasiado.
Al llegar a la oficina, sigo sin mensajes de Irina, siento que me está dejando de lado en un momento importante de su vida y eso hace que me sienta un poco triste, es probable que le de vergüenza admitir que tiene algo con mi hermano, pero eso no suena muy lógico, se supone que siempre nos contamos todo.
El primer paciente llega y luego el segundo, la mañana se va muy rápido y cuando salgo del trabajo paso por Benja y voy a casa. Luego de hacer todo lo que debo, recibo una llamada de Edu, me pregunta sobre mi día y cómo la he estado pasando, le digo que bien y trato de no entrar en detalles sobre mi preocupación por Iri. Me pregunta si puede venir más tarde y le digo que sí, dice que traerá algo dulce y me pide que prepare café.
Cortamos y entonces yo me acuesto al lado de Benja para hacerle dormir una siesta. Tomo el celular y decido escribir a mi amiga.
«¿Estás bien? No sé nada de ti, sé que hoy iniciabas el trabajo y estoy preocupada».
La respuesta no llega y junto a Benja me quedo dormida también, dos horas después, el sonido de mi celular me despierta.
«Perdona, no he tenido mucho tiempo. Anoche quise escribirte, pero no pude hacerlo, hoy he llegado temprano al trabajo y aquí no dejan usar el celular. Estoy bien, ahora estoy saliendo y tengo cosas que contarte. Pasaré más tarde por tu casa, ¿quieres?».
Su respuesta me deja más tranquila y respondo que sí, que la espero. La hora se me ha pasado, así que baño a Benja, que también ha despertado con el sonido del celular y luego me baño yo. Le preparo leche y hago el café, Edu estará por llegar.
Cuando suena el timbre, sé que es él y me siento nerviosa como una adolescente. Lo hago pasar y él me saluda con un tierno beso en los labios. Yo sonrío y lo tomo de la mano para guiarlo hasta la sala, ha traído muchas cosas dulces y yo sirvo el café. Benja al verlo sonríe y le estira los brazos como esperando que lo cargue, Edu lo saluda y le alza, besándolo en la mejilla. Ese gesto me derrite el corazón.
Hablamos sobre cualquier cosa y yo no puedo dejar de pensar que su madre podría estar observándonos. Intento desconectar mi cerebro de esa imagen y concentrarme en lo que me dice, pero es difícil. La idea de que pronto tendré que contarle una verdad complicada de entender, hace que por momentos sienta mucho miedo. Me siento muy bien a su lado y no me gustaría que acabara.
Santiago llega un rato después y saluda, me dice que va a ir a su departamento para esperar a los chicos de una empresa de la cual ha comprado una cama y una cocina. Le invitamos un café, pero dice que lleva prisa, así que deja algo y sale. Se nota extraño, parece enfadado o contrariado.
Edu me vuelve a hablar y me cuenta sobre un viaje que está planeando hacer en sus vacaciones, me pregunta si me gustaría acompañarlo y yo no sé cómo responder a eso. Todavía me parece demasiado pronto, así que solo me encojo de hombros, él se apresura a decirme que podríamos ir todos, Iri, Santi, Benja, por supuesto. Yo sonrío y solo asiento.
Cambiamos de tema y luego decidimos jugar a las cartas, conversando me dijo que solía hacerlo con su padre y le pido que me enseñe algunos juegos, así que saco un mazo viejo que tenía guardado y comenzamos. Es divertido, y la hora a su lado pasa de lo más rápido.
Un poco después, él se despide para ir a su casa y yo quedo esperando a Iri que no tarda en llegar.
—¿Cómo te fue en tu trabajo? —pregunto entusiasmada cuando la veo ingresar.
—Bien, muy bien —responde algo animada, sin embargo camina con lentitud y hay algo extraño en ella.
—¿Estás bien? —pregunto y ella asiente.
—Me duele un poco la espalda, supongo que es porque me está por bajar la regla —dice.
—Siéntate, ¿quieres café o algo? —inquiero y ella asiente.
—Santiago me besó anoche —dice mientras yo voy a la cocina. Sonrío y la observo con picardía, ella sabe que yo ya lo sé—. Te lo quería contar anoche, pero...
—¿Estás bien? —pregunto de nuevo, hay algo en su mirada.
—Sí... No te preocupes —dice y baja la vista.
—¿Y qué pasa con Santiago? —pregunto y ella se encoje de hombros.
—No lo sé, supongo que me gusta, y por alguna de esas cosas extrañas de la vida, a él también le gusto —añade y yo me acerco a ella, le paso el café y me siento a su lado.
—Eres hermosa, Irina. No sé por qué piensas que no puedes gustarle a cualquier chico —digo y ella se encoje de hombros.
—No sé qué es lo que podría alguien ver en mí —dice y sus ojos se llenan de lágrimas. Yo no sé por qué se ha puesto así, pero la miro con ternura. Le saco la taza y la abrazo.
—No estás bien y no quieres decirme qué traes. Se supone que deberías estar feliz, ¿no? ¿Acaso no te gusta él? —inquiero y ella asiente.
—Me gusta mucho, Lila —dice con tono infantil—. Pero no valgo la pena, no debe perder su tiempo conmigo.
—¿Cómo? ¿Qué cosas dices? —inquiero y la aparto para verla. Levanto su rostro entre mis dedos y le regalo una sonrisa—. ¿Por qué estás siendo tan tonta? —pregunto.
—Él se merece algo mejor que yo —dice y vuelve a sollozar, la abrazo de nuevo y ella da un brinco cuando mi brazo toca su espalda.
—¿Qué te sucede? —digo ante su reacción.
—Na... nada —dice ella y me observa de una manera que nunca antes lo ha hecho. Quiere decirme algo y no se anima.
—Irina, ¿no confías en mí? —pregunto y ella no responde. Sus ojos se llenan de lágrimas que caen como si de una catarata se tratara—. ¿Qué pasa? —pregunto ya con un poco de desespero. Irina levanta entonces su remera y un moretón enorme y morado se extiende por su espalda y parte de su abdomen. Mi boca se abre, no entiendo bien qué es lo que me está queriendo decir—. ¿Qué te sucedió? —exclamo casi gritando.
—A mi padre no le ha gustado que llegue tarde anoche a mi casa —dice en un hilo de voz.
Todas las palabras que podría utilizar para formar una oración coherente se borran de mi mente en ese instante. No estoy entendiendo nada, es un golpe demasiado fuerte, ni siquiera sé cómo está en pie. La veo hundirse en el sillón y entonces comienza a hablar, empieza a contarme una historia de terror sobre un padre que golpea a su madre y que en ocasiones, también a ella. Me cuenta sobre una familia destrozada por la violencia doméstica, me habla sobre la nula autoestima de su madre y lo mucho que ella odia verse convertida en lo que tanto aborrece. Creo que nunca ha hablado tanto y creo que nunca me he quedado sin palabras por tanto tiempo. Me siento horrible, recuerdo episodios en donde ella tenía algún golpe o algún moretón y ahora sé que ninguno fue accidental. Me dice que Santi lo sabe, que él la descubrió hace un tiempo y me pide perdón por no haberme contado antes.
—Iri... por Dios —digo y la abrazo ahora con mucha suavidad—. No deberías estar viviendo este infierno. No es justo.
—No es justo que nadie más forme parte de esto, Lila. No puedo salir con Santiago porque lo expondría a la locura de mi padre, él me lo dejó bien en claro. Tampoco quería que tú lo supieras porque sabía que te sentirías mal y no podrías hacer nada. No quiero que nada les suceda a ustedes, ¿me entiendes? —dice casi en un sollozo desesperado.
—No puedes seguir viviendo eso —digo aún atónita—. ¡Debemos hacer algo!
—Por eso no quería contarte —dice con tanta tristeza que sus palabras me lastiman el alma.
—Pero... no quiero dejarte sola en esto...
—No hay nada que puedas hacer... Hoy le dije a Santi que no podemos tener nada y creo que está enfadado conmigo y le entiendo... —dice bajando la mirada—. Ayer le prometí que no lo iba a lastimar y no he cumplido mi palabra ni siquiera por veinticuatro horas —añade. Está hecha un mar de lágrimas y solloza con desespero.
La abrazo, no sé qué decirle, solo quiero que sepa que estoy aquí.
—Saldremos de esta, Iri. Yo te ayudaré. No estás sola... Santi lo entenderá. Yo sé que sí.
La dejo llorar en mis brazos y en un momento se queda dormida. Es probable que no haya dormido nada anoche, y hoy se levantó y fue a trabajar con ese dolor de cuerpo y alma. Me da mucha tristeza, la recuesto en el sofá y le cubro con la manta que suele usar Santiago. Me paseo por la habitación sin saber qué hacer o qué decir, sin poder encontrar una solución o una salida.
La puerta se abre y Santiago entra. Le hago un gesto para que haga silencio y él la ve dormir. Niega con la cabeza y sale de la casa, yo lo sigo y lo tomo del brazo como puedo, Benja está en mis brazos.
—No seas duro con ella, por favor —le suplico.
—No lo soy, no estoy enfadado, Lila... —dice y yo bajo al bebé.
—¿Viste la herida que tiene? —pregunto y él niega.
—No me la quiso mostrar...
—Me contó todo... —admito aún sin muchas palabras—. No podemos permitir que siga sucediendo —digo y él suspira.
—No quiere que me meta, me ha dicho que prefiere que no salgamos, que prefiere que solo seamos amigos... Me ha dicho que lo siente, pero que hay cosas que no se pueden cambiar...
—Entiéndela, Santi... Lo que está viviendo no es sencillo.
—¡Pero yo la puedo salvar, Lila!
—No se trata de ser un héroe, Santiago. No puedes salvarla de algo así, esa no es la actitud —digo y niego—. Ahora me explico tantas cosas... su forma de ser, su forma de esconderse en el cementerio y en las historias que inventa en su cabeza, su manera de escabullirse de la vida... —digo más para mí que para él—. No la podemos dejar así... debemos ayudarla...
—Ella no me quiere en su vida...
—¿Eres idiota? —pregunto con los nervios a flor de piel, Benja se sobresalta y yo bajo el tono—. Te necesita más que nunca, le gustas y solo quiere protegerte del mundo horrible en el que vive. No te comportes como un niño estúpido, Santiago. Ni tú ni yo podemos salvarla, estas cosas no funcionan de esa manera, vivir en una familia como la suya es algo que te atrapa, como si fuera un pulpo que te envuelve y te deja sin aire, ella solo quiere protegernos de eso, cree que si se aleja de ti o si me oculta lo que vive nos mantendrá a salvo, pero solo se está hundiendo más. Es ahora cuando más necesita de sus amigos y sus seres queridos, y esos solo somos tú y yo, ¿comprendes? No podemos salvarla, pero podemos ayudarla a salvarse ella misma si logramos que entienda que lo que vive no es justo y que no se lo merece.
—¿Pero cómo hacemos eso? A veces ella se asusta de mí y parece como si esperara que yo le hiciera daño —murmura mi hermano con frustración.
—Con amor, con paciencia... estando para ella... Ya veremos la forma —digo y él asiente.
—Tienes razón... Hoy me he comportado como un idiota —añade con frustración.
Irina sale por la puerta y nos ve hablando. Baja la vista.
—Me tengo que ir —añade—. Estoy cansada y necesito llegar temprano a casa.
—Déjame acompañarte —dice Santiago y ella niega.
—No... No es necesario.
—Sí lo hará —digo y ella me observa—. Y no es negociable —añado. Santi se acerca a ella y mi amiga no responde. Los veo caminar hacia la salida, ella con mucha dificultad. Ingreso a la casa con mi hijo en brazos y solo tengo ganas de llorar, nunca imaginé que mi mejor amiga estuviera viviendo ese tormento, me siento mala persona, mala amiga por no haberme percatado antes de su realidad. Algunos recuerdos vagos y lejanos vuelven a mi mente y trato de evitarlos, no quiero llorar ahora, no frente a mi hijo que me mira con una sonrisa dulce y me pasa un juguete esperando que juegue con él.
Me siento en el suelo y dejo que con sus manitos y sus besos babosos me cure el alma por un rato.
Chicos, estoy actualizando seguido porque les debo todo el cariño y la espera. Este jueves estoy viajando para Rca. Dominicana, este viaje es de vacaciones, así que me tomaré esos días para descansar de verdad, de todas formas, escribir es algo que me encanta, así que seguro en algún momento también me sentaré a escribir.
A los de Santo Domingo, los espero el sábado que viene.
No me fallen, si no tienen los libros igual quiero conocerlos :)
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