* 27 *
Cuando Lila se va y me quedo sola con Santi siento algo extraño, es como si estuviera nerviosa, pero a la vez estoy tranquila, es como si me sintiera ansiosa, pero no en el mal sentido. Las manos me sudan y un calor se apodera de mí, creo que mis mejillas se han sonrojado y eso me da vergüenza.
—¿Te gusta mi espacio? —pregunta Santi y yo asiento.
—Es genial, me encanta —respondo y él se acerca, bajo la vista porque temo que descubra el extraño color de mis mejillas.
—Sabes que aquí puedes venir cuando desees —añade.
—Gracias —digo y él se sienta en el suelo, recostándose por la pared vacía.
—No es fácil iniciar de nuevo, pero no sé por qué tu presencia hace que tenga ganas de hacerlo. —No respondo, no sé qué decir ante estas palabras solo sé que me siento aún más incómoda, él sonríe y me hace unas señas para que me siente a su lado, yo lo hago y él continúa—. ¿Sabes? A veces crees que dominas el mundo, que lo tienes todo planeado, que tu vida está escrita y que tienes todo lo que has soñado, y de pronto, te quedas de nuevo sin nada, te encuentras empezando de cero, teniendo que volver a idear un futuro...
—Al menos tienes uno... —digo y al instante me arrepiento de hacerlo, comienzo a juguetear con mis dedos con mucho nerviosismo.
—Tú también tienes uno, Iri. ¿Por qué hablas así?
—No lo sé. Supongo que me he acostumbrado a vivir solo el hoy y no pensar demasiado en el mañana. Quizá no creo que pueda lograr mucho en la vida... A veces siento que no sirvo para nada —digo casi en un susurro, no sé por qué Santi saca esta parte de mí que no logro controlar, esa parte de mí que habla de cosas que nunca quiero exteriorizar.
—Entiendo que sientas así porque lo que vives en tu casa es horrible, es normal que te sientas desanimada y que sientas que no sirves, porque eso es lo que él te hace sentir. Pero ¿sabes? Es justo lo contrario lo que tú me haces sentir a mí. Desde que me dieron las llaves del departamento lo único que quería era traerte aquí, compartir contigo este sitio, que aunque está vacío representa para mí un nuevo comienzo, así como estas paredes están lisas y puedo comenzar a decorarlo como quiero, así es mi vida ahora. Hasta hace muy poco tiempo, cuando nos conocimos recién, lo único que deseaba era estar solo y quizá vengarme... todo lo veía de manera negativa y eso sacaba una parte muy fea de mí. Tú me ponías nervioso —dice y yo sonrío, él me pone nerviosa, pero entiendo que no en la misma forma—, solo porque estaba enfadado con la vida, sin embargo ahora... eres tú la que me da ganas de iniciar de nuevo...
—Tú me pones nerviosa —digo y luego me tapo la boca por exteriorizar aquello, él sonríe y toma la mano que tengo en mi rostro.
—¿Y eso? —inquiere—. No quiero que te sientas así...
—No lo sé, y no creo que sea en el mal sentido —añado y me encojo de hombros, Santi sonríe y acaricia mis dedos con ternura.
—Si te sientes incómoda a mi lado o quieres irte, avísame, yo no quiero que te sientas así —dice y yo sonrío.
—Me siento muy cómoda a tu lado, en realidad, creo que con nadie me he sentido de esta manera nunca antes —admito y él sonríe.
—¿Y Lila? —pregunta.
—Lila es mi mejor amiga, es como mi hermana —digo y me encojo de hombros—, pero tú... estar contigo hace que me sienta especial, segura, protegida... Siento que te preocupas por mí y sé que suena egoísta, pero me agrada.
—No es egoísta, Iri —dice y levanta mis manos para besar mis nudillos, siento que miles de estrellas explotan en mi interior—. Tengo miedo... —admite.
—¿De qué? —pregunto.
—No quiero volver a enamorarme... Tengo miedo a volver a sufrir... —añade y no sé qué decir al respecto.
—Pues... no lo hagas —digo y sé que he sonado como una tonta. Él sonríe.
—Creo que es un poco tarde para eso... —añade y sus ojos buscan los míos. Mis mejillas han de estar del color de un tomate como mínimo, me muerdo los labios y siento que mis manos se han derretido por completo. Él acaricia mi rostro y sé que mis mejillas arden, me ha descubierto—. Me encanta tu inocencia, Iri. Me encanta la pureza de tu corazón.
—¿Cómo sabes que mi corazón es puro? —pregunto y él se encoje de hombros.
—Lo veo en tus ojos, en el rosa intenso de tus mejillas, en tus gestos...
—¿Tan obvia soy? —pregunto y él sonríe.
—Me gustaría que confiaras más en mí, que supieras que lo que estoy comenzando a sentir es algo lindo y que no quiero hacerte daño, que me dijeras lo que sientes sin vergüenzas y que tengas en mente siempre que puedes contar conmigo para lo que sea. No quiero hacer nada que tú no desees que haga, no quiero lastimarte ni herirte...
—Confío en ti, pero no sé qué es lo que siento, Santi. Nunca he vivido esto y tengo algo de miedo también. Además, no entiendo qué ves en mí —digo encogiéndome de hombros.
—Todo... todo lo que tú no puedes ver —dice él y se acerca mucho. Mi corazón está por salir de mi pecho y me alejo un poco para resguardarme—. Lo siento... —se disculpa.
—No... yo lo siento —digo y él se levanta.
—¿Quieres que te acompañe a casa? —inquiere y yo asiento nerviosa, creo que me he equivocado y pienso que él se ha enfadado.
Caminamos en silencio y yo me siento mal, no quiero que se enfade conmigo.
—¿Estás enfadado? Perdóname, yo... solo... —Él se detiene y yo me asusto un poco, lo miro con temor.
—No me gusta que me mires de esa manera —dice y yo bajo la mirada—. No, no es eso —añade y hace un gesto como si estuviera nervioso o algo.
—Perdón...
—Oye... —dice y lo observo, se acerca a mí y solo me abraza. Yo me sorprendo un poco, pero me gusta el calor de su abrazo y el aroma de su piel, con timidez envuelvo también mis brazos por su espalda—. Yo no me enfado contigo, Iri, quiero que dejes de tenerme miedo. Quiero que seas libre a mi lado, que seas como quieres ser, que me digas lo que deseas decir. Que grites, llores o rías si tienes ganas. No me gusta que me temas... Nunca —dice y se aparta un poco para mirarme, toma mi rostro entre sus manos—, nunca jamás te haría daño, nunca te levantaría una mano, nunca —recalca, yo sonrío con nerviosismo.
—Supongo que ese temor está dentro de mí, no lo puedo manejar... —suspiro con frustración, odio darme cuenta de lo insegura que soy y de que me he convertido en todo lo que odio. Él asiente.
—Déjame probártelo entonces —dice y yo solo asiento.
Sus manos acarician de nuevo mi rostro y él se acerca con lentitud, no me alejo esta vez aunque siento que me derretiré entre sus brazos. Nunca he besado a un chico y no sé cómo hacerlo, ¿y si lo hago mal? ¿Y si no le gusta?
Sus labios están ya sobre mis labios y el calor que me trasmiten hace que me olvide de mis pensamientos, se mueve con suavidad y yo lo imito. Se aleja lentamente y me mira con dulzura.
—Nunca he besado a alguien —me disculpo, él sonríe con ternura.
—Ahora ya lo has hecho —dice y pasa su pulgar sobre mis labios— y ha sido perfecto —añade.
Tengo ganas de preguntarle si eso es cierto, si en realidad le ha gustado, pero me da vergüenza, así que me escondo en su pecho y dejo que me abrace. Él lo hace y besa mi frente.
—Yo no quiero hacerte ningún daño —susurro casi en un hilo de voz—. Nunca haría lo que ella te hizo —prometo. Nos quedamos allí en ese silencio eterno cargado de magia y electricidad.
—Me gustas, me gustas mucho —susurra en mi oído y yo me estremezco.
—Tú también me gustas —admito y él me abraza más fuerte.
Entonces se separa con lentitud y vuelve a mirarme, de pronto ya no siento vergüenza, miro sus labios con necesidad de volverlos a sentir sobre los míos, y como si entendiera aquello él se acerca y me vuelve a besar. Ahora ya no siento miedo a que me descubra tan inexperta, solo me dejo llevar y de pronto el beso es más intenso que el anterior. Puedo volverme adicta a esto con facilidad, siento que estoy en las nubes y no quiero bajar.
Nos apartamos unos segundos después y él sonríe, yo también lo hago y entonces nos tomamos de las manos para seguir caminando. De pronto me siento dueña del mundo, me siento feliz y creo que no he experimentado esta sensación muchas veces en la vida. Mi corazón late con fuerzas y me siento viva.
Un poco antes de llegar a casa, le digo que me deje allí. Él asiente y se queda mirándome hasta que ingreso a mi hogar. Al entrar, me recuesto por la puerta y suspiro, siento que estoy flotando en el espacio. Subo con prisa a mi habitación antes de hacer algún ruido que despierte a mis padres, abro la puerta para entrar y la cierro con sigilo.
—¿De dónde es que vienes a esta hora? —La voz de mi padre en el interior de mi cuarto me hiela la sangre.
Bueno... espero les haya gustado el momento
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