* 24 *
De pronto se hizo tarde, y Santiago no llega. Le mando un mensaje para preguntarle por dónde anda y me dice que no me preocupe, que se ha quedado en el trabajo. Aprovecho entonces para darme un baño y leer un libro, Benja no está. Eduardo me llama y siento que mi corazón comienza a latir más rápido.
—¿Hola?
—Lila, ¿cómo estás? ¿Qué haces? —inquiere y yo sonrío.
—La verdad es que solo estaba leyendo. Benja ha ido a un cumpleaños con su padre, Irina se ha tenido que ir a casa y Santi se ha quedado a trabajar, así que estoy disfrutando de la soledad —admito.
—¿La disfrutarías menos si voy a hacerte compañía? Puedo llevar sushi si te gusta...
—Nunca lo he probado —admito avergonzada—, pero siempre hay una primera vez...
—¿Eso es un sí? —inquiere y yo asiento como si él pudiera verme.
—Te espero...
Eduardo cuelga y yo me encuentro sonriendo como una niña tonta. Entonces el recuerdo de la conversación de hoy con su madre e Irina viene a mi cabeza. No tengo idea de cómo haremos que él se encuentre con su media hermana, además odia a su madre y no tenemos manera de explicarle que podemos comunicarnos con los muertos. La idea de perder a Eduardo por esta cuestión de pronto me aterra.
Me pongo una ropa un poco más decente que mi pijama e intento ordenar mis greñas para esperarlo. Me siento nerviosa, ansiosa y entusiasmada.
Cuando llega, no solo trae cena y bebida, además me trae chocolates. Para saludarme se acerca y me besa en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios, lo que hace que las mariposas en mi estómago se despierten aceleradas.
Nos sentamos a comer y conversamos sobre nuestros días, él me cuenta de su trabajo y yo del mío, no hay mucho que decir, pero hasta los detalles son importantes cuando empiezas a salir con alguien. Obviamente obvio la conversación con su madre —fallecida— en la tarde, pero le digo que estoy preocupada por Irina, porque la he visto con una herida que no me quiso contar cómo se hizo.
Él me dice que seguro me lo contaría si fuera importante. Yo asiento, aunque a veces tengo la impresión de que Irina no me cuenta las cosas importantes. Intento no darle mucha importancia a ese pensamiento porque me conozco y no quiero ponerme intensa.
Cambiamos de tema y me pregunta por mi relación con el papá de Benja, le cuento que nos llevamos bien, que solo intercambiamos palabras cuando él lo busca, pero que es un buen padre y que sus padres y su familia en general, quieren mucho a mi niño. Él se alegra, dice que eso es bueno para la salud emocional de Benja.
Cuando terminamos de comer pasamos a la sala, pongo música y comenzamos a compartir nuestros gustos musicales. En algún momento él y yo quedamos muy cerca. Cruza su brazo por mi hombro y yo me recuesto en él.
—Me siento muy bien contigo —murmura y besa mi frente.
—Yo igual... —admito.
Dejo que me tome de la mano y que su pulgar dibuje círculos imaginarios que despiertan mis terminaciones nerviosas. Entonces, él se incorpora para quedar frente a mí, yo sentada en el sofá y él casi arrodillado en frente. Su mirada es dulce.
—Sé que esto puede ser rápido, pero no quiero ni puedo seguir esperando. Me gustas y ya no somos unos niños —dice con una sonrisa tierna—. ¿Me dejas besarte?
El simple hecho que lo haya preguntado se me hace dulce y tierno, es respetuoso y se preocupa por mí en todo momento. Nunca nadie me ha pedido permiso para besarme antes y la verdad es que estaba desando que lo hiciera. Sonrío nerviosa y asiento.
Él se acerca con parsimonia y acaba centímetro a centímetro con la distancia que nos separa, entonces planta con suavidad sus labios sobre los míos y yo correspondo el gesto. Es el beso más dulce y delicioso que recuerdo haber experimentado. Es probable que esté pensando eso porque no beso a nadie como hace un siglo, pero bueno, la idea es que en estos momentos, siento que estoy volando.
Edu se aleja con lentitud y yo tengo ganas de estirarlo de nuevo hacia mí, pero no lo hago, porque no quiero asustarlo. Me parece tan dulce que quiero intentar mantener la ternura del momento. Él sonríe y se vuelve a sentar a mi lado, me abraza y yo me recuesto por su hombro.
—Ha sido fantástico —dice y yo asiento—. ¿Te sientes bien?
—Más que bien —respondo y no miento. Nos quedamos allí un buen rato, en silencio, dejándonos envolver por las miles de sensaciones que fluctúan en nuestro interior, y unos minutos después, volvemos a besarnos. Y lo hacemos por largo rato, una y otra vez, hasta que el sonido de la puerta nos distrae.
Santiago está de regreso y al vernos tan juntos sonríe.
—¿Molesto? —pregunta y yo niego.
—No, ya debo irme —dice Eduardo levantándose—. Mañana hay que trabajar.
Asiento porque tiene razón y lo acompaño hasta la puerta. Nos volvemos a besar como esos adolescentes que no pueden separarse ni un segundo y luego lo veo marcharse, cierro la puerta y suspiro. Mis labios aún conservan su sabor y me agrada. Mi corazón golpetea con fuerza en mi pecho y yo me siento en el aire.
Ingreso a la sala de nuevo y Santiago está sentado, su mirada está perdida en algún sitio de la mesa del centro. Algo le sucede, y no habla.
—¿Estás bien? —pregunto. Él me mira, abre la boca como si fuera a decir algo y luego la cierra de nuevo.
—Sí... Estoy bien... —dice y niega.
—¿Seguro? —pregunto y él asiente.
—Te haré una pregunta —dice y yo me siento a su lado para escucharlo—. Si Eduardo te contara un secreto y te dijera que no se lo contaras a nadie, ¿se lo contarías a Irina? —inquiere y yo me muerdo el labio pensativa.
—Creo que dependería del secreto —respondo con sinceridad—. Pero es probable que no lo haga... Si es algo que solo me lo cuenta a mí debo respetar su confianza, ¿no lo crees? —inquiero y él asiente.
—Tienes razón...
Por un momento siento que quiere decirme algo más, pero entonces suena el timbre de la casa y asumiendo que vuelve Benja, me levanto para ir a abrir. Mi pequeño se tira en mis brazos adormilado y su padre me explica que se había dormido en el carro. Asiento y le agradezco, me despido e ingreso a la casa.
—Tengo que hacerle dormir, si quieres hablar puedo volver luego —digo al pasar frente a Santi.
—No, está bien. Ve a descansar... —Cuando estoy por entrar a la pieza, Santi vuelve a llamarme—. Oye... ya está lo del departamento, puedo mudarme cuando lo desee —añade.
—Está bien, avísame y te ayudaremos —digo y él asiente. Recuesto a Benja en la cama y me acuesto a su lado. Le canto una canción de cuna y él envuelve sus deditos alrededor de mi mano, me mira, sonríe y se queda dormido enseguida.
Entonces me cambio de nuevo y me dispongo a acostarme. Una sonrisa boba se pinta sola en mi boca al recordar los besos que compartí con Eduardo un poco antes. Le mando un mensaje a Irina antes de dormir, pero ella no está conectada, seguro me responderá cuando lo lea:
«Iri, estoy enamorada».
Pido disculpas por tardar en actualizar, estoy con muchísimo trabajo (gracias a Dios) y preparando los viajes de agosto (estaré en Perú y Rca. Dominicana), así es que estoy un poco perdida.
Les pido que me sigan en mis redes sociales en Instagram (lunnadf), en Facebook (lunnadf), YouTube (Lunna de letras) y en Twitter (aranube) para que estén enterados de todo.
Los quiero :)
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