* 20 *

Una semana después de mi salida con Eduardo, él y yo volvemos a quedar en vernos hoy en casa. Durante todo este tiempo hemos estado conversando a diario y lo cierto es que me siento bien.

Irina y yo hemos estado analizando la posibilidad de hablar con Eduardo sobre la mujer que lo sigue, que estoy segura es su madre, pero no sabíamos cómo hacerlo, así que la idea fue invitarlo a cenar a casa e intentar que Irina se pusiera en contacto con la señora en algún momento —si logramos alejarla de él—, para preguntarle qué es lo que desea de manera a encontrar la mejor forma de ayudarla. Esperemos que salga bien.

Y hablando de Irina, ella está distinta. De pronto pasa mucho tiempo con Santiago, hablan como si fueran amigos de siempre y ha decidido aplicar para el empleo en la hamburguesería. Todo eso me pone más que feliz, la veo sonreír más a menudo y cada vez pasa menos tiempo en el cementerio y más tiempo haciendo algo.

Me comentó que hay una chica que la sigue, me contó su historia y la forma en que murió. La tal Lía no se le despega y busca conversar a cada rato. Irina está un poco hastiada de ella, pero también le tiene pena, y le tiene paciencia porque le queda poco tiempo antes de que vuelva su amiga y pueda arreglar las cosas con ella.

Cuando Eduardo llega, todo está preparado. Irina ha dejado la piedra en mi habitación, y esperamos que la mujer la siga en algún momento para que ella pueda contactarse. Santiago ha cocinado esta noche, y todos nos sentamos a la mesa para compartir.

La velada pasa rápido y la comida se acaba pronto, Santiago es un buen cocinero y no queda nada de todo lo que preparó. Reímos por ello y decidimos pasar a la sala, conversamos allí un rato más, hasta que Santi dice que irá a comprar más bebidas y se llevará a Benja con él para hacerlo dormir en el camino. Irina observa al vacío, por lo que sé que está estableciendo contacto visual con la mujer para intentar que la siga a la habitación. Luego de un rato ella dice que irá un segundo a hacer una llamada y se retira dejándonos solos a Edu y a mí. Espero que la señora vaya tras ella.

Eduardo me dice que Benja es un amor de niño y que se porta muy bien, yo solo sonrío y asiento. La verdad es que hoy él ha sido muy cariñoso con mi hijo, incluso le ha traído un muñeco de peluche.

Nos quedamos solos y algo incómodos, es como si de pronto se acabaran los temas, pero no es eso, es solo que me siento extraña. A gusto, pero algo ansiosa, quizás es porque hace demasiado tiempo que no estoy tan cerca de un chico que de alguna manera me atrae.

—¿Te sientes bien? —pregunta y yo sonrío.

—Sí, ¿tú? —inquiero y él asiente.

—Te siento algo cohibida, estás muy callada...

—¿Quieres decir que hablo mucho? —bromeo y él sonríe.

—No, pero...

—Solo... Estoy a gusto contigo, Edu... —añado y él me toma de la mano.

El contacto es suave y dulce, pero miles de estrellas explotan en mi interior. Me siento como una niña aturdida y tonta. Por un lado estoy a gusto, pero por otro, tengo miedo. No quiero volver a enamorarme, no quiero volver a sufrir. No quiero pasar por todo lo que ya pasé, sentirme de nuevo triste y perder a alguien que amé. No quiero equivocarme, más ahora que tengo un hijo que depende de mí.

—Sé que tienes miedo —dice como si fuera capaz de leerme la mente, sus ojos me miran con ternura y su dedo pulgar dibuja círculos imaginarios sobre el dorso de mi mano—. Yo también lo tengo, Lila —añade—. Pero no quiero que el miedo vuelva a detenerme nunca más. ¿Sabes? Pasé gran parte de mi vida dejándome llevar por el rencor hacia mi madre, y eso influyó mucho en todas las relaciones que tuve. Nunca confié en una mujer por miedo a que me hiciera lo mismo que mi madre le hizo a mi padre, ¿lo entiendes? Ellos se amaban, y de repente todo eso fue mentira.

—No sabemos cuáles fueron las razones de tu madre, Edu. No la justifico, pero ahora que somos adultos sabemos que la vida a veces puede ser muy complicada —digo y él asiente.

—Tienes razón, pero ¿abandonarías por algún motivo tú a tu hijo? —inquiere y yo niego de inmediato.

—Yo sé lo que duele el abandono, nunca le haría eso a mi hijo... —digo y él asiente—. A mí también me abandonaron... —añado, pero no ahondo en el tema. Él parece esperar a que continúe, pero no lo hago y él no insiste. Acerca mi mano y posa sus labios sobre ella en un tierno beso.

—Quiero dejarme llevar, quiero ver a dónde nos lleva esto —dice y yo siento como si una bolsa de estrellas se convulsionara en mi interior, sonrío como tonta y asiento—. No quiero hacerte daño —dice y yo me muerdo el labio—, y tampoco quiero sufrir. Pero si algo he aprendido con la muerte de mi padre es que la vida es mucho más que sentarse a esperar que las cosas sucedan, quiero arriesgarme, quiero vivir, quiero sentir... Me gustas, Lila, y aunque sé que es pronto para avanzar, solo quiero que lo sepas.

Siento como si mis mejillas se colorearan de todos los tonos del arcoíris, él sonríe al darse cuenta de mi timidez, pero no dice nada.

—Es cierto —admito—, tengo miedo... Pero tampoco quiero cerrarme a la vida —añado y él asiente. No decimos nada más, él me envuelve en un abrazo y yo solo me recuesto en su hombro. El mundo de pronto me parece cómodo y cálido.

Un rato después, Irina sale de la habitación. Al vernos en esa posición sus cejas se levantan ligeramente y luego sonríe de lado. Se dispone a ir hacia la cocina y sé que no quiere interrumpir, entonces la llamo.

—¿Vemos una película? —pregunto en voz alta.

—Esperemos a Santi, dice que ya viene —responde Irina desde la cocina. Ahora soy yo la que levanta las cejas, ¿cómo ella sabe eso?—. Benja ya viene dormido —añade.

—¿Qué quieres ver? —pregunta Edu y yo me encojo de hombros. Irina regresa con un vaso con agua y se sienta a mi lado, saca su celular y revisa un mensaje que la hace sonreír.

—¿Y eso? —pregunto y ella se encoje de hombros, sus mejillas están rosadas y yo me muerdo el labio a fin de no insistirle para que me diga quién le genera esa reacción. Irina casi nunca mira su celular y últimamente se despega muy poco de él.

Eduardo toma el control de la tele y se conecta a Netflix, propone algunas películas y ambas nos concentramos en la elección. Él no suelta mi mano e Iri ya se dio cuenta, nuestras miradas están llenas de preguntas, ella quiere saber qué está sucediendo y yo quiero saber con quién mensajea tan sonriente.

Santiago llega unos minutos después con Benja dormido en brazos, me levanto para llevarlo a la cama mientras él abre las bebidas que trajo y sirve. Cuando regreso, veo que le ha traído a Irina su chocolate favorito, ella se lo agradece y pretende pagarle, pero él niega y dice que es un obsequio. Entonces entiendo que era con él con quién hablaba y más preguntas surgen en mi mente. De pronto quiero que se vayan todos y nos quedemos solas para poder empezar con el interrogatorio, pero la película está por empezar y toca esperar.

Me acomodo de nuevo entre Iri y Edu, él vuelve a tomar mi mano y yo vuelvo a recostarme en su hombro, por el momento no me importa nada más que estar así, en mi casa, con mi hijo sanito durmiendo en mi cama y las tres personas adultas más importantes de mi vida, mi hermano, mi mejor amiga y Edu... a quién todavía no puedo ponerle una etiqueta, pero que se ha abierto paso muy rápido en mi pequeño mundo. De pronto el ahora, se convierte en un momento lleno de plenitud, mi corazón se ensancha y siento que quiero llorar de felicidad solo por estar aquí con todos los que amo.

La película va a comenzar, y yo solo puedo pensar en que este es uno de esos instantes mágicos en los que la vida te muestra sus mejores cartas, esos instantes que hay que disfrutarlos al máximo porque son aquellos por los que todo vale la pena. La felicidad bulle dentro de mí haciéndome sentir una especie de éxtasis, aspiro como si quisiera absorber todo el aire que me rodea para recordar aromas y texturas de este mágico instante. Me gusta cerrar los ojos y volver a ellos cuando las cosas se ponen difíciles. En momentos así siento el abrazo de Dios, me siento dichosa, plena y feliz.

Amo esos momentos intensos donde la felicidad te toma por completo. Cuando suceden me gusta cerrar los ojos y dar gracias a Dios por poder sentir esa plenitud...

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