* 19 *
Santiago, Benja y yo recorremos el centro comercial hasta que yo encuentro el regalo ideal para mamá y lo compro. Me siento muy feliz de poder hacerlo con mi propio dinero, una especie de orgullo me embarga a la hora de pagarlo y no puedo evitar salir del local con una sonrisa boba pintada en mis labios.
—Sonreír te sienta muy bien —dice Santi y yo solo me encojo de hombros.
—Creo que me gusta la idea de ganar mi propio dinero. Además me agrada el ambiente —añado al recordar la amabilidad de mis compañeras, en especial de Martina.
—Eso suena genial. ¿Tienes hambre? —inquiere y yo niego.
—¿Por qué no llevamos a Benja al parque de diversiones? —pregunto y él asiente. Caminamos hasta allí y él compra unos cuantos juegos. Sin hablar mucho lo llevamos a las máquinas en forma de autos que se mueven por fichas y al trencito para los más pequeños. Benja sonríe animado y nosotros le hacemos gestos y lo saludamos.
La última ficha la utilizamos en el carrusel, pero como está vacío nos dejan subir a ambos. Él se monta con Benja en una especie de tazón gigante y yo subo a uno de los caballos. Reímos y nos divertimos como si fuéramos niños pequeños. No sé hace cuánto que no me divierto de esta manera.
Cuando salimos de allí, Benja está cansado, Santiago lo carga y él se recuesta por su pecho para dormir. Decidimos caminar de nuevo por los pasillos y mirar las vidrieras, conversamos de marcas de ropa que vemos o cosas sin sentido. De pronto, Santiago se detiene con brusquedad.
—Necesito pedirte un favor —susurra, Benja ya duerme en su hombro—. ¿Me dejas abrazarte? —inquiere y yo ni siquiera soy capaz de pronunciar una respuesta, ¿qué clase de pregunta es esa? —. Es solo uno rato —dice y como no respondo, él mira hacia el frente. Sin que yo diga nada pasa su brazo libre por mi espalda y yo me pongo tensa.
—¿Qué sucede? —inquiero, pero entonces una muchacha camina hacia nosotros y lo mira.
—Hola, Santi —dice y lo saluda con un beso—. Hola... —Luego me saluda a mí. Santiago no me suelta y yo sigo algo incómoda, pero no hago nada.
—Hola, Any, ¿cómo estás? —pregunta él de lo más educado—. Ella es Irina, mi novia, y él es su hijo —responde. Yo casi me atraganto con mi propia saliva.
—Un gusto —responde la muchacha—. Me alegra ver que estés bien, Santi —dice ella y hace una mueca de dolor. Santiago asiente y habla con velocidad para evitar que la muchacha continúe.
—Nos tenemos que ir —dice y me empuja con disimulo. Seguimos caminando y cuando volteamos en una de las esquinas, él me suelta—. Gracias —añade y yo solo asiento.
No pregunto nada, pero él me lleva hasta un sitio y nos sentamos.
—Es la mejor amiga de mi ex novia —dice y yo solo asiento.
—No tienes que explicarme nada —respondo y él sonríe.
—Estábamos por casarnos —comenta y mira al frente, como si su mirada se perdiera en el vacío—. Se lo había pedido hacía unos meses y ella había aceptado. Todo iba viento en popa hasta que... un día decidió que ya no me amaba y que estaba enamorada de otro chico —explica y siento su dolor—. Ni siquiera sé cómo ni cuándo pasó —añade.
—Lo siento mucho... —respondo y él se encoje de hombros.
—Estuvimos de novios por casi cuatro años, fue difícil superarla y no estoy seguro de haberlo hecho. Decidí regresar porque todo allá me recordaba a ella, nuestra casa, nuestras cosas... Vivíamos juntos hacía dos años —añade.
—Oh... Es una pena...
—Quería que Any le dijera que estoy bien y que rehíce mi vida, disculpa si no pude explicártelo. Estoy seguro que le contará y no sé ni por qué me importa, pero no quiero que piense que sigo derramando lágrimas por ella.
—Pero... ¿lo sigues haciendo? —pregunto y él sonríe con tristeza.
—Cada vez menos...
No digo nada más, porque no sé qué decir en estos casos. Benja se despierta y se queja porque nos hemos quedado quietos, Santi se levanta para seguir caminando y decidimos volver. Lila ya habrá llegado o estará por hacerlo.
De regreso a casa siento algo de tristeza por Santi, nunca me he enamorado, así que no sé cómo ha de doler un corazón roto, pero supongo que no ha de ser fácil soltar una historia como esa.
—Gracias por acompañarme —digo cuando llegamos. La luz de la ventana está encendida, así que suponemos que Lila ya está en la casa.
—Gracias a ti por dejarme hacerlo —dice con una sonrisa dulce—. Me agrada pasar tiempo contigo —añade—. Debo decir que no eres como me imaginé en un principio y quiero pedirte perdón por las cosas que te dije o lo incómoda que te hice sentir cuando nos conocimos por primera vez, fui un idiota, lo sé, pero para serte sincero, ni siquiera sabía quién era. Estaba enfadado con la vida y con el mundo...
—No te preocupes, yo tampoco me mostré muy amigable. No soy una persona muy abierta, y la verdad es que me caes bien. Solo tuvimos un comienzo algo difícil —añado en una sonrisa tímida, no sé por qué le estoy diciendo estas cosas, pero lo cierto es que me agrada su compañía. A su lado siento que puedo lograr todo lo que desee, me siento valorada, siento que existo, que dejo de ser un fantasma.
—Lo bueno es que siempre podemos empezar de nuevo, ¿no es así? —dice y me regala una sonrisa, yo asiento—. ¿Vamos? —añade y señala la casa con un gesto de su cabeza, me pasa la mano. Yo la tomo, no sé ni por qué, pero caminamos dos metros de la mano hasta la puerta de entrada y luego nos soltamos.
Esto ha sido extraño, pero bonito.
Al llegar, Lila nos llama desde el comedor. Está recién bañada y se ve feliz, supongo que su cita ha salido bien. Ha preparado algo para comer y apenas nos acercamos carga a Benja en sus brazos y lo sienta en su sillita para comer.
—¿Cómo les fue? —inquiere mientras comienza a darle el puré al niño.
—Bien —responde Santi y me mira de una manera que no sé identificar—. Me iré a dar un baño, las dejo para que hablen —dice y se levanta.
—¿A ti como te fue? —pregunto yo y ella me cuenta toda su cita. Sus ojitos brillan y sé muy bien que no faltará mucho para que me diga que está enamorada.
—Paola, es la mujer que lo sigue y es su madre —dice de pronto en un susurro.
—¿Qué? —inquiero algo confundida por el salto en la conversación. Ella se acerca más a mí y me cuenta en voz baja y a grandes rasgos la historia.
—Tenemos que averiguar qué desea —dice y yo asiento.
—¿Pero cómo lo haremos si siempre está con él? —pregunto y ella se encoje de hombros.
—Lo pensaremos mañana, ¿sí? Hoy prefiero pensar en personas reales y no en fantasmas —dice con una sonrisa cargada de ilusión.
Me quedo un rato más y luego me despido, es tarde y quiero llegar a casa antes de la media noche para poder felicitar a mamá y darle su obsequio. Cuando voy de regreso a casa, siento la presencia de alguien que enseguida identifico.
—Lía —saludo porque no hay nadie en la noche, así que no corro el riesgo de que crean que estoy loca—. No tengo la piedra, cuando estemos en casa la tomo para que podamos hablar —explico y la veo asentir.
Al llegar, ya todos duermen, subo a mi habitación con Lía siguiéndome y al entrar cierro la puerta para tomar la piedra en mis manos. Espero a que se caliente y las estrellas parezcan cobrar vida y entonces la oigo.
—Hola, Iri —dice ella y luego sonríe—. ¿Santiago es tu novio? —inquiere y yo la miro con confusión.
—¿Qué? ¡No! —exclamo—. Pero...
—Lo siento, no sé bien qué hacer todo el día, así que estuve merodeando tu cita —responde encogiéndose de hombros—. También conocí a Lila, y extraño a Luciana —murmura con tristeza.
Yo no sé qué decir, no me gusta que ande de metiche en mi vida, pero me da mucha pena. Respiro y lo dejo pasar, supongo que ya falta muy poco para que su amiga llegue y podamos solucionar su problema. No quiero ser desagradable y hacerla sentir mal, creo que ya carga con suficiente dolor.
Le doy a entender que estoy cansada y ella asiente, pero no se marcha. Entonces decido darme un baño y me recuesto en la cama a leer un libro. Pongo la alarma para que me avise cuando es media noche. Lía está allí, pero ya no hablamos de nada. Ella solo observa por la ventana y solloza. No sé qué decirle, pero tampoco tengo ganas de ahondar mucho en su historia, así que lo dejo pasar. A lo mejor necesita su espacio y su tiempo para sopesar sus acciones y su realidad. Aceptar que uno está muerto no debe ser sencillo.
Tras ese pensamiento, mi mente me lleva al momento del carrusel. Lo cierto es que debo aceptar que hace mucho no me sentía tan viva.
¿Quién shippea a Iri con Santi?
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