* 16 *
Irina me manda un mensaje que me deja pensando en que las cosas están cambiando alrededor de nuestras vidas. En el mismo me cuenta que se encontró con Eduardo en el cementerio y que él le preguntó por mí y le pidió mi número. Me envía su contacto para que le escriba, pero lo más extraño de todo es que me dice que Santiago le ha pedido que reemplazara a una compañera de trabajo y que ella ha aceptado porque le vendría bien el dinero extra.
Yo sonrío para mí y me siento feliz, parece que las cosas entre ella y Santi están yendo de maravillas. Me encanta la idea de que Irina tenga más amigos y nuevas actividades. Por otro lado, observo el número y lo guardo entre mis contactos. Entonces pienso si es correcto o no escribirle, pero teniendo en cuenta que ha sido él quien ha preguntado por mí, no creo que tenga nada de malo. A mí tampoco me vendría mal un poco más de vida social, ¿cierto?
«Hola, Edu. Soy Lila, Iri me pasó tu número y me dijo que te escribiera».
Bueno, Iri no me dijo que le escribiera, pero me gustó como quedó eso. Adjunté la carita del mono que se tapa los ojos y sonreí. Se sentía extraño hablar con un chico que no fuera Santi o uno de los pacientes de la clínica.
«¡Lila! Me alegra mucho recibir tu mensaje. ¿Cómo va todo?»
Pregunta. Nos enfrascamos en una conversación sobre nuestros días y nuestras actividades. Me entero que trabaja como maestro de matemáticas en una escuela secundaria y que vive solo. Le gusta comer pizzas y tiene un pez de mascota, dice que porque no gasta mucho y se cuida solo. También me comenta que ama el café con leche y las medialunas, y de paso procede a invitarme a tomar un café.
Yo me quedo pensando un buen rato si aceptar o no la invitación. No estoy segura si él sabe que tengo un hijo, esa información puede asustarlo y hacerlo huir de mi vida, no es que piense que vamos a ser algo más, pero quiero ser sincera desde el inicio. No sé cuáles son sus intenciones, así que es mejor ir con la verdad desde el principio. Le hablo sobre mis propios gustos, mi trabajo y sobre Benja, él me pide que le envíe una foto del pequeño y yo lo hago, me dice que se me parece mucho y que se ve muy tierno, y vuelve a preguntar si creo que podemos salir. Además, agrega que si quiero, podemos ir a algún sitio que tenga un parque para niños, de manera a que Benja pueda jugar.
No puedo explicar la sensación de alegría que me invade cuando dice eso, me siento emocionada y agradecida por su amabilidad. El simple hecho de que considere a mi hijo me hace sentir especial, lo hace ser especial.
Le respondo que no hay problema, y que dependiendo del día y de la hora, quizá mi hermano pueda cuidarlo.
Quedamos en que saldremos al día siguiente, pues es el día libre de Santi y Edu se libera temprano del trabajo. Aprovecho para mandarle mensajes a Irina y contarle lo sucedido, pero ella no responde. Seguro tiene el celular apagado, ya que se encuentra en el trabajo.
Esa tarde me dedico a salir a comprar algo de ropa para Benja, ya todo le va quedando chico y el clima está cambiando, necesita cosas un poco más abrigadas, así que lo llevo conmigo para poder probarle.
Mientras vuelvo del centro comercial por un camino distinto al que suelo tomar, observo un cartel que me llama mucho la atención. Es una especie de afiche que está pegado por uno de los postes de luz y me acerco a leerlo:
«¿Necesitas comunicarte con alguien que ya no está?
Esperanza Castillo – Vidente y Medium
Confidencialidad garantizada. Consultas con piedra de estrellas.
555-798-528».
Me acerco más aún al cartel y observo la foto de la mujer, es una señora que trae una pañoleta anudada a la cabeza y en su mano derecha tiene una piedra exactamente igual a la que tiene Irina. ¿Otra casualidad? No lo creo, cada vez estoy más segura que las casualidades no existen.
Sigo mi camino y pienso en lo sucedido la otra noche con Judith e Irina. No fue hasta que ella tomó la piedra en sus manos que fue capaz de escuchar a Alan, y la piedra parecía haber cobrado vida llenándose de estrellas y constelaciones internas, eso era justamente lo que parecía. ¿Tenemos entonces una piedra mágica o algo así?
Entonces pienso en las veces en las que observé las cosas que hay en el Cementerio de Historias, y recuerdo la vez que toqué la piedra cuando todo cayó por mi habitación. Fue solo un segundo, pero si mal no recuerdo, fue en ese momento en el cuál sentí que alguien me susurraba el nombre de Judith al oído. ¿Será porque toqué la piedra?
Mi corazón empieza a latir con fuerzas y voy a casa con más velocidad, espero que Irina llegue pronto porque me gustaría comentarle esta idea. Quizá podríamos probar con Santi, dejarle tocar la piedra a ver si él también recibe alguna especie de don, pero estoy muy segura de que a Irina no le gustará la idea de involucrarlo en esto.
Si es la piedra la causante de los efectos, podemos usarla para comunicarnos con los otros fantasmas que ve Iri, la señora que según ella sigue a Eduardo y el hombre que solía ver acompañar a Alan, el de la foto familiar. Quizás ellos estén buscando solucionar algo que dejaron pendiente en la tierra.
Me rio de mí misma y de mis pensamientos. ¿Quién hubiera dicho que yo estaría buscando soluciones para espíritus de personas fallecidas? De todas maneras siempre me ha gustado ayudar a las personas, da igual si están vivas o muertas, ¿no?
Al llegar a casa baño a Benja, le preparo una comida y lo hago dormir. Entonces, me hago un café con leche y me siento a ver una película mientras espero a que Santiago e Irina lleguen.
Una hora y algo después, la puerta se abre y los veo ingresar riendo y conversando. Me encanta ver a mi amiga tan contenta, así que los dejo seguir hasta que llegan hasta donde estoy.
—¿Cómo les fue? —pregunto y Santi sonríe.
—Ha sido un día interesante, voy a tomar un baño y luego regreso —dice y va hacia mi habitación.
—No despiertes a Benja —pido y él asiente.
—Yo creo que ya pronto va a mudarse, me contó que estuvo viendo sitios por aquí cerca y que en un par de días irá a revisar uno —comenta Irina.
—No quiero que se marche, pero sé que debe hacerlo. Estoy feliz de que esté recuperando su vida —digo y ella sonríe—. A ti también te veo feliz.
—Lo de hoy ha sido interesante —dice y puedo ver un brillo diferente en sus ojos—. He conocido personas que han sido muy amables conmigo, me han tratado bien... y aunque al principio me sentí ridícula gritando «Hola» y «Adiós» a los cuatro vientos, luego se sintió bien. Nadie me miraba raro por hacerlo, porque obvio, era el trabajo, pero tampoco los clientes, ellos solo sonreían como si aquello les hiciera bien.
—Supongo que ese es el chiste de ese empleo, ¿no? Hacer sentir especiales a los clientes —digo y ella sonríe.
—Sí... Y creo que lo logra, porque aunque lleguen serios, ante todos saludando sonríen —dice y yo asiento—. ¿Y tú? ¿Qué hay? ¿Te comunicaste con Eduardo?
—Ajá —respondo y siento que la mejilla se me pone caliente, quizá me he sonrojado—. Me ha invitado a salir, y le he dicho de Benja y no le ha molestado. —Irina sonríe.
—Ve con cuidado —me aconseja—. No vayas a ilusionarte muy rápido, ¿sí? —Creo que mi amiga me conoce de sobra, asiento y ella me toma de la mano y me sonríe.
—¿Sabes? Santi me dijo que podía pedir el empleo. ¿Tú crees que yo pueda hacerlo? —inquiere—. Hoy me han pagado y se ha sentido bien, Lila, me he sentido útil... —añade y su voz es casi un susurro—. ¿Crees que sea buena idea?
—Un trabajo es una idea genial —digo y sonrío—. Te ayudará a independizarte y a tener tu propio dinero para disponer mejor de tu vida, Iri. Además, te hará bien ocupar tu tiempo, conocerás nuevas personas... Qué se yo, solo le veo el lado positivo —añado y ella asiente al tiempo que se muerde el labio, sé que le da miedo—. ¿Crees que tus padres estarían de acuerdo?
—No lo sé, pero ya soy mayor de edad así que si no están de acuerdo no importa —dice con mucho dolor en su voz, no sé cuál es la situación en su casa, pero cada vez estoy más segura de que algo pasa por allí.
—Eso es cierto. Y sobre tu otra pregunta. Claro que creo que puedes hacerlo, Iri, tú sabes que yo creo que puedes hacer todo lo que te propongas —digo y ella asiente.
—Gracias... —murmura.
—Oye... Hoy he visto algo que ha llamado mucho mi atención, estaba esperando que llegaras para contártelo —digo y ella me mira con curiosidad.
Le explico sobre el cartel de la médium y lo de la piedra, le comento que era una piedra exactamente igual a la que ella tiene y le digo todas mis sospechas sobre el efecto de la misma. Le pregunto si no cree que sea buena idea probar sus propiedades haciendo que Santiago la tocara. Ella por supuesto niega, y dice que no necesitamos involucrar a más personas en esto de ver fantasmas.
Acepto, porque en cierta forma tiene razón, además, creo que Santi ya tiene suficiente con tratar de organizar su vida. Nos quedamos mirando al techo y pensando un buen rato acerca de lo que hemos conversado y entonces ella me dice.
—Sé que puede parecer muy raro, pero tengo ganas de ayudar a estas... entidades, o lo que fueran —dice—. Se sintió muy liberador cuando vi a Alan marcharse, no puedo imaginarme a estas personas viviendo como fantasmas por años y años.
—Me alegra oír eso —murmuro y volteo para mirarla—. Pensaba lo mismo —añado, ella sonríe y asiente.
—Solo puedo ver dos fantasmas, pero no se han comunicado conmigo de ninguna manera, ni siquiera se han acercado como lo hacía Alan. ¿Crees que deba esperar o intento hablarles yo? —pregunta.
—No lo sé, ¿ahora ves alguno? —pregunto y ella niega.
—A la mujer que sigue a Eduardo solo la veo cuando está él —explica—. Al otro lo veo solo en ocasiones, y nunca se acerca mucho.
—Pues esperemos un poco a ver si se acerca —digo y ella asiente. Volvemos a quedarnos en silencio y entonces su estómago se queja por el hambre—. ¿Quieres preparar algo para comer?
—Por favor —murmura y yo asiento con una sonrisa divertida, la estiro para que se levante y ella sonríe también—. Un día te pagaré todo lo que haces por mí —añade.
—No necesitas hacerlo —digo y ella asiente.
—Claro que sí —se queja.
—No... tú me das cosas que no se pueden conseguir con dinero, me das una amistad con la que solo he soñado.
—Exageras —murmura y yo me encojo de hombros.
—¿Sándwich de verduras te apetece? —pregunto para cambiar de tema.
—Lo que haya está bien —añade y nos dirigimos a la cocina.
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