* 14 *
Este está siendo un día lleno de cosas extrañas, primero todo lo que sucedió en la mañana y en la tarde: la casualidad del encuentro con Judith, Irina abrazándome y llorando en mis brazos, y ahora Judith llegando con los ojos rojos y temblando.
La acompaño hasta la sala y toma asiento, yo arrimo una silla para no estar tan lejos e Irina permanece de pie. Supongo que Alan también nos acompaña, pero no sé exactamente dónde está, así como tampoco sé qué es lo que tenemos que hacer ahora.
Nos quedamos en silencio un buen rato, Judith solo se mira las manos y las mueve de manera nerviosa. Sé que Irina no va a ser la primera en hablar, así que estoy dándole vueltas a las palabras en mi cabeza mientras intento decir algo coherente, sin embargo, es Judith la que inicia la charla.
—Han estado pasando cosas raras alrededor mío desde que Alan falleció, las cosas cambian de lugar o se caen, algunos recuerdos de nuestra relación aparecen misteriosamente en lugares donde yo no los he dejado... —dice y luego hace silencio—. Yo... sé que lo que me has dicho suena a locura total, pero quizá... —Vuelve a hacer silencio hasta que levanta la vista para mirarme—. ¿Está aquí ahora? —inquiere.
—Yo no lo puedo ver —digo con sinceridad—. Pero ella sí... —añado mirando a Irina que voltea a observar el sitio donde supongo que está Alan. Ambas miramos al vacío.
—Sí... pero no sé qué quiere, no puedo oírlo —añade mi amiga.
—¿Puedo hablarle? —pregunta Judith y yo asiento con rapidez—. Alan... ¿Por qué estás aquí? ¿No hay algún sitio donde debas ir? No quiero que te quedes por mí, si es por eso que te has quedado —añade, veo a Irina seguir algo con la mirada y sé que Alan se está acercando a Judith—. Mira, está siendo difícil vivir sin ti, pero no deseo que sientas ninguna clase de culpa o responsabilidad, quiero que vayas a donde debes ir y seas feliz allí. Yo te amo, Alan... y lo seguiré haciendo. Quizás un día nos volvamos a encontrar —murmura entre sollozos.
Siento que el corazón se me desgarra al oírla, se puede percibir el dolor por todos lados y sobre todo el amor. Ella solo está preocupada por él, por su bienestar, donde sea que está o debe estar, y eso me conmueve muchísimo.
El silencio invade la habitación hasta que Irina niega con la cabeza, no sé qué sucede, pero la miro con curiosidad, Judith también lo hace.
—No sé qué desea, parece que está hablando, pero no logro escuchar nada —dice mi amiga y puedo notar angustia en su rostro.
—¿Eres una médium? —pregunta Judith mirando a Irina y ella niega.
—Él es el primero al que puedo ver, ni siquiera sé bien por qué —explica.
—Tú dejaste una nota sobre su tumba, ¿no? —pregunto y Judith asiente. Irina me observa y yo le devuelvo la mirada. Ambas pensamos que quizás Alan esté allí porque ella se llevó ese objeto del cementerio, es una teoría que venimos manejando desde siempre.
Irina entonces va a mi cuarto para traer la caja y cuando regresa, la coloca en la mesa del centro de la sala y la abre con cuidado. Judith observa en silencio todo aquello y entonces Irina toma la nota en sus manos.
—Creo que te pertenece —dice y la muchacha frunce el ceño con confusión.
En ese mismo momento aquella piedra negra que Irina tiene en la caja llama mi atención. Ya no se ve tan negra, ahora parece tener un color azul cielo y unas manchas blancas que se arremolinan en su interior. Mis ojos se abren en asombro e Irina sigue mi mirada.
—La piedra... —murmuro y ella asiente. Irina toma la piedra en sus manos y la lleva cerca de sus ojos para observarla mejor, la cosa parece haber cobrado vida
—Está caliente y... —De pronto, Irina voltea su cabeza con fuerza hacia un lado y sus ojos se abren como si estuviera asustada. Yo la miro y la veo asentir—. Puedo oírlo —dice entonces.
Por un momento parece entrar en un trance, Judith y yo la observamos con temor y esperamos, ella solo asiente y deja la piedra de nuevo en la mesa. Entonces, niega con la cabeza y vuelve a alzar la piedra colocándola en el centro de su mano extendida.
—¿Puedes oírlo? ¿A Alan? —inquiere Judith que está ansiosa. Irina asiente mientras sigue mirando al vacío y asintiendo.
—Alan dice: «Yo también te amo, Judith, y te amaré por siempre. Fui un tonto, tuve miedo a enamorarme, o mejor dicho a aceptar que ya estaba enamorado, tuve miedo a enfrentar mis sentimientos y ahora ya es demasiado tarde. Quiero que seas feliz, prométeme que serás feliz. Y perdóname, muñequita».
Irina dice todo eso sin dejar de mirar al vacío, el sitio donde supongo ve a Alan. Yo la miro con asombro, curiosidad y temor. Si alguien un tiempo atrás me hubiera dicho que algo así sucedería, le habría dicho que debería internarse en un manicomio, lo que me lleva a pensar que quizás a este paso, pronto termine en uno.
Entonces siento mucho amor, cierro los ojos porque la sensación es intensa y me envuelve por completo. Un penetrante aroma a jazmín invade mis fosas nasales y siento la necesidad de sonreír y aspirar profundo.
—Esto es una locura —murmura Judith y la observo, ella está sollozando.
—A veces necesitamos volvernos un poco locos para poder seguir adelante —añado. Entiendo por lo que está pasando y lo que está pensando, yo también por momentos pienso que nada de esto puede ser real, sin embargo ella necesita creer y liberarse, soltar a Alan para que pueda ir a donde tiene que ir.
Tras un largo silencio en el que solo puedo percibir paz y mucho más amor, ella habla al fin.
—Yo... Alan, seré feliz, lo prometo —susurra entre lágrimas—. Tú me has hecho muy feliz —añade con una sonrisa melancólica—, quiero que también busques la paz... no hay nada que perdonar. Espérame... donde sea que vayas, ¿sí? —pregunta y miramos a Irina que no ha despegado la vista del sitio donde supongo puede ver al chico.
—Alan dice: «Sí... te amo, por siempre. Adiós, mi muñequita».
—Adiós, amor —murmura Judith y las tres nos quedamos en silencio.
Irina frunce los ojos como si algo le molestara y luego eleva la vista hacia el techo.
—Se fue —murmura Judith y ambas la observamos, Irina asiente—. Puedo sentirlo —dice ella y sonríe.
El aroma a jazmín va desapareciendo y en medio del extraño silencio la llegada de Santiago, con Benja en brazos, nos saca de nuestra ensoñación.
—¡Hola! —saluda y luego nos mira, se queda petrificado y frunce el ceño al ver a la desconocida en medio de nosotros. Además, el ambiente se siente extraño y estoy segura que puede percibirlo, es imposible no hacerlo. Mira la caja abierta con el papel en manos de Judith y la piedra en manos de Irina y niega—. ¿Está todo bien? —pregunta y yo asiento levantándome para ir a cargar a mi pequeño.
Benja se tira a mis brazos y me llena de besos los cachetes, yo le saludo como siempre y entonces Judith se pone de pie.
—Quizás es hora de irme —añade y ambas asentimos—. Gracias, de verdad, gracias —murmura. Sé que quiere decir muchas más cosas, pero no sabe ni qué ni como, y yo la entiendo.
—Yo iré a darme un baño, permiso —interrumpe Santiago atravesando la sala hasta el cuarto de Lila.
—Creo que deberías guardar eso —dice Irina señalando el pequeño papel con el escrito que ella soltó sobre la mesa. Judith lo observa y asiente, se lo guarda en el bolsillo y vuelve a sonreír.
—Gracias... —repite. Es un momento extraño, somos desconocidas y hemos pasado el momento más intenso de nuestras vidas. La acompañamos a la puerta y la despedimos, es probable que no la volvamos a ver, pero es seguro que no la olvidaremos, ni ella a nosotras.
Cierro la puerta y suspiro.
—Eso ha sido intenso —murmuro e Irina asiente.
—Él realmente estaba enamorado de ella, tenías que ver su rostro... se veía tan triste —dice mi amiga.
—Debes explicarme qué sucedió allí —añado y ella se encoge de hombros—. ¿Vas a quedarte a dormir? —inquiero mirándola—. Hay mucho de qué hablar esta noche—. Mi amiga lo piensa por un rato, pero luego asiente, yo sonrío y luego le grito a Santi para que cuando acabe nos encuentre en la cocina para cenar.
—No podía oírlo —comienza a comentar Irina mientras yo voy buscando algo para cocinar—, hasta que tomé la piedra.
—¿Viste lo que sucedió con esa piedra? —pregunto asombrada ante aquella mención—. Pareció cobrar vida propia.
—Lo sé... —afirma—. Y cuando la bajé en la mesa no pude oírlo, solo podía hacerlo si la sujetaba entre mis manos, además se ponía muy caliente...
—¿Crees que es una especie de portal o algo? —pregunto abrazándome a mí misma, esto me está dando miedo.
—No lo sé, esa piedra se le cayó a una mujer un día en medio de un entierro. Ella no lo notó y yo la seguí para devolvérsela, pero no la volví a ver.
—Mañana investigaré un poco al respecto —digo y mi amiga asiente. Santiago se acerca así que cambiamos de tema.
Él pregunta quién era la chica, pero solo le decimos que es una amiga nuestra que se sentía un poco mal y vino a buscarnos. Supongo por su actitud que no nos cree, pero no hace más preguntas. Luego de comer, baño a Benja y lo alisto para dormir mientras Iri y Santiago se quedan arreglando la cocina. Apenas termino con mi pequeño, me doy una ducha y me pongo mi pijama. Luego voy a la cocina a buscar a Irina y la encuentro conversando con Santiago. Vaya, parece que el día será extraño hasta el último minuto.
Santiago le está revisando el vendaje y ella se lo agradece. Se ven lindos. Espero a que él termine y luego le digo a mi amiga si quiere que nos vayamos a dormir, ella asiente y nos despedimos de Santi.
Ya en la habitación, dejamos a Benja en medio y tratamos de acomodarnos como podemos, las dos camas están juntas, pero son pequeñas.
—¿Estás cómoda? —pregunto y ella susurra.
—Sí...
—¿Segura? —inquiero y veo como el bracito de Benja se enrosca al cuerpo de Irina, ella sonríe con ternura a pesar de que sé que no suelen agradarle mucho los niños, aunque a Benja le ha tomado cariño.
—Estoy en el mejor sitio donde pudiera estar —dice y ahora yo sonrío.
—Ha sido un día largo. ¿Te sientes mejor, Iri? —pregunto y espero su respuesta.
—Me siento bien, gracias por hoy. Gracias por estar y por creer en mí, Lila.
—Siempre estaré, Iri, sabes que significas mucho para mí y no me gusta verte mal. Ojalá un día me contaras lo que te está pasando para poder hacer algo más por ti, pero al menos quiero que sepas que cuentas conmigo de manera incondicional.
—Lo sé... Eres la mejor amiga que puedo tener, ni siquiera sé por qué me quieres así —musita y yo la observo en la penumbra, sus ojos están llorosos.
—¿Quieres que te cite los miles de motivos que hacen que te haya elegido como mejor amiga? —inquiero con una sonrisa, a Irina le cuesta creerse los cumplidos porque no se siente merecedora de ellos, pero igual continúo—. Podemos empezar porque me haces reír con tus ocurrencias, me agradan tus pensamientos extraños, me divierto con tus aventuras, me siento especial cuando estoy contigo, siento que te importo y que te preocupas por mí. El mundo es más amigable contigo en mi vida... y podría seguir, pero tengo sueño. Lo más importante es que eres tú, y te quiero, solo por eso.
—Gracias...
—Gracias a ti por ser mi mejor amiga —murmuro con los ojos cerrados, estoy cansada, pero no quiero dormir hasta saberla mejor.
—Lo de hoy ha sido extraño —añade—, pero se ha sentido bien. Al menos esta noche quiero dormir creyendo que el amor existe.
—Estamos rodeadas de amor, Iri. Tú tienes tus padres que te aman, a tu hermanito y a mí. Yo tengo a Benja y a Santi, también a mis padres, y te tengo a ti. Hay diferentes clases de amor y distintas intensidades, quizás aún no hemos hallado un amor romántico tan intenso como el de Alan y Judith capaz de atravesar a la vida misma, pero no podemos dudar de que el amor está en nuestras vidas ya, aunque de otras maneras. Ya nos llegará, Iri, o eso espero —murmuro, pero ella ya no responde. No sé si se ha dormido o se ha quedado pensando.
Pienso en lo que he dicho y me siento bien, después de todo, es cierto. Agradezco en mi mente por las personas que amo y me aman y decido dejarme ir en los sueños. El silencio se hace pesado y los párpados se me caen, mañana será otro día.
:) Feliz día del trabajador
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