* 13 *

El local en donde Santiago tiene la entrevista es una conocida cadena de hamburguesas. Me siento extraña al ingresar, una chica dice un sonoro y amigable «hola» en voz alta y con una enorme sonrisa y varios compañeros repiten al unísono el saludo cada vez que alguien ingresa al lugar, luego hacen lo mismo —pero repitiendo «adiós»— cuando se despiden.

Me siento en una esquina y Santiago compra almuerzo para ambos, casi no hablamos y yo no levanto la vista, me entretengo con mis papas y mi hamburguesa para no tener que mirarlo, tengo miedo de que si lo veo a los ojos, podría llegar a descubrir mi mentira, mi secreto.

—Sé que no confías en mí y que no hemos tenido un buen comienzo, pero quiero que sepas que puedes contar conmigo si necesitas algo —dice y yo solo asiento.

—Gracias...

—¿Cómo es tu familia? —inquiere y yo lo miro con terror. ¿Por qué hace esa pregunta?

—Pues... mamá, papá y un hermano menor —respondo en un vano intento por sonar natural—. Tengo los problemas de todos los jóvenes, nada raro —miento para hacerlo un poco más creíble.

—Entiendo... —murmura.

Seguimos comiendo mientras el griterío de fondo no deja de llamarme la atención. La política de este local es extraña, tanta amabilidad me intimida, pero a la vez se percibe un ambiente agradable. Una muchacha bajita y de cachetes inflados se acerca a la mesa y le sonríe a Santiago.

—El Señor Escauriza lo espera en su oficina —dice y él asiente. La chica se aleja un poco, Santiago se toma un trago de su bebida y luego me mira.

—Deséame suerte —dice y yo asiento.

—Te irá bien —prometo sin saber si será o no así. Lo veo seguir a la muchacha que lo guía hacia el interior del local hasta desaparecer tras una puerta. Lo cierto es que me gustaría que Santiago consiguiera un trabajo, así pasaría menos tiempo en casa de Lila.

Ese pensamiento me hace sentir culpable, si él no hubiera estado hoy allí, yo me habría sentido muy sola todo el día.

Prefiero no pensar en eso y regreso a mi comida mientras observo la dinámica del lugar, hay chicos y chicas de mi edad sirviendo mesas con alegría, en medio de su trabajo reciben y despiden personas con voces animadas. De pronto lo ocurrido en casa en la mañana vuelve a mis pensamientos y las palabras de papá diciéndome que debo respetar mientras viva bajo su techo y él me mantenga cobran otro sentido.

¿Y si busco un trabajo? Quizá no me resulte sencillo, pero en unos meses de estar trabajando y juntando podría alquilar aunque sea un dormitorio estudiantil y salir de casa. La idea me genera cierta adrenalina, pero a la vez me da miedo. Dejar a mamá sola a expensas de la brutalidad de mi padre me hace sentir mal, culpable. Como si saltara del barco antes de que se hundiera.

No sé cuánto tiempo paso perdida en mis pensamientos acerca de qué tan factible es la idea que se me ha cruzado por la mente, pero pronto Santiago regresa y trae una sonrisa en el rostro. Los ojos le brillan y se ve entusiasmado, me mira contento y se vuelve a sentar en su sitio, es probable que su comida ya esté fría, pero no le importa, la ingiere igual.

—¿Ha ido bien? —pregunto y él se encoge de hombros.

—Supongo que lo sabré si me llaman, pero siento que ha salido bien —añade.

—¿Tú crees que yo podría conseguir un trabajo? —pregunto y él me observa con curiosidad.

—¿Por qué no? —inquiere y me asombra su respuesta.

—¿De verdad?

—Cualquiera puede conseguir un trabajo, Irina. ¿Por qué lo dudas? A veces tarda un poco, pero seguro llegará si es lo que deseas —añade. Sonrío, creo que es la primera vez que lo hago en el día, me gusta saber que alguien confía en que puedo lograr algo.

Santiago termina de comer y salimos no sin antes escuchar un sonoro «Hasta pronto» por parte de todo el plantel de empleados.

—Me pregunto cómo haces cuando tienes un mal día y debes saludar con alegría a todo el que entra —murmura y yo rio, me había estado preguntando lo mismo. Solo me encojo de hombros.

Al llegar de regreso a casa de Lila, Santiago propone ver una película, acepto y él prepara palomitas mientras a mí me toca elegir qué veremos. Eso me inquieta porque no conozco sus gustos, pero al final elijo una de acción y él no se queja.

Cuando la película acaba, me pregunta qué tal mi brazo, le digo que lo siento mejor y no le miento. Él duda un poco y me insiste para ir al hospital, pero vuelvo a decirle que no es buena idea. Cuando observamos la hora son casi las seis de la tarde, Santiago debe ir a buscar a Benja a la guardería, por pedido de Lila, y me dice que luego lo llevará al parque. Me pregunta si estaré bien y asiento, me quedaré a esperar a mi amiga, no veo la hora de que llegue.

Cuando Santiago se va lleva consigo todas las distracciones, y los pensamientos oscuros se vuelven a instalar en mi mente. Otra vez recuerdo la mañana, veo las llamadas perdidas de mi madre en mi celular y pienso en las palabras de papá. Me pregunto cuánto más aguantaré, cuánto más debe suceder para que alguien haga algo, para que yo haga algo.

Observo mi brazo y siento el dolor de nuevo, toda la tarde me he mantenido entretenida y no he pensado mucho, pero ahora estoy triste. Las ganas de llorar se acumulan en mi garganta y me siento cansada de ser fuerte, de callar, de aguantar, de ignorar el caos e inventarme historias. Estoy cansada de esconderme de mi realidad, de ser quien soy, de vivir así.

La puerta se abre y entra Lila, se ve algo rara y queda mirando un rato hacia el exterior mientras yo lo único que pienso al verla es que deseo un abrazo. Eso es extraño viniendo de mí, pero por un momento siento que necesito mostrarme vulnerable, no tengo más fuerzas ni ganas y la única que sé que no se aprovechará de ello es mi mejor amiga.

—¿Lila?

Al verme y notar mi herida puedo ver que se asombra. Apenas se acerca y yo ya no puedo contener las lágrimas, me siento como una niña pequeña y asustada que solo quiere estar en brazos de alguien que la contenga y le diga que todo estará bien.

—Santiago fue por Benja y lo llevó un rato al parque —le digo solo para buscar un tema de conversación mientras intento contener las lágrimas, pero ella lo nota.

—¿Te sientes bien? ¿Qué sucede? —pregunta y niego mientras me largo a llorar. Ella se acerca y me abraza, yo me rindo entre sus brazos y sollozo—. Estoy aquí, lo que sea que te pone mal lo solucionaremos...

Sé que eso no es cierto, ni ella ni nadie pueden solucionar mis problemas, sin embargo decido creerle por un segundo.

Lila me deja llorar en su hombro y yo me descargo como hace mucho tiempo no lo hacía, ella acaricia mi espalda y murmura palabras de aliento. Sé que no sabe muy bien qué hacer, no me ha visto así nunca, sin embargo no dice nada y respeta mi tiempo y mi silencio. Eso me gusta, me hace sentir cómoda.

Cuando al fin consigo calmarme, Lila me aparta un poco para poder verme. Me intimida y bajo la mirada, ella levanta con suavidad mi mentón y sonríe con ternura.

—Sabes que puedes decirme lo que sea, ¿no? —inquiere y yo asiento. Sé que puedo hacerlo, pero me da mucha vergüenza, aceptar la realidad que vivo es algo de lo que no quiero hablar en voz alta.

—Lo sé —respondo.

—¿Te duele? —inquiere señalando mi herida y yo niego. Me duele, sí, pero me duele más el alma cansada—. Deberíamos ir a un hospital para que te vean —dice y yo vuelvo a negar.

—Se curará pronto, Santiago ha hecho un buen trabajo —digo y ella sonríe, sé que le agrada la idea de que él y yo hayamos pasado el día soportándonos sin intentar asesinarnos, sin embargo ha sido un día cómodo a su lado. Si él no hubiera estado, habría sido mucho más difícil para mí lidiar con la soledad y mis pensamientos.

—¿Quieres que hablemos? —pregunta y yo no sé qué responder, pero termino negando con la cabeza, ella solo asiente—. Vayamos a mi cuarto, voy a cambiarme y a contarte algo que ha sucedido hoy. ¿Has visto a Alan?

—No lo he visto hoy —murmuro y recuerdo su llamada más temprano. Había olvidado que la tal Judith estaba en el consultorio donde ella trabaja—. ¿Has hablado con ella? —Le pregunto, cambiar de tema me da bastante paz.

—Sí, pero creo que no le ha agradado mucho la idea de que el fantasma de su novio nos siguiera —responde encogiéndose de hombros. Lo dice con una simplicidad que me genera una sonrisa. Ella repite la frase del papelito en voz alta—: «Prefiero ser feliz porque te amo, a estar triste porque tú no me amas». ¿Sabes lo que significa? —inquiere y yo me encojo de hombros—. Ella lo amaba, y él a ella no.

—Eso es triste —respondo y mi amiga solo se encoge de hombros.

—Es algo que pasa muy a menudo —añade—. Sin embargo Judith le dio la vuelta al sentimiento, me dijo que cuando uno ama de verdad, no necesita que el otro le corresponda ese amor, que el simple hecho de poder sentir un amor tan intenso, engrandece tu corazón y te hace feliz. Ella eligió ser feliz por amar a Alan aunque él no le amara de la misma manera —dice y sonríe pensativa—. Ojalá alguien me amara de esa manera —murmura.

Yo la observo sin saber qué decir. Lila anhela un tipo de amor que yo creo que no existe, pero ella lo sueña, lo desea, y me gustaría que un día lo consiguiera. Yo por mi parte, no creo en el amor ni en las personas.

—Yo no entiendo mucho ni del amor, ni de las relaciones. Sabes que soy mala con eso, eres mi única amiga y ni entiendo bien por qué, pero si de algo sirve, yo te quiero mucho —digo y ella levanta la vista y me sonríe.

—Yo también, Iri, eres la mejor amiga que he tenido en la vida y nunca habrá nadie como tú para mí.

Se siente lindo escuchar esas cosas, pero me cuesta creerlo. La gente se ha mantenido lejos de mí casi siempre, y aunque he terminado por aceptarlo, aún no entiendo por qué Lila ha querido desafiar eso. Ella quiere quedarse, ella quiere quererme como soy incluso cuando a veces no le agrade demasiado. Yo no termino de creerlo, hay momentos en los que es más fácil solo aceptarlo, pero en otros no puedo evitar pensar que un día también se irá. Supongo que el problema está en mí y en mi incapacidad de sentirme merecedora del cariño de nadie.

—Cuando le dije que podías ver a su novio se enfadó, pensó que le estaba bromeando o burlándome de su dolor —continúa hablando—. Fue raro —añade y entonces procede a contarme cómo sucedió todo, cómo la conoció, cómo comenzaron a hablar y que ella se había ofrecido a traerle a la casa. Me dijo que no cree en las casualidades y que piensa que todo sucedió por algo.

La verdad es que ella siempre dice eso y aunque no esté muy de acuerdo, hoy parece tener razón. Todo lo que le pasó parece demasiado para ser una simple casualidad. Una vez que termina de vestirse y ponerse algo más cómodo salimos de la habitación. Me pregunta cómo me hice la herida y le cuento la misma mentira que le dije a Santi, solo que esta vez me cuesta más mantener la farsa.

Lila me mira como si dudara de todo lo que le estoy diciendo, sin embargo no cuestiona ni pregunta nada. Solo me dice que debería ser más cuidadosa y con eso parece creer en mi historia. Un vaso cae de la nada y ambas volteamos a ver hacia la mesa. Alan está allí, yo puedo verlo y Lila lo intuye. No decimos nada, el timbre suena.

—¿Santi no llevó llave? —inquiere Lila y yo me encojo de hombros.

—Voy a abrir —digo y ella asiente mientras busca la escoba para recoger los pedazos de vidrio.

—¿Hola? —saludo al ver a la muchacha que está en la puerta, trae el rostro algo hinchado y los ojos rojos. Sus manos tiemblan y se ve demasiado alterada.

—Busco a Lila —dice y yo asiento, abro un poco más la puerta y cuando voy a llamar a mi amiga ya la veo tras de mí.

—¿Judith? —saluda y entonces entiendo todo. La muchacha baja la mirada—. Pasa... —dice Lila y yo le hago espacio.

—Yo... No sé qué hago aquí —murmura Judith y mi amiga la guía para que tome asiento en el sofá.

—Ya veremos... —asiente Lila y me observa, yo miro la línea de su mirada y veo el sitio donde se cayó el vaso. Me está preguntando si Alan sigue allí, yo asiento y luego miro al fantasma, veo tristeza en su rostro mientras observa a la chica como si quisiera decirle algo. No sé qué vamos a hacer, pero esto se ha puesto demasiado extraño. 

Gracias a los que siguen esta historia que es muy especial para mí :)

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