Celos Navideños
Las navidades se acercaban, y las calles deslumbraban del brillo que emitía toda decoración festiva. Era una época en la que todas las familias se reunían para celebrar una tradición más. Sin embargo, otras personas seguían aún inmersas en el arduo trabajo, como aquellos dos compañeros de trabajo, Ace y Sabo, quienes se conocían de toda la vida. Se podría decir que había algo entre ellos, y se notaba. No obstante, su relación comenzó a ser más distante cuando un nuevo trabajador se había incorporado en las oficinas de la editorial: Marco.
El rubio había comenzado a comportarse más frío con el pecoso. ¿La razón? El nuevo empleado conocía al moreno desde antes y se juntaban bastante. Al principio a Sabo no le importaba su relación; solo eran amigos, después de todo, y su compañero podía tener los que él quisiera. Sin embargo, Ace comenzaba a pasar más tiempo con el otro que con él, además de que Marco era de los únicos temas de conversación del pecoso, y eso a Sabo le molestaba; claro que no podía decírselo, pues sus celos se notarían aún más. Aunque, por suerte, Ace era tan inocente que no se daba cuenta.
—Hola, redactor jefe —saludó el pecoso coquetamente—. ¿Aún no terminas? —preguntó al ver a su compañero aún sentado en su oficina frente a la computadora junto a varios libros.
—No... Creo que no terminaré hasta la noche —respondió exhausto.
Ese 23 de diciembre era su último día de trabajo en la oficina, pues las fiestas estaban a la vuelta de la esquina. Ace ya había terminado sus deberes, pero Sabo continuaba arduamente con los suyos.
—Aquí tienes —dijo Ace extendiéndole un vaso con café.
—Gracias —agradeció amablemente. Le gustaba que se preocupara por él y que lo acompañara en momentos más difíciles, pero desde que apareció el otro se sentía apartado y poco especial—. Pero... ¿por qué traes dos?
Sí, el pecoso había traído dos cafés, y siendo que a Ace no le gustaba tanto aquella bebida y que no la necesitaba por haber terminado su trabajo, temía que fuese para aquella otra persona con la que andaba.
—Oh, es para Marco. —Acertó. Su rostro en ese momento se enserió—. Él trabaja hasta que cierren, así que de paso le doy uno a él.
«Como si un recepcionista tuviera el trabajo más pesado que yo...», pensó Sabo.
—Bueno, te veo luego —se despidió al ver que la mirada del rubio parecía querer que desapareciera de su vista, dejando a Sabo aún más estresado. Solo pensaba en Ace y en lo que estaría haciendo con Marco, impidiendo que pudiera concentrarse en el trabajo.
Por otra parte, el moreno andaba preocupado por él, pues se le veía bastante estresado, tanto como para no reírse de sus chistes. Era preocupante. Charlaba mucho de eso con Marco, y él le ayudaba unas cuantas veces.
—Sigue igual... —comentó Ace ya en la recepción con Marco.
—Déjalo trabajar, que seguro en las fiestas se relaja —tranquilizó el mayor sujetando la bebida traída por el pecoso.
—Tienes razón. Solo debe hacer un último esfuerzo. —Sonrió al pensar en Sabo sonriendo enormemente una vez más para él—. Por cierto, ¿qué harás para navidad?
—No lo sé... No tengo con quién festejar, así que supongo que saldré a algún lugar.
—¿Quieres venir conmigo? Sabo organiza una fiesta de navidad en su enorme casa todos los años.
—Estaría genial.
Cuando Sabo terminó su trabajo, bajó por el ascensor para encontrarse a Ace en la recepción hablando junto a aquel recepcionista. Simplemente no quería saber nada más de aquellos dos, así que se dirigió directamente hacia la salida.
—¡Oye, Sabo! —exclamó Ace luego de que Marco le avisara que el rubio se estaba yendo. Sabo no tuvo más opción que detenerse y voltear para ver cómo se acercaba el pecoso—. ¿Ya terminaste tu trabajo? —Sabo respondió asintiendo—. ¿Por qué tanta prisa en salir? ¿No saludarás a tu amiguito de la infancia? —preguntó en tono de broma.
—Solo quiero llegar a casa y descansar lo más rápido posible —mintió. Aunque sí quería descansar, no quería soportar ver a esos dos juntos por más tiempo.
—Está bien, pero quería preguntarte si podría Marco asistir a la fiesta de mañana. No tiene otro lugar al que ir.
¡Lo que faltaba! Ahora Sabo no podría pasar tiempo a solas con Ace y, como no tenía razones válidas para decir que no, debía aceptarlo.
—Está bien... —dijo tras suspirar.
—¡Genial! Ahora sí, vaya a dormir, mi princesa —bromeó, causando en Sabo una pequeña risa. Ace por fin había logrado sacarle una sonrisa, aunque fuera mínima.
—Gracias por tu arduo trabajo. Te veo mañana —se despidió.
—Igualmente.
Sabo al llegar a su casa se desplomó en el sofá pensando en que tendría que soportar verlos juntos en una fecha donde se supone que debía divertirse con Ace.
«Ésta será una fea navidad...», pensó Sabo, cerrando lentamente sus ojos.
Escuchaba el constante y ruidoso timbre de su casa a tempranas horas de la mañana, por lo que despertó con el corazón latiéndole fuertemente sobre su pecho. Se había dormido apenas llegó del trabajo. Con cansancio se dirigió hacia la entrada y abrió la puerta, encontrándose con Ace.
—¡Holaaaa...! Oye, ¿por qué esa cara de dormido? ¿Y por qué sigues con la ropa de ayer?
—Acabo de despertar, y me quedé dormido apenas llegué del trabajo...
Ace entró al hogar de su amigo y dejó sobre la mesa unas cosas que había comprado para comer y para decorar.
—Ve a cambiarte. Yo te ayudaré con la fiesta —recomendó sonriente, con aquella sonrisa que lograba calmar al rubio.
Pensaba que tal vez no debía ponerse celoso, pero el ver que Ace podía actuar de igual forma con otras personas le hacía pensar que aquello especial que creía que tenían era solo una ilusión, y eso lo entristecía.
—Gracias —agradeció mostrando una agradable sonrisa. Pensó que al menos podría pasar toda la tarde a solas con Ace.
Durante la preparación, Sabo decidió preguntar acerca de Marco, pues no lo conocía mucho, y quería averiguar qué sentía el pecoso por él, aunque fuera indirectamente. Quería saber por qué eran tan cercanos.
—Oye, Ace...
—¿Sí? —dijo el moreno mientras limpiaba la larga mesa del comedor.
Sabo debía pensar bien sus palabras, dado que no quería que Ace descubriera sus intenciones. Con una falsa sonrisa de amabilidad comenzó a preguntar.
—Pasas mucho tiempo con Marco, ¿verdad?
—Claro, es un antiguo amigo.
—Sí... Y... ¿Cómo es? Sabes que no hablo mucho con él, así que no sé cómo es su actitud, ¿sabes?
Ace veía raro que Sabo preguntara sobre Marco tan repentinamente, pero le contestó de todas formas.
—Él... —Pensó— puede parecer serio y poco interesado, pero es buena persona. —Continuaba limpiando la mesa.
—Ya veo... Te parece un buen amigo, ¿verdad?
—Claro que sí. Qué preguntas más raras haces —comentó riendo.
—Solo es curiosidad. —Rio de igual forma. Le aliviaba un poco que afirmara que era solo un amigo tan normalmente—. Y... ¿Sabes qué piensa él sobre mí?
Ace reaccionó. Se le había encendido una bombilla con lo último dicho. Tantas preguntas no eran normales en Sabo, y esa supuesta curiosidad parecía tener un trasfondo.
«Acaso... ¡¿Sabo siente algo por Marco?!», pensó Ace. «No, no, no. Eso no es posible... ¿O sí?».
—Eh... ¿Y-Y esa pregunta?
—Ya te dije que solo es curiosidad.
Sabo solo quería saber si acaso a aquel cabeza de piña no le agradaba él por ser cercano a Ace y, si ese era el caso, significaría que estaba enamorado del pecoso y que estaba tan celoso como el rubio. Por la sospechosa reacción del pecoso parecía estar en lo cierto, o eso pensaba.
—Pues ustedes no hablan tanto, así que no lo sé...
—Ya veo...
A partir de aquella extraña conversación, cada uno sacó sus propias conclusiones: Ace pensó que esas preguntas raras eran para saber más de Marco y que a Sabo le gustaba, cosa que lo puso bastante nervioso; y Sabo cayó en que a Ace no le gustaba Marco, sino que a éste le gustaba Ace y el pecoso lo sabía, que por eso se había puesto nervioso, ya que él sabía que a Marco no le agradaba Sabo por ser cercano a Ace. Otra cosa que pensaba el rubio era que en el momento en que preguntó lo último Ace se percató de sus intenciones de saber qué relación tenían esos dos y se alteró porque en verdad le gustaba, o incluso ya eran pareja. Y todo fue solo un gran y divertido malentendido. Ambos simplemente siguieron normalmente con sus labores preocupados del pensamiento del otro.
Llegadas las ocho de la noche, con la casa preparada, comenzaron a llegar los invitados; entre ellos, Marco. La casa estaba ocupada desde la sala hasta el comedor, con amigos y familia en todo el primer piso. Sabo se encontraba en el comedor conversando con su amiga Koala cuando los vio a aquellos dos entrar juntos a la cocina. Como no pudo hacer nada, suspiró. Ta vez ya era hora de dejar a los estresantes celos para dar paso a la pequeña depresión y rendirse de una vez. Mientras tanto, el moreno quería contarle a Marco la extraña conversación que tuvo con Sabo hace unas horas.
—... y me preguntó qué piensas tú sobre él... Eso me preocupó bastante... —comentaba Ace.
—Bueno, realmente pareciera que siente algo, pero sinceramente no lo veo, Ace.
—Hoy quería confesarme, pero ahora estoy nervioso...
—Hazlo. No creo que tengas mucho que perder.
—Tal vez...
Al volver al comedor, Ace buscó disimuladamente a Sabo con la mirada, encontrándolo junto a su amiga Koala, quien por alguna razón le estaba acariciando la cabeza al rubio, y éste sonreía juguetón. Esa gran sonrisa que el pecoso tanto añoraba se la estaba mostrando a otra persona. Realmente hace mucho que no lo veía sonreír así. Se preguntaba por qué no le mostraba a él aquella resplandeciente sonrisa. En ese momento estaba celoso.
Los demás invitados permanecían en sus mundos de felicidad festejando con alegría mientras Ace se dedicaba a beber en la sala sentado en un taburete junto a la mesa pegada a la pared hasta que llegó Sabo.
—Ace.
—¿Hm?
—¿Por qué estás aquí solo?
—¿Eh? Solo estoy bebiendo un poco —contestó Ace sonriendo y fingiendo bienestar.
—¿Pero solo? No es propio de ti...
—Tranquila, mi princesa —bromeó con drama—, no se preocupe por mí. Vaya a celebrar usted, yo estaré bien.
La reacción de Sabo no fue la que esperaba, pues él siempre se reía cunado bromeaba con decirle princesa, pero no fue ese el caso.
—Está bien, si tú lo dices... —Dicho esto se dirigió hacia otro sitio, dejando a Ace nuevamente sin compañía. Definitivamente le pasaba algo. Sabo pareció haberse rendido con Ace, y ya no jugaría más a sus juegos de parecer pareja para ilusionarse.
Ace se levantó de su asiento para buscar a Marco. Tal vez el desahogarse con él lo tranquilizaría. Detuvo su avance para permanecer de pie observando al rubio de espaldas. Estaba ansioso e impotente, pues no sabía qué le pasaba que ya no era el mismo. Estaba tan frustrado que pateó por instinto una de las patas de la mesa, causando que tanto esa como la que estaba a su lado se plegaran y cayeran todos los vasos, platos, comida, etc. que descansaban en la mesa. Todo el estruendo causado por los objetos estrellándose contra el suelo alertó a los presentes, en especial a Sabo, quien quedó completamente en shock al ver la acción del pecoso.
—¡¡¿Pero qué demonios te sucede?!! —gritó Sabo con desesperación para rápidamente dirigirse hacia el moreno.
—¡L-Lo siento mucho! ¡Fue... un accidente! —se disculpó Ace sintiéndose verdaderamente arrepentido y preocupado. No pensó que pasaría eso, pues había olvidado que era una mesa plegable.
—¡¿Te parece un accidente patear así la mesa?! —exclamó el rubio con un tono realmente molesto y enfadado. Lo había visto, así que no tenía palabra alguna para refutar— ¡¡Siempre tienes que ser tú el que rompe mis cosas en navidad!! ¡¡Justo como el año pasado!! ¡¡¿Por qué no llevas tu estupidez a otro lado?!!
En verdad se había pasado con aquello. Esas palabras habían perforado hasta lo más profundo de su corazón. El año anterior Ace había tirado una lámpara de mesa, y sin embargo Sabo había sido muy amable con él diciéndole que podía comprar otra. En cambio, en ese momento era muy diferente. Todos los presentes permanecían observando la escena sin saber qué hacer.
—Dije que lo lamento... —musitó a la vez que se dirigía cabizbajo hacia un cuarto en el piso de arriba para que nadie viese sus lágrimas caer con desesperación.
—Sabo-kun, ¿quieres que te ayudemos con esto...? —preguntó Koala.
—¡No! Me las arreglaré solo. Ustedes vayan al comedor —respondió Sabo. Los invitados le hicieron caso, pues lo veían muy convencido de su decisión. Él simplemente quería estar solo. Frustrado, se encaminó a un pequeño cuarto de limpieza para tomar una escoba y trapos para limpiar el desastre cuando vio a Marco dirigirse hacia él.
—Creo que fuiste muy duro con él —dijo el cabeza de piña, pues había llegado a la sala justo en el momento de la discusión—. Estoy seguro de que no quería hacer eso.
—¿Y tú qué sabes? —La actitud de Sabo con el rubio daba a entender que las sospechas de Ace no eran ciertas, pues por la amargura con la que le habló parecía despreciarlo.
—Deberías ir a disculparte, ¿no crees?
—Como si quisiera...
Ese desprecio no parecía ser solo la molestia del momento, o así le pareció a Marco, pues dejó de lado la seriedad para bromear con él y averiguarlo.
—Entonces no importará que vaya yo a consolarlo en mis brazos —comentó desafiante sonriendo cual cómplice, logrando que el menor reaccionara de mala manera.
—¡¡Haz lo que quieras!! —exclamó Sabo tan furioso como celoso, y es que Marco había dado en el blanco, así que iría con Ace llevando "buenas noticias" mientras Sabo se dirigiría hacia el desastre para limpiarlo.
—Ace, ¿estás aquí? —preguntó tras la única puerta cerrada de las habitaciones.
—Déjame... Quiero estar solo... —contestó Ace con una triste voz.
—¿Le darás el regalo? —dijo refiriéndose al presente que le daría el pecoso a Sabo por navidad.
—Claro que no. ¿No ves lo enfadado que está conmigo?
—Creo que deberías dárselo ahora. Tal vez lo hagas cambiar de humor.
—Eso es imposible...
—Hablé con él, y me trató como si fuera la peor escoria del mundo —comentó sonriendo, ya que tenía entendido que sus celos eran la causa de su mal humor—. "Entonces no importará que vaya yo a consolarlo en mis brazos", le dije. Reaccionó y se molestó bastante. ¿Sabes qué me respondió? —Ace solo oía las palabras del rubio con atención—. "Haz lo que quieras", gritando más furioso que antes.
—¿Y eso qué...?
—¿Es que no te das cuenta? Él está completamente celoso de mí. —Los ojos de Ace se abrieron y una luz se encendió sobre su cabeza. Recordó las preguntas que Sabo le había hecho antes de la fiesta y, si lo pensaba de esa manera, realmente tenían sentido—. Piensa en eso. No desperdicies tu regalo. —Y dicho eso se fue de allí, dejando al pecoso pensante de lo que haría.
Habiendo terminado finalmente de limpiar el desastre causado por el moreno, Sabo no volvió con los demás al comedor. Después de la escena que se montó, no podría; la vergüenza se apoderaba de él. Se sentó en el sofá cansado con sus codos apoyados en sus piernas y con su mirada baja.
Sentía lástima por Ace, pues lo amaba, ¡y cómo! Tal vez parte de su enojo provenía del sentimiento de no ser correspondido. «Qué tonto soy...», pensó. Su orgullo no lo dejaba ir con él y disculparse, así que no sabía qué hacer en ese momento.
Detrás suyo apareció Ace bajando las escaleras, y Sabo estaba seguro de que era él. Tenía miedo de saber lo que haría: si se juntaría a hablar con él o lo dejaría solo e iría al comedor con los demás, opción que era más probable. Sin embargo, el rubio oía los pasos dirigirse hacia él, cosa que lo puso nervioso. Observó de reojo a Ace pasando de él y deteniéndose en el árbol de navidad para recoger un regalo. Luego giró, causando que el rubio apartara su mirada hacia el suelo nuevamente. El moreno sorpresivamente se sentó a su lado y comenzó a hablar.
—Quería... regalarte esto... —Ace le extendió el presente a Sabo—. Ábrelo...
El menor obedeció sorprendido y abrió el regalo sin decir palabra. Observó dentro de la pequeña caja un collar con un dije en forma de la mitad de un corazón, el cual llevaba la letra "A" tallada en él.
—Ace... ¿Cuánto gastaste en eso? —preguntó asombrado.
—Era una parte de mis ahorros... —contestó riendo nerviosamente. Luego sacó de su bolsillo un collar parecido con la otra mitad del dije con una "S" tallada sobre éste.
—¿Qué significa eso...?
—Con esto quería... co-confesarme... —balbuceó nervioso—. S-Si no lo quieres, puedes cambiarlo y comprar nuevos vasos, platos y eso...
—¡No! —exclamó el rubio de repente—. No podría... Esto es... —Se sujetó el tabique de su nariz tratando de asimilar lo que estaba sucediendo. Preocupado, Ace se acercó a él para tratar de ver su rostro.
—¿Sabo...? —pronunció cuando Sabo se abalanzó sobre él y fuertemente lo abrazó.
—¡Gracias! En serio... Gracias...
Ace quedó gratamente sorprendido por la hermosa muestra de afecto del contrario, la cual correspondió sin vacilar. «Marco tenía razón», pensó. Sabo se fue separando del abrazo, aunque la cercanía entre ellos no desaparecería, pues el rubio mantenía sus manos sobre los hombros ajenos.
—Lamento... mucho lo que te dije...
—Está bien, me lo merecía. —Rio.
—Eso no es...
—Marco me dijo que estabas celoso de él. —Interrumpió al menor de repente dejándolo confundido y en shock.
—¿E-Eh? —Avergonzado, apoyó su cabeza sobre su hombro—. Ahh... ¿Era tan obvio?
—Para él, sí —respondió sonriendo—. Yo no me di cuenta.
—Sin embargo... —Levantó su cabeza y le mostró a su amado esa sonrisa que tanto ansiaba ver— me haces feliz.
Emocionado por su sonrisa, posó sobre las suaves mejillas del rubio sus frías manos para luego besarlo con pasión. No necesitaban más que ese beso para confirmar su nueva relación y su amor mutuo. Al separarse se sonrieron como hace mucho no lo hacían, con verdadera felicidad. Aquella nochebuena pasó de ser un desastre a una hermosa situación.
Se acercaba la media noche y los invitados salieron al patio para observar los próximos fuegos artificiales, sin embargo, algunos se percataron de la ausencia de dos personas: Ace y Sabo, quienes se divertían solos en la habitación del segundo. Minutos después, los fuegos artificiales comenzaron a sonar, indicando el comienzo de la navidad.
—Ah... Ya son las doce... —comentó Ace observando los destellos desde la ventana—. ¿Deberíamos bajar?
—No, estamos bien aquí —respondió Sabo comenzando a cerrar las cortinas—. Esta será nuestra navidad.
—Si tú lo dices... —Sonrió.
Continuos besos llenaban ese día de pasión y alegría, junto con el estallar en el cielo de los fuegos coloridos. Ese era el inicio del día navideño, de su navidad. ¿Qué les esperaría el resto de ese día? Jamás lo sabremos...
— FIN —
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