°08°
A terapia no creo que vallan los locos como suelen decir, más bien los que cargan con la suficiente valentía como para hacerse cargo de sus propias emociones.
—¿Cómo te has sentido estos últimos días? —una sonrisa cínica se poso sobre mis labios.
—Se que no estuve cumpliendo con las sesiones. —la mayor asintió sin decir más, a la espera de un desenlace aceptable— Pero me siento mejor, no vi algún retroceso.
En simples términos, asistir a uno de estos centros es la forma más clara en la que puedes demostrarte a ti mismo, que dicha búsqueda en la que intentas reparar y dejar de repetir los mismo patrones, es real, no ficticia.
—Me alegra oírlo, supuse que has estado trabajando mucho estas semanas. Pero noto el cambio, tu semblante, tu actitud, ya no eres el mismo muchacho que ingresó por esa puerta desganado.
Mantente fuerte, no extrañes a nadie. Con frialdad, no vuelvas a buscar a nadie.
Los recuerdos de un niño que se forzó a crecer regresan. No sabía como superar las adversidades, no comprendía como avanzar con las heridas infringidas, quise huir y olvidarme de todo y todos, pero aprendí a lamerme las heridas por mí cuenta. Por mí salud mental, debía soltar el perdón, y el primero en la lista, era yo mismo.
Merecía mucho más de lo que me di, y me costó horrores aprenderlo. Los intereses pesan, y mucho.
—¿Has sentido deseos de volver? —se muy bien a que se refiere. Baje la mirada para ladear una sonrisa de auto compasión.
—La verdad... —mis brazos son un crudo recordatorio de todo aquello que no hice por mí— uno cuida lo que le interesa, y descuida aquello que le estorba. —alce la mirada con total confianza— Me esfuerzo mucho por cuidarme como corresponde.
Mí debilidad, la quiero bien lejos, pero la resguardo día con día, la llevo en mí propia piel.
Navillera fue presentada al fin, hace unos pocos días salió al aire un episodio de weekly idol, en donde promocionamos la nueva canción.
Aunque al parecer nos irá bien con las ganancias monetarias, los comentarios siguen doliendo, no doy la talla según la mirada juiciosa de los fans.
Deje escapar un soplido nasal, abrumada.
—Leer basura daña la salud. Te recomiendo que comiences a leer un par de buenos libros. —volteo para verle, ni siquiera le escuché ingresar al estudio— Te puedo recomendar algunos si lo deseas.
—Oppa, es sencillo para ti. Esta gente parece odiarme.
—¿Y eso qué? —frunci el ceño— Tu millón sigue asegurado mediante tu esfuerzo. —aleje la mirada cabizbaja por el innecesario y de muy mal gusto comentario.
—No es gracioso. Y aunque fuera el caso, no se si vale la pena... ¿dinero a cambio de odio? Como si alguien aceptara aquello.
—Creo que te lo tomas muy a pecho. ¿No eres la misma niña que dijo semanas atrás que no le importa?
—¿Cómo lo haces? Anda dime tu secreto, eres tan duro. —señale con un mohin.
—No es que sea duro, es que eres muy blanda. —mufe por lo bajo, dolida— Yewon, hay gente que nunca va a merecer el lugar que les diste en tu vida. Les quedó grande, tú les quedaste grande. —lagrimas quisieron ganar, pero estaba harta de solo llorar— Y no, no es tu culpa, porque tú si supiste querer. Tu si supiste intentarlo.
Por esos días que no volverán, por esos sueños que no brillan como en aquel burbujeante momento. Por aquella sonrisa... que parece no querer regresar a mí rostro.
¿Realmente no es mí culpa?, ¿en serio lo intente?
—No somos todos iguales. Yo no soy como ellas. No soy como tú...
—Ese es tu problema, sueles compararte e idealizar la perfección en otros. Eres un jodido desastre.
No dolió, quemó y fue tan profundo el fuego que no pude contener la ira que con prontitud me consumió.
Poniéndome de pie, abandonando los comentarios en la red, volteé ante él.
—Y tú eres un miserable bocón. ¿Te crees con el suficiente derecho como para reclamarme?
—¿Consideras esto un reclamo? —su egocéntrica sonrisa reapareció— De verdad que no te entiendo. —negó con su cabeza.
—No lo hagas. —sus ojos me observan con fijeza, penetrando mí retaguardia— No reniegues de mí con un maldito movimiento de cabeza. ¡Tú no entiendes!
—¿En serio lo crees? Porque al parecer, tu mundo se está poniendo de cabeza por los estúpidos comentarios de gente que ni siquiera te conoce. Vamos, no mereces esa mierda.
—Que sencillo. —podia sentir la inestabilidad de mí cuerpo, todo debido al temblor que se apoderaba tensando mis músculos— Para ti, para Namjoon, Seokjin, Adora e incluso ellas, ninguno de ustedes está en mis zapatillas, pero... pero aún así, pueden venir a sermonear mí formas de sobrellevar la carga. Todavía pueden disminuir con sus palabras de consuelo mí dolor.
Quizás no debí decirlo de aquel modo, después de todo, sus palabras resuenan en mí cabeza.
“No eres demasiado sentimental, no disminuyas tu dolor porque otros no lo entiendan.”
—No intento darte consuelo. —la frialdad en su timbre calo hasta mis huesos— No te confundas niña. —pero la necesidad de cubrirme me nublo—Solo me preguntó, ¿por qué lo haces?, ¿por qué te dañas a ti misma?
—Por favor, no seas tan hipócrita. Quizás y sea la misma razón por la cual tú lidias con las marcas en tus brazos. Portamos las mismas cicatrices.
Fue en ese mismo instante que lo comprendí, hay maldad en todas las personas, porque está forma parte de nuestra naturaleza. Es lo que nos representa como seres humanos, la bondad no puede existir sin la malicia, debe haber un intermedio que realice algún tipo de balance entre ambas. Y yo... acabo de cruzar ese punto medio.
—N-no quise... —mi voz a duras penas logró hacerse audible. Y es que no era de mí incumbencia las heridas de su autoría, el mayor no solía mostrarlas, fue por un pequeño momento en que las logre divisar, y me siento miserable al haberlas usado en una conversación tan fuera de lugar por parte mía.
—Haz las cosas como si supieras que no van a terminarse, que no van a fallarte, que no van a soltarte. Porque si algún día descubres que no lo valió, si sales herido y te faltan unos cuantos pedazos, porque créeme, lo harán ya que todos somos de cristal. La tranquilidad de haberlo dado todo será tu mejor compañía mediante el nuevo proceso de sanidad, de volver a conocerte, puesto que nos está permitido perderse cada tanto. Porque siempre podrás volver a comenzar.
Cada palabra dicha, solo fueron dardos clavados a mucha profundidad, una por una, lentamente empujadas con sutileza y altura.
Solo soy una mocosa que sabe quejarse y tener autocompasión de si misma.
Yoongi... —mi voz no se hizo escuchar, mientras apreciaba su espalda marchar— lo siento.
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Me aleje del estudio con prisa, ¿enojado? No lo creo, más bien frustrado, decepcionado.
Baje los escalones de la entrada principal, cuestionando nuestros diferentes puntos y tonos.
Quizás sea porque nos encontramos en diferentes cruces, ella aún no lo comprende. Pero como personas repletas de errores, comenzamos a volvernos adictos a... la soledad, a sentir paz, a dejar de dar explicaciones, a valorar nuestro espacio, no permitir que cualquiera ingresé a nuestro corazón, y sienta la caloría de nuestra piel.
Me apodere de las llaves que se encontraban en el bolsillo de mí campera, para obtener el casco negro con rasgos rojizos en forma de llamas una vez me detuve frente a la motocicleta.
Si, terminamos enviciados, a ser autosuficientes, y a brillar por nuestra cuenta. Algunos creen que se trata de miedo, pero difiero de ellos, la definición correcta no es temor, es amor propio.
Me monte en esta, a sabiendas del mal humor que se apoderaba de todo mí ser, en un maldito segundo.
Todos estamos heridos a diferentes escalas, pero no por ello debemos fingir, aparentar que todo está bien. ¿De qué nos vale? Solo seríamos una cáscara vacía, un metal que no resuena, un sabor insípido. El maquillaje no cubre todas las imperfecciones, puesto que el alma sigue sangrando.
La velocidad empleada era moderada, aún así, cada tanto, apretaba el acelerador para poder sentir el aire chocar contra mí piel protegida.
Mí teléfono comenzó a sonar, comienzo a buscarlo, palpeando sobre el bolsillo interno de la campera de cuero sintético de color negra.
Aprovecho el semáforo para bajar la velocidad y llevar el teléfono sobre el manubrio, observando el remitente de dichos mensajes.
Jimin.
Mí pecho sufrió un altercado al observar su nombre, temía ingresar al chat, pero era mí obligación como hermano mayor.
Y como supuse, una corriente eléctrica recorrió cada tendón y músculo de mí cuerpo.
Papá...
Creí saber todo de ti, pero la realidad supera mis expectativas. Creí comprender lo suficiente como para aceptar tu ausencia, el viaje silencioso por el que te embarcaste debido a tu egoísmo.
Pero me resulta imposible, seguir tolerando la punzada continua y de la nada que generas cada vez que re apareces.
Nadie debería arrebatarte la magia de ser un niño, pero a ti nunca te importo. Tus abusos nunca se detuvieron, los insultos, el alcohol y los golpes, solo fueron en exceso.
—Idiota. —gruñi por lo bajo al observar el cambio de color en el semáforo, para comenzar a circular, cuando menos cuenta me di... una encrucijada formó parte de la carretera.
Una calle, una sola mano, no fui lo suficiente veloz como para esquivar a los dos, el transeúnte quedó fuera de peligro, muy a costa mía.
—¡Cuidado, camión!
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