CEGADO DE AMOR -CON AROMA A ROSAS- |One Shot|

Nota: Este One Shot está basado en el Fanfic Con Aroma a Rosas.

Conozco el mundo de memoria sin la necesidad de abrir mis ojos, pero no cualquier mundo; sólo el mío, el hacerlo se ha convertido en una singular costumbre. Sé perfectamente cuando el día está soleado o cuando está nublado, incluso antes de mirar por la ventana, esa sensación no se llama costumbre; se llama instinto. Sé de memoria cada paso que tengo que dar dentro de mi casa para llegar a cualquier lugar; eso es un hábito, y recuerdo cada movimiento hecho o por hacer registrado a cada segundo y cada minuto del día; a eso se le conoce como rutina.

Así empezó mi día, y creía que estaba destinado a terminar exactamente de la misma forma que terminaba siempre, sin embargo el destino me tenía preparada una sorpresa que cambiaría mi vida, que movería la idiosincrasia de mi mundo y sacudiría cada idea que pudiera considerar firme dentro de mi mente y creencias. Ese destino; se llama Frank.

Mi cuerpo se movía sólo, sin la necesidad de obligar a mi cerebro a pensar; hacía tiempo que esa actividad había quedado en la lista de cosas temporalmente superfluas. Llegué temprano a mi trabajo como siempre y me dirigí a mi oficina mientras ojeaba el programa del día actual.

"Visita guiada para el bachillerato 108 a las 11:00 a.m."

Mi trabajo en el museo de historia y arte era exactamente igual de rutinario que la vida actual que llevaba. Creo que sobra explicar el porqué. Me dispuse a esperar a que llegara la hora, mientras me dedicaba a perder el tiempo fingiendo que tenía bastante trabajo por hacer, revisando entre viejas carpetas y formatos que encontraba en el gabinete de mi escritorio; un débil ruido me despertó de mis sordos pensamientos y me hizo girar mi vista hacia abajo. Era un peculiar encendedor con dos iniciales grabadas; pero no eran mías.

"M.G" Entonces recordé la noche del cierre anterior, cuando un desbalagado visitante del museo irrumpió en mi oficina para dejarme violentar su cuerpo encima de mi escritorio. No había estado mal. No obstante; también era parte de mi rutina.

Tomé la carpeta una vez que llegó la hora, no la necesitaba, pero como es digno de imaginarse; ya era costumbre. Giré mi vista hacia las puertas para visualizar en cámara lenta como cientos de adolescentes entraban corriendo hacia las instalaciones, dispuestos a romper y destrozarlo todo, idóneos a ignorar las reglas por completo.

Justo al final, caminaba a paso lento mi destino, distraído, desinteresado, completamente adorable e irresistible. Él era pequeño, tanto de edad como en su estatura que era distintivamente menor que la del resto de los estudiantes. Me tomé varios minutos de mi rutina para mirarlo. Su figura me hipnotizó, su estilo era único, diferente al resto en su totalidad, vagué en la abulia de sus ojos aventurinos por más tiempo del que me hubiera permitido de estar en todos mis sentidos, hasta que su rostro fijo sobre el mío me obligo a disimular que no le estaba haciendo el amor dentro de mi mente y tuve que trasladar mi vista hacia alguien más.

Lo deseaba; cada partícula de mi interior se había alterado con su presencia, y la supuesta actividad superflua de mi cerebro elaboraba ideas, una tras otra para crear un pretexto que me permitiera acercarme al pequeño sin tener que acosarlo; para que él advirtiera mi presencia antes de que yo me acercara a él.

Mi escaso conocimiento sobre su existencia jamás advertiría lo imposible que era llevar mis ideas a la realidad.

-Buen día joven – saludó el profesor anteponiéndose entre mi vista y el pequeño estudiante que contemplaba.

Se dirigía a mí, el hecho de que me llamara joven fue lo que me llevó a ignorarlo por los primeros tres segundos; pero tomando en cuenta que él era mucho mayor que yo, entonces tenía bastante sentido.

-Buen día profesor – salude de igual forma con una sonrisa.

-¿Cuándo empieza el recorrido? – indagó curioso, llevando sus arrugadas manos a su rostro para acomodar sus gafas.

-En cuanto se encuentre presente el total de los estudiantes de su clase.

-Entonces empecemos cuanto antes – dijo entusiasmado.

Dejé que mis nervios descansaran; no llegaría ni uno más. A pesar de haber ignorado el desorden por estar idiotizado con la presencia de aquél chico podía advertir claramente el ambiente de anarquía envolviéndome y apretándome cada vez de manera más intensa y tenaz.

Inicié con la primera exposición una vez que el profesor logró mantener el orden de su clase. Todos los jóvenes dedicaban bastante interés hacia la información, o por lo menos lo fingían, hacían anotaciones en sus libretas o tomaban fotografías con las cámaras de sus celulares. Todos excepto aquél que permanecía en mi mente aun cuando no lo estuviese viendo a él.

Terminé con la sección y el grupo de estudiantes se adelantó a la siguiente antes de que se los indicara, pero aquél chico se quedó de pie en el mismo lugar durante unos segundos, era mi oportunidad de hablarle; pero no sabía que decir.

-¿Te ha gustado la exposición? – pregunté colocándome a su lado.

Vaya estupidez que se me ocurrió preguntar, la contestación de cualquier persona sería un aburrido "si" aun cuando la verdadera respuesta fuese lo contrario.

-Creo que te ha faltado ser más específico en cuanto a la explicación verbal de los detalles – contestó sin girar su rostro hacia el mío.

Su respuesta me sorprendió, sin embargo no estaba dispuesto a aceptar sus críticas, por más hermoso que me hubiera parecido; eso no tenía nada que ver con mi formación profesional.

-Creo que viene un poco de sobra cuando puedes ver el cuadro justo en frente – afirmé.

-Pero no cuando aun estando justo en frente... no puedes verlo – dijo con una triste sonrisa girando por fin su rostro hacia el mío.

Por fin pude admirar sus facciones de cerca, sus ojos eran hermosos, pero obligó mi corazón a acelerar los latidos con aquella reciente información. El poseedor de la belleza que me había impactado no podía admirarla por él mismo; el pequeño era ciego. Me quedé sin palabras, temía emitir cualquier sonido de voz que pudiera ser o parecer hiriente para el chico.

-Yo... discúlpame... no pude darme cuenta, tus ojos... son hermosos – comenté inseguro.

-No hay cuidado, me pasa con frecuencia – dijo sonriente.

-Me llamo Gerard – dije a manera de introducción.

-Lo sé, Gerard Way, recién te presentaste antes de iniciar con la exposición – sonrió dulcemente.

Por supuesto, cada exposición empezaba con mi presentación después del cordial saludo habitual. Pero el pequeño había logrado colocarme nervioso, agregándole que había cometido una estupidez con respecto a su obstáculo visual.

-Me llamo Frank – dijo finalmente.

Sé que me estuviera viendo a los ojos si pudiera hacerlo; yo lo hacía. Sentí deseos de tocarlo, pero no de la manera sexual. Únicamente deseaba conocer la sensibilidad de su piel, de su rostro, sus labios, su cabello, de cada parte de su cuerpo sobre la que mi vista se posaba. Me tomé el atrevimiento de acariciar su cabello y tomarlo de la mano para dirigirnos con el resto de la clase.

-Nos han dejado atrás Frank – comenté mientras me adelantaba unos pasos.

El cuerpo del pequeño se estremeció, pero apretó mi mano con fuerza y se dispuso a seguir mis pasos.

Empezaba a pensar que estábamos destinados a que nuestras vidas se cruzaran ese día, pude sentir desplegarse de mi interior un arsenal de sentimientos que se alborotaban hacia él, temía que pudiera escuchar los latidos de mi corazón o que pudiera sentir la circulación de mi sangre correr aprisa. Me regaló una sonrisa cuando solté su mano, yo lo imité, pero él no podía darse cuenta, así que rocé el dorso de su mano con la mía y me alejé de él para continuar el recorrido.

Frank, aún llevo el registro del segundo exacto en el que conocí su nombre. Era perfecto, fue lo único en lo que pude pensar por días. Frank y su perfecta anatomía, su inexplicable belleza, su alma pulcra y espíritu alborozado. En ese momento no pude conformarme con solo saber su nombre; debía saber todo de él, necesitaba permanecer a su lado, cuidarlo, pero sobre todo seguir admirando su sonrisa que había enajenado mi alma.

Sentí como si mi cuerpo hubiese dejado de funcionar una vez que me encontré falto de su presencia. Mi alma no respiraba más; lo necesitaba, aquél breve encuentro con Frank se había convertido en una obsesión. Cada vez que abría mis ojos y miraba lo que se encontraba frente a mí, recordaba sus palabras; recordaba que él no podía verlo, y mi lista de cosas superfluas para vivir crecía, después de haberlo conocido a él no necesitaba nada; nada mas que su presencia para poder permanecer tranquilo; aunque su presencia misma me hiciera perder todo rastro de tranquilidad en mí; y la única otra cosa que necesitaba eran mis ojos, así podría admirarlo cada segundo. Pero todo aquello eran solo ideales que permanecían fijos, nítidos y lejanos dentro de mi cabeza. Porqué no conocía más allá de su nombre y su piel.

Mantenía una guerra contra mi mismo en mi interior, moría por ponerme de pie y salir a buscarlo; sabía sin lugar a dudas en donde podría encontrarlo, lo único que tenía que hacer era subir a mi auto y conducir por una vía distinta a la que tomaba todas las mañanas. Sentía que mi cerebro dejaría de obedecer al mapa mental que mi rutina de vida había trazado en mi memoria, solo por ir a buscarlo, sin embargo; aun hacía el intento de ganarle a mis ansias de volverlo a ver. Intento que resultó fallido; no pude darme cuenta del momento exacto que cambié de dirección para dirigirme hacia la preparatoria 108, solo pude advertir el cosquilleo que nacía en la boca de mi estomago y recorría mi cuerpo con el simple pensamiento de que gozaría de su presencia una vez más.

Bajé de mi auto aprisa y crucé la calle para caminar hacia la entrada de la escuela, seguía los pasos del montón de adolescentes que se dirigían lentamente hacia la puerta; sin el más mínimo entusiasmo por iniciar el día de clases. Fue cuando advertí su presencia a lo lejos, imposible que me confundiera; era él, el pequeño Frank que caminaba solo hacia la entrada, su rostro expresaba seriedad, pero emanaba la misma aura de alegría que el primer momento que lo vi, su incomparable belleza se adueñaba de mi visión, no podía observar nada más ante su presencia. Me abrí paso entre los estudiantes para ir a su encuentro, caminé aprisa por no correr, mientras seguía mirando su pequeño cuerpo, mientras me idiotizaban de nuevo sus enormes ojos y el deseo de poseer sus delgados labios rosas. Hasta que avancé el último paso para bloquear su camino y quedar frente a él. El pequeño se paralizó, no intentó avanzar un centímetro más y giró su rostro hacia arriba.

-¿Gerard? – dijo dudoso.

Mi vida empezó de nuevo. No podía dar crédito a sus palabras, no quería informarle a mi alma que Frank había hecho espacio en su memoria para almacenarme a mí, porque temía que no fuera más que una alucinación. Coloqué mis dedos sobre su mejilla y los deslicé lentamente sin aplicar presión sobre la fragilidad de su piel. Sentía que Frank representaba un cambio en mi mundo, en la vida real y no en la caricatura en la que existía todos los días.

-Si – afirmé – Soy yo.

Frank dibujó una sonrisa en sus labios, estaba feliz, pero no más que yo. En ese momento sentí deseos de tomarlo entre mis brazos y no soltarlo jamás. Permanecía ajeno a la clase de hechizo que pudiera estar actuando sobre mí, porque aquél sentimiento que crecía en mi interior hacia él no era normal, no era humano.

Coloqué mi mano alrededor de su cuello y lo acerqué con cuidado hacia mi rostro, Frank no se movía por si solo, dejaba que fuera yo quien realizara sus movimientos, hasta que sus labios chocaron con los míos, entonces pude advertir una respiración profunda por su parte. Sus mejillas se sonrosaron, su piel era tibia. Dejé que el pequeño tomara aliento y entonces junté mis labios de lleno con los suyos. Su sabor era exquisito, sus movimientos eran lentos, llenos de miedo pero al mismo tiempo de deseo, sus manos se colocaron alrededor de mi cuello mientras nuestro beso se intensificaba. Dejó de importarme el mundo al igual que a él, rodee su cuerpo con mis brazos y lo apreté con fuerza mientras mis labios permanecían unidos a los suyos y mi lengua pedía acceso al interior de su boca con el suave roce sobre esta. Olvidé la cantidad de segundos que permanecí sobre sus labios. No me importaba, podía ignorar el registro del tiempo siempre que me encontrara a su lado. Toqué de nuevo su piel porque la suave sensación de ésta era la perfecta combinación con el sabor de sus labios.

Fue sólo en ese momento que noté que no importaba el resto del mundo, que no existen vidas perfectas sin que dejen de transformarse en simples existencias, y que cuando menos esperas, en el lugar y momento que pudiste tener toda una vida programada, las cosas pueden cambiar. Supe todo eso en un sólo instante; en el mismo instante que me di cuenta de que Frank me había traído de vuelta a la vida.




By: DeidRocks. X_x

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