Séptimo

Advertencia: Homosexualidad truste 

El reloj de la pared marcaba casi las nueve cuando el celular de Arno comenzó a vibrar, haciendo a Shay pausar la película que miraban, sin Cecily en casa podían darse el lujo de mirar algo de terror con comodidad, aunque ambos hubieran preferido tener ahí a la pequeña aunque tuviesen que ver Barbie una vez más. Arno no estaba seguro de que estaba pasando, de hecho estaba bastante confundido al percatarse de que era Jacob quien llamaba; de cualquier manera respondió.

El Whitechapel Health Centre no era necesariamente el mejor hospital, pero cumplía su función; Arno lo recordaba como unos de sus lugares menos favoritos, al llegar, pudo ver a Jacob dando vueltas de un lado a otro, pasando sus manos constantemente por su cabello; mientras que Cecily estaba recargada junto a Evie, y entre sus manos sujetaba con fuerza a su oso, Jey Jey.

—Arno, yo... ¿podrías llevarte a Cecily? —El tono de Jacob no era hostil como hacía un par de horas que se habían visto, y Arno asintió llamando a su pequeña. Cecily dejó su peluche a cargo de Evie, las pocas veces que ella había estado en un hospital su oso la había acompañado, y quería que el abuelo Ethan lo tuviera consigo, con la creencia de que el oso le ayudaría a mejorar.

Fuera del hospital, Arno cayó en la cuenta de que Maxwell no estaba ahí. Jacob estaba solo, y sí, Evie estaba ahí, pero la comunicación entre los gemelos no era del todo la mejor.

—Shay ¿te importaría volver a casa con Cecily? Me gustaría quedarme para esperar noticias de Ethan... —La voz de Arno era algo baja, y no estaba del todo seguro de si se quedaba ahí por Ethan o había alguna otra razón de por medio.

Shay, comprensivo, asintió y se quitó la gabardina para cubrir a su prometido, la noche era algo fría, y aunque le hubiera gustado dejarle las llaves del auto, tenía que llevarse a la pequeña antes de que cogiera un resfriado; tanto la menor como él se despidieron con un beso en su frente y se retiraron.

Arno regresó al hospital, tomando a Jacob del hombro con suavidad, su dulce tacto había logrado apaciguar a Jacob un poco y llevándolo a tomar asiento.

—No es necesario que hagas esto, Dorian. —Murmuró Jacob llevando la mirada al piso, Maxwell debía estar ahí con él, pero en la llamada le había dicho que estaba ocupado.

—Tienes razón, no es necesario, pero... también conozco a Ethan, y lo aprecio bastante.

Frye no respondió, no tenía energía ni ganas de discutir, y si Arno quería estar ahí, no podía oponerse, ambos permanecieron sentados uno junto al otro en silencio, el francés dejó pequeñas palmadas en el hombro del más joven, confortandolo con ese pequeño gesto.

Algunos minutos más tarde, Ethan estuvo en condiciones de recibir visitas, y claro, a ninguno de los gemelos les hizo gracia alguna conocer de esa manera el estado de salud de su progenitor, aunque a Jacob ahora le quedaba más clara la extraña forma de actuar de Charles.


———


Charles Dorian entró a la habitación, su aspecto descuidado dejó desconcertado a Ethan; el francés siempre estaba bien afeitado y se encontraba envuelto en un agradable aroma a vainilla que a un par de pasos aún se lograba percibir; ese día era distinto, en Charles había impregnado un fuerte aroma a whisky, o quizá era ron, Ethan no estaba del todo seguro, poco antes de que Dorian entrara a la habitación apenas le habían retirado el respirador, así que estaba un tanto desorientado; sus mechones semi plateados, siempre recogidos en una coleta, estaban desordenados; había una incipiente barba cubriendo su mentón y la decadente imagen se terminaba de complementar con las marcadas ojeras bajo sus ojos.

—Charlie ¿qué pasa?— Preguntó Frye con esfuerzo, la tos aún persistía aunque de momento ya no había sangre.

—Nada, Ethan. No pasa nada; Jacob me llamó y estoy aquí.

El francés había pasado una mala noche, acompañado de algo de licor y siendo torturado por sus pensamientos; Ethan iba a morir, de eso estaba ya seguro, pero la idea dolía, además se sentía como un idiota por ello, moría de amor por alguien que nunca lo vería más allá de una amistad. Tomó asiento en el banco al lado de la cama de Ethan, el oso de peluche junto al británico llamó su atención, sin embargo no hizo comentarios al respecto.

—Vine a despedirme. —Soltó sin más, clavando la mirada en la pared del frente, sin atreverse a mirar al hombre que se apoderaba siempre de sus suspiros.

—¿Pero qué tonterías dices, Charles? Aún no estoy muerto.

—Lo estarás. Y por mi propia paz mental, no quiero estar ahí viéndote no hacer nada para tratar de salvarte. Ya dijiste que no piensas tomar ningún tratamiento, y durante los últimos veinte años te he escuchado sollozar patéticamente por Cecily; si tanto es tu deseo de acompañarla, bien, hazlo; pero no pienso estar ahí, Ethan Frye, ya no más.

Charles giró y encaró al mayor, estirando la mano, dejando una delicada caricia en su mejilla; Ethan no supo cómo reaccionar, estaba seguro de que, ese gesto estaba lejos de tener una connotación amistosa, y por alguna razón, le resultó agradable el pensarlo; pero todo a continuación le pareció que pasó bastante rápido.

Llevó su mano sobre la del francés, pero pronto este ya la había apartado y se había levantado de su asiento.

—No puedo ver al amor de mi vida irse así, Ethan. No puedo...

Charles abandonó la habitación, dejando a Frye en la cama, sin terminar de comprender que acababa de suceder. 

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