Décimo quinto
Lunes.
La última semana le sirvió a Shay para llamar a otro de sus amigos, George Monro, tanto él como Haytham habían formado parte importante de su vida en un pasado, buena parte de quien era en ese momento, se lo debía a ellos.
Se reunió con ambos la tarde del lunes, en la casa que Haytham había heredado de su padre, pero rara vez este ponía un pie ahí; sólo la usaba para reuniones de esa clase, él de hecho, residía en otra propiedad con su hijo y una encantadora mujer.
Kenway recibió a sus dos amigos y los hizo pasar hasta lo que alguna vez había servido como un salón de juegos, aún había una mesa de billar pero estaba cubierta por una manta para evitar el polvo; la mayor parte de las paredes eran adornadas por estanterías que alojaban algunos libros que habían pertenecido al padre de Haytham, otros, el propio Haytham los había añadido, o su hermana mayor.
Un viejo mueble albergaba algunas botellas, Kenway sacó, por petición de Monro, un fuerte whisky escocés y lo sirvió en tres vasos de cristal cortado. Shay alzó su bebida a modo de brindis, aunque no dijo nada, no estaba seguro de tener un verdadero motivo por el cual hacerlo y fue a tomar asiento en una de las sillas que rodeaban una mesa cuadrada, y tanto Haytham como Monro se sentaron a los lados.
En ese momento, realmente pudo abrirse con sus amigos, si bien había hablado con Haytham antes, lo había hecho de forma muy vaga en realidad. Su voz se rompió en más de una ocasión; no era la primera vez que se llevaba el corazón roto, pero si la primera en que las cosas llegan tan lejos ¡incluso se había comprometido!
El whisky comenzó a surtir efecto a la mitad del tercer vaso. Cormac dio un golpe a la mesa con la palma de su mano, sintiendo el escozor provocado por el impacto, ahora colérico, comenzó a maldecir su propia estupidez por haber creído que Arno en algún momento habría olvidado a Jacob.
—Shay, calmate. —Ordenó Monro, sujetando la mano de Shay para evitar otro golpe a la mesa. Haytham observaba en silencio tan decadente espectáculo. No tenía nada que decir que pudiera animar a Cormac, así que se limitó a darle una suave palmada en el hombro del menor.
—El sábado debes tener tus maletas listas. —Tras un largo silencio, Kenway fue el primero en hablar.
—Te podrás quedar conmigo. —Ofreció George con una sonrisa que intentaba ofrecer confort al castaño. Esperaba algún tipo de protesta, por el contrario, agradecido, Shay lo abrazó. Monro no dudo en corresponder el gesto, conmovido al ver al chico en ese estado.
Monro no se encontraba en condiciones suficientes como para manejar de regreso a casa, por lo que Monro tuvo que llevarlo.
Martes.
Mientras que Arno estaba en la cocina con Cecily, Shay estaba revisando sus pocas pertenencias que se encontraban en la habitación que compartía con Arno. Incluido un álbum de fotografías.
La primera fue como una puñalada en el pecho.
La primera era, de no mucho después de haber comenzado a salir con Arno, el francés sonreía ampliamente mientras Shay besaba su mejilla y sujetaba con aire cariñoso su abultada barriga. Después habían otras fotografías, con Cecily recién nacida.
Oh Dios…
Algunas lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas.
—Cariño ¿Qué pasa? —Arno había subido a buscar a su prometido, alarmado de verlo llorando, especialmente considerando que Shay no era del tipo que llora; sólo lo había visto hacerlo dos veces con anterioridad; cuando Cecily aprendió a hablar y comenzó a llamarlo "papá" y cuando se comprometieron.
Dirian sintió un nudo en la garganta al darse cuenta de lo que Cormac tenía entre sus manos y su corazón se reflexión su pecho por la culpa.
Cuando Arno logró hacer al irlandés levantarse, lo llevó a la cocina para acompañar a Cecily. La pequeña estiró los brazos hacia Shay.
Shay la levantó.
—¿Papi se cayó? —Preguntó la niña, sujetando las mejillas del mayor, confundida por verlo con los ojos rojizos y no encontraba otra explicación para el llanto de Shay que no fuera esa.
—No, no es eso, princesa. Son… cosas de adultos. —Optó por la respuesta más sencilla. Demoraria menos que el intentar explicar a la niña lo que era la nostalgia o lo que era sentir el corazón roto. Cecily hizo una mueca, poco satisfecha con la respuesta, aunque igual la tomó y se limitó a dejar un pequeño beso en la mejilla de Shay y acurrucarse con él como si ello pudiera curarlo.
Miércoles
La tarde la pasó en el puerto, el mar le brindaba una gran tranquilidad, aún con todo el movimiento que había, personas pasando de un lado a otro y tanto escándalo, Shay se encontraba bastante sereno. Un suave tirón a su mano lo hizo abandonar su hilo de pensamientos.
Bajó la mirada y le sonrió a Cecily, la pequeña que no era suya, pero que la amaba como si lo fuera. La alzó entre sus brazos y luego sin esfuerzo alguno, la subió hasta sus hombros; la niña soltó una risita, feliz de pasar tiempo con su padre.
—Vamos, princess.
Con la niña a cuestas, se encaminó hasta uno de los trabajadores del puerto, dispuesto a alquilar uno de los botes por un rato, había prometido enseñar a Cecily a manejar un bote y lo cumpliría.
—¡La tía Evie! —La nena señaló a su tía a algunos cuantos metros, Shay se giró a donde su pequeña señalaba. —¿Podemos ir a saludarla? —El tono de súplica de su niña logró hacer que Shay se viera obligado a ponerse en marcha para alcanzar a Evie; Cecily por su lado se aferraba con fuerza al irlandés mientras reía.
—Evie...— La chica se dio la vuelta, no era que tuviera demasiados amigos, así que, el que alguien se detuviera a intentar saludarla parecía algo extraño.
—Ah, Shay, eres tú… —Evie le sonrió, gesto extraño en ella, pero, de alguna manera la hacía feliz ver al chico. Hasta después se percató de la niña sobre los hombros de Cormac. —Cecily, cariño ¿Qué hacen acá?
La niña brevemente explicó a su tía, que "su papi" (dijo con orgullo) la enseñaría a manejar un bote, y así podría ser una princesa pirata. Evie y Shay se echaron a reír un poco ante el entusiasmo de la menor.
—¿Quieres venir? —Ofreció Cormac con tono amable.
Tras meditarlo unos instantes, Evie terminó asintiendo, después de todo, en casa Ethan estaría bien con los cuidados de Charles, así que, un rato de dispersión le vendría bien.
El bote que Shay rentó era blanco, con una franja azul y una roja, primero ayudó a Cecily a subir, y luego a Evie, quien, para ese momento, comenzó a dudar sobre hacerlo; nunca había subido a un bote o algo similar, lo cierto era que prefería la tierra firme, donde podía mantener el control de sus pasos.
—Anda, Evie. Nada malo pasará, te lo aseguro.
La cálida sonrisa de Shay fue el impulso que necesitaba, pero aún así se encontró vacilando al tener un pie en el bote. Cormac tomó su mano y tiró con gentileza de la chica hasta que por fin estuvo dentro.
Frye no lo podía negar, Shay era un buen padre para Cecily, resultaba bastante enternecedora la interacción entre ambos.
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