Capítulo 9


Las llamas abrazadoras impiden que escape del círculo en el que me hallo presa, siendo consciente de como la pólvora es consumida por el fuego progresivamente, aportándome una sensación cálida dificíl de ignorar. A pocos pasos de mi posición se halla Liz, camuflada bajo el aspecto de Magda Winchester, colocando unas velas sobre el tocón de un árbol. A su lado, John Spinnet le ayuda a encender las mechas, en un intento de acelerar el proceso.

Nadie, salvo nosotros, la luna y la naturaleza que nos rodea, es consciente del ritual que va a tener lugar en pleno bosque. Un ritual que puede traer consigo nuestra salvación en el mejor de los casos y en el supuesto contrario, nuestra propia perdición. Aún así estamos dispuestos a arriesgarnos a darlo todo, aunque ello suponga echar al azar alcanzar la cima o caer derrotados en el campo de batalla.

-Cuando la luna haya alcanzado su punto más alto en el cielo, iniciará el ritual, y antes de que abandone su posición habremos puesto fin a nuestras vidas- explica Liz, observando a Samuel, quien se halla junto a un árbol, con los brazos cruzados-. Preparaos, no puede faltar mucho.

Inspiro una gran bocanada de aire y la retengo en mis pulmones. Cuando respiro hondo, siento como ese cosquilleo que se apodera de mi estómago como consecuencia de los nervios se apacigua. Es una sensación agradable.

-Primero comenzaré con el hechizo de resurección y luego daré paso al siguiente.

-¿Cuáles son las posibilidades de que algo salga mal?- pregunta John.

-Son elevadas. Estamos hablando de un hechizo antiguo, del que no tenemos constancia de su utilidad. Hay aproximadamente un ochenta por ciento de posibilidades de que algo se tuerza en el último momento.

John se aferra al antebrazo de la joven y le mire directamente a los ojos.

-¿Existe la más remota posibilidad de no volver a verte?

-No voy a mentirte, John. Es un hechizo que requiere un gran poder. Ahora soy simplemente una humana con la maldición del cazador. Ni siquiera soy bruja. Puede que termine autodestruyéndome.

-No estoy preparado para perderte, Liz.

-Yo tampoco- confiesa con una media sonrisa. Alza su mano y acaricia la mejilla del vampiro-. Prometo hacer todo cuanto esté en mi mano para volver.

-No lo intentes, haz que sea posible.

Libera el brazo de la chica y termina por depositar un tierno beso en su mejilla. A continuación se da media vuelta y camina hacia su hermano menor, quien se entretiene observando la luna, con las manos entrelazadas en su espalda, sonriéndole a la luna.

-Es la hora- informa Liz, acercándose a mi posición, apaciguando las llamas que me rodean para poder tomar mis manos e iniciar el hechizo-. ¿Estás preparada?

-Creo que nunca lo diría pero sí, estoy preparada para morir.

-Sólo durará unos minutos. No te preocupes.

Suspiro, aliviada.

Liz ejerce una leve presión en mis manos y comienza a murmurar un hechizo en voz alta, captando la atención de todos los presentes, quienes se giran en torno a nosotras. Una inesperada corriente de aire se alza, alborotando nuestros cabellos y adhiriendo las prendas a nuestra piel. Así como la tierra comienzan a temblar y a crear pequeñas tormentas de arena. Los pájaros abandonan los copas de los árboles y emprenden un vuelo, con la esperanza de dar con un nuevo hogar.

Puedo sentir como una fuerza invisible penetra a través de mis manos y continúa ascendiendo hasta alcanzar mi corazón, envolviéndolo con su capa imperceptible.

Liz finaliza el hechizo y me mira con los ojos aparentemente cansados y una pequeña hemorragia nasal. La chica de cabello moreno me observa con una media sonrisa, consciente de la situación a la que debe hacer frente, intentando calmar mis miedos, asegurándome de que todo está bien. Y aunque todo parece indicar lo contrario, le creo con todas mis fuerzas, porque inconscientemente deseo que así sea.

-Ya está hecho el hechizo de resurrección.

La chica camina hacia el tocón de aquel árbol en el que depositó las velas y se hace con una estaca y un cuchillo de hoja afilada. Salva la distancia que nos separa con cierta indecisión y me hace entrega del arma letal, la misma capaz de poner fin a mi eternidad. Luego retrocede hasta volver a su círculo de fuego, de manera que las llamas abrazadoras de mi alrededor vuelven a manifestarse.

-Cuando finalice el hechizo, quiero que perfores tu corazón con la estaca- anuncia, aferrándose con ambas manos al cuchillo que sostiene entre sus manos-. Hazlo sin pensarlo. Te resultará más fácil.

No importa tu consejo. Sé que será una decisión difícil de tomar.

-Yo, Magda Winchester, os convoco ancestros, para solicitar todo el poder que he ido adquiriendo a lo largo de mi vida para poder realizar este hechizo con éxito- comienza a decir, mirando hacia el cielo nocturno, con los ojos cerrados-. ¡Yo personalmente me encargaré de restablecer el equilibrio en nuestra comunidad mediante este ritual! ¡dadme vuestras fuerzas y podré salir victoriosa!

Se desata una tormenta eléctrica que provoca que decenas de rayos vayan a parar a los alrededores, acompañada de una fuerte ventisca que amenaza con hacernos perder el equilibrio. Del cielo caen pequeños fragmentos luminosos que van a parar a la persona de Magda, quien mantiene sus brazos abiertos, recibiendo el poder de los ancestros.

-¡Hazlo! ¡ahora!- grita.

En ese instante alzo la estaca y sin ningún pudor me la clavo en el corazón. Entreabro los labios y dejo escapar a través de ellos un suspiro, probablemente el último antes de sucumbir. Bajo la mirada hacia mi pecho izquierdo y descubro un punzante fragmento de madera hiriéndome de muerte, ralentizando mi corazón y resquebrajándome lentamente. Puedo sentir como un fuerte calor asciende por mi cuerpo hasta conseguir cubrirme por completo. Estoy ardiendo. Mi piel se deteriora poco a poco, al igual que mis órganos internos, adoptando un tono apagado, negruzco.

Miro por última vez a Samuel antes de convertirme en cenizas que inevitablemente se precipitan hacia el vacío, depositándose sobre la naturaleza.

Poco de más de dos minutos transcurren hasta que las cenizas comienzan a agruparse y a crear nuevamente vida, adoptando la forma de un ser humano hecho un ovillo en el terreno. La brisa se encarga de hacer ondear las pequeñas partículas ardientes de tierra, dejando al descubierto a una chica de cabello castaño, completamente desnuda.

Abro los ojos, expectante, y miro a mi alrededor con las mejillas encendidas. Poco a poco me voy incorporando, aún confusa ante la influencia que ha ejercido el hechizo en mi persona, cubriéndome mis partes íntimas con las manos. Samuel, quien se percata de la incómoda escena, se apresura a cubrirme con su chaqueta, en un intento de hacerme entrar en calor y alejarme de la mirada de los curiosos.

-¿Cómo te encuentras?

Niego con la cabeza, incapaz de responder.

Samuel mira con ojos suplicantes mi brazo, en un intento de pedirme permiso para poder observar la marca propia de la maldición del cazador. Le concedo su deseo valiéndome de un breve asentimiento. El vampiro baja parte de la tela que cubre mi brazo con el fin de poder observar el símbolo, dejando al descubierto mi hombro. Sigo su mirar hacia mi extremidad y no puedo evitar sorprenderme al percatarme de que no queda rastro de la marca maldita.

-¡No está!- exclamo eufórica-. ¡La marca ha desaparecido!

-¡Sí!- coincide Samuel, haciendo un gesto triunfal con el brazo.

Celebra su euforia cogiéndome en volandas y girando conmigo en brazos un par de veces. Luego me deja en tierra firme, me mira con ojos iluminados y sin pensárselo dos veces me besa, acogiendo mi rostro entre sus manos. Ante su inesperado gesto, reacciono quedándome completamente inmóvil, fundiendo mis labios con los suyos, dejándome llevar por el cosquilleo que se apodera de mi estómago.

Nuestros labios se separan, inevitablemente, transcurridos unos segundos, de forma que tenemos que vernos en la obligación de enfrentarnos a la realidad. Samuel me observa con avidez, con los labios entreabiertos, incapaz de articular palabra. Yo, en cambio, no puedo evitar sonrojarme y esbozar una media sonrisa.

-¿Por qué lo has hecho?- inquiero saber.

-Porque me lo pedía a gritos cada parte de mi ser.

-Aún no puedo creer que continúes a mi lado, queriéndome como el primer día- comienzo a decir, bajando la cabeza, perdiendo mi mirar en algún punto del terreno-. No me he portado bien contigo.

-Yo siempre supe que la chica a la que conocí seguía estando ahí- contesta, sonriendo de oreja a oreja, encogiéndose de hombros-. No podía dejarte marchar sin más. Me importas demasiado. Aunque eso, no es precisamente un secreto- sonrío ante su comentario y entrelazo mi mano con la suya-. Y con respecto a lo que has dicho antes, he de decir que estás muy equivocada. No te quiero como el primer día, te quiero muchísimo más.

-Vuelvo a ser yo- admito, apretándole la mano-. Aunque un poco más fuerte, rápida e impulsiva.

-Para mí siempre seguirás siendo aquella chica valiente y llena de vida a la que conocí el primer día de instituto.

Alzo una de mis manos y acaricio su nuca con ternura. Unimos nuestras frentes y dejamos nuestros rostros separados el uno del otro por escasos centímetros. Nuestras ojos se buscan con ansias, dispuestos a perderse en los del otro por toda una eternidad.

-Me alegro de que hayas vuelto.

-Yo también.

Nos fundimos en un eterno y cálido abrazo, un lugar al que poder llamar hogar.

-Tenemos un problema- confiesa John Spinnet, acabando con la magia del momento. Retrocedo un paso con el fin de poder tener una mejor perspectiva de la situación-. Liz aún no ha despertado. Es más, su cuerpo está comenzando a presentar los primeros síntomas de descomposición.

John está en el suelo, sosteniendo entre sus brazos a una chica de cabello azabache y piel pálida, con hilos de sangre provocando de sus fosas nasales y lágrimas sanguinolentas surcando sus mejillas. Tiene los ojos cerrados y la cabeza ladeada hacia un lado. Su cuerpo está completamente inmóvil, no hay ningún tipo de respiración por su parte, ni siquiera un leve movimiento de ojos.

Agudizo el oído, con el fin de percibir el latido del corazón de la chica, aunque no logro captar más allá de un silencio sepulcral.

-Su corazón se ha detenido- informo, acercándome a la chica. Me arrodillo junto a John Spinnet y hago ademán de aferrarme a la mano de Liz-. Tal vez podamos entrar en su mente y ver algo que nos dé una pista acerca de lo que está sucediendo.

-Vais a perder el tiempo- dice Kai con frialdad-. Liz sabía que el hechizo requería un gran poder y a ello hay que sumarle su pretensión por salvar dos vidas. El hechizo iba a destruirla. Era de esperar que toda esta historia no tuviera un final feliz.

-Magda concentraba en su persona un gran poder- defiendo, negándome a aceptar que Liz se ha ido para siempre-, el suficiente para poder llevar a cabo este ritual.

-Estáis en fase de negación- replica el vampiro de ojos color miel-. Os negáis a aceptar que la muerte pueda haber ganado la partida. Dejadme deciros una cosa. La muerte forma parte de la vida, no podemos huir de ella por mucho que nos esforcemos. Al final, siempre nos alcanza, siempre triunfa.

-¿Alguna vez has tenido esperanza?- le recrimina Samuel-. Porque nosotros no hemos dejado de tenerla en los tiempos difíciles que se avecinaban. Si no sientes esperanza, si no crees, si no eres capaz de sentir amor, ¿qué razón tiene seguir viviendo?

Kai aprieta la mandíbula y fulmina al chico con la mirada.

-Yo también podría preguntarte acerca de tu actitud ingenua. ¿Por qué sentir amor si eres consciente de que al final terminarán rompiéndote el corazón?

-Vale la pena correr el riesgo.

-Para mí no es un riesgo, es la prueba irrefutable de la perdición.

John acaricia con ternura el rostro de la chica sin vida, como si ello fuese a traerla nuevamente a la vida, quuzás recordando los mejores momentos que vivió a su lado.

-Hermano, respóndeme a algo, y por favor, te pido que seas sincero- pide John con la voz quebrada por el dolor, atrayendo hacia su cuerpo a la joven morena-. Cuando Sophie estaba bajo amenaza, cuando estaba tan cerca de probar el sabor amargo de la muerte, ¿tenías esperanza de encontrarla con vida a pesar de las circunstancias?

Kai guarda silencio y mira en otra dirección.

-Eso era diferente.

-No. No lo es, hermano- le contradice John, negando con la cabeza-. Eso demuestra que a pesar de ser seres inmortales, fuertes y resistentes, aún somos capaces de sentir esperanza, de enamorarnos y de creer que todo es posible. Y tú, Kai, aunque intentes hacerle creer a todo el mundo que tienes un corazón de piedra, que no sientes ni padeces, sé que en realidad no es así. Puedes engañar a todo el planeta salvo a mí- explica el vampiro con las lágrimas saltadas-. Parece irónico pensar que a pesar de ser las personas más fuertes que han existido, aún somos capaces de tener el corazón roto.

Palpo la mano de la chica y entro en su cabeza, con la esperanza de dar con alguna pista que me conduzca a Liz, aunque no logro dar con nada que vaya más allá de una oscuridad y silencio total. No queda ni rastro de la chica que una vez conocí. Ella ya no está. Ha abandonado el cuerpo de Magda Winchester y probablemente haya vuelto con los ancestros.

-Se ha ido- confieso con un hilo de voz.

-Me niego a creerlo- admite John, cogiendo a la chica en brazos e incorporándose-. En este maldito mundo existentes vampiros, licántropos, brujos, lux, cazadores. No puede ser posible que alguien que haya muerto no pueda volver de nuevo. Es una idea concebible. Al menos, para mí lo es. Así que me niego a aceptar que esta va a ser la última vez que la vea.

John se pierde entre la maleza, con la camisa impregnada de sangre y tierra, con las lágrimas surcando sus mejillas, cargando entre sus brazos con la chica a la que ama, quien tiene un brazo suspendido en el vacío, la cabeza ladeada, de manera que su cabello amenaza con peinar la naturaleza que tiene a sus pies.

-Quédemosno con el lado bueno- sugiere Kai Spinnet-. Te has liberado de la maldición del cazador y has recuperado la humanidad. Vuelves a ser la chica tan tediosa que conocí.

Fuerzo una sonrisa.

Kai sonríe de forma pícara y se marcha a gran velocidad, dejándonos a Samuel y a mí a solas en plena naturaleza.

-Hoy es tu primera noche como superviviente a la maldición del cazador- comenta el chico, acercándose a mí-. ¿Qué te gustaría hacer para celebrar tu vuelta?

-¿Qué tal un paseo en barca?

-Eso está hecho- me tiende su brazo para me aferre a él. Acepto de buena gana y él sonríe-. ¿Adónde vamos, señorita?

-Hacia el mañana- contesto con una sonrisa en los labios. Sam observa la curva de mi boca con los ojos iluminados, totalmente emrbiagada de dicha-. Persigamos el amanecer.

Samuel empuja la barca de madera en la que me hallo sentada, con el fin de adentrarla en el lago rodeado de montañas, empleando a fondo toda su fuerza, de forma que no le lleva mucho tiempo lograr su objetivo. Mientras él acaba cubierto de agua hasta la cintura, yo estoy impecable. Y es toda una ventaja porque hace bastante frío y no tengo muchas ganas de mojarme. Aunque, inevitablemente, cuando Samuel se sube a la barca y menea la cabeza, provoca que decenas de gotas de agua abandonen su cabello y se precipiten al vacío, yendo en todas direcciones, salpicándome en alguna ocasión.

-¡Ay, que me mojas!- exclamo, valiéndome de mi mano para echarle agua al vampiro, quien cierra los ojos y sonríe al sentir el impacto de la oleada dulce-. Creo que te has mojado un poquito.

Indico dicha cantidad con mis dedo índice y pulgar. Sam se muerde el labio para reprimir una amplia sonrisa y mira hacia la luna que nos acompaña. El vampiro comienza a acercarse a mí con decisión, sin intenciones aparentemente claras, de forma que me incorporo lo más rápido que soy capaz y retrocedo tanto como me lo permiten mis pies.

-¿Qué tal un baño ahora? El agua tiene pinta de estar muy buena.

-Ni se te ocurra.

Samuel rodea mi cintura con sus brazos y me aproxima a su persona. A continuación se inclina ligeramente hacia un extremo, de forma que la barca se vuelca en dicha dirección, provocando nuestra inevitable caída.

Nos sumergimos en las profundidas del lago de aguas frías y cristalinas, sintiendo como decenas de burbujas se forman a nuestro alrededor y juegan con nuestra piel, haciéndonos cosquillas. Todo cuanto nos rodea se presenta en un principio borroso, pero a medida que nuestros ojos se van acostumbrando a la oscuridad que se cierne sobre el lago, vamos percibiendo todo cuanto forma parte de las profundidades.

Volvemos a la superficie lo más rápido que podemos, saliendo al exterior tomando una gran bocanada de aire y riendo con gran intensidad, sintiéndonos más vivos que nunca. Samuel se encarga de volver a poner la barca boca arriba y de ayudarme a subir a esta, ofreciéndome sus piernas como soporte. Una vez consigo subir me acuesto sobre el suelo de madera y espero a que mi acompañante se reúna conmigo.

Samuel me cubre con una sábana, en un intento de hacerme entrar en calor, y yo no puedo evitar depositar mi cabeza sobre su hombro húmedo y perderme en las facciones de su rostro. El vampiro se percata de mi detenida examinación y cambia el rumbo de su mirar en mi dirección. Nuestras miradas se entrelazan con un deseo sobrehumano, revelándose a gritos todos los sentimientos que recién acaben de comenzar a surgir en nuestro interior.

Alzo una de mis manos y acaricio la mejilla del chico, quien me contempla con ternura. Acerca tímidamente su rostro al mío y termina por besarme con delicadeza, temeroso de mi reacción. Me dejo llevar por la sensación tan agradable y familiar que me transmiten sus labios, de forma que tomo su rostro entre mis manos y fundo mi boca con la suya, apasionadamente.

Con agilidad me subo sobre el vampiro, quien se incorpora, rodea mi cintura con sus brazos, propiciándome sendas caricias que logran prender mi piel. Enredo mis dedos en su cabello al mismo tiempo que él besa mi cuello, haciéndome enloquecer por completo, llevándome a tirar con ansias de su cabellera morena. En una de las ocasiones echo hacia atrás su cabeza, le miro con deseo y luego le beso con decisión.

Le quito a Samuel la camiseta por la cabeza y él responde llevanda las manos a la parte inferior de mi prenda superior con el fin de quitármela. Ambos nos despojamos de parte de nuestra vestimenta, dejando al descubierto nuestros torsos desnudos. Sam acaricia mi clavícula con ternura, para posteriormente depositar una sucesión de besos a lo largo de ella. Entreabro los labios y cierro los ojos, dejándome llevar por el calor que asciende por mi cuerpo, arransando con todo a su paso.

Desliza sus manos hacia mi zona lumbar y con un ágil movimiento me acuesta boca arriba en el suelo de la barca, de forma que él toma el control esta vez. Mientras él se limita a deshacerse del resto de mi ropa, yo opto por besar románticamente sus hombros y su pecho. Luego nos turnamos, realizando la acción opuesta., coordinándonos en todo momento.

-Eres preciosa.

Sonrío ante su comentario. Aferro mis manos a su rostro y le atraigo hacia mí. Volvemos a unir desesperadamente nuestros labios y nos dejamos llevar por el placer que nos invade, olvidándonos por completo del mundo que nos rodea. Esta noche es sólo nuestra y vamos a disfrutarla a cada segundo, como si fuera nuestro último día en este mundo.

Hoy somos libres de amar sin medida y vamos a dejarnos llevar por el influjo del amor.


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