Capítulo 6
Doy paso paso hacia atrás e incliso la cabeza hacia un lado, tomándome la libertad de humedecer mi labio inferior con mi lengua, en un intento de hacer desaparecer el rastro de sangre de mi víctima. Un hombre de unos cuarenta años se precipita al suelo, inerte, con los ojos fijos en mi persona, sin ver, con el miedo reflejado en sus pupilas y el cuello herido de muerte.
Alzo una de mis manos y limpio mi boca con el dorso de ella. Sonrío ampliamente, sintiéndome eufórica, más viva que nunca, y camino hacia el frente, donde se alza una montaña de cuerpos sin vida, desangrados, desprendiendo un fuerte hedor, que me lleva a arrugar la nariz. Avanzo hacia el frente hasta quedar separada de ellos por unos centímetros, extraigo del interior de mi chaqueta una petaca con alcohol y vierto parte del contenido sobre los cadáveres, para posteriormente lanzarle un mechero prendido.
Le doy la espalda a la montaña de cadáveres que dejo atrás y continúo avanzando hacia el frente, dándole un largo sorbo a la petaca que sostengo entre mis manos. El alcohol me ayuda a hacer desaparecer los recuerdos vividos junto a ese vampiro. Ojalá pudiera sacarle de mi cabeza con mis propias manos y mandarle lejos, tal vez con una buena patada en el trasero.
Emprendo una marcha hacia la ciudad de Moscú, esbozando una amplia sonrisa, feliz por la gran aventura que me espera, orgullosa de todo lo que he avanzado y sobre todo de mis decisiones. Anular mi humanidad fue una de las mejores cosas que pude haber hecho. No siento dolor, simplemente euforia, nada puede pararme los pies y eso me gusta. Este no es el final, aún tengo que ocuparme de un pequeño y al mismo tiempo gran detalle relacionado con el chico de mi cabeza, a quien quiero lejos de ella.
A veces no sólo basta con borrar los sentimientos del corazón. En ocaciones es necesario eliminar las emociones que trajeron consigo los recuerdos que conservamos en nuestra memoria.
Me valgo de mi velocidad vampírica para recorrer la ciudad a gran velocidad, sin prestarle atención a los pequeños detalles, esforzándome en mantener alejada de mi cabeza la sed que siento. No puedo permitirme continuar arrebatando vidas en este preciso momento, no ahora que estoy tan cerca de conseguir mi objetivo. Después, mi vida tomará otra dirección y será entonces cuando seré completamente libre de hacer lo que me plazca, sin importar las consecuencias, únicamente el placer.
Detengo mi marcha al hallarme en la entrada a una iglesia. Abro el portón con ambas manos, ocacionando un fuerte alboroto que alerta al párroco que se encuentra en su interior, quien al percatarse de mi presencia blande una estaca, en un intento de defenderse. Sonrío ante su osadía y rápidamente salvo la distancia que nos separa. Envuelvo con su cuello una de mis manos y le elevo en el aire, asfixiándo segundo tras segundo. Continúo haciéndola hasta notar como el aire apenas entra en sus pulmones y su piel se vuelve de un tono violáceo. Pronto dejar de forcejear y sucumbe. Dejo de ejercer presión en su cuello, de manera que se desploma en el suelo, sin vida.
-Ha sido bastante fácil- confieso en voz alta, haciendo un gesto con los labios-. Creía que iba a oponer una mayor resistencia, padre, teniendo en cuenta que ocultas en la iglesia a una bruja muy poderosa. Pero supongo que ya no vas a poder protegerla porque estás...- simulo hacerme un corte con el dedo índice en el cuello-. Que tenga un buen viaje, padre.
Pasa por encima de su cuerpo, evitando pisarle, para poder encaminarme hacia el retablo bañado en oro, donde se alza una puerta oculta, a través de la que se accede con una pequeña llave escondida en el interior de la boca de un santo. Me hago con el pequeño objeto, le dedico una mirada seguida de un encogimiento de hombros, y procedo a abrir la entrada que se alza ante mí. La llave encaja perfectamente en la cerradura y basta únicamente hacer un leve movimiento para que la puerta se haga a un lado y me permita el paso hacia el interior.
Camino por un pasillo sumido en la penumbra y de terreno irregular, dejándome guiar por una luz procedente del final del corredor, la cual anuncia la llegada a mi destino. Aprieto el paso, de manera que me planto ante la salida mucho antes de lo esperado. Desde mi posición puedo observar una habitación con paredes adornadas con rosas, en cuyo centro descansa un ataúd de madera.
Salvo la distancia que me separa del objeto rectangular y me detengo a su vera. Con ayuda de mis manos lo abro sin ningún pudor, dejando a la vista el cuerpo de una chica de aproximadamente veinte años, con el cabello dorado, piel blanca y tersa, portando un vestido color crema que alcanza a cubrir sus pies. Entre sus manos sostiene un ramo de rosas que hacen juego con sus labios y mejillas.
-Es hora de despertar, brujita.
Palpo una de sus manos y le transmito una sucesión de pensamientos desagradables, simulando una pesadilla, para poder despertarla de su letargo. En mi mente puedo verla a ella observando decenas de cádaveres desangrados a su alrededor, siendo intimidada por mí. Indara se percata de mi presencia y no puede evitar llevarse una mano a la boca al ver la sangre que se desliza por mis labios, viajando en dirección a mi cuello. La bruja echa a correr, pero por más que se esfuerza, no logra escapar, soy mucho más rápido que ella. Así que la aprisiono con mis brazos y muerdo su cuello con fiereza, arrebatándole la vida en apenas segundos
Retrocedo un par de pasos y observo a la chica del ataúd, quien se despierta sobresaltada, tomando una gran bocanada de aire, llevándose rápidamente la mano a su pecho izquierdo para comprobar que su corazón aún continúa latiendo, haciéndole saber que sigue con vida. Suspira, aliviada, y cambia el rumbo de su mirar hacia el ataúd en el que se halla. Con su mirada examina todos y cada uno de los detalles de la habitación en la que se encuentra, terminando por depositar su atención en mí.
Baja del ataúd con dificultad, ya que su vestido es demasiado largo, y me mira desafiante.
-¿Quién eres?
-Tu peor pesadilla si no consigo lo que quiero.
-¿Qué puedes querer de mí? Soy una bruja que acaba de despertar después de años. Necesito lecciones para poder controlar el poder que poseo.
-Eres Indara, ¿verdad? Una de las brujas más poderosas que jamás existieron. Tengo entendido que tu fuerte es el agua, así que quiero que hagas un pequeño hechizo. Utiliza esa habilidad para poder remover con una buena oleada los recuerdos de mi mente.
-¿Qué si me niego?
-Si te niegas, te encerraré en ese ataúd y lo tiraré en pleno océano. Morirás ahogada y te diré una cosa, probablemente no puedas volver. Tengo entendido que el ritual para traer de vuelta a brujas poderosas requiere un gran sacrificio y un enorme poder. Y casualmente sólo pueden realizarse en determinadas ocasiones. Quizás hasta el próximo siglo no pueda llevarse a cabo- comienzo a decir, caminando de un lado a otro de la estancia, sosteniendo una rosa entre mis manos-. No creo que quieras estar todo un siglo en el fondo del océano para volver a morir una vez que despiertas. Sería una pérdida de tiempo despertar después de un siglo sumida en un profundo sueño para volver a morir. Tener que esperar otros cien años no es una ideamuy atrayente.
-¿Sabes algo de las otras tres brujas más poderosas?
Asiento una sola vez.
-Tú eras la única que aún estaba durmiendo. Eres algo así como la bella durmiente de las brujas. Tanto Anya, Audrey como Damonique están esperando a que te reunas con ellas en Glasgow.
-¿Tienen algo que ver con Anabelle?
-Sois sus alidas más valiosas, las mismas que vais a pagar la lealtad hacia ella con vuestras vidas.
Indara me mira con sus enormes ojos color miel y pestañea un par de veces.
-¿Por qué quieres un hechizo de olvido?
-Porque los recuerdos son lo único que me impiden ser libre y quiero deshacerme de ellos de una vez por todas.
-Los recuerdos pueden ser dolorores y nos pertenecen para siempre. ¿Estás segura de lo que quieres hacer? Olvidarás todas las experiencias vividas junto a esa persona hasta el punto de no reconocerla, perderás una parte de tu vida que quizás no puedas recuperar.
-Nunca antes he estado tan segura.
¡No! ¡no lo hagas! ¡para! ¡no quiero olvidar!, dice una voz femenina en mi cabeza, la cual ignoro completamente, ya que sé que se trata de mi yo humana intentando imponerse.
Indara se acerca a mí, lleva ambas manos a mi cabeza, cierra los ojos y entra en mi mente. Permanece inmóvil examinando los recuerdos que se presentan en mi cabeza con gran intensidad, contando toda una historia de amor que comenzó con un desafortunado encuentro y que terminó siendo una tragedia, aún después de haber sido magia durante gran parte de su transcurso. En mi mente se presentan todos y cada uno de los besos, caricias, abrazos, palabras, miradas, que me dedicó Elián Vladimir, el vampiro que entregó su vida con tal de salvar la mía. La persona que puso a bailar mi corazón y cubrió mis heridas con tiritas, la misma que me lo rompió en mil pedazos.
-Hay muchos recuerdos y sentimientos implicados. Tardaré en hacerte olvidarlo todo. Te dolerá porque ese chico te ha calado muy hondo.
-No me importa el dolor, quiero que sea posible.
-Está bien. No te muevas.
Da un paso hacia atrás, me mira con la mirada entristecida, alza su dedo índice y lo orienta hacia mí. A continuación un fuerte dolor de cabeza se apodera de mi cabeza, sintiéndose como si me estuvieran estallando decenas de pequeñas venas, todas al mismo tiempo. En mi mente se muestran diversos recuerdos compartidos junto al vampiro, en los que compartimos sonrisas y palabras de afecto. El dolor que siento es tan intenso que me lleva a caer de bruces al suelo y a llevarme ambas manos a la cabeza.
Rujo de dolor y ante mi respuesta Indara decide darme una tregua de varios segundos, tras los cuales vuelven a retomar su misión por donde la dejó.
-No sé si está funcionando...- balbucea. Vuelve a cesar el hechizo y se acerca a mí con decisión-.¿Qué significa para ti Elián Vladimir?
-Es el gran amor de mi vida.
-Necesitaré aumentar la intensidad del hechizo.
Vuelve a provocarme un dolor insoportable que logra subir mi temperatura corporal hasta el punto de bañar mi frente en sudor y volver borrosa mi visión. Caigo al suelo y me retuerzo sobre él de dolor, reviviendo todos y cada uno de los recuerdos compartidos con el vampiro, así como todos los sentimientos que éstos trajeron consigo, e inexplicamente derramo alguna que otra lágrima.
"No importa cuánto intentes olvidarle, él jamás se irá. Siempre formará parte de mi vida. Podrás olvidar lo vivido con él y dejar a un lado los sentimientos, pero no podrás evitar que le siga queriendo con cada latido de mi corazón. Nuestro amor no va a caer en el olvido mientras uno de los dos lo recuerde", susurra esa vocesilla en mi cabeza y, por un momento, siento compasión hacia ella. Aunque no dura mucho, ya que recupero la compostura.
Pierdo la cuenta de las veces que me derrumbo en el suelo y me retuerzo de dolor sobre él, sintiéndome moribunda, sin fuerzas, acabada, como si me hubieran desprendido de una parte muy importante. Pera sufrir ha valido la pena. Era el precio a pagar por mi libertad. Y ahora, después de minutos de fuerte dolor, puedo afirmar con total seguridad que esa vocesilla de mi cabeza se ha callado y esos recuerdos han desaparecido, llevándose consigo los sentimientos silenciados de mi corazón. No hay nada que me frene los pies.
Indara me tiende la mano con el fin de ayudarme a incorporarme y yo se la acepto de inmediato. Me pongo en pie y observo a la chica que tengo ante mí con cierta confusión. Me resulta extraño el inquietante silencio que se ha formado en mi cabeza, así como el eco de mi propio cuerpo, quien parece no contener ni un ápice de humanidad.
-¿Cómo estás?
-Más viva que nunca- confieso con una sonrisa-. Quiero asegurarme de que soy libre, así que adelante, pregúntame por él.
Asiente una sola vez y se acerca a mí.
-¿Qué significa para ti Elián Vladimir?
-Elián es un monstruo, un ser despreciable, sin corazón, que disfruta causando dolor. Él fue quien condenó a mi mejor amigo a ser un vampiro, trajo de vuelta a Anabelle y destrozó mi vida. No quiero volver a saber nada de él. Elián Vladimir está muerto para mí.
-Ha funcionado. Eres libre. ¿Qué vas a hacer con tu recién obtenida libertad?
Sonrío ante su pregunta.
-Disfrutar.
Le doy la espalda y me marcho del sepulcro de Indara, una de las brujas más poderosas que han existido, dejándola atrás envuelta en el miedo de volver a la vida, sin saber por dónde comenzar.
Abandono el pasadizo que conduce al sepulcro, adentrándome nuevamente en la iglesia, donde localizo el cuerpo inerte del párroco en el suelo, tornándose de un tono violáceo oscuro. Como antaño, vuelvo a saltar su cuerpo y a continuar caminando hacia el frente, esta vez con el objetivo de salir al exterior y comerme el mundo ahora que soy libre.
La brisa fresca acoge de buena gana mi rostro y se encarga, además, de hacer ondear mi cabello. Sonrío ante esta sensación que con anterioridad había pasado desapercibida, y comienzo avanzar hacia el bosque con decisión, pisando fuerte y meneando la cabeza, eurófica. Me adentro en la maleza y camino por ella con una gran alegría, conteneando, incluso, mis caderas.
Todo parece ir según lo previsto hasta que me percato de la presencia de un grupo de cazadores ante mí, quienes me impiden seguir avanzando. Detengo mi marcha, les miro desafiante y esbozo una sonrisa, preguntándome en silencio si eso es todo.
-¿Quiénes sois vosotros?- inquiero saber.
El chico que lidera el grupo da un paso hacia adelante. Su cabello es de un tono castaño y unos ojos adoptan un color azul oceánico.
-Podría decirse que somos familia, en cierto modo- comienza a decir el joven, sacándome una amplia sonrisa-.Mi nombre es Ethan y soy un cazador.
-Pues Ethan, lamento decirte que si has venido a detenerme con cuatro de tus hombres, tienes todas las de perder.
-¿Quién te ha dicho que haya venido con cuatro?
Detrás del chico aparecen más hombres, todos y cada uno de ellos portando armas entre sus manos. Pronto me veo rodeados por una gran multitud que me amenaza con estacas, pistolas de balas de madera, arcos con flechas, espadas. Giro sobre mí misma lentamente, observando a mi alrededor, contando mentalmente los hombres con los que debo enfrentarme.
-Eso está mucho mejor.
-Verás, nos han informado de que estás un pelín descontrolada y eso supone un problema para nuestra comunidad, así que detenemos que hacernos con la situación y mantenerla bajo control.
Río ante el comentario del chico.
-Suerte con ello.
Hago ademán de atacar a uno de sus hombres cuando Ethan dispara en mi dirección varias balas de madera que contienen en su interior verbena. Sus compañeros le imitan, de manera que logran derrotarme hasta el punto de dejarme caer al suelo. Hago ademán de volver a ponerme en pie pero me es imposible, las fuerzas me han abandonado. Me siento como si mis músculos se hubieran paralizado a causa de un veneno mortal.
Ethan le hace una seña a sus compañeros para que me ayuden a ponerme en pie.
-Te llevaremos a nuestro campamento e informaremos acerca de tu paradero. Hasta entonces, es mejor que estés dormida. Así será más fácil poder salvarte.
Cierro inevitablemente los ojos, con una expresión de furia grabada en mi rostro y termino por sucumbir a la oscuridad, a pesar de mis esfuerzos por mantenerne próxima a la luz.
Sucede que cuando apagas tu humanidad y olvidas aquello por lo que luchas y por lo que te da fuerzas para seguir adelante, te encuentras en la más remota oscuridad, sin dar con ningún haz de luz, totalmente sola, rodeada de demonios.
Despierto poco después, percatándome de que me hallo maniatada a un árbol, enfrentada a un grupo nuevo de personas que acaba de hacer uso de presencia. Pestañeo un par de veces con el fin de aclarar mi visión y poder distinguir los rostros de dichas personas. Para mi sorpreso, todos me son conocidos. Ante mí se hallan Kai y John Spinnet, Samuel y Elizabeth. Los dos primeros se limitan a hablar con el cazador de ojos azules, mientras que el tercero me mira con cierta melancolía. La bruja simplemente se toma la libertad de observar el cielo nocturno, presenciado cómo gana altitud la luna.
-Así que has anulado tu humanidad y borrado tus recuerdos- comienza a decir Kai, caminando de un lado a otro, con las manos en la espalda-. Bien jugado. Pero, ¿sabes una cosa? A mí nadie me para los pies cuando quiero conseguir algo.
-¿Tan aburrida es tu eternidad que necesitas hacer algo para darle sentido?
Kai fuerza una sonrisa ante mi pregunta.
-Tiene gracia. Creía que tú, la chica que se preocupaba en hacernos saber el valor de conservar la humanidad, sea la misma que la haya anulado por la pérdida del gran amor de su vida.
-Él no es el gran amor de mi vida. No significa nada para mí.
-Creía que para traer su humanidad se vuelta haría falta usar un recuerdo compartido con Elián, pero ella se ha preocupado de descartar esa opción- comenta Samuel, acariciándose la nuca-. ¿Qué vamos a hacer ahora?
-Intentaremos rescatar sus sentimientos- anuncia John Spinnet mirando a su hermano menor-. Sin importar el precio que debamos pagar.
-Os deseo suerte. Vais a necesitarla.
-Y tú vas a necesitar pelear con garras si quieres continuar siendo libre- replica Kai, caminando hacia el chico de cabello moreno y ojos marrones con motas rojas. Aprisiona al vampiro entre sus brazos y lleva una estaca al pecho de su víctima-. ¿Crees que sería suficiente acabar con él delante de tus propias narices, sin poder hacer nada por remediarlo?
Miro con aprensión al vampiro, dudando de sus capacidades.
-No serías capaz de poner fin a la vida de una de las personas que podrían traerme de vuelta.
-Creo que has olvidado que soy el vampiro más sanguinario de la historia. Debería darte una lección para que vuelvas a recordarlo y así jamás lo olvides.
Kai le clava la estaca en el pecho a Samuel sin ningún pudor, sin pestañear una sola vez, manteniéndose firme en su postura, mirándome con las cejas enarcadas y una sonrisa de superioridad en sus labios. Al ver a mi mejor amigo perder el brillo de sus ojos y adoptar su piel un tono grisáceo siento como mi corazón se acelera y un extraño malestar surge en mi estómago. Kai extrae la estaca del cuerpo del chico y la lanza a un lado.
-¡Sam!- grito con todas mis fuerzas.
Hago ademán de desatarme pero no puedo, así que simplemente forcejeo con tal de liberarme.
-¿Le he clavado la estaca en el lugar equivocado?- pregunta Kai apremiándome con la mirada-. Es una lástima que alguien inocente haya tenido que morir. Y al parecer, no ha conseguidodespertar muchos sentimientos en ti. No te preocupes, seguiremos probando.
-Si consigo desatarme juro que te mataré.
-Me muero de ganas de presenciarlo.
En ese instante se levanta del suelo Samuel, como si no hubiera sucedido nada, como si no le hubieran arrebatado la vida hace apenas unos segundos y fulmina con la mirada a Kai.
-¿Qué?- pregunto confusa-. ¿Cómo es posible? Acababan de matarte. Lo he visto con mis propios ojos.
-Le pedí a Liz que hiciera un hechizo- explica John mirando a la bruja-, que consistía en asegurar mediante magia que Sam volviera a la vida tras morir. Podría decirse que era un hechizo protector, en cierto modo.
-No ha sido de mucho, pero gracias a él he podido ver que ese chico te importa- confiesa Elizabeth, colocando la mano en el hombro de Samuel-. Algo ha surgido en tu interior. Pero no es suficiente. Necesitamos algo más fuerte.
-Vais a necesitar una buena dosis de paciencia- interviene Ethan, cruzándose de brazos, y señalando con su dedo índice mi brazo-. Ariana no sólo ha anulado su humanidad y ha olvidado tus recuerdos, sino que además está sufriendo la maldición del cazador.
-¿La maldición del cazador?- se interesa John.
-Suele ocurrir en un pequeño porcentaje de casos pero puede darse. Ocurre cuando un cazador se convierte en otra criatura sobrenatural, en este caso, en un vampiro, activando su instinto como cazadora, lo que le lleva a convertirse en su propia amenaza. Es como si quisiera cazarse a sí misma.
-Te felicito. Eso ha sido rápido- ironiza Kai, enarcando una ceja-. Ahora, dinos qué diablos hay que hacer para romper la maldición.
-Ese es el problema- confiesa Ethan con voz entrecortada-. Una de las posibilidades para traerla de vuelta era su humanidad, es decir, sus sentimientos y recuerdos. Y ella ha decidido anular su parte humana y borrar los recuerdos más significativos. Salvarla es como buscar una aguja en un pajar.
-Yo no he pedido ser salvada. No quiero vuestra ayuda.
-Tú no estás en condiciones de decidir- comienza a decir Kai, sin mirarme-. Teniendo en cuenta que has arrasado con gran parte de la fauna de Glasgow y los habitantes de Moscú. Así que deja que nosotros, los mayores, pensemos de forma racional.
-¿Qué vamos a hacer entonces?- cuestiona Sam.
-Tenemos que magnificar sus sentimientos y si no ha podido ser por las buenas, será por las malas- contesta el vampiro de ojos color miel-. Por el momento la llevaremos a Glasgow y la mantendremos encerrada en el sótano de la casa Vladimir.
-¡No te atrevas a elegir por mí!- Kai se aproxima a mí y cuando se encuentra lo suficientemente cerca extrae de uno de los bolsillos de su chaqueta de cuero una aguja con verbena y me la inyecta en el cuello, debilitándome-. ¡Vete al infierno, Kai!
-Nena, vengo de allí.
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