Capítulo 18
Acojo una serie de películas antiguas entre mis manos y observo las portadas de los cartuchos, fantaseando con la idea de vivir una historia de amor de película. Siempre he imaginado que conocería de imprevisto a un chico que me cambiaría la vida para siempre, que me llevaría a tomar un helado, a dar una vuelta en su coche, al cine o al teatro, a bailar. Desde pequeña me pregunté cómo sería estar enamorada. Recuerdo que no podía esperar a crecer para descubrirlo. Y podría haber vivido una auténtica historia de amor si no hubiera sido por los deberes que tenía con el aquelarre de brujas al que pertenecía. Era tan poderosa a mi corta edad que tenía que ni siquiera podría controlar el poder. Necesitaba ayuda para gestionarlo y sabía que las brujas me ayudarían. Pero lo que no sabía era que iba a tener que renunciar a tener la vida con la que siempre soñé. Tuve que prohibirme a mí misma viajar, enamorarme, terminar mis estudios, aprender nuevos idiomas, tener el trabajo de mis sueños, formar ima familia con el amor de mi vida. Tuve que renunciar a toda una vida en aquel entonces. A día de hoy no puedo evitarme arrepentirme de mi decisión.
Tengo dieciocho años y ni siquiera siento haber vivido.
Un chico se sitúa a mi vera y coge un par de películas actuales.
-Espero que no se te dé igual elegir canciones- bromea, esbozando una sonrisa. Cambio el rumbo de mi mirar hacia el chico de mi lado y descubro que se trata de Ethan-. Creía que no volvería a verte.
-Siento haberme marchado así el otro día.
-Yo también me habría ido corriendo después de bailar conmigo.
Sonrío ante su ocurrencia.
-Creo que te debo una disculpa.
-¿Por qué?
-Por haberte puesto en un aprieto. Ya sabes, te confesé mis sentimientos a escasas horas de habernos conocido. Seguro que pensaste algo así como de dónde ha salido este chico. Si te sirve de consuelo, no me he escapado de un sanatorio mental- carcajeo ante sus palabras y meneo la cabeza, divertida-. Ahora, en serio, sé que pudo haberte incomodado, así que lo siento.
-Disculpas aceptadas.
-Eso sí, prometo ir de cabeza a un psiquiátrico como no sueltes esas películas.
-¿Eres algo asi como me consejero cinéfilo?
Se muerde el labio con tal de reprimir una amplia sonrisa y se acaricia la nuca.
-Algo así.
-Muy bien- suelto las películas en su correspondiente lugar-. Y según tú, ¿por qué películas debería decantarme?
-Podrías ver la serie Divergente, Harry Potter, el señor de lo anillos, el corredor del laberinto.
-Me las apuntaré.
Alza el pulgar de su mano derecha por encima de su hombro, indicando la puerta de cristal que se alza a sus espaldas, la misma que conduce hacia la salida del videoclub. Le miro con una inevitable sonrisa en los labios, perdiéndome en sus preciosos ojos azules llenos de vida.
-¿Quieres dar una vuelta?
-¿Estás pidiéndome una cita?
Mira en otra dirección y sonríe con ganas.
-Te estoy proponiendo que demos un paseo porque me apetece mucho.
-Está bien. Pero tienes que enseñarme los mejores lugares de la ciudad.
-Eso está hecho.
Salimos al exterior, mirándonos de soslayo, sonriéndonos tanto con los labios como con la mirada. Ethan me conduce hacia su coche descapotable, aparcado justo enfrente de la tienda. Sostiene abierta la puerta con el fin de cederme el paso. Una vez se asegura de que me he acomodado en el asiento, hace ademán de cerrar detrás de mí y rodear el vehículo por la parte delantera. Alcanza el volante pocos segundos más tarde y se pone el cinturón de seguridad.
-Puedes poner alguna canción- sugiere-. Prometo no meterme con tus gustos musicales.
Selecciono una canción y vuelvo a acomodarme en el asiento, dejándome llevar por la melodía. Ethan cambia el rumbo de su mirar hacia mí y sonríe al verme con los ojos cerrados, disfrutando del sol en mi rostro, del aire jugando con mi cabello y de la melodía.
-¿Ramparts, de Craig Armstrong?
-Me gusta mucho este tipo de música.
-Por un momento pensé que sonaría algo de Beethoven.
Le doy un codazo divertido y cambio el rumbo de mi mirar hacia el paisaje que se abre paso al otro lado, perdiéndome en la belleza que entraña, aún con una sonrisa en mis labios.
-He pensado que podríamos tomar un helado y luego dar un paseo.
-Es buena idea.
-Menos mal que te parece bien porque no tenía un segundo plan- bromea.
Deja su coche junto a una heladería y se baja del vehículo. Yo también lo hago. Ambos nos volvemos a reunir pasados un par de segundos y caminamos hacia la heladería, dándonos algún que otro golpecito juguetón con el hombro. Entramos en el negocio y nos enfrentamos a un gran expositor desde el que se pueden observar los distintos sabores de helado y los tamaños de las tarrinas y cucuruchos.
-¿De qué vas a querer el helado?
-De vainilla.
-Deme dos helados de cucurucho, uno de vainilla y el otro de nata.
El hombre asiente y comienza a preparar nuestro pedido. Ethan extrae su cartera del bolsillo trasero de sus vaqueros y coge un par de monedas que, posteriormente, deposita sobre la mano del hombre. Una vez tenemos nuestros helados abandonamos el establecimiento y comenzamos a pasear por la calle, mientras devoramos nuestros helados.
-Hmm, está delicioso- confieso.
-Y frío. Siento que se me congelan las neuronas.
-Espero que eso no indique un brote psicótico.
-Deberías preocuparte más porque me convierta en un yeti.
Hace ademán de darle un bocado a su helado cuando le doy un golpecito en el brazo, posibilitando que la nata cubra gran parte de su cara. Aparta el cucurucho y me mira con una sonrisa naciendo en sus labios.
-Está muy bueno. Creo que deberías probarlo.
Ethan me atrapa por la cintura cuando intento huir de él y mueve su nariz por mis mejillas, ocasionando que mi rostro se humedezca de nata. Me libero de él tras estamparla el helado de vainilla en la camiseta y echo a correr. El chico me persigue muy de cerca, aunque, al ser ás rápido, consigo sacarle cierta ventaja.
Entre una cosa y otra acabamos desembocando en un campo de golf. Ethan me alcanza y me deja caer al suelo, de forma que ambos terminamos recostado boca arriba sobre la hierba, riéndonos a carcajadas del aspecto tan ridículo que tenemos.
-Hacía mucho que no me divertía tanto.
-Estás descubriendo que hay más mundo más allá de las películas clásicas- hace ademán de incorporarme pero se lo impido colocando mis manos en sus hombros, obligándole a acostarse nuevamente sobre el suelo-.Si quieres salir y divertirte sólo tienes que darme un toque.
-Debes estar muy solicitado- bromeo.
-Para ti siempre tendré tiempo.
Ladeo mi cabeza en su dirección y termino por recostar mi cabeza sobre su hombro. Ethan alza una de sus manos y me acaricia el pelo. Cierro los ojos y sonrío ante la muestra de afecto. Nunca antes me había sentido tan viva.
-Eres preciosa cuando sonríes.
-Alto ahí Romeo- intervengo, mirándole-. Creía que no te iban los clásicos y estás siendo tan romántico como Romeo.
-Puede que tú seas mi Julieta.
-¿Sabes que nuestra historia tendría un final trágico?
-Pero valdría la pena cada segundo.
Me incorporo y él también lo hace.
-Hay algo que no sabes de mí,Ethan.
-No es necesario que me lo cuentes si no quieres hacerlo.
-Quiero ser totalmente sincera contigo. Debes saber a qué te enfrentas.
-Nada de lo que digas podrá cambiar mi opinión hacia ti.
Le toma de la mano y le conduzco hacia una pequeña flor marchita que se halle en el suelo, perdiendo progresivamente los pétalos que le quedan. Me arrodillo enfrente de ella y él me imita. Coloco ambas manos alrededor de la flor, cierro los ojos y comienzo a murmurar un hechizo, permitiéndole a la energía fluir dentro de mí. Puedo sentir como la vida vuelve de nuevo a la flor, cómo renace.
Abro los ojos de par en par y miro la espléndida flor que tengo entre mis manos, la misma que con anterioridad estaba dando su último aliento de vida. Ethan, quien está a mi lado, se aferra a mi mano y me mira con sus preciosos ojos oceánicos.
-Soy una bruja muy poderosa- comienzo a decir-. Puedo embellecer el mundo y al mismo tiempo, destruirlo por completo.
-¿Y quieres serlo?
-Odio ser una bruja. Toda mi vida se ha basado en controlar mis poderes, en huir de las zonas pobladas por miedo a hacer daño a las personas. He dejado pasar los años como si nada, esperando a que vinieran tiempos mejores. Y ese es el problema, esos tiempos jamás van a llegar.
-Tenemos el hoy. Este instante es nuestro, nos pertenece, y podemos hacer de él una eternidad.
-Pero mañana se desvanecerá todo- lamento, agachando la cabeza-. Ojalá pudiera tener toda una vida para dedicártela.
Ethan acaricia mi nuca con ternura.
-No quiero verte triste. Quiero verte feliz, radiante, comiéndote el mundo con esa sonrisa- esbozo una sonrisa al oírle decir eso-. Eso es. Puede que tu mundo se derrumbe, pero yo siempre voy a estar a tu lado, dispuesto a ofrecerte el mío.
-¿Y qué hay de tu vida, chico misterioso?
-Digamos que soy un cazador que se ha pasado la mayor parte de su vida viajando de un lado a otro, investigando casos acerca de la maldición del cazador.
-Ojalá pudiera recorrer todo el mundo.
-Yo lo he recorrido y puedo asegurarte que nada de lo que he visto se asemeja al hermoso mundo que encuentro en tus ojos.
El chico se pone en pie y me tiende su mano. Me incorporo y me dejo guiar por el chico colina abajo, corriendo como si se nos fuera la vida en ello, riéndonos. Llegamos a la planta baja del campo y comenzamos a bailar improvisadamente, cogidos de las manos, dando vueltas a nuestro alrededor. Los aspersores se activan ante nuestros movimientos y nos mojan sin ningún pudor. Suelto un gritito al ser consciente de este hecho y Ethan sonríe ampliamente. Continuamos girando, a pesar de ser el blanco de la lluvia de agua que cae sobre nosotros, desafiando a la gravedad.
Nos detenemos, aún sosteniendo nuestras manos, y nos miramos como si no hubiera un mañana.
-Veía venir que iban a activarse los aspersores.
-Qué predecible- se muerde el labio inferior para reprimir una sonrisa y unos hoyuelos se apoderan de las comisuras de sus labios-. ¿Eres capaz de predecir el siguiente paso?
-Puedo imaginar con decenas de cosas que me gustaría que sucedieran pero hay una sóla que quiero hacer en este momento.
Ethan salva la distancia que nos separa, acoge mi rostro entre sus manos con ternura, acariciando mis mejillas con sus pulgares, y me mira encandilado, como si todo el mundo que ha visto se le quedara pequeño con el que encuentra en mis ojos. Lentamente va aproximando su rostro al mío, midiendo caso paso que da, atento ante todos y cada uno de mis gestos. Mis labios indecisos entran en contacto con los suyos, fundiéndose en un casto beso que pasados unos segundos se convierte en uno apasionado. Alzo una de mis manos y la coloco en su nuca, ejerciendo una leve presión en dicha zona para aproximarle un poco más a mi persona.
Mantenemos nuestras frentes unidas una vez ha finalizo el beso, con las miradas entrelazadas, compartiendo la gran euforia que sentimos en este preciso instante reflejado en la sonrisa que se apodera de nuestros labios.
-Aún tenemos un par de horas- anuncio.
-Podríamos ver una película juntos.
-¿Con estas pintas?
-De camino al cine ya se ha secado. El sol va dándote de lleno por el camino, al igual que el viento, así que podrían combinarse, realizando la misma función que un secador.
-La diferecia es que voy a llegar con los pelos así- hago un gesto con las manos-, voy a parecer una leona.
Ethan ríe y deposita un beso en la punta de mi nariz.
-Te seguiré viendo preciosa.
-Eres un pelota, ¿lo sabías?
Me subo a su espalda a modo de mono y él se aferra a mis piernas para evitar mi caída. A continuación se pone rumbo nuevamente hacia el coche, el cual dejamos aparcado junto a la heladería. Ethan da sucesivas vueltas conmigo en su espalda, logrando marearme en alguna ocasión, hecho por el que me aferro con fuerza a su cuello.
-Tranquila, monoaraña, no voy a permitir que te caigas.
Ladea la cabeza hacia un lado y me mira de soslayo. Sonrío y le doy un beso en la mejilla.
-Aquí estamos- anuncia una vez nos hallamos junto al coche-. ¿Preparada para tomar el sol como los caracoles?
-Estoy congelada. No me vendrá nada mal ser fulminada por el sol.
Ethan se sitúa al volante, mientras yo me coloco en el asiento de su vera. El cazador me tiende una chaqueta de cuero que yacía con anterioridad en los asientos traseros y me la echa por encima. Rápidamente me aferro a ella como si mi vida dependiera de ello y me estremezco al sentir el cálido tejido entrar en contacto con mi piel helada por la acción del agua. Ethan le da vida al motor y se incorpora a la carretera a buen ritmo. Pronto nos perdemos en el horizonte de la carretera, recibiendo la bienvenida de los rayos solares y de la brisa fresca.
Las dos horas que duró la película la pasamos lanzándonos palomitas el uno al otro, compartiendo refresco, haciendo críticas con respecto a las escenas que estábamos presenciando, riéndonos a carcajadas por cada vez que creíamos que los personajes se comportaban de forma irracional, e incluso lidiando con las quejas de las personas que pretendían escuchar al pie de la letra lo diálogos, nos acurrucamos y unimos nuestras manos. Sin duda fueron dos horas inolvidables.
Después de ver la película, Ethan se propuso llevarme a casa en su descapotable. Me dejó sana y salva en mi nuevo hogar y se despidió de mí con un cálido y sincero beso que me hizo fantasear con nuestro próximo encuentro. Aunque se marchara, devolviéndome a la realidad tan injusta en la que vivo, se atrevió a alegrarme el día desde la distancia mandándome un mensaje, en el que podía leerse; pensando en ti <3.
Y aquí estoy ahora, en mi habitación, practicando magia, reviviendo una flor marchita que yace en el interior de una maceta, devolviéndola a la vida en apenas unos segundos. Observo la flor y recuerdo los momentos vividos esta tarde junto a Ethan. Lo cierto es que me hace sentir la chica más afortunada del mundo, así como la más feliz. Consigue sacarme una sonrisa con la mínima tontería y eso me gusta. Me gusta su forma de ser. Nunca antes me había sentido tan eufórica, con tantas ganas de volver a ver a alguien, de abrazarle, de divagar, de comerme el mundo cogida de su mano. Nunca antes había sentido estas ansias por vivir más de lo establecido a tu lado. Ojalá tuviera toda una vida para dedicársela. Ojalá esto fuera para siempre en vez de un fugar instante. Porque la verdad es que le quiero más de lo que esperaba, más de lo que creí que podría llegar a sentir jamás por alguien. Me he enamorado de un enemigo, aún sabiendo que los ancestros ya planean condenarme a un fatal deselance.
Indara irrumpe en la habitación.
-Damonique, es la hora de comenzar el primer hechizo.
Asiento una sola vez.
Abandono la estancia y sigo a Indara hacia una sala en cuyo centro hay una imponente llama. Cada una de nosotras la rodea, adoptando una determinada posición, y nos cogemos de las manos para canalizar el poder de Indara, quien es la primera que debe desatar el fin. La bruja de cabello dorado comienza a ejecutar el hechizo, murmurando unas palabras en voz alta, posibilitando que se geste una fuerte tormenta eléctrica, dispuesta a inundar las calles de una buena cantidad de agua.
Indara cesa de hacer el hechizo en el instante en el que hace uso de presencia un relámpago y se acerca a la ventana más cercana para comprobar que todo está saliendo según lo previsto. Así es. La tormenta no hace otra cosa que ir agravándose por momentos, de forma que los relámpagos se hacen prácticamente continuos y los rayos caen cada pocos minutos, arrasando con alguna parte de la ciudad.
-Acabamos de dar el primer paso hacia un mundo mejor- concluye.
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