Capítulo 17
Vuelvo a ser consciente de todo cuanto me rodea transcurridas unas horas, de forma que puedo moverme con total libertad, pudiendo deshacerme de las cadenas que aprisionan mis muñecas. Tan sólo me basto de un ágil tirón para arrancar las cadenas de la pared de piedra, devolviéndome la libertad perdida. Mis dedos se encargan de rodear las pulseras metálicas de mis muñecas para, posteriormente, arrancarlas sin piedad, dejando a la vista unas marcas grabadas en mi piel.
Me pongo en pie, acariciándome la muñeca izquierda, y camino hacia la salida de la cueva, la cual está sellada por una pila de piedras de gran tamaño. Golpeo con mis nudillos la superficie de una de ellas, ocasionando que se agriete. Vuelvo a golpear en sucecivas ocasiones la pared de piedra, provocando que las rocas se hagan añicos y vayan depositándose a mis pies. Poco a poco va desapareciendo la barrera que me impide salir de mi celda, concediéndome el paso hacia el exterior.
La luz solar se cuela a través de pequeñas grietas e incide directamente en mi rostro, cegándome momentáneamente. Poco a poco ésta se va apoderando de todo mi ser, a medida que avanzo hacia el bosque que se separa de mí por pocos pasos. Aprieto el paso para llegar antes de lo previsto y me llevo una mano a la frente, colocándola a modo de visera, para protegerme de la fulminante luz solar.
Camino entre la maleza, valiéndome de los troncos de los árboles para avanzar, pues aún me siento un poco mareada y débil por la verbena.
-Vaya, vaya, mira a quién tenemos aquí, Paul- comienza a decir una voz masculina. Me doy media vuelta y alzo la vista, enfrentándome a un hombre de cabello castaño, acompañado de un chico rubio-. La mismísima Anabelle Baker, vagando por terrenos enemigos.
-Esto sí que es una sorpresa de las buenas, Connor.
El hombre lobo de cabello rubio se acerca a mí.
-¿A qué has venido? ¿a matar a otro puñado de nuestros hombres?
-Os estáis confundiendo de persona.
-Si vas a contarnos una trola, asegúrate de que sea buena, porque no va a colar que te comportes como la víctima.
-¿Trola? Ya te gustaría que fuera así- replico.
Paul envuelve mi cuello con uno de sus brazos, furioso, provocando que sus ojos se vuelvan de un tono dorado intenso y sus dientes comiencen a crecer.
-¡Me tienen harto tus jueguecitos, víbora!- gruñe, apretándome con fuerza el cuello, dificultando mi respiración-. ¡Es hora de que pagues por tus crímenes!
-¡Suéltame!
-¡Tienes suerte de que no vaya a matarte en este momento, porque te aseguro que ganas no me faltan! Pero considero que mereces un castigo mucho peor que la muerte. Sí. Quiero verte agonizar, suplicar tu propia muerte, sufrir por ser presa de ti misma.
-Sus actos han dejado claro que no está bien de la azotea- continúa Connor, acercándose a mi posición y esposando mis muñecas-. Y las personas que no están bien de la jeta tienen que estar encerrados en manicomios.
Hago ademán de liberarme pero la presión que ejercen ambos sobre mi cuerpo es tal que me es imposible moverme con total libertad.
-Estáis cometiendo un error- advierto.
-El error fue no poder remedio justo a tiempo- contradice Paul-. Llevémosla al psiquiátrico y dejémosla allí pudriéndose.
Ambos hombres lobos me conducen hacia un coche cercano y me introducen en el maletero, amordazándome y encadenando mis manos a unos soportes metálicos que hay en la parte superior. Pataleo una y otra vez, con la esperanza de liberarme, pero todo intento es en vano. No me queda de otra que llorar y articular sonidos sin fundamento, incapaces de ser comprendidos. Quiero gritar con todas mis fuerzas pero mis cuerdas vocales están paralizadas por el miedo y mi boca está sellada. Así que todo queda en un deseo frustrado.
El coche se pone en movimiento de forma inesperada, posibilitando que me golpee la cabeza con una de las paredes y mi cuerpo se mueva con el baibén. Siento como una sensación cálida se apodera de todo mi cuerpo, bañándolo en sudor temporalmente, y como el aire parece reducirse paulatinamente, volviendo mi respiración más trabajosa. Además, puedo sentir como un olor a combustible penetra a través de una pequeña apertura y llega a mis fosas nasales, ayudando a surgir una tos que se ve frustrada por no poder manifestarse en todo su esplendor.
El resto del trayecto me resulta eterno e infernal hasta el punto de desear con todas mis fuerzas haber muerto en cuanto tuviera la oportunidad. Estoy viviendo un calvario por culpa de Anabelle, alguien que no conoce la palabra límite, una persona despiadada que no se detiene por nada ni por nadie cuando quiere conseguir algo que verdaderamente desea. Yo sólo soy un daño colateral. Una víctima más de sus malévolos planes, una pieza necesaria para completar el puzzle del que nunca quise formar parte.
Detienen el vehículo de forman brusca, de forma que mi cuerpo se ladea hacia la izquierda en primer lugar, para luego hacerlo hacia el extremo opuesto. Mis agresores bajan del coche y comparten unas palabras con nuevas personas, a las que no logro reconocer por las voces. Luego van hacia la parte trasera del automóvil y abren el maletero, dejándome al descubierto, mirándoles con odio, mordiendo con fuerza la cuerda que me impide hablar.
-Anabelle Baker- dice uno de los nuevos integrantes-. Tenemos una habitación reservada para ti desde hacia bastante tiempo. Desde entonces hemos estado contando los minutos que quedaban para que ingresaras aquí.
-Parece que hoy es ese día- coincide Paul-. Aseguraros de que viva un tormento todos y cada uno de los días de su vida.
-Hacerle desear morir con todas sus fuerzas- pide Connor-. Se lo tiene merecido.
Unos trabajadores encargados de la seguridad en el psiquiátrico vienen a por mí, me cogen de los brazos con fuerzas y me llevan prácticamente a rastras hasta el interior del centro. Intento dejarme caer al suelo para poder dar con algo con lo que liberarme, pero los guardias me obligan a ponerme nuevamente en pie de un fuerte tirón.
Se adentran conmigo en el centro tras abrir una puerta corredera metálica y continúan llevándome a rastras hasta una habitación que se halla al final de un pasillo repleto de celdas con puertas de acero, con pequeñas ventanitas con barrotes, a través de las que se pueden visualizar a distintos seres sobrenaturales, todos y cada uno de ellos fuera de sus cabales, intentando, en vano, salvar la distancia que nos separa para acabar conmigo.
Liberan mis manos de las cadenas y se deshacen de la cuerda que me mantiene muda. Luego me empujan con violencia hacia el interior de la celda. Hago ademán de salir de ella pero uno de los guardias se vale de una pistola eléctrica para darme una descarga que me mantiene inmóvil por varios segundos, de bruces en el suelo, mirando con ojos suplicantes a los guardias.
La puerta se cierra ante mis narices, dejándome sumida en una completa penumbra, en una estancia pequeña, en pésimas condiciones, fría, en la que los aullidos de dolor de las criaturas de las celdas resuenan, logrando erizar mi piel, llevándome, incluso, a abrazarme a mí misma y retroceder hacia el final de la habitación.
Tomo asiento en el borde de una cama y miro con horror hacia la puerta, cubriéndome en ocasiones las orejas para no oír los gritos desgarradores de los seres sobrenaturales.
-Terminas acostumbrándote.
Ladeo la cabeza en dirección al lugar de procedencia de dicha voz, aunque no soy capaz de localizar a nadie, pues la oscuridad se apodera de dicha área.
-¿Quién eres?
-Ahora, una compañera de celda.
Sale de su escondite, dejando a la vista unos enormes ojos castaños que hacen juego con su melena color azabache con reflejos rojos.
-Anabelle- susurra, sin saber muy bien qué decir-. ¿Cómo es posible que estés aquí?
-Llevo todo el día escuchando a todo el mundo llamarme por ese nombre- confieso, soltando un largo suspiro-. Me gustaría que me llamaras por mi verdadero nombre, Ariana Greenberg.
-¿Ariana? Tú no puedes ser ella.
-Yo tampoco creí posible que pudiera convertirme en mi peor enemiga. No es fácil demostrar tu inocencia cuando tienes la apariencia de una asesina en serie.
-¿Por qué tienes su aspecto?
-Anabelle tiene un plan y yo formaba parte de él- explico, haciéndole una seña para que tome asiento a mi vera-. No tiene las espaldas cubiertas y eso le frustra. Quiere sentirse a salvo y al mismo tiempo quiero ser el arma letal, y qué mejor forma de hacerlo que adoptar mi físico. Así conseguirá que varias personas estén dispuestas a protegerte, dando, incluso, sus vidas por ella. Y del mismo modo, podrá destruir lentamente, en la sombra.
-¿Es que esa mujer no tiene límites?
-Tiene miedo, Abby, por eso se comporta así. A veces el miedo puede llevarnos a actuar como seres despiadados.
Abby toma asiento a mi vera.
-¿Cuánto hace que estás aquí?
-Dos días- admite, haciendo un gesto con los labios-, y da la impresión de que han transcurrido años desde entonces.
-Estaba muy preocupada por ti. Todo los estábamos. Te hemos buscado por toda la ciudad- aferro mi mano a la suya y le dedico una sonrisa-. ¿Por qué te fuiste?
-Sentí la necesidad de marcharme. No podía soportar el dolor que traía la pérdida de mi abuela. Era demasiado para mí. Aún sigue siéndolo. Supongo que por un momento pensé que si corría podría llegar a dejar atrás a mis sentimientos y mis pensamientos. Intentaba huir de la realidad. Pero la verdad es que la vida no es una fábrica de conceder deseos, no es un juego que podamos modificar, así que debemos vivirla, a expensas de salir victoriosos o no de ella.
Le paso el brazo por encima y la aproximo más a mí. Termino por besar su frente.
-Siento mucho la muerte de tu abuela, Abby.
-Yo también. Ni siquiera pude despedirme de ella como me hubiera gustado.
-Yo tampoco pude hacerlo en más de una ocasión, así que te entiendo. Y comprendo tu comportamiento a la hora de decidir huir de la realidad que se cierne sobre ti. A mí también me hubiera gustado que las cosas hubiesen sido diferentes, porque la realidad es que yo no quiero esto. No quiero vivir así, con miedo, huyendo de quienes quieren poner fin a mi vida.
-A veces me gustaría renunciar, pero luego recuerdo por lo que estamos luchando y vuelvo a estar a pie de cañón. Merece la pena continuar luchando, con tal de vivir ese futuro con el que soñamos.
-Pienso continuar luchando hasta el final, sin importar las adversidades. Mis padres lo dieron todo por acercarme un poco más a ese futuro con el que siempre he fantaseado. No puedo echar por tierra todos los logros que consiguieron a lo largo de sus vidas- explico, mirando a mi amiga-. Este no es el mundo que quiero dejarle a las futuras generaciones, así que pienso luchar por cambiarlo.
-Lucharé a tu lado hasta el final.
Nos fundimos en un cálido y mágico abrazo que logra poner a dar saltitos de alegría a nuestros corazones. Volver a tener a Abby tan cerca me hace sentir como en casa. Cuando esté lejos de mí es como si me faltara una parte muy importante, como si la vida no pudiera ser vida sin ella. Es una persona muy especial para mí, alguien a quien merece la pena tener cerca.
-Tenemos que elaborar un plan para salir de aquí.
-Tú dirás. Hace poco que acabo de llegar. Aún no conozco las instalaciones.
-A las dos vendrá un guardia para hacernos saber que debemos ir al comedor. Nos desplazaremos hasta allí y esperaremos a recibir nuestra medicación diaria- propone, poniéndose en pie y tomando apuntes en una porción del suelo, con una piedrecita-. Le cambiaré la medicación a uno de los pacientes por comida y simularé haber sufrido una sobredosis con las pastillas.Aprovecharás la distracción de los guardias para acercarte a uno de ellos y quitarle la pistola eléctrica y las llaves de le celda. Así conseguirás salir luego dela celda e ir hasta la enfermería sin problemas.
-Y una vez allí, ¿cuál es el plan?
-Derrotaremos a los guardias e intentaremos escapar por unas de las ventanas. Desembocaremos en el jardín y tendremos que enfrentarnos a todos los encargados de seguridad.
-Estamos a pocos metros de un bosque, podemos refugiarnos en él.
Abby asiente.
-Una vez estemos en el bosque, podremos volver a casa.
-No hay nada que desee más. Pongámosno manos a la obra.
Un guardia da un golpe con una vara metálica en la puerta y anuncia que es la hora de comer. A continuación abre nuestra celda y espera a que salgamos de ella para volver a sellarla. Nos dejamos llevar por la ola de criaturas que se nos echa encima, siendo conducidas hacia un pequeño mostrador, en el que una mujer de cabello corto, con gafas, hace entrega de un par de pastillas en la mano de todos y cada uno de los pacientes. Además, se encarga de comprobar que han ingerido la medicación. Tanto Abby como yo esperamos pacientemente nuestro turno. A ella le toca antes que a mí, de forma que me limito a observar como finje consumir la medicación.
Abby intercambia una mirada de complicidad conmigo y procede a reunirse con un chico que acaba de guardarse la medicación que debería haberse tomado en el bolsillo de su chaqueta. Mientras ella se limita a negociar con él su manzana y su dulce a modo de postre, yo doy un paso al frente y me enfrento a la mujer que tengo delante, quien se queda petrificada al verme.
-Ya verás como con esta medicación logras hacer desaparecer a los demonios de tu cabeza.
Me hago con una pastilla alargada de color roja que me tiende y la introduzco en mi boca. Echo hacia atrás la cabeza y simulo tragármela, cuando en realidad la he ocultado en un lado de mi encía superior. La mujer toma mi mentón, obligándome a abrir la boca, y observa con detenimiento si he ingerido la medicación. Al no dar con evidencias que anuncien que no es así, decide dar el visto bueno y dejarme marchar hacia el comedor.
Camino por el comedor acompañada de un grupo de hombres lobos y vampiros, todos y cada uno de ellos fuera de sus cabales. Algunos, incluso, se vuelven violentos con los guardias, otros tienen brotes psicóticos y un puñado de ellos parecen estar en una realidad alternativa. Aprieto el paso para llegar cuanto antes a la barra en la que un hombre con un parche en el ojo izquierdo está sirviendo la comida.
Recojo una bandeja de color verde y la desplazo por una cinta corredera que lleva hasta el hombre que está sirviendo con un cazo un poco de sopa, de una tonalidad repugnante, en un plato hondo. Espero pacientemente mi turno, con la mirada perdida en la chica de cabello moreno, quien disimuladamente intercambia su manzana y su pastel por las pastillas del chico de antaño.
Le tiendo el plato hondo al hombre, quien vierte la sopa con desgana, acompañándola de un pan bastante duro y de un aspecto desagradable. Fuerzo una sonrisa a modo de agradecimiento y continuación me pongo rumbo hacia una mesa cercana. Tomo asiento en ella, intentando aparentar que no estoy involucrada en los futuros planes de Abby, y juego con la cuchara, cogiendo un poco de sopa para luego volver a vertirla en el interior del plato.
Una persona toma asiento justo delante de mí, llamando mi atención, de forma que cambio el rumbo de mi mirar hacia el frente y me sobresalto al ver a aquel chico que conocí en el psiaquiátrico en el que se ocultaba el espejo.
-Hola- dice emocionado, haciendo un extraño gesto con la cabeza. Tiene la boca abierta, dándole un aspecto desafortunado-. No esperaba volver a verte por aquí- por su forma de hablar deduzco que debe haber sufrido una falta de oxígeno en algún momento de su vida-. Qué casualidad.
-¿Cómo sabes que soy yo?
-Porque puedo ver tu alma gracias a mis poderes.
Hago una pausa, sorprendida.
-¿Qué estás haciendo aquí?
-El otro psiquiátrico lo han cerrado porque el espejo ha desaparecido y tienen que descubrir quien ha sido el ladrón.
-¿Por qué motivo estás en un sitio como este?
-Soy un Lux- contesta, asintiendo-. Lo que pasa que me encerraron aquí porque no era capaz de controlar mis poderes y hacía daño a mucha gente.
-¿Y eres feliz aquí?
Niega con la cabeza un par de veces.
-Aquí son malos. Cuando haces algo que no les gusta, te hacen daño. A mí me lo hicieron una vez por querer salir al jardín a dar una vuelta. Yo sólo quería tomar al aire, pero ellos creyeron que quería escaparme.
-¿Qué te hicieron?- pregunto con un hilo de voz.
-Me dieron sucesivas terapias de electroshock y al ver que no tenía resultado, intentaron asfixiarme metiéndome la cabeza en una bañera llena de agua. Quedé inconsciente pero pudieron reanimarme. Pero cuando lo hicieron, yo notaba que todo era distinto. Algo en mí había cambiado. Podría decirse que tengo una burbuja en el cerebro.
Cierro los ojos con fuerza al oírle decir eso.
Abby se deja caer al suelo y comienza a simular convulsiones y a escupir saliva. Todo el mundo se pone en pie y comienza a alterarse. Los guardias entran en el comedor y avanzan hacia la chica que stá recostado sobre el suelo, convulsionando. Aprovecho la distracción para arrodillarme junto a la joven, en un intento de querer ayudarla, acercándome más de lo debido al guardia, arrebatándole la pistola eléctrica y las llaves de la celda. Guardo todos los objetos bajo mi camiseta con disimulo y me pongo en pie, haciéndome a un lado, observando como se llevan a Abby a la enfermería.
-¡Volved todos a vuestras habitaciones!- grita un guardia, conduciéndonos nuevamente hacia el corredor, metiéndonos prisa. Poco a poco van devolviéndonos nuevamente a nuestras habitaciones, cerrando las puertas detrás de nosotros con un fuerte portazo-. ¡No quiero oír lamentaciones!
Espero a que el corredor se quede despejado para aproximarme a la puerta, introducir la llave en la cerradura con cuidado y salir de la celda con precaución. Avanzo por el pasillo pegada a la pared, midiendo cada paso que doy, manteniendo la pistola en ristre, preparada para actuar ante cualquier tipo de amenaza. Me dejo llevar hasta la enfermería guiándome por las voces que suenan a gran intensidad, así como por los sonidos metálicos.
Un médico hace ademán de inyectarle una sustancia a Abby cuando ésta se incorpora de inmediato y grita con todas sus fuerzas, haciendo volar el doctor por los aires gracias a una onda expansiva de gran intensidad. Los guardias que custodiaban la puerta hacen ademán de ir hacia la chica, quien vuelve a gritar, haciendo estallar las bombillas, provocando que los fragmentos cortantes hieran la piel de los enemigos.
En ese instante entro en la habitación y le disparo a uno de los guardias, posibilitando que caiga al suelo y se retuerza, dejándose llevar por la descarga. Abby se vale de un jarrón para romper el cristal de la ventana y de sus manos para apartar los fragmentos de vidrio que quedan en los extremos. Un nuevo grupo de guardias hace ademán de entrar en la habitación, cuando desprendo a una silla de una de sus patas, la ropa por la mitad con ayuda de mi pierna, y le lanzo la estaca al cabecilla del grupo.
-Tenemos que saltar ya- anuncia Abby.
Uno de los guardias pulsa el interruptor de emergencia, anunciando que unas presas pretenden fugarse en estos precisos momentos, e inmediatamente se activa una alarma.
Corro velozmente hacia la chica morena, envuelvo su cintura y salto junto a ella al vacío, asegurándome de que no va a sufrir ningún tipo de daño cuando llegue abajo. La libero en cuanto tenga ocasión y adoptamos poses defensivas a medida que vamos retrocediendo, apuntando con las armas a los guardias que nos persiguen.
-¡Corred!- grita un guardia.
Apretamos el ritmo de nuestra marcha y disparamos desde la distancia. Avanzamos lo más rápido que podemos hacia una valla que nos separa de nuestra libertad. Estamos a punto de alcanzarla cuando un guardia me dispara en la espalda, haciéndome caer al suelo. Estos salvan la distancia que nos separan e intentan someternos nuevamente. Abby comienza a forcejear con un encargado de seguridad y se atreve a darle más de una patada en el abdomen.
El hombre golpea con fuerza la cabeza de la chica, haciéndola caer al suelo, aún consciente. Se lleva ambas manos a la cabeza para hacer desaparecer el pitido que se apodera de sus oídos. Estamos a punto de ser derrotadas por completo cuando llega nuestro salvador, quien se vale de algo tan sencillo como el agua para electrocutar a todos los presentes. Sus manos son el principal poder. El chico de antaño observa como los hombres caen al suelo, uno tras otro, como si se tratara del efecto dominó.
-Tenéis que levantaros. Vamos.
Me incorporo y procedo a ayudar a mi amiga a ponerse en pie. Ambas comenzamos a escalar la valla que nos separa de nuestra libertad, a buen ritmo, y una vez nos hallamos en la cima nos dejamos caer al vacío de un salto. Esperamos a que el chico nos imite. Está subiendo por la valla cuando un guardia le dispara en el pecho. Cae al vacío, sin apenas fuerzas. Tanto Abby como yo corremos a socorrerle, rodeando su cintura con nuestros brazos y adentrándonos en el bosque velozmente. Apenas hemos recorrido unos metros cuando cesamos nuestra marcha y depositamos al chico sobre el suelo. Tiene la camiseta gris llena de sangre y los ojos entrecerrados.
-Voy a morirme.
-No digas eso- pide Abby, sollozando.
-No tengo miedo a la muerte. A fin de cuentas, forma parte de la vida, y tenemos que amarla, en vez de temerle- comienza a decir, llevándose la mano al pecho-. Ha valido la pena volver a ser libre aunque sea por pocos minutos.
-¿Sabes? Tenías razón- digo, aferrándome a su mano-. El espejo reflejaba los deseos más profundos de mi corazón. Me negaba a admitir que alguien a quien no era capaz de reconocer pudiera llegar a ser la persona a la que más quiero.
-Te lo dije- añade, con una amplia sonrisa-. Me alegro de que hayas descifrado los secretos de tu corazón.
-Y yo me alegro de haberte conocido.
El chico cambia el rumbo de su mirar hacia el cielo y sonríe.
-Qué día más bonito hace.
Cierra los ojos progresivamente hasta quedar totalmente inmóvil, con el pecho hundido e impregnado de sangre. La leve sonrisa que se apoderó de sus labios con anterioridad pierde su forma para dejar paso a unos labios pálidos y carentes de felicidad. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas. Alzo una de mis manos y acaricio la mejilla del chico.
Abby comienza a poner flores de un tono amarillo alrededor del chico, creándole un altar, y luego hace ademán de depositar un puñado de flores entre sus manos. Le dedico una sonrisa de agradecimiento y ella me la devuelve de inmediato.
-Espero que encuentres la paz- susurro.
Me incorporo nuevamente. Abby envuelve mi cintura con su brazo y me invita a seguir avanzando. Hago lo que me pide, aunque me concedo el placer de dedicarle una última mirada al chico que pasó de ser un desconocido a nuestro ángel de la guarda. Sonrío al recordar su inocencia y sus ganas de vivir, y no puedo evitar sentir un nudo en la garganta, causado por la tristeza que me provoca recordarlo.
Avanzamos hacia el frente, dejando atrás a una víctima más del mal que se cierne sobre nuestro mundo, preguntándonos cuándo será el final de la tragedia, cuándo llegará la calma y los tiempos felices. Tal vez no tengamos respuesta para esos grandes interrogantes, pero sí conocemos la actitud que vamos a mostrar ante el porvenir, nos mostraremos fuertes y valientes, y lucharemos hasta el final.
-¿Anabelle?- pregunta Indara.
Tanto Abby como yo nos detenemos y ladeamos nuestro cuerpo en dirección a la chica rubia, quien está acompañado de Anya, Damonique y Audrey.
-¿Ha ocurrido algo?- inquiere saber Damonique.
-El problema es que estáis entre la espalda y la pared- contesto, mirándolas detenidamente-. No soy Anabelle, soy Ariana.
La expresión de Indara se vuelve temerosa.
-Si eres Ariana, eso quiere decir que Anabelle ha descubierto que estamos conspirando contra ella.
-O si no lo ha hecho, podría estar tomando medidas preventivas- añade Audrey, caminando hacia mí con decisión-. ¿Por qué ha motivo quiso llevar a cabo este hechizo?
-Me dijo que quería estar protegida y al mismo tiempo deseaba destruir. Ella sabe que hay muchas personas dispuestas a cubrirme las espaldas, así que ha optado por adoptar mi apariencia. Así puede conseguir la protección con la que tanto ansía. Y yo, sin embargo, tengo la apariencia de la enemiga de toda una comunidad sobrenatural. No han dejado de sucederme cosas desde que tengo este aspecto. Nadie es capaz de ver que no soy ella.
Audrey alza su mano y la orienta hacia mí.
-Revelare, revelare- repite una y otra vez, haciendo salir chispas verdes de sus manos, las cuales van a parar a mi persona.
Poco a poco la apariencia de Anabelle va cayendo, dejando paso a mi verdadera identidad. Vuelvo a recuperar mi aspecto, vuelvo a ser yo misma. Ya no hay rastro de Anabelle. No tengo necesidad de volver a asegurar que no soy ella. Ahora vuelvo a ser libre y a tener control sobre mí. Nada ni nadie va a poder frenarme a la hora de desenmarcar a Anabelle.
-Estamos a tan sólo un día del ritual- anuncia Anya-. Cuando lo llevemos a cabo, volverá a restablecerse el orden en la comunidad sobrenatural y Anabelle estará acabada.
-Tiene miedo. Está perdiendo todo lo que un día construyó y no puede hacer nada por remediarlo- continúa Audrey.
-Yo misma me encargué de dividir a aquellos personas que podrían suponer una amenaza a la hora de llevar a cabo el plan- admite Indara-. Conviene que no cuente con nadie a quien acudir. Kai Spinnet se negará a ayudarla dado a la traición de ella. John era demasiado fuerte teniendo a su lado a Liv, así que me encargué de separarles. Ahora no tienen ninguna oportunidad de derrotarnos.
-Me borraste los recuerdos para asegurarte que Elián y yo no podíamos luchar contra vosotras- alcanzo a decir con un hilo de voz, mostrándome ofendida-. Sabías que esta situación iba a beneficiaros, por eso accediste sin poner ningún tipo de inconveniente.
-Puede que actuase dejándome llevar por mi propio beneficio pero, a fin de cuentas, alivié ese dolor tan profundo que sentías y te di la oportunidad de empezar de nuevo.
-Me equivoqué al pedirte que lo hicieras. Ahora sé que fue el mayor error que pude cometer- confieso, mirándola directamente a los ojos-. Y me frustra no poder ser capaz de recordar una buena parte de mi vida, esos tiempos en los que fui feliz.
Salvo la distancia que me separa de la bruja con decisión y le señalo con el dedo índice.
-¡Dices ser diferente a Anabelle cuando en realidad eres igual que ella!- le digo sin pelos en la lengua, ignorando por completo si se ha ofendido-. ¡Actúas por tu propio beneficio, sin importar qué pueda ser de las vidad de los demás!
-La diferencia es que yo quiero acabar con ella y devolver la paz a este mundo. Y para ser sincera, no se consigue ganar la batalla sin daños colaterales.
-No pienso tragarme este cuento que vendéis- aporta Abby, cruzándose de brazos-. Hacéis creer a todo aquel que os escucha que soy algo así como nuestra salvación. Pero a mí no me engañáis. Sé que hay algo que estáis ocultando y piens averiguarlo.
-Lo único que debe unirnos es nuestro afán por acabar con Anabelle- continúa la bruja-. Y para ello debemos seguir al pie de la letra el plan.
-¿Cómo piensas destruirla?- pregunto, intrigada-. Porque está vivita y coleando por ahí, haciéndose pasar por mí.
-Ahora has vuelto a adoptar tu aspecto real. Debes buscar la forma de demostrar que ella miente.
Muevo la cabeza, indignada.
-¿Cómo voy a demostrar mi verdadera identidad si ni siquiera soy capaz de recordar?
-Hay una forma de destruirla- comienza a decir-. Tus recuerdos serán tu mejor arma. Necesitas aferrarte a ellos para desenmascarar a Anabelle. La persona que te hizo olvidar esos recuerdos es la misma que puede devolvértelos de nuevo.
-¿Cómo sé que no vas a traicionarme?
-Porque ambas buscamos lo mismo.
-Antes dijiste que mi alianza con Elián podría ser peligrosa para vuestro plan, ¿por qué razón querrías volver a unirnos?
Indara mantiene agachada la cabeza y pierde su mirada en una flor que sostiene entre sus manos.
-Los recuerdos son muy poderosos y no deberían perderse.
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