Capítulo 21


Miro todos y cada uno de los paneles de información que acompañan a la carretera con el fin de restarle metros a esos kilómetros que quedan por llegar a nuestro destino. A mi lado, Elián Vladimir mira a través del cristal de la ventana, apretando su antebrazo con fuerza, con la mente ocupada pensando en cuál será su destino a partir de ahora, y en cierto modo, despidiéndose de todo cuanto le ata a esta vida. Por si esto no fuese tormento suficiente, debe hacer frente a una serie de efectos secundarios que hace apenas unos minutos que han hecho uso de presencia, anunciando que el demonio está escapando del infierno y accediendo al reino de los mundanos. No solo su temperatura corportal ha aumentado como consecuencia de la fiebre sino que además ha empezado a temblar y a tener fuertes dolores de cabeza. Debo admitir que verle en ese estado me rompe el corazón. No se lo deseo ni a mi peor enemigo.

-Ariana, márchate, ya casi es la hora.

-No voy a irme a ningún lado.

-Vete, por favor, no quiero arrastrarte conmigo al infierno.

-Todo va a salir bien. Vas a conseguir superar este obstáculo. Te aseguro que vas a estar bien.

Aprieto los ojos con fuerza y de ellos escapan unas gruesas lágrimas.

Piso el acelerador todo me es posible y pongo una nueva marcha. El coche se desplaza velozmente por el asfalto, corriendo el riesgo de volcar en algunas curvas cerradas, aunque siempre logra superar los desafíos que se le presentan. Alzo una de mis manos y me enjugo las lágrimas que se deslizan por mis mejillas, y luego me aferro al volante nuevamente.

A lo lejos localizo una casa con aspecto siniestro en cuya puerta nos esperan un grupo de personas que se limitan a hacernos señales de luces para indicarnos su pocisión. Sonrío ampliamente al ser consciente de que hemos logrado alcanzar nuestro próximo destino, aún tenemos tiempo, podemos conseguirlo. Detengo el vehículo de forma brusca sobre el terreno, levantando una ola de tierra que impregna parte de los cristales. Abandono el coche y decido rodearlo por la parte delantera con el fin de ofrecerle mi ayuda al vampiro, quien parece desorientado.

-¿Qué ha sucedido?- pregunta Gideon.

-Está experimentando unos efectos secundarios como consecuencia del ascenso del Diablo al mundo de los humanos.

-Esto no es buena señal. Solo puede significar que el demonio está cerca.

-¿Estás bien, Ariana?- inquiere saber Frederick, acogiendo mi rostro entre sus manos. Asiento una sola vez ante su pregunta y él procede a darme un fuerte abrazo tras suspirar, aliviado-. Han sido las peores horas de toda mi vida.

-Será mejor que entremos cuanto antes- sugiere Kara.

Frederick y Gideon ayudan a llevar al vampiro al interior del refugio. Ashley y Abby corren a recibirme con un fuerte abrazo que, por unos instantes, tengo la impresión que tienen sabor a despedida. Samuel se limita a darme colocar su mano sobre mi hombro a modo de aportarme sus más sinceros ánimos. Cormac ayuda a Adrien, quien lleva muletas debido a la herida de su pierna, a recorrer el camino que le separa del refugio. Daniel mantiene su arma en ristre, atento ante cualquier tipo de amenaza.

Nos adentramos a las apuradas en el refugio de los brujos tras mencionar las palabras adecuadas y caminamos apresuradamente hacia una estancia cubierta de estanterías, donde depositamos al vampiro sobre un sillón, con el intento de ayudarle a sentirse mejor. Gideon se marcha en dirección a estantería en la que, tras unos libros, oculta unas hierbas curativas capaces de paliar los síntomas que padece el vampiro en estos precisos instantes. Me arrodillo ante el vampiro y sostengo su rostro entre mis manos.

-¿Cómo estás?

-Mucho mejor ahora que estás aquí.

Palpo su mano y, concentrándome, consigo eliminar parte del dolor que siente en estos precisos momentos, contribuyendo al nacimiento de una sensación de satisfacción en su interior. Incluso podría decirse que ha recuperado las fuerzas que creía perdida. El vampiro intercambia una mirada con el brujo antes de ponerse en pie, como si pretendiera refrescarle parte de un acuerdo del que yo no he sido partícipe.

Entonces, Gideon se aferra se vale de la poca magia que le queda para llevarme contra mi voluntad a una estancia apartada y sellar la puerta mediante magia. Me pongo en pie rápidamente y emprendo una carrera hacia la entrada a la estancia, con el propósito de golpear en repetidas ocasiones y gritar sin cesar el nombre del brujo.

-¡Gideon!- grito con todas mis fuerzas-. ¡Sácame de aquí, ahora mismo! ¡no puedes hacer esto! ¡no puedes decidir por mí!

-No voy a correr el riesgo de perderte, Ariana- notifica Elián-. Te quiero demasiado para dejarte ir.

-Estamos juntos en esto, no puedes apartarme ahora, no así. Sabes que jamás te dejaría hacer algo que no solo te destruiría a ti, sino a mí también. Elián, déjame estar contigo, por favor. Si estos son los últimos instantes que voy a estar contigo quiero aprovecharlos al máximo.

-Es muy arriesgado. ¿Por qué no puedes aceptarlo y ya está?

-Jamás voy a considerar una opción perderte. Te quiero, esa es la verdad, y pienso luchar por ti todos los días de mi vida.

Se hace un silencio al otro lado.

Vuelvo a darle un puñetazo a la puerta en un intento de abrirla pero todos mis intentos son en vano, no existe forma posible de abrirla, está sellada y él único que puede liberarme es la misma persona que ha conjurado el hechizo. Aunque él está fuera de mis posibilidades. Apuesto a que el vampiro no va a permitir por nada de este mundo que pueda estar libre vivita y coleando, corriendo el riesgo de tener un encuentro con la muerte.

Caigo de bruces al suelo y apoyo mi espalda a la pared. Coloco mis brazos flexionados sobre mis rodillas y llevo mis manos a mi cabeza. Lloro desenfrenadamente, golpeando en alguna ocasión la puerta que tengo a mi vera con el codo. No puedo creer que esto esté sucediendo. No puedo permanecer aquí de brazos cruzados sin haber intentado siquiera salvar al vampiro. Me niego a dejarle marchar, le hice una promesa, tengo que cumplirla cueste lo que cueste. Si perdiera a Elián otra vez, sería prácticamente imposible recuperarle. No puedo correr ese riesgo. Le quiero demasiado.

En ese instante cambio el rumbo de mi mirada hacia una rendija que conduce hacia los conductos de aire de la casa y se me ocurre una inesperada idea. Con ayuda de mis manos me incorporo y salvo la distancia que me separa de mi objetivo con un par de zancadas, alcanzando mi destino mucho antes de lo esperado. Con ayuda de mis dedos desatornillo los tuercas que posbilitan que la rendija permanezca inmóvil y una vez consigo deshacerme de esa presión, decido apartar la barrera que me impide adentrarme en los conductos de aire. A continuación me adentro en un corredor estrecho, metálico y oscuro en algunas secciones que desemboca en una intersección que lleva a un área u otra de la casa. Opto por adentrarme en el conducto de la izquierda, ya que es el que más se aproxima a mi destino, y continúo avanzando por él a rastras, tosiendo en alguna ocasión por el polvo acumulado. Sigo todo recto hasta desembocar en una nueva intersección en la que hay únicamente dos direcciones que tomar, izquierda o derecha. Me decido por la primera de ellas que curiosamente no se trata de una superficie plana sino de una rampa. Caigo apresuradamente por ella en sentido descendente, intentando aferrarme con las manos a las paredes metálicas en un intento de ralentizar mi marcha y evitar un posible incidente. Por suerte, llego abajo sana y salva, y para mi sorpresa, a pocos metros se halla una rendija que comunica con la cocina. Detengo mi marcha ante ella y procedo a darle sendas patadas a las rendijas, consiguiendo progresivamente que las tuercas se aflojen y termine por liberar la apertura. La entrada al conducto queda liberada de la rendija, la cual cae al suelo, de manera que tengo vía libre.

Me incorporo a la estancia y me sacudo la ropa antes de proceder a salir de la cocina e ir en búsqueda del salón en el que va a producirse el incidente. Troto por el corredor, deteniéndome en todas y cada una de las puertas que localizo por el camino para comprobar si se trata de la estancia que busco desesperadamente. Sin embargo, ninguna de ellas es la acertada, así que no me queda de otra que continuar todo recto hasta dar con la última de las estancias de la casa que, curiosamente es aquella que pisé antes de ser encerrada en una habitación. Al adentrarme enla habitación todas las miradas de los presentes se depositan en mi persona.

-¿Qué demonios estás haciendo aquí, Ariana?- dice Elián.

-Te hice una promesa y estoy aquí para cumplirla.

-¿Cuántas veces tengo que decirte que es muy arriesgado?

-¿Y cuántas veces tengo que recordarte que pienso asumir ese riesgo si se trata de ti? Estamos junos en esto y no pienso abandonar el tren sin ti.

El vampiro se aferra a mi rostro y me escruta con sus penetrantes ojos verdes.

-Maldita sea, te quiero.

A continuación funde su boca con la mía sin ningún pudor, ignorando por completo el hecho de que nos encontramos en una habitación repleta de personas que depositan sus miradas en nosotros. Rodeo su cuello con mis brazos y acaricia su cabellera clor azabache en un intento de hacerle saber que todo está bien, que mientras nos tengamos el uno al otro, lo tenemos todo, y que nuestro amor, al igual que el de Griselle y el monstruo, puede obrar milagros. El vampiro desliza sus manos por mi cintura, ejerciendo una leve presión en mi zona lumbar, aproximándome más a su persona. A continuación deposita su cabeza en mi hombro e inesperadamente llora. Me atrevo a darle un beso en la mejilla antes de acariciar su espalda con dulzura en un intento de tranquilizarle.

-No quiero volver al infierno. Quiero quedarme aquí, contigo.

-Siempre vamos a encontrar la forma de estar juntos. Nuestro amor jamás podrá morir, porque es grande y fuerte y tiene el poder de hacernos sentir como en casa. Algo tan maravilloso como lo que tenemos tú y yo no puedo caer en el olvido con facilidad.

-Prométeme que vas a estar bien.

-Lo estaré si tú lo estás- confieso.

Las lágrimas escapan de mis ojos y se deslizan frenéticamente por mis mejillas. El elimina las gotas de agua con sabor a mar con sus manos y procede a depositar un beso en mi frente. En ese instante aparecen unos destellos anaranjados que se apoderan de una de las esquinas de la habitación, que poco a poco van dando lugar a un portal que conduce al mismísimo infierno. Todos los presentes adoptamos poses defensivas y miramos con valentía al miedo de frente y a los ojos.

Elián entrelaza su mano con la mía e intercambia una mirada de complicidad conmigo. Yo, en un intento de calmar sus miedos decido susurrar un te quiero, que consigue iluminar sus ojos y hacer aparecer una pequeña sonrisa en sus labios.

Un hombre de piel pálida, cabello cobrizo y ojos verdes hace uso de presencia, esbozando una sonrisa forzada que consigue ponernos los pelos de punta. Mira directamente al chico con el que hizo un trato en el pasado y le dedica una mirada envenenada sin ningún pudor. Camina hacia el frente, ocasionando que unas llamas aparezcan a nuestro alrededor, dejándonos sin posibilidades de escapar de tan desagradable encuentro.

-Se ha cumplido el plazo del acuerdo y adivina qué, no he recibido nada por tu parte. Creí haber dejado muy claro que te devolvería a la vida a cambio de que me entregaras la cuarta reliquia. ¿Sabes qué le pasa a quienes juegan con fuego? Se acaban quemando, y créeme, hijo, te espera una eternidad ardiendo. ¿Cómo te atreves a burlas al demonio? Tan ingenuo eres que creías que ibas a salirte con la tuya. Déjame decirte que estás a años de lograr tu propósito. Y ahora, tienes un deber para con el demonio.

Elián derrama un lágrima en silencio y se vuelva hacia mí para depositar un beso casto en mis labios, y yo, en un arrebato me decido a darle un fuerte abrazo a modo de despedida. Todos los presentes intentan atacar al demonio pero este les impide ese objetivo con tan solo hacer un gesto con la mano, inmovilizándoles temporalmente. El vampiro hace ademán de marchar hacia el frente, liberándose poco a poco de mi mano, cuando, sin previo aviso, me valgo de mi magia interior para apagar las llamas del demonio y bendecir a los de mi alrededor con la protección, salvo a Elián, quien acaba de entrar en el terreno del demonio.

-¡¿Cómo te has atrevido?!- dice elevando el tono de voz-. ¿Creías que no iba a darme cuenta de que ella es la cuarta reliquia? ¿cómo has osado a negarte a hacerme entrega de ella? ¡te aseguro que tengo motivos suficientes para dejarte para siempre en el infierno! ¡tendrás tu merecido, maldito traidor!

-No le hagas daño a ella. Házmelo a mí. Mátame, si quieres, pero no le pongas un dedo encima a ella, por favor.

-¡¿Crees que estás en situación de hacer reclamaciones?! ¡tú, que has traicionado mi confianza! ¡a tu propio padre! ¡sangre de tu sangre! ¡reza por no ver tus huesos ser calcinados!

Elián avanza hacia el frente con el fin de situarse a la vera del vampiro cuando, sin pensarlo siquiera, emprendo una carrera hacia el frente, hasta situarme a la vera de mi chico, a quien aparto de un manotazo, haciéndole volver al círculo protector afectivo. Me coloco junto al mismísimo demonio, quien sonríe ampliamente, uniendo sus manos y señalando con ambos dedos índices sus labios carnosos. Elián hace ademán de venir a por mí cuando me aferro con fuerza al collar de mi cuello, haciendo aparecer una barrera invisible que repele a todo ser sobrenatural. El vampiro sale volando por los aires en cuanto entra en contacto con ella, impactando violentamente contra la pared que hay a sus espaldas, para luego volver a incorporarse y acercarse a mí con precaución, manteniendo un distancia de seguridad.

-Ariana, ¿qué estás haciendo?

-Intento protegerte.

-No quiero que me protejas si ello significa sacrificarte por mí- sollozo el vampiro, arrodillándose ante mí, derrotado-. Dijiste que todo saldría bien.

-Quise decir que estarías bien. Nunca llegué a incluírme en esa afirmación. Siempre tuve que claro que si había algo que pudiera hacer para salvarte la vida, lo haría sin dudarlo.

Niega con la cabeza y le da un puñetazo al suelo en un arrebato de furia.

-No hagas esto, por favor. Si te pierdo a ti, lo pierdo todo.

-Lo siento mucho pero he de hacerlo.

Le doy la espalda al chico que amo con todo mi ser y avanzo hacia la entrada al infierno acompañada de el mismísimo demonio, quien me guía hacia el horizonte, sonriendo ampliamente. Antes de ser partícipe de como la apertura que conecta con la habitación del refugio de brujos miro hacia atrás y observo a Elián Vladimir arrodillado, mirándome con los ojos anegados en lágrimas, poniéndose en pie y destrozando la habitación por completo, ignorando los intentos desesperados de sus compañeros por frenarle. Luego miro hacia el frente sintiendo el corazón roto en mil pedazos por haber tenido que dejar atrás a la persona que quiero con todas mis fuerzas pero feliz por haber sacrificado todo cuanto tengo con tal de darle esa felicidad que tanto merece.

-¿Preparada?

Susurré un leve sí a pesar de estar lejos de estarlo jamás.

Observo el infierno que me espera con el corazón encogido, preguntándome si este es el nuevo lugar al que he de llamar casa en los próximos años, con la esperanza de mantener al vampiro vivo en mi memoria tanto como me sea posible, pero sobre sobre con la certeza de haber tomado la decisión acertada, porque, al igual que Elián, preferiría ir mil veces antes al infierno y arder por él a perderle para siempre.


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