Capítulo 16

Le dedico una última mirada a la chica que me observa e imita a través del cristal del espejo, quien ha optado por llevar una blusa blanca y una falda negra que no logra cubrir sus rodillas, que hace juego con sus tacones. Tiene el pelo recogido en un cola alta. Para esta ocasión especial ha elegido maquillarse un poco, en especial sus labios, que yacen enmascarados bajo un labial rosado que hace juego con el tono natural de sus mejillas. 

Llaman a la puerta de mi habitación y al cogerme desprevida hace que me sobresalte. Segundos más tarde se adentra en la estancia Frederick y avanza hacia el frente un par de pasos para terminar por dejar caer el peso de su cuerpo sobre un armario. Me mira de pies a cabeza, sorprendido por mi impecable aspecto y sonríe.

—Estás muy guapa.

—Gracias.

—¿Has quedado con Elián?

—Sí. Voy a cenar en su casa— añado, con cierto nerviosismo.

—¿En su casa?

Asiento y hago ademán de marcharme de la habitación para evitar tener la conversación que pretende iniciar, pero me hace una seña con la mano, impidiendo que continúe con mi propósito y vuelva a mi posición inicial.

—¿Estáis tomando precauciones?

—¡Fred!

—¿Qué? Me preocupo por tu vida sexual. Como tu tutor es mi deber tomar medidas, asegurarme de que todo va a salir bien y sobre todo de que estás preparada para dar ese paso— se acerca a mí, toma una de mis manos, introduce sus dedos en el bolsillo de su camisa y extrae unos envoltorios azules que termina por depositar en mi palma—. Ahora me siento más tranquilo.

—No es necesario.

—Claro que lo es. Estas cosas hay que tratarlas, ya sabes, para prevenir un posible embarazo no deseado. Así que quiero que sepas que puedes pedirme más cuándo quieras. Créeme, no me supone un problema. Tengo todo un cajón lleno de preservativos sin usar y dudo mucho que vaya a darles uso algún día a este ritmo.

Puedo sentir como la sangre se agrupa entorno a mis mejillas.

—Fred, los vampiros no pueden procrear— explico, mirando en otra dirección.

—Oh— dice, sin saber muy bien qué decir al respecto—. Eso es bueno. Te ahorras un dineral. Aunque, para dineral el que he malgastado yo comprando tantas reservas de preservativos. Veré a ver qué hago con ellos. Por cierto, ¿crees que podré venderlos por Wallapop?

—No creo. Podrían verte como un fracasado— bromeo, sacándole una sonrisa—. Podrías dar una charla sobre el sexo en el instituto y hacer entrega de preservativos.

—Qué buena idea. ¿Por qué no se me ha ocurrido antes?— me da un beso en la mejilla—. Me has salvado de ser un completo fracasado con las aplicaciones.

Hace ademán de marcharse de la habitación cuando se gira y me dedica una última mirada seguida de una amplia sonrisa. Sonrío ante su descabellada idea de vender preservativos en Wallapop y fantaseos con los posibles comentarios de todos aquellos que vieran ese artículo a la venta, consiguiendo romper en carcajadas en más de una ocasión. Bajo los peldaños de la escalera de uno en uno, agarrada al pasamanos, tomando las precauciones necesarias para llegar a salvo a la planta baja, evitando así romperme el tobillo por el camino. Por suerte, logro alcanzar mi destino sin sufrir ningún tipo de incidente, todo un desafío. Abajo, junto a la puerta, localizo a Kara, quien me recibe con un fuerte abrazo y me hace entrega de un bolso negro.

—Espero que te lo pases genial esta noche.

—Genial, ¿en qué sentido?— pregunta Frederick desde el salón.

Ambas intercambiamos una mirada y sonreímos.

—¡No pongas la oreja!— le recrimina.

—Está bien. Fingiré que no estoy.

Le doy un beso de despedida a Kara en la mejilla y ella me sonríe, abriéndome la puerta y sosteniéndola para cederme el paso.

—Hasta luego— añado.

—Adiós.

Observo a Frederick aparecer tras Kara, intentando ver más allá, con tal de seguirme la pista, pero ella se lo impide, ejerciendo presión en su abdomen, obligándole a retroceder, y cerrando la puerta. Avanzo hacia el frente, localizando a Elián Vladimir junto a su coche antiguo de color verde claro, de brazos cruzados, mirándome con avidez.

—Vayámosno antes de que Fred contrate a un espía.

Elián aferra su mano a mi antebrazo y tira de él, haciéndome girar antes de terminar depositando los brazos flexionados sobre su pecho, dejando mi rostro a escasos centímetros del suyo. Me observa con sus enormes ojos verdes salpicados por la luz blanca de la luna y con las estrellas del cielo nocturno reflejadas en sus oscuras pupilas. No puedo evitar sentir unos poderosos nervios hacerse con mi estómago, logrando alterar los latidos de mi corazón, así como mi respiración.

—¿Irnos sin decirte lo increíble que estás?

Sonrío ampliamente.

—Tú también estás muy guapo.

—Si supieras que me he cambiado de camisa, al menos, cinco veces, pensarías que estoy mal de la cabeza— confiesa, sonriendo—. La perfección no es lo mío. Es más, te advierto que la comida se ha quemado y he tenido que llamar a un italiano.

—Eres un desastre.

—Te diré un secreto, juntos somos un desastre muy bonito.

Le doy un beso casto y él me corresponde de buena gana.

—Un momento, ¿qué fue del repartidor de la comida italiana?

—A pesar de que me moría de ganas de desgarrarle el cuello, he contenido mis impulsos asesinos, y le he dejado marchar, dándole una buena propina para que pueda invitar a su novia al cine.

—¿Y cómo reaccionó?

—Me dijo que acababa de dejarlo con su novia y que no estaba bien, así que le invité a tomar una cerveza.

—Admito que no esperaba ese final.

—No sé cómo lo haces pero estás consiguiendo que haya algo bueno en mí.

Me encojo de hombros y tomo asiento en el interior del vehículo. Elián rodea el coche por la parte delantera y termina por situarse al volante.

—Ya había algo bueno en ti antes de conocerme.

—No. Yo era la representación del mismísimo infierno. Te aseguro que no había nada bueno en mí.

—Siempre ha estado ahí, solo que no lo sabías.

—Llegaste tú y todo cambió— confiesa—. Me hiciste ver que había algo bueno en mí, que podía ser salvado, y me convertiste en esta extraña persona que adoro ser cuando estoy contigo.

Coloco mi mano sobre la suya y le miro directamente a los ojos.

—Es lo que hacemos, nos salvamos el uno al otro, sin importar los riesgos que debamos asumir, porque de eso se trata el amor, de hacer todo cuánto esté en tus manos para garantizar la felicidad de la otra persona. Siempre vas a poder contar contigo. Seré ese barco al que puedes anclarte siempre que lo necesites.

—¿No estarás haciéndome la pelota para que te regale un boto de miel?

—Es tentador.

Nos miramos intensamente durante unos segundos, sonriéndonos el uno al otro, haciéndonos saber cuánto estamos disfrutando de este momento.

Pone la radio y comienza a sonar una canción algo antigua y sin previo aviso empieza a cantar el estribillo, meneando levemente la cabeza, y dando golpecitos con los dedos en el volante, en un intento de imitar la percusión de la banda. Sonrío al verle hacer eso y decido flexionar un brazo, depositar mi cabeza sobre mi mano y observar al vampiro mostrarse en toda su esencia, logrando ver al niño que lleva dentro, ese al que le arrebataron su infancia, privándole de la inocencia.

Me mira de soslayo y esboza una amplia sonrisa.

Detiene su vehículo junto a la entrada de una gran casa de luces encendidas. Bajo del coche al mismo tiempo que el vampiro y permanezco inmóvil observando el hogar de la familia Vladimir, abrazándome a mí misma para protegerme del frío. Por suerte, Elián se sitúa a mi vera, entrelaza su mano con la mía tímidamente y me conduce hacia el interior de su casa. Al entrar me invade un calor repentino que hace que el frío que siento desaparezca en apenas segundos.

—Qué bien huele.

—Pues ya verás cuando la pruebes.

Camino hacia el frente, desembocando en el amplio salón, donde hay una mesa colocada junto a la chimenea, sobre la que descansan dos platos de comida con pasta, desprendiendo un perceptible humo como consecuencia del calor a la que se ve sometida. Los platos están acompañados de una copa vacía y de una servilleta con bordes dorados, sobre la que yacen los cubiertos. El vampiro me acompaña hacia la silla, la retira y espera a que tome asiento para volver a arrimarla a la mesa. Mientras él toma asiento me sorprendo al ver una rosa en horizontal enfrentada al plato, desprendiendo un dulce aroma que logra hacerme cerrar los ojos momentáneamente.

—¿Vino?

—Si, por favor.

Le tiendo la copa y él vierte una sustancia de un rojo oscuro en su interior. Luego realiza la misma acción con su copa de cristal.

—Brindemos.

—¿Por qué?— inquiero saber.

—Por este increíble desastre— unimos nuestras copas, provocando un tintineo que invade cada rincón de la estancia, e intercambiamos una profunda mirada—. Y por la existencia eterna de miel.

—Me parece bien.

Bebemos un sorbo de la copa y la depositamos sobre la mesa. A continuación procedemos a devorar la comida italiana con esa pinta tan deliciosa que tenemos ante nosotros. Aunque, debo confesar, que paso la mayor parte del tiempo jugando con el tenedor, en un intento de calmar los nervios que siento ante un posible encuentro entre el vampiro y yo. Él, sin embargo, se ve tan sereno comiendo su plato de pasta, disfrutando de mi compañía, que nada indica que se sienta igual que yo. Aunque eso tampoco tiene porqué ser malo. Le aporto calma a su ajetreada vida y eso es más de lo que él podría llegar a imaginar.

—¿Te ha comido la lengua el gato?

Sonrío ante su comentario.

—Estaba pensando en...

—Un posible encuentro sexual entre nosotros— abro la boca para explicarme pero por ella no sale ni una sola palabra, únicamente escapa un suspiro—. No es precisamente un secreto. No serías muy buena jugando al póquer, tu cara lo dice todo— me encojo de hombros y bajo la mirada, centrando toda mi atención en la rosa de la mesa—. Ariana, para serte sincero, te deseo desde hace mucho tiempo y no hay otra cosa que desee más que hacerte mía. Pero no pienso obligarte a hacer nada que no quieras. Me importas demasiado, maldita sea, y no pienso fastidiarla contigo.

—Vale— añado en un susurro.

—Voy a traer el postre que, por cierto, he hecho yo.

—Me muero de ganas de probarlo.

—Tranquila, pequeño saltamontes, es una sorpresa.

El vampiro esboza una sonrisa pícara y se marcha en dirección a la cocina a por el postre, mientras yo me tomo la libertad de ponerme en pie, caminar hacia la chimenea, y detenerme ante ella a contemplar las llamas abrazadoras consumiendo la madera. El tono anaranjado del fuego se refleja en mi rostro, aportándole cierta calidez.

Elián aparece a mi lado con un trozo de tarta de galletas rociado de nata y miel. Le miro con ojos iluminados y sonrío ampliamente. Rebaña un poco del contenido con una pequeña cucharilla y la acerca lentamente a mis labios con el fin de darme a probar su obra maestra. Degusto el trozo de tarta detenidamente, apreciando la combinación tan exquisita de sabores, y termino por tragarlo. Luego rebaño con mi dedo un poco de miel y se la doy a probar a él directamente. Elián sonríe y me mira directamente a los ojos. En ese instante nos contemplamos con un deseo sobrehumano y sin pensárnoslo dos veces nos fundimos en un apasionado beso que nos lleva a despeinarnos y mordernos en alguna que otra ocasión. El vampiro me coge en peso y me sube en la mesa, dejando caer los platos al suelo y me besa apasionadamente, dejando un recorrido de besos ardientes y húmedos desde mi cuello hasta mi clavícula. Llevo mis manos a su camisa y comienzo a desabotonársela como puedo, ya que mis manos tiemblan. Cuando por fin logro quitarle la camisa consigo visualizar su torso desnudo y tonificado, y no puedo evitar deslizar mis manos sobre él. Elián decide desgarrar literalmente la blusa, haciendo saltar los botones, los cuales salen volando en todas direcciones, y me coge en peso nuevamente para desprenderme de la falda que llevo puesta. Una vez me devuelve nuevamente a la mesa, llevo mis manos al botón de su pantalón y se lo desabrocho con agilidad, liberándole de dicha prenda, dejando al descubierto sus bóxers negros.

El vampiro vuelve a cogerme en peso para pegar mi espalda contra una pared con cierta fuerza y me besa con una gran intensidad, haciendo subir mi temperatura corporal. Mientras, enredo mis dedos en su cabello y en alguna ocasión tiro de sus mechones, haciéndole saber cuánto le deseo. Elián me conduce velozmente hacia su habitación y me acuesta sobre la cama, colocándose sobre mí. Hago ademán de acariciarle cuando se apodera de mis manos y las coloca por encima de mi cabeza, sosteniéndolas ahí momentáneamente, tomándose así la libertad de depositar un si fin de besos en mi cuello, clavícula y esternón, hasta alcanzar mi vientre. Cierro los ojos con fuerza y me muerdo el labio inferior con un imperioso deseo. Me estremezco sobre el colchón, aferrándome con fuerza a la almohada sobre la que tengo depositadas la manos.

Me libero de la presión que ejercen las manos del vampiro y me apodero de su rostro, tirando levemente de su mentón, obligándole a volver a mi rostro. Sus ojos verdes denotan pasión y su frente está cubierta de una pequeña capa de sudor. Aproximo mi boca a la suya y le beso pasionalmente, originando un beso ardiente y húmedo, y me atrevo a morderle. El vampiro decide devolverme el gesto y en su intento ejerce una mayor presión sobre mi labio, desatando un pequeño sangrado. Elián observa el fluir de la sustancia roja y por un momento sus ojos centellean, aunque se arma del valor suficiente para contener sus ganas de probarla y continúa besando mi cuello.

Esta vez soy yo quien toma la iniciativa. Le dejo caer sobre el colchón y me coloco sobre él, haciéndome con sus manos y situándolas alrededor de mi cintura. El vampiro se incorpora, aproximando su rostro al mío, asegurándose de que mis piernas están alrededor de su persona, y me besa románticamente, aferrándose a mi nuca. Luego desciende sus manos sudorosas por mi espalda, provocando que mi piel se erice y arda con sus caricias, así como que una corriente eléctrica recorra en segundos todo mi ser, y termina por alcanzar el broche de mi sujetador, cuyo mecanismo burla con falicidad, de manera que me libera de la ropa interior antes de lo previsto.

—Eres preciosa.

Beso sus labios con ímpetu, aferrándome a su rostro con ambas manos, cerrando los ojos. El vampiro me acuesta nuevamente sobre la cama, liberándome de mi prenda inferior, para más tarde hacer lo mismo con la suya. Enfrenta su cuerpo al mío, coloca sus brazos a la altura de mis hombros, y entra en mi interior sin ningún pudor, arrebatándome un gemido. Vuelve a realizar la misma acción una y otra vez, aumentando el ritmo, haciéndome decir a gritos su nombre. Enredo mis dedos en su pelo y le beso intensamente, dejando rastro de pintalabios en las comisuras de sus labios. Elián besa mi cuello, haciéndome agarrar con fuerza la sábana, y estremecerme de placer, dejando un leve rastro húmedo en dicha zona. A continuación procede a enterrar su rostro en mi pecho, depositando un sin fin de besos en mi clavícula y esternón. Acaricio su cabello color azabache con ternura, con la mirada perdida en los labios carnosos del vampiro besando mi piel, sus enormes ojos verdes descubriendo cada porción de piel del cuerpo de la mujer con la que ha estado fantaseando todo este tiempo, y el sudor impregnando su rostro y cuerpo. Al verle con las pupilas centelleándole debido a la emoción y el corazón latiéndole con fuerza lo sé. Sé que él es el lugar al que siempre he pertenecido. No necesito nada más. Él es todo cuanto quiero. Es mi hogar.

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