Capítulo 8
Me adentro en una estancia iluminada únicamente por unos focos de diversos colores que dibujan una serie de figuras en el suelo de madera. La multitud, vestida con ropa blanca, lanza globos de pinturas de un lado a otro, cubriendo de pintura a aquel que aún no ha sido dotado de una combinación de color. Algunos estudiantes optan por valerse de unas pistolas de plástico para ensuciar las prendas de sus compañeros. Yo formo parte de este último grupo. La única diferencia existente entre ellos y yo es que aún no he abierto el fuego.
Me pongo de puntillas y miro por encima de la sucesión de cabezas que se alzan en el horizonte, logrando ver al fondo una barra abarrotada de estudiantes, entre los que reconozco a cuatro de ellos; Abby, Daniel, Ashley y Caleb. Vuelvo a la realidad con el propósito de emprender una marcha en dirección a mis amigos cuando siento un leve impacto en mi abdomen. Rápidamente bajo la vista a dicho lugar, descubriendo una mancha de pintura roja. Busco con la mirada al culpable, quien resulta ser Samuel, quien se encuentra separado de mí por unos pasos.
—Era un vestido muy soso.
Disparo sin ser consciente de ello, con la mala suerte de darle de lleno a Samuel en la cara, la cual se acaba de tornar de un tono azul. El vampiro se quita la pintura de alrededor de sus ojos con ayuda de sus dedos para poder ver y a continuación sonríe.
—Buena puntería.
—Gracias.
Samuel me mancha el vestido en sucesivas ocasiones y yo no puedo hacer otra cosa que correr con tal de evitar convertirme en su víctima.
—Soy más rápido que tú— se coloca delante mía antes de que pueda reaccionar y con ayuda de sus manos tintadas de un color turquesa tiñe mi rostro—. Mírate, pareces la mamá pitufa.
Le doy un leve codazo.
—Ajá— le ensucio la cara con pintura verde y comienzo a reírse ante su ridículo aspecto—. Pues tú ahora pareces Shrek.
—Debería sentirme halagado, teniendo en cuenta que podrías haberme comparado con un troll de las cavernas.
Sonrío.
—Me gusta cuando sonríes— puede sentir como mis mejillas se sonrojan y comienzan a arden con vivacidad ante el comentario del chico. Con el fin de liberar la tensión que siento, coloco un mechón libre de mi cabello tras mi oreja y rehuyo su mirada—. Haces que todo sea mejor. Eres como un ángel entre una mayoría de mundanos.
—No es un ángel quien sonríe sino la persona que causa esa sonrisa. En este caso, tú.
—Me conformo con ser un vampiro troll— esboza una amplia sonrisa, dejando al descubierto sus colmillos afilados e inmaculados—. Algún día voy a tomarme unas vacaciones de este alocado mundo sobrenatural.
—Cuenta conmigo.
—Claro— admite, mirándome directamente a los ojos, con un brillo inusual en ellos—. Será divertido. Podríamos dar la vuelta al mundo en ochenta días como Willy Fog. Probar la cerveza de cada territorio que visitemos. Comer hasta que no podamos más. En definitiva, disfrutar de una vida humana, sin preocupaciones por miembros del círculo, brujos, hombres lobos.
—Suena bien.
—¿Por qué no nos marchamos de Glasgow? Podríamos volver a empezar. Tener esa vida humana con la que fantaseamos, vivir como simples mundanos, siendo felices.
Mantengo la cabeza gacha.
—No puedo.
—¿Por qué no?
—Formo parte de este mundo sobrenatural. No puedo huir de él por mucho que lo desee. Al final, siempre consigue alcanzarme— su amplia sonrisa se va borrando a medida que transcurren los segundos, y yo no puedo evitar sentirme culpable por ello—. Créeme, si pudiera, me iría contigo. Sin importar el destino o el tiempo. Lo daría todo por tener una vida humana alejada de lo sobrenatural.
Samuel alza una de sus manos y acaricia con ternura mi mejilla.
—Algún día todo acabará y será entonces cuando tengamos la vida con la que siempre hemos soñado— sonrío ante la simple idea de imaginar dicho futuro—. Lucharé contra todo pronóstico con tal de conseguir esa vida. Te lo prometo.
Asiento y añado:
—Merecemos una felicidad que dure, como mínimo, el resto de nuestras vidas.
—Una vez la atrapemos, no la dejaremos escapar.
Le doy un abrazo al vampiro, quien me recibe con los brazos abiertos y el corazón latiéndole con fuerza contra sus costillas. Entierro la cabeza en su pecho y me tomo la libertad de unir mis manos a la altura de su zona lumbar. Él, en cambio, se limita a acariciar la parte superior de mi espalda y a depositar un beso casto en mi coronilla.
Miro por encima de su hombro y en mi campo de visión entra una chica pelirroja iluminada por un foco de color rosado, quien baile con una joven castaña que sonríe y se aproxima a su acompañante en un intento de poder sentir una caricia de su piel. Sus miradas se encuentran y un brillo similar al de dos soles aparece en sus ojos, del mismo, una sonrisa se apodera de sus bocas. Blair se atreve a acariciar con ternura la mejilla de Teresa, esta se sonroja, pero no aparta la mirada. La chica pelirroja aproxima lentamente su rostro al de su acompañante, observando la expresión de ella y midiendo uno a uno los pasos que da. Aún quedan escasos centímetros para que se produzca el roce de ambas bocas cuando Teresa se aferra a la nuca de Blair y salva la distancia que las separa, besándola románticamente ante todos. La joven pelirroja alza sus manos y toma el rostro de su pareja entre ellas, y la observa una vez finaliza el beso.
Blair se aferra a la cintura de Teresa, y esta última apoya sus manos en los hombros de su novia, adoptando una pose de baile. Sus cabezas están unidas y sus pies amenazan con encontrarse. Poco a poco se van desplazando en círculos por la pista de baile, bajo la fulminante combinación de luces provenientes de los focos que hay repartidos estratégicamente por el techo.
Sonrío al presenciar dicha escena y retrocedo un paso para poder mirar a Sam a los ojos. Mi sorpresa hace uso de presencia cuando me percato de que el vampiro se encuentra muy próximo a mi persona, de manera que nuestros labios están separados por escasos centímetros. Samuel mira de hito en hito mis ojos y mi boca. Su gesto de humedecer sus labios me da una pista acerca de cuáles son sus pensamientos actuales. Entreabro la boca, provocando que un suspiro escape por ella y salve la distancia que le separa de los labios del vampiro, terminado por impactar sobre ellos. Sam hace ademán de besarme, pero yo me limito a unir mi frente con la suya, fruncir el ceño y mantener la cabeza gacha.
—Yo y mi dilema de estar enamorado de una chica a la que no voy a poder tener.
—Sam...
—No sientes lo mismo, lo sé. Pero no voy a darme por vencido, Ariana. Sé lo que quiero. Te quiero a ti. Y voy a esperar el tiempo que sea necesario para poder estar contigo.
—No quiero que vivas en una espera— confieso.
—¿Qué es esperar unos años cuando tengo toda una eternidad?
Suspiro nuevamente.
—No voy a engañarte, Sam. Puede que ese día nunca llegue. Lo último que quiero es que esperes a un fantasma— mis palabras hacen mella en su estado anímico. Aún así se recupera del impacto emocional que estas han tenido a una velocidad de vértigo.
—Voy a arriesgarme porque confío en que merecerá la pena.
—Es tu última palabra.
—Sí. Es mi decisión y elijo luchar por ti, jugando todas mis cartas hasta el final.
Asiento un par de veces y le sonrío.
—Eres increíble, Ariana Greenberg.
—No lo soy. En realidad, soy una persona imperfecta, con un sin fin de defectos.
—Defectos que te hacen aún más maravillosa.
A nuestro lado aparece Blair, quien va agarrada de la mano de Teresa, y se tomala libertad de observarme con ojos brillantes y cargados de felicidad.
—Pareces un troll— admite Teresa.
Sam intercambia una mirada conmigo y luego ríe.
—Prefiero compararme con Shrek.
Blair centra su atención en mí, ignorando el hecho de que su actual pareja y mi mejor amigo comiencen un debate acerca de qué personaje mitológico se le asemeja más.
—Quería darte las gracias, Ariana.
Le miro ceñuda.
—Seguí tu consejo y he conseguido a la chica.
—No hay nada que agradecer.
—Claro que sí. Has sido la razóm por la que se ha producido un giro inesperado en mi vida, el motivo por el cual ha sucedido algo maravilloso en mi existencia. Sin tus palabras de ánimo, probablemente, no me hubiese atrevido a hablar con ella.
—Eres una mujer fuerte y valiente, Blair. Has tomado el timón de tu vida y lo has orientado hacia esa chica tan increíble de la que estás enamorada. Es genial.
—Si, lo es— mira con avidez a la chica castaña, quien sonríe ante una alocado ocurrencia de Samuel—. Ni en mis mejores sueños podría haber fantaseado con una realidad tan perfecta.
Me aferro a su mano y ejerzo una leve presión sobre ella.
—Disfruta al máximo de esta extraordinaria vida humana, Blair, y sobre todo, ama intensamente y sé feliz a cada segundo.
—Lo haré. Viviré cada día como si fuese el último.
Le doy un fuerte abrazo y ella me corresponde.
—Vamos, Blair, tenemos que contemplar las estrellas— añade Teresa, quien se aferra a la mano de la chica pelirroja y tira de ella hacia la puerta—. Te hecho una carrera.
Permanezco inmóvil, con una amplia sonrisa en los labios, observando como Teresa emprende una carrera hacia la salida y Blair le da una reprimenda por hacer trampas al mismo tiempo que intenta adaptarse al ritmo de la joven. Ambas salen al exterior y en los escasos segundos que permanece la puerta abiera contemplo como una luna menguante ilumina con su luz blanca los cuerpos de ambas estudiantes, quienes se abrazan, protegiéndose del frío, y se declaran sus amor mediante un beso casto en los labios y una mirada sincera.
Pestañeo un par de veces y cuando vuelvo a la realidad me doy cuenta de que Sam se ha reunido con nuestros amigos en la barra. Me propongo ponerme rumbo hacia allí cuando unos fuertes brazos rodean mi torso y me levantan en el aire. Un rostro se acerca al mío y se atreve a depositar un beso en mi mejilla derecha. Miro de soslayo a mi acompañante, descubriendo una cabellera dorada y unos enormes ojos azules.
Me doy media vuelta y me enfrento a su fascinante mirada oceánica. Los ojos de Jonathan realizan una detenida examinación a mi aspecto.
—Si no fuera por que estamos en una fiesta, juraría que te has bañado en pintura.
Le doy un codazo juguetón.
—Tú, sin embargo, estás como nuevo— añado, examinando su ropa blanca—. La camiseta es bastante sosa, deberíamos buscarle una solución a ese problema— le lleno la prenda superior de pintura azul gracias a la pistola de plástico—. Mucho mejor.
—¿Sabes? Creo que a ti te vendría bien un toque de color.
Suelto una risita.
Jonathan mancha la punta de mi nariz de un tono anaranjado y yo no puedo evitar sonreír.
—Estás hecha un cuadro.
—Ah, ¿sí?— le mancho la cara de color azul con ambas manos, y luego procedo a pasar mi dedo pulgar por sus labios, tornándolo de un color violáceo—. Ahora somos oficialmente papá y mamá pitufos.
—¿Y a qué esperamos para comernos el mundo con este tono azul tan molón?
—Comámosnos el mundo.
Hago ademán de ponerme rumbo hacia el exterior para empezar a cumplir con mis propósito cuando Jonathan se aferra a mi antebrazo y tira de él, ocasionando que efectúe un giro de ciento ochenta grados, de forma que quedo enfrentada a él, separada de su rostro por escasos centímetros. Sus ojos oceánicos se pierden en mis labios por unos segundos, tras los cuales vuelven a escrutar mis ojos castaños como si se tratasen de un preciado tesoro.
—¿Qué?— pregunto, desconcertada.
—Mi mundo eres tú.
Y sin decir nada más, me besa.
—Ahora ya lo sabes. Todo se reduce a ti.
—Así que soy tu mundo— él asiente ante mi respuesta y yo me muerdo el labio para reprimir una sonrisa—. No puedes comerme o desapareceré.
—Mis más sinceras disculpas, señorita— bromea.
—Aunque, no conozco mejor forma de acabar, que con un beso de la persona que más quiero.
Jonathan rodea con un brazo mi cintura e inclina ligeramente hacia atrás mi cuerpo. A continuación aproxima tentadoramente su rostro al mío y me escruta con sus ojos celestes. Salva progresivamente la distancia que separa nuestros labios. Su boca se funde con la mía, logrando hacerme enloquecer con el sabor de su beso y provocando una explosión de sentimientos en mi interior, entre los que destacan el nerviosismo, la euforia, la esperanza y sobre todo, el amor. Un sentimiento que nos hace invencibles y al mismo tiempo vulnerables, una emoción que despierta nuestras ilusiones y sueños, capaz de poner a nuestros corazones a ciento veinte pulsaciones por minuto.
—Comenzarán a echarnos de menos— añado, mirando hacia la barra.
—Tendré que disculparme por retenerte tanto tiempo.
—Sí, tendrás que dar muchas explicaciones.
Asiente.
—Sin embargo, tan solo daré una— enarco una ceja a modo de pregunta—te quiero, Ariana Greenberg.
—Será suficiente.
—No. Nada de eso. Todo cuanto quiero vivir contigo no puede resumirse en dos palabras. En ellas no caben todos los sentimientos que me haces sentir, ni cada recuerdo vivido a tu lado. No puedo explicar cómo de increíble me siento al acariciarte— realiza dicho gesto y mis mejillas se sonrojan casi al instante—, al besarte— deposita un beso casto en mis labios—, ni siquiera puedo detallar cómo de violento late mi corazón cuando estoy contigo. Porque dos palabras no son suficientes para definir algo tan inmenso y maravilloso como lo nuestro.
—Entonces, no digas nada. El silencio hablará por sí mismo.
Entrelazo mi mano con la suya y le encamino hacia la barra, donde nos esperan nuestros amigos, esa segunda familia, la que se escoge, y te acompaña en cada paso que des, tanto en las buenas como en las malas. Esas personas que pueden volver un mal día en uno maravilloso, esas que cambian lágrimas por sonrisas y crean un sin fin de recuerdos para la posteridad. Porque cuando caes, son ellos mismos quienes se acuestan a tu lado hasta que te puedes levantar. E incluso te salvan de ti mismo cuando tú no eres capaz de hacerlo. Son un pequeño milagro que nos hace aferrarnos a la esperanza y sobre todo, a la vida.
—¿Dónde os habíais metido?— pregunta Ashley.
Jonathan intercambia una mirada de complicidad conmigo y luego sonríe.
—Estábamos comiéndonos el mundo juntos.
—Sinónimo de estar besuqueándoos— añade Daniel.
—¡Dan!— Abby le propicia un codazo a su novio, quien sonríe y muestra las palmas en señal de defensa.
—Perdóname, amor, pero tenía que decirlo.
La chica moreno sacude la cabeza, divertida.
—Chicos, ¿recordáis a Caleb?— inquiere saber Ashley.
—Creo que no nos han presentado— dice Jonathan tendiéndole la mano al chico pelirrojo, quien se la estrecha—. Soy Jonathan Waymoore.
—Yo soy Caleb.
—El chico de Ashley.
La vampira se pone roja al oír la expresión "chico de Ashley".
—Sí. El mismo— Caleb rodea la cintura de su novia y le besa en la mejilla—. Soy muy afortunado por tener a mi lado a una persona tan maravillosa como es Ashley.
—Cuídala mucho— le pide Abby—. A pesar de ser histérica y perfeccionista, la queremos más de lo que eres capaz de imaginar.
Ashley le sonríe a la chica morena.
—Quiero a Ashley. Entre mis planes no está hacerle daño.
Intercambio una mirada con Jonathan, dándole a entender que es exactamente lo que siento hacia él, aunque, parece sentirse culpable ante tal gesto. Rápidamente recuerdo aquella etapa en mi vida en la que me tocó a aprender a vivir sin él, a sobrevivir aún con el corazón hecho añicos, a recoger todos y cada uno de mis pedazos y encargarme de ponerlos a salvo hasta que la tormenta cesase. Y, por irracional que suene, la tempestad fue la misma que trajo la calma a mi vida. Jonathan Waymoore, la persona que dio un giro inesperado a mi existencia, quien me enseñó a amar cada instante y a luchar por aquello en lo que creo, me protegió a toda costa, arriesgando su propia vida, aunque ello supusiese destrozar mi corazón. No puedo odiarle por ello ni guardarle rencor, porque gracias a sus actos continúo en este mundo, pudiendo disfrutar de este momento. Aunque, al parecer, él continúa sintiéndose culpable por haberme hecho daño.
Entrelazo mi mano con la suya y a continuación apoyo mi cabeza en su hombro, haciéndole saber que todo está bien, y él me lo agradece depositando un beso en mi coronilla y apoyando su mejilla contra mi cabello.
—Por cierto, hay algo que tengo que deciros— comunica Ashley, esbozando una sonrisa y mirándonos uno por uno—. He pensado que podríamos celebrar una cena navidad. Sé que aún quedan unos meses pero ya me conocéis, quiero tenerlo todo planificado con tiempo.
—Suena bien— añado.
—¿Dónde sería?— interviene Abby.
—Había pensado que podríamos celebrarla en la casa en la que solía veranear. Está situada en una montaña, próxima a un lago. He creído que el ambiente navideño y el contacto con la naturaleza podría ser bueno para todos. Ya sabéis, desconectar de todo por unas horas.
—Es genial— admito—. A todos nos viene bien desconectar de la rutina.
—¿Tendremos que repartirnos los alimentos que debemos llevar?— inquiere saber Jonathan.
Ashley asiente.
—Para cuando se vaya acercando la fecha os iré dando un papelito a cada uno de vosotros con el alimento que debéis traer.
Daniel levanta la mano, llamando nuestra atención y añade:
—Puedo encargarme del alcohol.
—Está bien. Pero te lo advierto, Dan, nada de bebidas con alto grado de alcohol. Lo último que quiero es que mi casa se convierta en un lugar donde dormir la mona
—¿Por quién me tomas, Ashley Williams?
Ashley le fulmina con la mirada.
—En todo caso, quien tendría ese problema sería Cormac.
La vampira abre los ojos como platos y deja de respirar al oír ese nombre. Inexplicablemente su expresión se vuelve seria, aunque sus mejillas deciden sonrojarse, y su pecho inflarse y deshinflarse con frecuencia, dando a entender que su corazón está latiendo con violencia y por ello su respiración se manifiesta agitada.
—¿Cormac va a venir?— pregunta con un hilo de voz.
—Claro. Es nuestro amigo y quiere celebrar un día tan especial con nosotros— mira a su chica durante unos segundos y luego vuelve a articular palabra—. Hablé con él el otro día y me dijo que había solicitado ya un permiso de varios días para pasar las navidades aquí, con su familia y amigos.
—No debe ser fácil estar lejos de casa— aporta Sam.
Sam me mira y yo le correspondo. Su mirada me transporta a un tiempo atrás, concretamente al momento en el que un vampiro le obligó a acabar con mi vida y por ello tuvo que abandonar la ciudad, dejando atrás a su familia y a sus amigos, sus estudios y sus aficiones.
—Solo es una noche, Ashley— dice Jonathan en un intento de tranquilizar a la vampira, quien aparenta estar a punto de perder los estribos.
—Claro— murmura al fin—. Será reconfortante volver a estar todos juntos en una ocasión tan especial.
Miro a Ashley y ella hace exactamente lo mismo. Tras su perfecta sonrisa sé que se oculta un caudal de sentimientos que ha vuelto a resurgir. Hay algo que se ha activado en su interior tras saber que Cormac, quien fue su primer amor, va a venir de visita en diciembre, un interruptor que ha vuelto a dar vida a una parte de su ser que creía haber enterrado y abandonado en el olvido. Su mirada refleja incertidumbre, miedo, impaciencia, sorpresa e incluso me atrevería a decir que cierta pizca de alegría.
—Me estoy agobiando un poco con tantas personas. Voy a salir a tomar el aire— la vampira le regala una sonrisa a su actual pareja y luego se marcha en dirección a la salida de la residencia.
Caleb observa encandilado a la chica de cabello dorado que se marcha con paso rápido. Me sitúo a su vera e imito su gesto.
—Ashley es una chica maravillosa. Aún me cuesta creer que se haya fijado en mí— se encoje de hombros y esboza una leve sonrisa—. Soy un chico bastante corriente, alguien que no suele destacar, de ese tipo una persona que pasa desapercibida. Sin embargo, ella se ha fijado en mí, cuando era un simple fantasma para todos— suelta una risita y a continuación se pasa la mano por el pelo, alborotándolo—. Ella me hace mejor persona. No tengo la más remota idea de cómo lo hace pero consigue que esta realidad tan desastrosa consiga convertirse en uno de mis mejores sueños. Ashley me hace tener esperanza y soñar con un futuro exitoso, que es un gran desafío para un camarero que trabajando en una cafetería logra, en vano, pagarse unos estudios.
—Ashley es una chica increíble— confieso—. Es una persona que está dispuesta a darlo todo por alguien sin esperar recibir nada a cambio, alguien con quien puedes contar tanto en los buenos como malos momentos. Ella quiere sobre todas las cosas y eso la convierte en especial.
—Sí. Por esa misma razón me esfuerzo por darle lo mejor, por estar a su altura. Merece que le sucedan las cosas más bonitas de este incomprendido mundo. Y yo estoy dispuesto a dárselas, cueste lo que cueste.
Apoyo mi mano en su hombro y le sonrío.
—Sé que tus intenciones son buenas pero debes saber que a Ashley ya la han lastimado y aún está intentando recomponer su corazón.
—Con mi amor incondicional y un poco de tiempo conseguiré arreglárselo. Una persona tan maravilloso como ella no merece sufrir por un idiota que no la supo valorar.
—Sé que harás las cosas bien con ella. Eres un buen chico. Me alegro mucho de que Ashley tenga a su lado a una persona tan increíble como tú.
—Gracias.
—Soy yo la que debe darte las gracias por hacer feliz a mi mejor amiga a cada instante. Es todo cuanto quiero, que sea dichosa.
Sonríe y a continuación es acogido por Daniel, Jonathan y Samuel, quienes le dan una calurosa bienvenida a la pandilla, proponiendo celebrar tal evento con unos chupitos de tequila. Abby se abre paso entre la multitud, consiguiendo situarse a mi vera. Le indico con un movimiento de cabeza que salgamos al exterior a buscar a Ashley y ella asiente.
Caminamos bajo la fulminante luz de los focos, la cual nos acompaña a cada paso que damos, tiñiendo nuestros cuerpos de diversos colores y resaltando la pintura de nuestras prendas blancas, y cegándonos momentáneamente al entrar en contacto con nuestros ojos. Aún así, el deslumbramiento dura escasos segundos, de manera que podemos proseguir con nuestra marcha. Tras esquivar a una pareja de estudiantes ebrios conseguomos alcanzar la salida.
Salimos al exterior y somos recibidas por una brisa fresca que alborota nuestros cabellos y acoge con dulzura nuestros rostros, palideciéndonos las mejillas. La luz blanca de la luna ilumina nuestros cuerpos y crean un sendero en dirección a la entrada a un bosque, donde se halla una joven de cabello dorado yendo de un lado a otro, moviendo sus manos y hablando consigo misma. Abby yo decidimos salvar sigilosamente la distancia que nos separa y arroparla con nuestro cariño, aunque, hasta el mínimo sonido que causamos es percibido por la vampira, quien se gira y nos observa.
—¿Qué tal estás?— le pregunto al situarme a su vera.
—Necesitaba tomar el aire— confiesa, soltando un suspiro y mirando hacia la luna—. Me ha sorprendido bastante que Cormac vaya a pasar las navidades con nosotros.
—¿Lo llevas bien?— inquiere saber Abby—. Sé que tuvisteis una historia en el pasado que ha estado muy presente.
—Sí... es solo que no entiendo porqué cuanto más me empeño en sacar a Cormac en mi vida, más hace por volver a mí. Resulta frustrante.
—Lo entendemos— digo hablando por las dos—. Por eso mismo queremos decirte que puedes contar con nosotras para lo que sea.
—Sí— coindice Abby—. Aunque eso no quiere decir que vayamos a colaborar contigo en el atraco a un banco.
Ashley sonríe.
—Tendré que pensar en otro plan— bromea.
La vampira nos envuelve con sus brazos y nos estrecha contra su pecho. Luego deposita un beso casto nuestras mejillas y procede a liberarnos.
—Por cierto, Caleb es todo un partidazo— confieso.
La chica suelta una risita.
—Sí, tiene buen culo— dice Abby en tono burlón.
—¡Oye!— Ashley le propicia un codazo a la chica morena, quien sonríe—. Es un chico increíble, ¿verdad?
—Sí, y además está muy enamorado de ti— añado.
—¿Te lo ha dicho?
—No directamente. Pero basta con ver la forma en la que te mira o la sonrisa que nace en sus labios cuando te observa. Cuando habla de ti es como si se estuviese refiriendo al mismísimo universo.
Una amplia sonrisa se apodera de su boca.
—Además, tiene unos ojazos— aporta Abby—. ¿Son de nacimiento esos ojos verdes?
Reímos al unísono durante unos segundos, tras los cuales la chica morena se vuelve seria, con la mirada perdida en algún punto del suelo y los labios apretados. Tanto Ashley como yo la observamos preocupadas en silencio, esperando una reacción por su parte. La chica morena vuelve a la realidad unos segundos más tarde y grita con todas sus fuerzas. La vampira y yo nos vemos en la obligación de tapar nuestros oídos con nuestras manos para evitar sufrir daño en nuestros tímpanos.
—¿Qué ocurre, Abby?— le pregunto, colocando una mano en su hombro.
—Va a morir alguien.
—¿Quién?— interviene Ashley, en tono nervioso.
En ese instante comienza a sonar mi teléfono móvil. Extraigo el smartphone del bolsito que llevo conmigo y miro la pantalla, donde hay una llamada entrante de Blair. Sin pensármelo dos veces acepto la llamada y pronuncio su nombre.
—Blair, ¿ha pasado algo?
—Ariana, ¿puedes venir a buscarme? Creo que alguien me está siguiendo.
—Vale. Necesito que me digas dónde estás.
—Estoy en el bosque.
—¿Qué estás haciendo allí?
—Le había preparado una sorpresa a Teresa para celebrar nuestro noviazgo. Cuando iba a ir a buscarla me he dado cuenta de que alguien me están siguiendo.
—Blair, escúchame, voy a ir a por ti. Intenta esconderte hasta entonces.
—¡Ariana! ¡ayúdame! !no! !no! ¡suéltame, por favor!
A continuación la llamada se corta.
Guardo el teléfono en el bolso y sin pensarlo dos veces salgo corriendo en dirección al interior del bosque, aumentando considerablemente el ritmo de mi marcha, ignorando por completo la inminente asfixia y el esfuerzo doble que debe ejercer mi corazón. Del mismo modo hago caso omiso al dolor que nace en mis gemelos como consecuencia de mi carrera. Con ayuda de mis manos voy apartando las ramas que aparecen ante mí, consiguiendo hacerme algún que otro rasguño sin importancia en los dedos. A mis espaldas se encuentran Ashley y Abby, quienes se han unido a mi causa.
—¡Blair!— grito con todas mis fuerzas, deteniéndome entre dos árboles y mirando a mi alrededor con el fin de dar con mi amiga—. ¿Dónde estás?
—¡Estamos aquí, Blair!— dice Ashley aumentando su tono de voz.
Observo a Abby, quien se gira en redondo, y observa ensimismada el tronco grueso de un árbol. Unos segundos más tarde aparece tras este una chica de cabello pelirrojo que ondea con la brisa fresca. Sus ojos inmóviles adoptan un tono verde fluorescente. Blair camina un par de pasos hacia el frente y luego se detiene en seco y nos observa, en silencio. Aprovecho la ocasión para salvar la distancia que nos separa.
—¿Estás bien?— la chica no me responde, a pesar de estar mirándome a los ojos directamente, así que decido sacudir sus hombros. Nada. Continúa inmóvil. Este hecho comienza a impacientarme y a preocuparme—. ¿Quién te estaba siguiendo, Blair?
En ese instante Blair alza la mano, portando consigo un cuchillo de hoja afilada y, sin ningún pudor, se hace un profundo corte en el cuello, por el que brota una considerable cantidad de sangre. Los ojos de la chica dejan de adoptar ese extraño color fluorescente, para reflejar miedo. El cuerpo de la joven cae al suelo, volviéndose pálido a medida que transcurren los segundos como consecuencia de la pérdida de sangre. Caigo de bruces al suelo. Ashley se vale de su velocidad vampírica para arrodillarse junto a la joven moribunda, acoger su cabeza en su pecho y darle de beber su sangre gracias a un corte que se hace en la muñeca.
Observo detenidamente como la mayor parte de la sangre de vampiro se cuela en el interior de la boca de la chica pelirroja, mientras que una minoría se desliza por sus comisuras en sentido descendente, alcanzando su barbilla. Me aferro a la mano de Blair con fuerza y la chica me dedica una última mirada antes de que sus ojos miren sin ver. Su última sonrisa queda grabada en su rostro para siempre.
—¡Vamos, Blair! ¡bebe! ¡tienes que beber para ponerte bien!— repite una y otra vez Ashley, vertiendo la sangre sobre los labios de la chica—. ¡Bebe, por favor!
Coloco mi mano sobre la de Ashley y ella me mira aterrada.
—Se ha ido, Ashley.
—No... la sangre de vampiro la curará.
—Hay límites que ni la sangre de vampiro puede superar— admito con la voz quebrada por el profundo llanto—. Tu sangre no la hubiera salvado, estaba muy débil.
Suelta un largo suspiro y a continuación mira entristecida a la chica pelirroja. Alzo una de mis manos y seco las lágrimas que se deslizan frenéticamente por mis mejillas. Abby se aproxima a mi persona y termina por depositar su mano en mi hombro, en un intento de transmitirme ánimos. Sin poder evitarlo me aferro al cuerpo de Blair y aproximo su cabeza a mi pecho, y lloro hasta dejar mis ojos secos y mis labios con sabor a mar.
—No merecías morir— confieso entrecortadamente—. No había llegado tu hora. Te quedaba mucho por vivir todavía, muchos sueños por cumplir y metas por alcanzar. Merecías algo mucho mejor que esto— humedezco su cabello color zanahoria con mis lágrimas—. Haré que tu muerte no haya sido en vano. Te lo prometo.
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