Capítulo 25
Aparco justo enfrente de la entrada a la enorme casa de la familia Vladimir, cuyas luces están encendidas, escapando por el cristal de las ventanas y proyectándose en algunas fracciones del jardín exterior, formado a base de un césped de un vivo color verde y crecido. Por la chimenea del tejado escapa un leve humo grisáceo que desaparece velozmente con la brisa fresca.
Abandono el coche de un salto y camino hacia la entrada al hogar, abrazándome a mí misma con el fin de entrar en calor. Puedo sentir como mi piel se eriza bajo la capa de tela de mi sudadera. A medida que camino en dirección a la puerta principal, voy pensando en todas y cada uno de los sucesos ocurridos a lo largo del día, así como los sentimientos que despertaron en mí. Lo cierto es que no ha sido un buen día. Aunque, aún tengo la esperanza de que esta visita lo mejore.
Siento como una inesperada brisa hace ondear mi cabello. Sin pensármelo dos veces doy media vuelta, enfrentándome a mi reciente acompañante.
Ante mí se alza un chico de cabello moreno y alborotado, de enormes ojos verdes y sonrisa pícara. Lleva puesta una camiseta blanca de mangas cortas junto a unos vaqueros azulados. Para sus pies ha optado por unas botas de un tono oscuro, con una leve plataforma. Una chaqueta que hace juego con el color de sus zapatos cubre sus hombros y brazos.
-Me has asustado.
-¿Por qué perder las viejas costumbres?
Sonrío y le doy un leve golpecito con el hombro.
-Por un momento pensé que no ibas a venir.
-¿Por qué?
-Creí que había logrado asustarte con mis comentarios subidos de tono.
-Vas a tener que esforzarte un poco más- bromeo.
-Puedo hacerlo mucho mejor, pero estoy seguro de que saldrías por patas.
Me sonrojo al oírle decir eso y él se da cuenta, puesto que sonríe.
-¿Vas a revelarme el motivo tan importante de esta quedada?- pregunto, en un intento de desviar el tema de conversación.
-¿Hay algo más importante que disfrutar de mi compañía?
-Vuelve a subir tu ego.
-Y tu nariz vuelve a crecer por mentirosa porque sabes en el fondo que lo mejor del día está siendo este momento.
-Ha sido un día duro. No voy a negártelo.
Mantengo agachada la cabeza, con la mirada perdida en la camiseta impoluta del vampiro, la cual está tan adherida a su cuerpo que marca sus músculos trabajados. Y una vez más vuelvo a quedarme anonadada con la viva imagen del vampiro.
-Me gustaría enseñarte algo.
-Espero que no sea tu habitación- bromeo.
-Esa es mi segunda opción- me guiña un ojo y sonríe pícaramente-. Necesito que te quedes muy quieta. Aunque sea tarea difícil para ti. Y que sobre todo seas sincera contigo misma cuando me tengas a centímetros de tu cuerpo porque de lo contrario va a crecerte la nariz y tendremos un problema.
No puedo evitar tensarme ante su confesión. El vampiro se acerca a mí con pasos breves pero decididos, hasta quedar separado de mí por escasos centímetros. Rodea mi torso con sus manos, deslizándolas con ternura por mi cintura, aproximando a la misma vez su rostro al mío, hasta tal punto que nuestras narices amenazan con encontrarse y nuestras miradas se cruzan.
-Espero que no tengas miedos a las alturas.
-Espera, ¿qué?
Siento como mis pies dejan de tocar suelo, de manera que un cosquilleo se apodera de mi estómago, manifestando mi vértigo. Reacciono envolviendo el cuello del vampiro con mis brazos y apoyando mi cabeza en su hombro, cerrando con fuerza los ojos, rezando en silencio porque todo salga bien y pronto vuelva a tener los pies en tierra firme.
-Ya hemos llegado pero puedes seguir abrazándome, si quieres.
Me deshago del abrazo con cuidado, separando poco a poco mi cuerpo del de el vampiro, de manera que se produce un pequeño instante comprendido por un par de segundos en los que nuestros labios se encuentran tan próximos que temo que vuelvan a unirse. A mi mente acude una imagen en la que se puede apreciar al vampiro aproximarse a mí con el fin de depositar un beso en mi mejilla, y a mí, ebria, acostada sobre una cama, ladeando inconscientemente la cabeza, besando, accidentalmente, al chico de ojos verdes.
Miro a mi alrededor, descubriendo que me hallo en el tejado de la casa, desde donde se puede apreciar la gran cantidad de árboles altos y robustos, poblados de vivas hojas verdes, que nos rodean, cuyas copas están orientada hacia el maravilloso cielo estrellado que se alza a varios metros por encima de nuestra cabezas.
Hago ademán de desplazarme un par de tejas hacia la izquierda cuando resbalo con una de ellas, inclinándome ligeramente hacia adelante. El vampiro se aferra velozmente a mi antebrazo y tira de él con fuerza, de manera que efectúa un giro antes de quedar a centímetros de su persona, con los brazos flexionados y las manos depositadas sobre su pecho. Durante unos segundos, los cuales me parecen una eternidad, nuestras miradas se entrelazan, aunque se separen poco después para buscar como nuevo destino de atracción los labios del otro.
-Gracias- logro decir entrecortadamente.
-Ya sabes lo que dicen, no todos los héroes llevan capa.
-Creía que te considerabas un villano.
-Eso era antes de conocerte. Eres un pequeño torbellino que cambias las vidas de las personas sin proponértelo siquiera. Podría denunciarte por darle un giro de ciento ochenta grados a la mía.
-¿Insinúas que no debería haberlo hecho?
Elián toma asiento sobre las tejas y yo le imito.
-¿Bromeas? Unas de las mejores cosas que me han pasado en los años que llevo en este desastroso mundo eres tú.
-Algo me decía que había una parte de ti que merecía ser salvada y eso es lo que hice, luchar contra todos los demonios de tu cabeza para devolverte a la vida.
-Hiciste mucho más que eso- ladeo la cabeza en su dirección y descubro que él ya me está mirando. Le devuelve el mismo gesto, aumentando, si cabe, la intensidad de la mirada-. Me diste una razón por la que seguir en este maldito mundo.
-En ese caso, deberías darme las gracias- bromeo, sonriendo.
Elián suelta una risita y se muerde el labio inferior.
Insconcientemente me aproximo un poco más a su persona, hasta conseguir que nuestros hombros se unan y nuestras manos, depositadas sobre las tejas, queden separadas la una de la otra por pocos centímetros, distancia que por alguna inexplicable razón, deseo violar. El vampiro me mira con avidez, viendo en mis ojos reflejado el brillo de las estrellas del cielo.
-¿Quieres?- extrae del interior de su chaqueta una cantimplora metálica rellena de whisky-. Te vendrá bien olvidarte un poco del día de hoy.
Le arrebato el objeto de entre las manos y sin dudarlo le doy un largo sorbo. Al sentir el fuerte sabor impregnar mi garganta no puedo evitar toser un par de veces y llevarme la mano al pecho al sentir la inesperada calidez que recorre mi esófago. Le devuelvo la cantimplora a Elián, quien se la lleva a los labios esbozando una sonrisa.
-Gracias. Lo necesitaba.
-De nada.
Guardo silencio. Me distraigo observando la luna tan espectacular que se alza a lo lejos, acompañada de un puñado de estrellas brillantes, entre las que destaca una rosada. Al ver las constelaciones tengo la sensación de ser un pequeño instante en comparación con el universo.
-Este es el lugar al que vengo a maldecir al universo.
-¿Y cómo te sientes cuándo lo haces?
-Como un idiota. Siento que el universo se está riendo de mí. Toda mi vida ha sido una sucesión de desgracias. Mi existencia es una maldita tragedia como Romeo y Julieta. Había una posibilidad entre un millón de que ocurriera un milagro que me salvase de ese infierno constante en el que vivía y para mi sorpresa, sucedió. Supuestamennte debería ser el tío más afortunado del mundo, sin embargo, no lo soy, porque resulta que lo que quiero no está destinado a ser conmigo.
-¿Cómo estás tan seguro?
-Porque cuando tengo a esa persona delante mía tengo la sensación de que sus ojos jamás van a pertenecerme. Me siento como si estuviese relevado a un segundo lugar, como si fuese una marioneta en este extraño circo. Y créeme que he luchado contra todos mis pensamientos con tal de permanecer un poco más a la espera, porque sé que va a valer la pena. No sé si es estúpido esperar algo que tal vez no vaya a suceder. Pero aún así voy a correr ese riesgo. Es lo que el corazón quiere.
Acomodo la cabeza en el hombro de Elián. Él ladea la cabeza hacia la izquierda, encontrándose con mi coronilla, lugar en el que deposita un beso tras dejar escapar un leve suspiro que le aporta calidez a mi cabello. El vampiro deja caer su cabeza sobre la mía e incluso se toma la libertad de acariciar con su dedo meñique el mío.
-Nunca me has contado la historia.
-¿La historia de cómo mi mundo se fue al garete?
Niego con la cabeza.
-La historia de cómo te convertiste en vampiro. Siempre hablas de tu pasado, incluyendo a tu familia, amigos, así como una sucesión de desgracias que se han producido desde entonces. Pero nunca me has hablado de cómo comenzó tu eternidad.
-Fue por amor. Es difícil de entender.
-Entonces, explícamelo.
-No. Mucho mejor. Voy a mostrártelo.
Entrelaza su mano con la mía con firmeza y me abre su mente, transportándome a su pasado.
-¡Voy a ganarte! ¡prepárate para ocupar el último puesto!
Una mujer de piel morena y cabello color carbón corre por un prado, perseguida por un chico de cabello de enormes ojos verdes, quien tiene el pelo un poco más crecido. El sol bendice sus cuerpos con su luz amarillenta. Podría decirse que es lo que más brilla en ese lugar, después de la sonrisa de ella. La felicidad de ambos es palpable. Se refleja en sus ojos brillantes y en la enormes curva que surca sus labios.
Elián envuelve con sus brazos la cintura de la chica y deposita un beso en su mejilla. La chica sonríe y se dedica a colocarle bien la camisa blanca que lleva puesta.
-La próxima vez seré más rápido.
-Eso ya lo veremos.
La joven toma asiento sobre la hierba, a los pies de un riachuelo, y el chico la imita.
-Audrey, cásate conmigo.
Ella suelta una carcajada y él la mira, desconcertado.
-No podemos y lo sabes. Mi familia no vería con buenos ojos que me casase tan joven y mucho menos con un hombre blanco. Además, tu hermana está enferma, te necesita cerca.
-Entonces huyamos. Vayámosno lejos, donde nadie nos encuentre, a algún sitio en el que podamos ser felices.
-Has perdido completamente la cabeza- afirma, sonriendo.
-Tú eres la culpable de mi enloquecer.
Elián se tumba sobre la hierba, arrastrándola a ella hacia atrás. Ambos ríen, con la mirada perdida en el despejado cielo azul que se alza sobre sus cabezas.
-Empecemos de cero. Una vida juntos. Seamos felices por una vez. Dejémosno llevar por lo que nos pide a gritos nuestros corazones, aún sabiendo que no es lo correcto.
-Está bien. Fuguémosno y no volvamos jamás. Persigamos ese futuro juntos.
-¿Lo dices de verdad?
-Sí. Por supuesto que sí.
Elián besa a su chica apasionadamente, aún sin caber en sí. La felicidad le sobrepasa.
El escenario cambia totalmente para ser sustituído por una estación de tren. En un banco de madera espera sentado Elián Vladimir, con un ramo de flores, ansioso por la llegada de su amada. Sin embargo, los segundos continúan pasando, convirtiéndose en minutos y estos a su vez en horas. Las personas vienen y van, algunas cogen el tren que les llevará a su nuevo destino, donde esperan comenzar una vida nueva, otros en cambio se deciden por quedarse en su hogar, disfrutando de la compañía de la familia. Una sola persona permanece inmóvil sentado en un banco, mirando su reloj cada pocos minutos, con la sonrisa aún en sus labios, preguntándose el motivo por el que se habrá retraso su chica. Pero por más que lo piensa no logra dar con una respuesta. Aún así espera sentado en el banco hasta que anochece y la estación se vuelve sombría. Es entonces cuando se pone en pie y se pone rumbo hacia la salida, dispiesto a volver a casa, con los hombros decaídos y el corazón encogido. Al pasar junto a una papelera arroja el ramo de flores y continúa con su camino, sin detenerse, luchando internamente contra el dolor que asola su corazón.
El chico marcha de regreso a su casa cuando siente como su corazón, sin causa aparente, se ralentiza hasta tal punto de ser inundado por una sensación de vértigo que le nubla la vista y le obliga a llevarse la mano al pecho en un intento de solucionar, en vano, aquello que anda mal con su corazón, aunque todo intento es en vano. El joven se retuerce en el suelo de dolor, aún con la mano aferrada a su pecho izquierdo, con la mirada perdida en un extremo alejado de la calle, donde logra ver, con dificultad, a una chica de cabello color carbón cubierto por una capa negra con capucha que cubre prácticamente todo su cuerpo, salvo parte de su rostro, que yace sumido en la oscuridad, y sus manos, de las que escapan unos destellos.
Elián cierra los ojos, alejándose para siempre de su vida humana, y dándole la bienvenida al vampirismo, aquel que le va a traer una serie de desdichas con el paso de los años, aunque también iba a ser la razón por la que más adelante coincidiría con su salvación.
El escenario cambia radicalmente para dar lugar a una habitación, donde toda la atención recae sobre una chica de cabello dorado y rostro angelical que se encuentra moribunda en la cama, acompañada por su hermano, quien está arrodillado junto al lecho, sostemiéndole la mano con fuerza. Atrás, junto a la puerta se halla un hombre y una mujer, ambos con expresión serena, quienes esperan con impaciencia a que la nueva vida de su hija comience.
-Bebe esto, cariño, te hará sentir mejor- añade su madre, quien le tiende un cuenco marrón en el que hay una sustancia transparente.
Leslie bebe el contenido con ayuda de su progenitora y luego se deja caer de nuevo sobre la cama. Con el paso de los minutos el estado de la chica va empeorando hasta tal punto de adoptar su piel un tono pálido, sus labios se secan y sus ojos se cierran, despidiendo su vida humana. Elián llora desconsoladamente, aunque sabe que su hermana regresará, tal vez no siendo la misma, pero eso es lo de menos. Lo primordial es devolverla a la vida.
La chica abre los ojos a los pocos minutos, pudiéndose apreciar un tono rojizo en su iris que deja al descubierto su nueva condición.
Volvemos a la realidad. Tengo la sensación de haber estado ausente unos minutos cuando, en realidad, han sido un par de horas.
-Ahora ya lo sabes. Audrey hizo un trato con mi familia. A cambio de que les proporcionara veneno de vampirismo, mis padres le recompensarían borrando su rastro por aquel estonces, puesto que Kai estaba buscándola con el fin de asesinarla. La familia de Audrey traicionó la confianza del vampiro, así que Kai se tomó la libertad de vengarce.
-Os obligaron a ser vampiros. Ni siquiera se preguntaron si era lo que queríais. No tenían ningún derecho a haceros algo así.
-Mis padres creían que así nos protegían. Ellos sabían que ahí fuera había seres sobrenaturales que podían atacarnos en cualquier momentos. Pretendían que fuésemos capaces de defendernos. Creían protegernos cuando en realidad nos estaban condenando.
-Aún así decidieron por vosotros. No tuvieron en cuenta vuestra opinión. Fue injusto- me aferro a su mano en un intento de hacerle sentir que puede contar conmigo-. ¿Qué es lo que tú querías?-Qué más da. Ya está hecho. No hay marcha atrás.
-De todos modos, me gustaría saberlo.
Me mira una sola vez y luego entreabre los labios, dejando escapar un suspiro.
-Yo adoraba mi vida humana. A pesar de las adversidades. Me conformaba con poco. Tenía todo lo que quería. Una familia, un techo bajo el que dormir y un plato de comida por delante todos y cada uno de los días.
-Si pudieras volver a ser humano...
-No se puede.
-En el caso de que pudieras, ¿dejarías atrás tu vida como vampiro?
Titubea unos segundos, entreteniéndose observando las estrellas.
-Lo más seguro es que no. Ya no tengo una familia. Además, a lo largo de estos años he descubierto que me gusta ser vampiro. Soy más fuerte, más rápido y puedo hacer lo que se me venga en gana sin correr riesgos. Debería tener un muy buen motivo para volver a ser un simple y vulnerable humano.
Asiento.
-¿Y tú? ¿serías un vampiro si tuvieras la oportunidad?
-No. Ni siquiera pedí ser una cazadora y sin embargo lo soy. Yo nunca quise formar parte de este mundo sobrenatural. Tan solo quería tener una vida humana común. Deseaba terminar mis estudios, obtener un buen trabajo, encontrar al amor de mi vida, casarme, formar una familia y envejecer. Sin embargo, he entrado de lleno en un mundo en el que una mujer despiadada busca desesperadamente mi muerte para poder obtener una reliquia que le otorgará el máximo poder. Mi existencia se basa en luchar, huir y empezar de cero. Yo no quería eso.
-Si no hubieras entrado en este mundo sobrenatural no me hubieras conocido y créeme, habrías perdido la oportunidad de disfrutar de un momento tan maravilloso como este.
Me guiña un ojo y me dedica una amplia sonrisa.
-Bueno, podríamos habernos saltado el paso del secuestro.
-Eso le ha dado vidilla a esta historia.
Sonrío ante su comentario.
-Creo que va siendo hora de irse- me pongo en pie con cuidado de no resbalar y el vampiro me imita, sin perder ojo de cada uno de mis movimientos-. Mi padre debe estar preguntándose dónde estoy. No quiero preocuparle.
-¿Qué vas a decirle? ¿qué has estado en mi casa?- se muerde el labio seductoradamente-. Estoy seguro de que no va a pensar precisamente en que nos hemos comido unos helados.
-Le diré que he estado en casa de Ashley.
-Pues ten cuidado con lo que dices o te crecerá la nariz.
-Creo que es más preocupante tu problema con el ego que las mentiras que puedan salir de mi boca.
Elián se acerca a mí, deteniéndose a escasos centímetros, rodea mi cintura con sus brazos fuertes y me conduce hacia el borde del tejado. Una vez allí, envuelvo su cuello con mis manos y deposito mi cabeza en su hombro, cerrando los ojos y apretando los labios. El vampiro salta, arrojándose al vacío conmigo en brazos, y segundos más tarde pisa tierra firme. Me deshago del abrazo y me tomo la libertad de mirarle directamente a los ojos.
-Te acompañaría a casa pero creo que tu cuartada no va a sonar convincente.
-Sería muy raro.
-Bueno, pues aseguráte de despistar a los policías. No querrás que te sometan a un control de alcoholemia porque darías positivo.
-Si me detienen, vas a ser tú quien paga la multa.
-¿Para qué pagar la multa cuando puedo arrancarles la cabeza a los agentes?
Pongo los ojos en blanco. Le doy la espalda y abro la puerta delantera izquierda, acomodándome posteriormente en el asiento.
-Ten cuidado con el Coco. Suele salir de caza a estas horas y sus presas favoritas son las mentirosas.
-Entonces confiaré en que un héroe sin capa me salve en cuanto esté en apuros.
Sonríe de forma muy tierna y me cierra la puerta del coche.
-Hasta mañana.
-Hasta mañana, pequeña curiosa.
Pongo en funcionamiento el motor del vehículo, realizo el cambio de marcha y me incorporo a la carretera a una velocidad reducida, la cual me encargo de aumentar progresivamente. A medida que avanzo con moderación por el asfaltado, poniendo cada vez una mayor distancia entre el hogar de la familia Vladimir y yo, me concedo el placer de mirar a través del retrovisor central, con la esperanza de ver una última vez los ojos verdes del vampiro.
Pronto dejo atrás la casa en la que estuve con anterioridad y con ello al vampiro. Me hubiera gustado contemplar esa escena un poco más. Es extraño pero hace apenas diez minutos que me he marchado y ya estoy deseando volver. No soy capaz de entender el misterioso y complicado enigma que vive en mi corazón. Cuando este te abandona te queda la razón, aunque siento que esta no va a poder salvarme esta vez. Una decena de recuerdos acuden a mí y me embriagan, transportándome lejos, a aquellos tiempos en los que sonreí de verdad. Me sorprende la facilidad con la que acude a mi mente el nombre de Elián cuando hago por recordar los momentos recientes más felices de mi existencia. Es incluso frustrante. Parece que todo comienza con el vampiro y termina con él.
Estaciono el vehículo en el garaje y lo abandono, poniéndome rumbo hacia la entrada que conduce al interior del hogar. Localizo a mi padre sentado en la mesa de la cocina, tomándose una taza de té, viendo una tarjeta de felicitación.
-Creía que estarías acostado.
-No podía dormir sin asegurarme antes que volvías sana y salva a casa.
-He estado en casa de Ashley, haciéndole compañía y ayudándole a hacer el equipaje.
-¿Va a irse de viaje?
Asiento.
-Necesita alejarse de Glasgow un tiempo. Todo cuando forma parte de esta ciudad le trae recuerdos de un pasado en el que era feliz, del que ya no queda rastro. Va a estar fuera un tiempo con Cormac, centrándose en curarse emocionalmente, y luego volverá.
-Es comprensible. Le ha tocado vivir algo horrible. No quiero ni imaginar cómo se debe sentir perder a toda tu familia, ser consciente de que no hay un lugar al que llamar hogar. A Claire le ha pasado algo terrible. Era una buena mujer. No merecía caer en manos de un vulgar asesino. Es por este tipo de injusticias que debemos seguir luchando contra el mal, hasta combatirlo, y no detenernos hasta que no quede ni un mísero rastro de cenizas.
-Haremos que la muerte de Claire no haya sido en vano- coloco la mano sobre el hombro de mi padre. Él alza su mano y la deposita sobre la mía, propiciándome sendas palmaditas-. Por cierto, ¿dónde está Kara?
-Arriba durmiendo. Debe haber cogido algún virus porque está mala con fiebre. Ahora tenía pensado subir a llevarle unas toallas húmedas.
-Espero que se recupere pronto.
-Si. Yo también. No me gusta verla en ese estado. Tan apagada.
-Estoy segura que con tus cuidados y tu amor incondicional se pondrá buena en un periquete.
Esboza una sonrisa y deposita un beso en mi mejilla.
-Me voy a la cama, papá. Ha sido un día duro y necesito un merecido descanso.
-Sí. Ha sido un día agotador. Buenas noches, cariño, que tengas dulces sueños.
-Buenas noches, papá.
Le doy un beso en la coronilla y a continuación me pongo rumbo escaleras arriba, evitando hacer mucho ruido para no despertar a Kara, de manera que voy prácticamente de puntillas. Al alcanzar la cima de la escalera, decido dirigirme hacia la derecha, incorporándome a un pasillo que me lleva a una puerta que desemboca en la habitación de mi padre. Esta se encuentra encajada, de forma que me basta con aplicar una leve presión sobre la superficie para abrirla. Observo, en silencio, a la mujer de cabello dorado que descansa sobre la cama, cubierta por una manta azul, temblando como consecuencia de la fiebre que padece, con un leve rastro de sudor en su frente.
Hago una mueca con los labios y me marcho, cerrando la puerta de la habitación, poniéndome rumbo esta vez hacia mi dormitorio.
Cierro la puerta de mi habitación detrás de mí, permaneciendo momentáneamente apoyada en la superficie de esta, rememorando la trágica muerte de Claire, así como la consternación reflejada en los rostros de sus familiares y amigos. Aún no termino de creerme que se haya ido. Es increíble como pueden cambiar las cosas en un instante. Puede que hoy estés aquí pero mañana ya no. Aunque eso no cambia el hecho de que se haya producido una injusticia.
Me tumbo boca arriba en la cama, sin molestarme siquiera en ponerme el pijama, y contemplo el blanco impoluto del techo, rememorando mi conversación con Elián, así como el vivo recuerdo de su pasado, el cual compartió conmigo como prueba de su confianza hacia mí, hasta que mis párpados se vuelven pesados y terminan por cerrarse, sumiéndome en un profundo sueño.
Siento como mis hombros son sacudidos con fuerza una y otra vez. Despierto sobresaltada, volviendo de golpe a la realidad, extrañada por el inexplicable comportamiento de mi progenitor, quien murmura algo, pero al encontrarme tan cansada, no soy capaz de entenderle. Christopher camina velozmente hacia la ventana, aparta la cortina y mira a través del cristal, con el ceño fruncido y una expresión de pánico en su rostro.
-Papa, ¿qué ocurre?
-Anabelle y su ejército han invadido la ciudad. Tenemos que marcharnos de aquí cuánto antes. Las cosas van a empeorar de ahora en adelante.
-¿Cómo qué ha invadido la ciudad? ¿por qué no estábamos al tanto de esto?
-Nos ha cogido por sorpresa. Ha decidido atacarnos durante la noche, usando un hechizo de encubrimiento que le ha ofrecido una bruja.
-¿Qué vamos a hacer ahora? ¿adónde vamos a ir?
Me bajo de la cama de un salto y camino hacia la puerta.
-Iremos a un refugio oculto cerca de las montañas. Pero eso no es lo importante ahora, sino salir de aquí cuanto antes.
Christopher se aferra a mi antebrazo y me conduce hacia la planta inferior del hogar, aumentando el ritmo de su marcha considerablemente. Abajo localizo a Kara, envuelta en una sábana de color azul, mirando por una de las ventanas de la planta baja.
-Tenemos que irnos ya, Christopher. Vienen hacia aquí.
-Pero, ¿qué pasa con los demás? ¿están al tanto de todo esto?- inquiero saber.
-Te lo explicaré por el camino.
Abandonamos el que ha sido mi hogar durante todos estos meses y echamos a correr en dirección al jardín trasero, el cual comunica con la entrada a un bosque. En cuanto nos encontramos a mitad de camino, soy consciente de como se produce una fuerte explosión que causa un incómodo pitido en mis oídos y una velocidad sobrehumana en mi corazón. Me detengo en seco y miro hacia atrás, descubriendo mi segundo hogar destrozado, consumiéndose por las llamas. En el cielo hay una marca de color roja que hace referencia a una vara a lo largo de la cual se enroscan unas serpientes, enfrentadas entre sí, y en cuya cima se desplegan unas imponentes alas.
Christopher rodea mi cintura con su brazo y me insta a seguir corriendo. Continúo avanzando velozmente, obviando las ramas que se enredan en mi cabello y los leves arañones que dejan grabados en mis mejillas. A mi lado, Kara, se cubre la cara con el brazo en un intento de evitar se azotada por las ramas de los árboles. Llegamos al inicio de una inesperada colina y sin previo aviso caemos rodando montaña abajo, deslizándonos sobre el montón de hojas que cubre la naturaleza. Nos ponemos en pie en cuanto nos es posible y continuamos corriendo hasta alcanzar una carretera desierta, en la que descansa un coche de aspecto antiguo, de color verde claro, del que acaba de bajarse rápidamente un chico de cabello moreno y piel cetrina, que avanza hacia nuestra posición.
-¿Estáis todos bien?- pregunta, dirigiéndose hacia todos, aunque su mirar únicamente se deposita en mi persona.
-¿Cómo voy a estar bien si todo cuanto he construído de nuevo ha sido destrozado? Vuelvo a tener que luchar, huir y empezar de cero. Esto es un bucle del que es imposible salir. No hay escapatoria. Esta va a ser mi vida. Para mí no hay finales felices.
-Sé que todo esto te sobresalta, Ariana, pero debemos mantenernos fuertes, debemos seguir luchando para acabar algún día con el mal que acecha- añade mi padre-. Tenemos que resistir, por Claire, por tía Sarah, por mamá, y por todas esas personas que han perdido la vida injustamente.
-Siento que no puedo más. Ya no me quedan fuerzas. Estoy cansada de huir, de tener que empezar de cero una y otra vez- las lágrimas escapan de mis ojos y se deslizan con rapidez por mis mejillas, dejando un leve rastro con sabor a sal en ellas-. Estoy cansada de llorar. Ni siquiera sé porqué lo estoy haciendo ahora. Es frustrante- enjugo las lágrimas con las palmas de mis manos.
-Ariana, sientes un dolor muy profundo, una tristeza que te consume hasta tal punto que a veces sientes que vas a asfixiarte- comienza a decir Kara, acogiendo mi rostro entre sus manos-. Pero créeme, el sufrimiento no va a durar eternamente. Algún día las cosas mejorarán y tendrás ese futuro con el que siempre has soñado. Sé que ahora es difícil de ver, pero confía en que así será. Pero antes tienes que resistir a la tormenta. No puedes tener un arcoiris sin un poco de lluvia.
Cierro con fuerza los ojos y estos se desbordan de nuevo.
-Ahora debemos ir a ese refugio a resguardarnos y a fortalecernos para algún día enfrentarnos a este mal que nos acecha y reducirlo a cenizas.
Asiento un par de veces.
Mi padre se aleja un poco de nosotros ya que ha recibido una llamada e intenta oír con claridad. Esperamos, en silencio, a que termine de hablar con la persona que solicita de su atención, y vuelva con nosotros. Aunque, cuando lo hace, tiene una expresión seria en el rostro y los ojos apagados, los hombros decaídos y las manos algo temblorosas.
-¿Qué ocurre?- inquiero saber.
-Era Frederick. Me ha dicho que todos los cazadores se está poniendo rumbo hacia el refugio, salvo Jonathan que ha ido a poner a salvo a Alice y Nathaniel, y Adrien, a quien no localizan por ningún lado.
-¿Qué significa eso?
-Significa que vais a ir al refugio sin mí.
-¿Qué? ¡no! ¡ni hablar! ¡no pienso irme sin ti! ¡no voy a arriesgarme a perderte a ti también!
Me aproximo rápidamente a la posición de mi padre y le envuelvo con mis brazos, ejerciendo una leve presión en la parte superior de su espalda, consiguiendo así acercarle a mí un poco más. Christopher deposita un beso en mi mejilla y se limita a enredar sus dedos en mi cabello, propiciándome sendas caricias con el fin de tranquilizarme.
-No puedo irme sabiendo que uno de los nuestros necesita nuestra ayuda.
-Entonces, me quedaré contigo. Le buscaremos juntos.
-No voy a poner tu vida en peligro. Ya perdí a tu madre, no estoy dispuesto a perderte a ti también. Así que irás al refugio con el resto de cazadores y esperarás pacientemente nuestro regreso.
-¿Qué si nunca regresáis? ¿qué se supone que debo hacer?
-En ese caso, lo único que debes hacer es saber que te quiero, Ariana, y te voy a querer y proteger siempre, esté donde esté. Jamás te dejaré sola. Te guiaré en cada paso que des.
Niego con la cabeza.
-¿Por qué tengo la sensación de que es una despedida?
-No lo es. Te prometo que volveré.
-No puedes prometer algo así sin tener la certeza de poder cumplirlo.
-Haré todo lo posible por volver. No tienes de qué preocuparte. Sé cuidar de mí mismo. Me tendrás de vuelta antes de que seas consciente.
Abrazo a mi padre con una mayor intensidad, acomodando mi cabeza en su hombro, y derramando todas las lágrimas que me quedan, hasta dejar mis ojos secos y enrojecidos. Mi padre también llora, en silencio, sollozando en alguna ocasión cerca de mi oreja. Su pecho se infla y deshinfla con mayor intensidad, adaptándose al ritmo del mío, confirmándome así que su corazón late con violencia y que el mismo sentimiento de tristeza vive en su interior.
Me niego a dejarle ir, de manera que me aferro con una mayor fuerza a su persona, evitando así separarme de él un solo segundo. Mi padre le hace un gesto a Elián, quien se acerca a nosotros con decisión, rodea mi cintura con sus fuertes brazos y me aparta de mi progenitor, contra mi voluntad, luchando contra mis quejas, mis patadas al aire y mis múltiples intentos de liberarme de sus manos.
-Voy contigo, Christopher.
Mi padre mira a Kara boquiabierto.
-Es muy peligroso. No puedo asegurar que vuelvas sana y salva.
-Esta es mi vida ahora. Cuando decidí estar contigo tuve que aceptar este nuevo mundo que me es tan desconocido. Me embarqué en esta aventura contigo y no pienso dejarte solo en esto. Pienso ir, quieres o no, porque me importas y la simple idea de estar separada de ti aunque sean cinco minutos me aterra.
Kara se acerca a mi padre y deposita un beso en sus labios. Luego entrelaza su mano con la de él y le mira con avidez.
-Estamos juntos en esto.
-¿Hasta el final?
-Hasta el final e incluso más allá.
Christopher me dedica una última mirada antes de darse media vuelta y volver al bosque, cogido de la mano de su amada, enfrentándose con valentía a lo desconocido, fiel a sus creencias, dispuesto a luchar contra todo pronóstico con tal de salvar a uno de los suyos. Mi padre es el hombre más valiente que he conocido jamás. Estoy orgullosa de tenerlo como padre, es todo un honor llevar su sangre circulando por mis venas.
-¡Suéltame!- le exijo a Elián.
-Va a ser que no. No estoy de humor para jugar al pillar.
Me acomoda en el asiento y se encarga de ponerme el cinturón de seguridad.
-Tú no lo entiendes. Tengo que ir con mi padre. No puedo perderte a él también.
-La que no lo entiende eres tú. Si sales en su búsqueda solo vas a conseguir que te desgarren el cuello. Y créeme cuando te digo que entre mis planes no está perderte por nada de este maldito mundo- dice con cierto nerviosismo en la voz-. Si tengo que elegir entre dejarte marchar a una muerte segura o poder salvarte, aunque tenga que pasar sobre los cadáveres de decenas de personas inocentes, créeme que lo haré sin pestañear.
Dejo de respirar al oírle decir eso. Su actitud egoísta me sorprende e incomoda pero también me halaga, pues me hace ver que haría cualquier cosa, por desesperada que sea, con tal de mantenerme con vida.
-Eso sería ser egoísta- le recrimino.
-Entonces seré el tío más egoísta del mundo si eso va a garantizar tu supervivencia.
Le da vida al motor de su coche y avanza por la carretera a gran velocidad, con la mirada perdida cada pocos segundos en los retrovisores, permaneciendo alerta ante una posible amenaza. Yo, mientras tanto, flexiono mis piernas y las coloco próximas a mi pecho, y me dedico a contemplar el paisaje siendo víctima de los estragos de la terrible destrucción, con la mente ocupada rememorando las palabras del vampiro y la reciente despedida de mi padre.
-Elián.
El vampiro me mira con ojos brillantes.
-Estoy acabada. Sin fuerzas para continuar- comienzo a decir, con los ojos cristalizados-. Necesito ayuda para salir adelante.
-Me convertiré en el héroe sin capa en cuanto pueda.
Niego con la cabeza y él me escruta, extrañado.
-No necesito un héroe. Te necesito a ti. Es todo cuanto quiero ahora.
Deja de mirar hacia el frente por unos segundos que se me antojan una eternidad y se centra únicamente en mi expresión de derrota. Yo, sin embargo, me pierde en sus ojos verdes, en cuyas pupilas se refleja el cielo nocturno con sus infinitas estrellas. Elián se aferra a mi mano con fuerza, sin dejar de mirarme, y yo observo la unión de nuestros dedos.
-Puedes contar conmigo. Jamás permitiré que te pase nada.
Asiento, afligida, y decido salvar la distancia que nos separa, para terminar por depositar la cabeza en su hombro. El vampiro accede con dificultad a su chaqueta de cuero negra que descansa en los asientos traseros del vehículo y, con cuidado, me la echa por encima en un intento de protegerme del frío. Y yo, agotada tanto física como mentalmente, me quedo dormido casi al instante.
Pestañeo un par de veces, descubriendo que me encuentro acostado en un sofá de color burdeos, próximo a una chimenea, cuya llama anaranjada me hace entrar en calor, protegida por una manta de color verde oscuro. Me incorporo, tomando asiento en el sofá, y contemplando el lugar en el que me encuentro. Es una casa de paredes y suelo formados a base de madera, de aspecto acogedor, decorada con muebles con muebles de aspecto antiguo, aunque conservados en buenas condiciones.
Localizo a Elián Vladimir fuera de la casa gracias a una de las ventanas, hablando con Gideon Sallow, quien al parecer intenta hacer un hechizo de rastreamiento.
La puerta principal se abre y por ella entra Jonathan, quien al verme en el sofá no tarda en salvar la distancia que nos separa, para terminar por arrodillarse ante mí, acoger mi rostro entre sus manos y depositar un beso casto y extenso en mis labios.
-¿Cómo te encuentras?
-Destrozada. Mi mundo está nuevamente patas arriba.
-Con el tiempo todo volverá a la normalidad.
-A la normalidad, ¿por cuánto tiempo?- inquiero saber-. Estoy cansada de comenzar de cero. Quiero por una vez tener una vida normal. Ser feliz, al menos, dos días seguidos. Quiero por una vez que las cosas salgan como yo quiero, en vez de ser una marioneta en este infierno.
-A mí también me gustaría que todo esto acabase de una vez por todas. Ojalá pudiera tener ese futuro que tanto ansío tener a tu lado sin sufrir las consecuencias de un grupo reducido de seres despiadados.
Alzo una de mis manos y acaricio su mejilla.
-¿Crees que algún día alcanzaremos la felicidad?
-Claro que sí. No lo dudo. Estoy convencido de que en un futuro, no muy lejano, todo va a ser cómo nos gustaría que fuera. Viviremos en un mundo en el que reine la felicidad, en el que no tengamos que salir a la calle con miedo, un lugar en el que el mal no exista. Y será entonces cuando obtengamos ese futuro con el que fantaseamos y seamos inmensamente felices.
-¿Y si no hay un arcoiris tras la tormenta?
-Tiene que haberlo. Merecemos ser felices, Ariana. Y esa felicidad debería durar, como mínimo, toda la vida.
Envuelvo su cuello con mis brazos y él rodea mi cintura con sus manos. Jonathan deposita un beso en mi sien y a continuación aumenta la fuerza con la que me abraza, atrayéndome un poco más hacia su persona, haciéndome sentir acompañada.
-¿Se sabe algo de Adrien?
-No. Gideon está intentando hacer un hechizo de seguimiento para poder dar con él. Pero es prácticamente imposible. Anabelle ha creado una especie de barrera protectora alrededor de la ciudad de Glasgow. No puede atravesarla con su magia.
-Pero hay algo que podamos hacer.
-Ahora mismo, nuestra única y mejor opción es esperar.
Le miro incrédula. No puedo quedarme de brazos cruzados, confiando en que vuelvan sanos y salvos al refugio. Estoy a punto de ponerme en pie y salir corriendo por la puerta con el fin de ir a buscar a mi padre, cuando percibo la fricción que ejercen unos neumáticos al entrar en contacto con lel asfalto. Me incorporo y emprendo una carrera hacia el exterior, abriendo la puerta principal con tal fuerza que provoco que esta impacte contra la pared, llamando la atención de todos los presentes. A lo lejos hallo el todo terreno negro de mi padre, del que se baja en primer lugar Kara, envuelta en su manta azul, luego Frederick, continuado por mi padre. Ambos hombres se encargan de ayudar a caminar a Adrien, quien apenas puede sostenerse en pie por un profundo corte en su estómago.
Corro hacia ellos tan veloz como soy capaz y termino por abrazar con fueza a mi padre, quien rodea mi cintura con su brazo disponible y acerca su nariz a mi cabello para inspirar el aroma que desprende. Le doy un beso en la mejilla y palpo sus hombros, incapaz de creerme que esté bien.
-Estoy fuerte como un toro- confiesa mi padre.
-No te haces una idea de lo preocupada que estaba.
-Yo tampoco he podido dejar de pensar en ti, cariño- acaricia mi mejilla y yo cierro los ojos, dispuesta a disfrutar de su gesto.
-¿Qué hay de mí? ¿no me has echado de menos?- bromea Fred.
Le doy un leve codazo en las costillas y él sonríe.
-Claro que sí. Sabes que eres como un segundo padre para mí.
-Anda, ven aquí- me envuelve el cuello con uno de sus brazos, atrayéndome a su persona y termina por depositar un beso en mi frente-. ¿Qué tal estás?
-Ahora que estáis aquí mucho mejor- saludo a Kara con dos besos y un abrazo, haciéndole saber que también estaba preocupada por ella, y la mujer reaccionado regalándome su mejor sonrisa. Luego mi atención recae en el chico moreno que palidece por momentos, cuya frente se encuentra cubierta por un leve rastro de sudor-. ¿Qué le ha ocurrido?
-Le han atacado los miembros del círculo. Logró escapar por poco, pero está muy mal herido- respone Fred, quien mira con preocupación el corte sangrante que hay en la camiseta del chico, a través del cual se logra ver una herida profunda en su estómago.
-Llevémosle dentro- sugiere Jonathan, quien acaba de acudir a ayudar a su amigo-. Intentemos sanar la herida con todo lo que encontremos.
-¿Por qué no utilizamos la magia de Gideon?- intervengo.
-Porque ha sido inutilizada temporalmente. Será uno de los efectos secundarios de la barrera que rodea la ciudad- contesta Frederick.
-Pero no estamos en la ciudad, estamos en la montaña.
-No nos encontramos lo suficientemente lejos, así que los efetos continúan latentes- continúa Christopher.
Permanezco inmóvil, pensando en alguna solución.
-¿Cómo vais a curarle entonces?
-De momento intentaremos limpiar la herida y frenar la hemorragia. Mañana intentaremos entrar en la ciudad, con precaución, y buscar medicinas- añade Kara.
-En ese estado no va a ser capaz de superar la noche.
-No nos queda de otra, Ariana- dice mi padre, con la cabeza agachada-. Es muy peligroso ir en búsqueda de esas medicinas esta noche. No podemo arriesgarnos a perder a más personas.
Frederick, Christopher y Jonathan se encargan de llevar a Adrien a una de las habitaciones del hogar, mientras que Kara y Gideon optan por tomar asiento en un banco de madera que hay en el porche, haciendo vigilancia, a pesar del estado tan lamentable de la mujer. Por suerte, Elián decide hacer guardia, sustituyendo a Kara, quien se lo agradece con una sonrisa y una palmadita en el antebrazo.
Camino hacia el porche, abrazándome a mí misma, protegiéndome del frio. Subo los tres peldaños que hay por escaleras y accedo al banco que hay cerca de la puerta principal.
-Me alegra volver a verte, Ariana- dice el brujo.
-Igualmente.
-Supongo que estarás destrozada después de lo sucedido.
Asiento.
-Aunque, poco a poco, me voy haciendo a la idea.
-Siento mucho que tengas que pasar por estas cosas teniendo apenas diecinueve años. Pero ya sabes lo que dicen, el mal no descansa. Y estoy seguro de que esa víbora de Anabelle no va a parar hasta vernos a todos caer.
-Lucharemos cuando llegue el momento- admito con firmeza-. Estaremos preparados para entonces.
-Ojalá sea así. Me muero de ganas de ir a mi residencia de la India a disfrutar de unas merecidas vacaciones.
Esbozo una sonrisa.
-Ya somos dos- coincide Elián-. Hacer volar cabezas es un trabajo agotador. No solo tengo que lidiar con las agujetas por mover tanto los brazos sino también con la sangre que se me impregna en las manos.
Sacudo la cabeza para hacer desaparecer esa imagen de mi mente.
-Voy a seguir buscando una solución a mi problema con la magia.
Gideon se pone en pie y se marcha, despidiéndose de nosotros con un asentimiento con la cabeza. Una vez desaparece a través de la puerta decido aproximarme a la baranda que hay enfrente del banco en el que se encuentra sentado el vampiro. Apoyo mis manos a la madera y me entretengo jugueteando con mis dedos, propiciándole sendos golpecitos con mis yemas.
Elián se pone en pie, salva la distancia que le separa de mí y termina por situarse a mi vera. Permanecemos inmóviles, en silencio, observando el cielo estrellado, preguntándonos cómo quedará la ciudad una vez haya arrasado Anabelle con todo, maldeciendo en silencio al universo y a todos los sucesos desagradables que se han sucedido los unos a los otros durante todo este tiempo, originando este final.
-No nos queda nada, Elián.
-Te equivocas- ladeo la cabeza hacia la izquierda y le miro con avidez, esperando pacientemente una respuesta por su parte-. Mientras nos tengamos a nosotros mismos, lo tenemos todo.
-Ese es el problema. Siento que cada parte de mi está fragmentada en piezas, dispersas, y no encuentran la manera de volver a unirse, formando un todo.
-Hasta ahora has salvado a todo aquel que lo necesitaba de sí mismo. Ahora eres tú la que necesita ser salvada.
-¿Cómo vas a salvarme de mí misma?
Elián salva la distancia que no separa con decisión. Enfrenta su rostro al mío, busca mi mirada con ansías y susurra:
-Acabaré con todos y cada uno de los demonios que habitan en tu cabeza- abro la boca para replicar pero él me muestra su dedo índice, pidiéndome guardar silencio-. No me digas que es imposible porque haré todo cuanto esté en mi mano por hacerlo posible.
-Son demasiados. No podrás con todos.
-Me estás subestimando. Y estás pasando por alto un detalle muy importante: hago lo que se me viene en gana, sin pensar en las consecuencias, porque soy un egoísta, sí, pero no me importa serlo cuando se trata de tu bienestar.
-¿Cómo qué?
-Como la locura que estoy a segundos de cometer.
-¿Qu...- antes de poner terminar la frase soy consciente de como el vampiro se aferra a mi rostro con sus manos y me besa sin ningún pudor. Todas y cada una de las células de mi ser me piden a gritos que continúe manteniendo mis labios unidos con los del vampiro, aunque mi cerebro se esfuerza en recordarme que no está bien lo que estoy haciendo, de manera que coloco mis manos en su abdomen, bajo la cabeza y me separo, dejando al descubierto mis mejillas sonrosadas-. No deberías haber hecho eso.
-Soy un egoísta incapaz de reprimir sus deseos. Cúlpame, si va a hacerte sentir mejor, pero no pienso disculparme porque no lo siento.
Cambio el rumbo de mi mirar hacia la ventana más próxima, localizando a Jonathan a lo lejos, inmóvil, con expresión entristecida, mirándome desde la lejanía, sosteniendo entre sus manos un paño cubierto de sangre. Miro al cazador con el corazón encogido y hago ademán de abrir la boca para darle una explicación cuando él continúa con su camino. Cambio el rumbo de mi mirada hacia el vampiro, quien observa la escena con el ceño fruncido.
-Yo necesito...- elevo mi dedo pulgar por encima de mi hombro y señalo la entrada al refugio-. Tengo que despejar mi mente... yo... lo siento.
Entro corriendo en la casa y subo por las primeras escaleras que encuentro, desembocando en un pasillo estrecho que conduce a una serie de habitaciones. Me pongo rumbo hacia la más alejada, aprovechando que está vacía y tiene la puerta abierta. Opto por encerrarme en el dormitorio y lanzarme sin ningún pudor a la cama de ropajes blancos que descansa en un lateral de la estancia. Envuelvo con mis brazos un cojín y lo mantengo próximo a mi pecho, en un intento de calmar el dolor que asola mi corazón, y lloro desconsoladamente, lamentando la impotencia que siento al no poder descifrar cuáles son mis sentimientos.
Permanezco despierta hasta las cuatro de la mañana. Durante el transcurso del tiempo he sido consciente de como los miembros que habitan el refugio iban de un lado a otro, buscando toallas húmedas, agua oxigenada, pomada para tratar a Adrien, quien continúa empeorando a pesar de todos los esfuerzos de sus compañeros por mejorar su estado. Sobre las tres terminaron de hacer todo cuanto podían hacer por mantener al cazador en un punto algo cercano al bienestar, y se fueron a dormir, aprovechando que el chico cayó en los brazos de Morfeo. Yo, en todo este tiempo, he pensado en lo sucedido con Elián y en la reacción de Jonathan, y he decidido dejarme guiar por el tiempo, él es el único que va a darme las respuestas que necesito.
Me levanto de la cama de un salto, observo el exterior gracias a la ventana circular con repisa que hay enfrente de la puerta de la habitación, y me encamino hacia la salida, evitando hacer ruido. Bajo uno a uno los peldaños de la escaleras, de puntillas, disminuyendo el crujir de la madera, y una vez a los pies de esta salvo los obstáculos que encuentro por el camino hasta dar con la puerta principal. La abro con cuidado, salgo al exterior y la cierro detrás de mí. Emprendo una marcha hacia el todo terreno negro de mi padre, me sitúo al volante una vez en él y me incorporo a la carretera.
Siento como el corazón me late con violencia. Estoy rebasando el límite de lo prohibido. Aunque, aún así, no me siento asustada ni arrepentida. Sé que estoy haciendo lo correcto. Voy a salvar una vida, aunque ello supongo arriesgar la mía. No puedo quedarme de brazos cruzados, esperando a que suceda un milagro que salve a Adrien. Por cada minuto que transcurre se apaga un poco más. Estoy dispuesta a convertirme en su milagro.
Conduzco por la carretera a oscuras, rodeada de árboles de aspecto siniestro, en un constante estado de alerta, revisando cada pocos segundos todo cuanto me rodea, haciando para ello uso de los retrovisores. Un cuervo aparece de la nada y se cruza en mi camino. Freno un poco, aunque no detengo el vehículo, y sigo con la mirada al ave de ojos despiadados y pico afilado, que desaparece entre las copas de los árboles. Suspiro, aliviada, recuperándome del inesperado incidente, y continúo con la marcha, dejando atrás un cartel que anuncia la llegada a Glasgow.
Dejo el coche en el arcén de la carretera, lo abandono y me adentro en el bosque, con el propósito de desembocar en el hospital que hay situada al otro lado. Camino con precaución, deteniéndome cada pocos árboles para observar a mi alrededor, y cuando compruebo que no hay ninguna amenaza al acecho, vuelvo a retomar mi camino. Sigo todo de frente hasta desembocar en una colina, la cual bajo valiéndome de las ramas de los árboles que logran llegar a mí.
Una vez en tierra firme miro hacia el frente y localizo el hospital, con las luces encendidas y parpadeando. La cruz roja que adornaba el edificio se encuentra hecha añicos en el suelo, al igual que algunas camillas y mostradores. Emprendo una carrera hacia la entrada trasera del centro sanitario, recogiendo por el camino un trozo de madera, preparándome para el porvenir desconocido. Luego me armo de valor y entro en el hospital, adentrándome en un pasillo con las paredes repletas de sangre, el suelo cubierto por camillas, sillas, mesas, máquinas expendedoras. Voy salvando los obstáculos con los que me encuentro, evitando mirar a los cuerpos desgarrados sin vida de las personas que se hallaban en el hospital. Al alcanzar una intersección, me adhiero a la pared y miro hacia derecha y luego hacia el lado opuesto antes de incorporarme al corredor de la izquierda que, desgraciadamente, se encuentra en el mismo estado que el anterior. Camino todo recto hasta dar con una puerta de color gris que tiene un letrero en el que puede leerse "laboratorio". Hago ademán de abrir la puerta, pero esta no cede, ya que necesita ser abierta con una llave, de manera que reviso rápiamente los cadáveres que hay a mi alrededor, leyendo los cargos que ocupaban cada una de las víctimas que trabajaban en el centro, hasta dar con un hombre de tez morena que supuestamente era el encargado de laboratorio.
Me acerco al cadáver y busco, afligida, en los bolsillos de su bata blanca, hasta dar con una llave matálica.
Vuelvo a la puerta del laboratorio y la abro con la pequeña llave metálica. Entro en el interior de la nueva estancia que se presenta ante mí y me encamino hacia un mueble grisáceo. Lo abro de par en par y extraigo de su interior analgésicos, jeringuillas, agua oxigenada, betadine, vendas, aguja e hilo, grapadora, e introduzco todo en una mochila que arrebato de la mesa. Luego decido abrir un refrigerador y extraer de él las bolsas de sangre que quedan, que varían en el tipo de plasma que contienen. Guardo todo en la maleta y además añado un puñado de hielo que encuentro.
Abandono el hospital con rapidez, abandonándome de nuevo a los peligros del bosque, comenzando por escalar la colina con ayuda de las ramas de los árboles. Una vez llego a la cima siento como algo me golpea en la mejilla. Caigo al césped cubierto de hojas. Palpo la zona del golpe y a continuación me doy media vuelta, enfrentándome a la inminente amenaza. Ante mí hay un vampiro de ojos rojos y cabello negro que pasa la lengua por sus afilados colmillos.
-Qué bien que haya encontrado un aperitivo. Me muero de hambre.
Niego con la cabeza.
El vampiro hace ademán de abalanzarse sobre mí cuando lanzo el cuchillo de mi cinturilla, cortándole de cuajo el cuello. La cabeza del chico se separa de su cuerpo y cae al vacío mucho antes que su organismo. Me pongo en pie lo más rápido que puedo y avanzo corriendo hacia la carretera que se halla al otro lado, ignorando por completo el hecho de llamar la atención.
Alcanzo el todo terreno, me acomodo velozmente al volante, deposito la mochila en el asiento del acompañante e inicio la marcha, acelerando en cuanto me es posible. Abandono el lugar a gran velocidad, absorta a la conducción, de manera que me desvío hacia el sentido contrario. En cuanto soy consciente de este hecho vuelvo a la derecha y miro por el retrovisor. Parece que no hay nadie. Me concentro en normalizar mi respiración, manteniendo los nervios a raya, recuperando así parte de la calma perdida. Continúo conduciendo sin sufrir ningún tipo de percance hasta que quedan escasos kilómetros para llegar al refugio, cuando diviso una persona en plena carretera. Freno lo más rápido que soy capaz pero al estar circulando a gran velocidad esto provoca que pierda el control del vehículo, termine desviándome hacia el quitamiedos, destrozándolo, y precipitándome velozmente colina abajo, hasta acabar impactando violentamente contra un árbol. Mi cuerpo se inclina ligeramente hacia delante y mi cabeza golpea contra el volante. Me abandono a la insconsciencia al instante.
Despierto un tiempo después, aquejada por el fuerte dolor que se apodera de mi cabeza y el escozor insoportable de mi brazo derecho. Pestañeo un par de veces y miro a mi alrededor, comprobando que el cristal frontal está hecho añicos, el airbag hundido bajo los dedos de mis manos, el capó totalmente destrozado y expulsando un humo de color negro. Mis piernas están atrapadas, de manera que no puedo moverme. Grido con todas mis fuerzas pidiendo ayuda pero nadie me oye, así que opto por intentar salir de allí por mis propios medios, consiguiendo que mis heridas se aquejen, obligándome a aullar de dolor.
Cojo la mochila que hay en el asiento de mi derecha y me aferro a ella con fuerza. A continuación le doy un codazo a la puerta de mi izquierda, la cual está encajada de tal forma que no puede abrirse. La golpeo con mis manos y luego procedo a hacerlo con las clavijas metálicas del cabecero de mi asiento, el cual arranco de cuajo, y repitiendo la misma acción en sucesivas ocasiones, consigo echar abajo la puerta. Me inclino hacia delante, aferro mis manos a las piernas e intento sacarlas del lugar en el que se encuentran atrapadas, ignorando el dolor. A duras penas consigo salir del coche, arrastrándome por la hierba hasta quedar acostada boca arriba. Me tomo la libertad de descansar un par de minutos antes de ponerme en pie con dificultad y comenzar a andar por el bosque, en dirección al refugio, aún sabiendo que me queda mucho por recorrer.
Me aferro a mi codo derecho ensagrentado, y luego palpo mi frente, donde hay una pequeña herida de la que brotan gotas de sangre. Suspiro. Me armo de valor y continúo caminando, a pesar de sentir un tono físico insoportable, porque mis ganas de llegar a mi nuevo hogar y salvar a Adrien son mayores que las barreras que nacen en mi mente y me instan a darme por vencida. En la familia Greenberg no conocemos la palabra rendirse.
Mientras tanto, en el refugio:
-No te andas con rodeos, Kai, y dime de una vez que quieres de mí.
-La ira va a terminar por consumirte algún día, viejo amigo.
-No tengo tiempo para tus jueguecitos mentales, así que te sugiero que a menos que tengas algo bueno que decir, disfrutes de la decepción de ser rechazado.
-Esa chica, Ariana, es importante para ti, ¿cierto? Bueno, el caso es que he aprovechado su atrevimiento de ir en búsqueda de medicamentos al hospital, para convertirla en mi prisionera.
Aprieto la mandíbula. Puedo sentir como el corazón me late con fuerza.
-Buen intento, Kai. Casi caigo en tu juego. Tendrás que hacerlo mejor la próxima vez si quieres engatuzarme.
-Compruébalo tú mismo, amigo. No pierdes nada.
Abandono la habitación en la que me encuentro y salvo con tres zancadas la distancia que me separa del dormitorio de Ariana. Una vez me hallo tras la puerta, llamo un par se veces con ayuda de mis nudillos y permanezco a la espera. No se oye nada al otro lado. Maldita sea. Abro la puerta apresudaramente y me adentro en la estancia con decisión. No hay ni rastro de Ariana por ningún lado. Joder.
-Tienes tres segundos para decirme dónde está antes de que decida ir a arrancarte la cabeza.
-Tus amenazas no me asustan, Elián. Recuerda que aprendiste del mejor maestro. No vas a lograr intimidarme con tus exigencias.
-No estoy teniendo un buen día, Kai, así que te aconsejo que no me toques las narices o tú y tu grupo de pacotilla vais a sufrir las consecuencias.
-Sería un acto digno de ver, ¿no crees? El gran Elián Vladimir enfrentándose al mayor destripador de la historia vampírica. Podríamos incluso hacer un guión, ¿no te parece?- suelta una risita. Cierro las manos en forma de puño y aprieto tanto la mandíbula que em chirrían los dientes-. ¿Quieres tener una prueba del lugar de los hechos? ¿ese sitio dónde aproveché la ocasión para raptar a esa pobre ingenua? Bien. Ponte rumbo hacia el hospital más cercano.
Finalizo la llamada y salgo corriendo de la casa. Me valgo de mi velocidad vampírica para recorrer la carretera que conduce hacia el hospital más cercano, fijándome en el más mínimo detalle, alerta a las posibles pistas que me guíen al lugar en el que sucedieron los hechos. Mientras avanzo no puedo evitar pensar en la expresión aterrada de Ariana al ver a Kai. Por más que lo pienso, más aumenta la rabia que corre por mis venas. No soy capaz de ser racional en un momento así. Juro que ahora mismo soy capaz de acabar brutalmente con todo aquel que se cruce en mi camino.
Me detengo en seco al pasar junto a un quitamiedos arrollado. Cambio el rumbo de mi mirar hacia el frente, concretamente hacia un árbol robusto, bajo el que se halla estrellado un coche, totalmente destrozado por la parte delantera. ¡No! ¡No! ¡No!, pienso una y otra vez. Me aproximo al vehículo, me asomo al interior del coche con el fin de dar con algún superviviente, pero lo único que descubro es rastro de sangre que me confirma que Ariana está herida.
Le doy un puñetazo a la puerta trasera del coche, abollándola.
Extraigo el teléfono de mis vaqueros y marco el número de Kai, quien no tarda en aceptar la llamada.
-¿Adónde te la has llevado Kai?
-Tú, mejor que nadie, debería conocer esa respuesta.
-Juro que como le pongas la mano encima, te mataré- amenazo, abriendo las aletas de mi nariz, debido a la rabia que me consume.
-Será interesante jugar un poco con su mente, ¿no crees?- añade, provocándome-. Por cierto, ¿cuánto dolor crees que será capaz de soportar en una escala del uno al diez?
-Cállate o vas a lamentarlo.
-En realidad, el único que va a salir perdiendo eres tú, viejo amigo. No solo vas a perder a la chica a la que quieres sino además vas a tener que olvidarte de esa posibilidad escasa que hay a que se decida a estar contigo, porque no va a recordar siquiera tu nombre. Eso, por supuesto, contando con que sobreviva al experimento.
-¡Cómo le hagas algo juro que me convertiré en tu peor pesadilla!- grito.
-Entonces, ¿por qué no pruebas a ser su héroe?
Finalizo la llamada y lanzo el teléfono en dirección al coche destrozado, haciéndolo añicos. Me adentro en el bosque de aspecto siniestro, solitario, marcándome como próximo destino el hogar dela familia Spinnet. Sí. Ariana deber estar allí. Iré, la salvaré de ese infierno y acabaré con todos y cada uno de los participantes en este proyecto.
Avanzo velozmente por el bosque, esquivando los árboles que se topan en mi camino y los pequeños animales que salen a buscar alimento. Continúo corriendo, sintiéndo la luz blanca de la luna iluminar mis pupilas y resaltar mis colmillos impolutos. Puedo sentir las hojas levantarse a mi paso, así como las gotas de agua que salpican en cuanto paso sobre un pequeño charco. Al llegar a un pequeño riachuelo doy un salto, cayendo en la orilla contraria. Continúo avanzando todo recto hasta dar con una enorme casa, de aspecto sombrío, con un rótulo de madera a pocos metros de la entrada en la que se puede leer "Familia Spinnet".
Dos vampiros encargador de vigilar la entrada se aproximan velozmente hacia mí. Espero que se me acerquen lo suficiente para arrancarle el corazón a ambos, empleando tanto mi brazo izquierdo como el derecho. Luegun un grupo de neófitos se dirigen hacia mí, provenientes de todas direcciones. Me enfrento a uno que me amenaza con un cuchillo, le doy una patada en la mano, haciendo volar el arma, la cual atrapo en pleno aire y la lanzo, cortándole el cuello de cuajo. Luego envisto a otro neófito, inmovilizándole con mis brazos y desgarrándole la arteria de su cuello. A un par de ellos les arranco el corazón y al resto la cabeza.
Puedo sentir la boca impregnada de sangre, al igual que mi camiseta blanca, derramándose por mi barbilla. Paso la lengua por mi labio inferior, saboreando el plasma de mis enemigos, manchando a su vez mis afilados colmillos.
Abro la puerta principal de un fuerte manotazo, abriéndola de par en par, accediendo a un pasillo frío y solitario.
-¡Ariana!- grito varias veces, haciendo una breve pausa entre cada repetición-. ¡Kai! ¡¿dónde estás?! ¡da la cara, cobarde!
Abro otra puerta de un manotazo y salvo con grandes zancadas las distancia que me separa, si no recuerdo mal, del salón de la casa. Le doy una patada a esta última puerta y me adenro en el interior, localizando a Kai junto a una chimenea encendida, bebiéndose una copa de whisky al mismo tiempo que contempla la llama anaranjada.
-Ya me preguntaba cuándo ibas a venir, viejo amigo.
-Déjate de bienvenidas vacías y dime de una maldita vez dónde está Ariana.
-El amor que sientes por esa chica te está haciendo perder la cordura. Eres vulnerable.
-En cuánto veas el destrozo que le he hecho a tus queridos vampiritos, vas a cambiar de idea con respecto al concepto de cordura que tienes hacia mí.
Suelta una risita.
-Qué desperdicio. Bueno, de todas formas no eran muy habilidosos que digamos. Podría, incluso, darte las gracias por haberme quitado de encima una carga tan pesada- se vierte un poco más de whisky en la copa-. ¿Quieres un trago?
-Déjate de formalidades, Kai, y dime qué has hecho con ella.
-Verás, es una historia larga de contar pero voy a hacerte un resumen. Ariana no está aquí. Nunca la he raptado. Supongo que estará vivita y coleando por ahí. O no. Probablemente esté aullando de dolor, caminando por el bosque, buscando ayuda.
Contraigo el gesto. No entiendo lo que intenta decirme.
-¿Cómo que ella no está aquí? ¿qué diablos significa eso?
-Significa que tu ingenuidad te ha condenado.
Se abre una puerta y por ella aparecen mis padres, quienes caminan con decisión hacia Kai, sin mirarme siquiera, y le hacen entrega de una espalda afilado, con la empuñadura adornada con diamantes azules.
-Tu hermana fue lo suficientemente ingenua como para creer en las promesas vacías de sus padres. Ernesto y Helena tan solo tuvieron que mantener insconciente a su hija por unos minutos, el tiempo suficiente para dar con la reliquia familiar. A fin de cuentas, Leslie ha sido de gran ayuda fuera de estos muros.
Hago ademán de ir hacia él cuando unos fuertes brazos se aferran a mis antebrazos, inmovilizándome por completo. Intento liberarme pero todo intento es en vano. Uno de los vampiros aproxima una aguja con un líquido azul a mi cuello, me lo inyecta sin ningún pudor y me suelta. Siento una sensación gélida que recorre mis venas y vas paralizando mi organismos, adormeciéndolo. Caigo de bruces al suelo, sabiendo que estoy perdido. Y miro con valentía a Kai.
-¿Qué vas a hacer conmigo?- logro preguntar a pesar del sopor que me invade.
-En primer lugar voy a hacerle entrega de esta reliquia a Anabelle para que pueda fortalecerse y ganar terreno. Y en segundo lugar, debo admitir que tú eres mi nuevo experimento. Entre mis planes está conseguir la última reliquia y tú, viejo amigo, vas a ser mi aliado, la persona que la obtenga por mí, aunque eso suponga acabar con esa chica.
-Vas a tener que obligarme porque no pienso hacerlo.
-Créeme, después de un par de experimentos, desearás acabar con Ariana con tus propias manos. Nunca antes vas a sentir tantas ansías de probar la sangre de alguien. Hasta entonces, que tengas dulces sueños, amigo.
Mis párpados se cierran a pesar de todos mis intentos por impedirlo y mi cuerpo se inclina ligeramente hacia la derecha, cayendo al vacío para más tarde impactar contra el suelo. Me abandono a la oscuridad, con el temor consumiéndome lentamente.
Mientras tanto, en las proximidades del refugio:
Camino con dificultad ya que las piernas me duelen horrones, al igual que el brazo derecho que hace bastante que se me ha adormecido. Aún así continúo avanzando, haciendo uso de las pocas fuerzas que me quedan. Estoy a punto de dejarme vencer por la gravedad cuando visualizo el refugio de madera a pocos metros, recibiéndome con los brazos abiertos. Aumento el ritmo de mi marcha, aún sabiendo que voy a agotar mis energías mucho antes. Me detengo junto a un árbol, dejo caer el peso de mi cuerpo sobre él para poder tomar el aire y recuperarme. En ello estoy cuando siento el crujir de las hojas del suelo bajo las suelas de unos zapatos. Pongo distancia entre el tronco y mi cuerpo, adoptando una pose defensiva.
-¡Ariana!
Giro en redondo, dirigiendo toda mi atención hacia el lugar de proveniencia de esa voz cantarina,descubriendo a una joven de cabello dorado y liso, ondeando con la brisa fresca, con expresión abatida. Al percatarse de mi estado físico, contra el gesto, reflejando preocupación. Se acerca apresudaramente a mi posición, se aferra a mi barbilla y tira de ella, obligándome a mirarle directamente a los ojos.
-¿Qué te ha sucedido?
-Es una historia larga de contar. Lo importante es que tengo las medicinas necesarias para ayudar a Adrien a salir adelante.
Leslie extrae un pañuelo de uno de los bolsillos de su sudadera y me limpia la herida de la frente, haciendo caso omiso a la sangre que impregna la zona. Luego toma mis brazo derecho con manos temblorosas y observa el destrozo de mi codo. Envuelve con el pañuelo que lleva alrededor del cuello mi brazo. Mientras lleva a cabo esta acción me percato de que mantiene la mandíbula apretada y los ojos cristalizados. Evita mirarme por algún motivo que desconozco.
Coloco mi mano sobre la suya, deteniendo su acción.
-Leslie, ¿ha ocurrido algo?
La vampira, incapaz de contener un segundo más el malestar que siente, rompe a llorar. La observa, consternada y no puedo hacer otra cosa que abrazarla en un intento de animarle.
-Le he condenado, Ariana.
-¿De qué estás hablando?- pregunto, preocupada.
-Kai se las ha ingeniado para tenderle una trampa. Yo no sabía que todo formaba parte de un plan, si lo hubiera sabido jamás hubiera confiado en mis padres- las lágrimas escapan de sus ojos con una facilidad increíble-. Elián ha caído en las manos equivocadas por mi culpa. Va a ser el nuevo sujeto de experimentos de Kai, una víctima más de la crueldad de ese vampiro.
Caigo de bruces al suelo y llevo mis ambos a mi cabeza, derrotada.
Siento como si mi mundo se derrumbase en cuestión de segundos. La persona que se había convertido en mi salvación es ahora quien necesita ser salvada. Cada segundo que corre está en nuestra contra, el tiempo que me queda antes de perder a Elián Vladimir por completo es efímero. Incluso puede que a estas alturas ya le haya perdido para siempre y ni siquiera sea consciente de ello. Puedo asegurar, con total seguridad, que nunca antes había sentido tanto miedo. Temor a desaparecer de los recuerdos que viven en su mente, miedo a dejar de formar parte de su vida, de convertirme en uno de los demonios que habitan en su cabeza. Ahora que siento que estoy a un paso de perderle no puedo dejar de darle vueltas a una cuestión y es todos aquellos sentimientos que jamás le confesé por miedo al giro inesperado que pudiera dar mi vida, y ahora, en este preciso momento, lamento no haber gritado a los vientos. Hay silencios que te consumen por dentro y este es uno de ellos. La duda de no saber si voy a poder decirle algún día lo que callo me consume. Solo puedo confiar en que mi recuerdo siga vivo en su memoria, porque de salvarle me encargaré yo misma. Iré al desván, desempolvaré mi capa de heroína, me la pondré y saldré en búsqueda de ese futuro con el que tanto fantaseo. Porque yo y únicamente yo soy la dueña de mi destino.
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