Capítulo 19

Mi padre abre la puerta de casa y me recibe con un fuerte y cálido abrazo. Tras él aparece Kara, quien ya se ha instalado en el que es su nuevo hogar, me saluda con la mano y me dedica una amplia sonrisa. Frederick sale del salón, sosteniendo bajo su brazo un ordenador portátil en gris. Al verme, decide recibirme del mismo modo que lo ha hecho mi progenitor. Es genial volver a casa. Mi familia me aporta esa fuerza que tanta falta me hace en estos momentos difíciles que se presentan, me ayuda a seguir adelante cuando siento que no puedo más, son ese pilar que jamás permiten que me derrumbe.

—¿Habéis averiguado algo de Claire?— inquiere saber Fred.

Niego con la cabeza.

—Lo único que hemos encontrado por los alrededores es una hoja en blanco. Así que, las posibilidades de dar con ella se reducen bastante.

—Seguiremos buscando y no pararemos hasta encontrarla— admite Christopher, quien abraza a su nueva pareja, que acaba de acercarse a nuestra posición.

—Esperemos que, esté donde esté, no le falte salud— añade Kara, algo entristecida por la misteriosa e inesperada desaparición de Claire—. Recuerdo que una vez, mientras daba clase, me desmayé como consecuencia de una bajada de tensión. Ella fue quien me atendió. Se portó genial conmigo. Es una mujer maravillosa, alguien que no merece sufrir.

—Haremos todo lo posible por traerla sana y salva a casa— Christopher deposita un beso en la frente de la mujer a la que quiere y la estrecha contra sus brazos—. Frederick ha descubierto algo.

—Cuando me enteré de lo sucedido fui a preguntar por los alrededores. Al parecer, nadie sabía nada acerca de lo sucedido aquella noche, salvo una anciana. Estuvo paseando a su perro por los alrededores cuando vio a un chico que vigilaba la casa desde cierta distancia.

—¿Definió cómo era?— pregunto esperanzada.

Asiente.

—Era más bien pálido, de pómulos marcados y labios finos, cejas enarcadas y expresión pícara. Iba vestido con una chaqueta de cuero negra y unos vaqueros del mismo tono.

—Kai Spinnet.

—¿Por qué no le denunciais?— interviene Kara.

—Es un asesino en serie. Mide hasta el mínimo detalle cada paso que da— le contesta Fred, mirando a Christopher.

Ella se encoge de hombres y apoya la cabeza en el hombro de mi padre.

—Voy a subir a mi habitación— señalo la escalera con mi dedo pulgar—. Me vendrá bien descansar un poco.

—Está bien— contesta Chris—. He hecho chocolate. Si quieres, puedo subirte una taza. No es por alardear pero me ha salido muy bueno.

Sonrío.

—Me encantaría probarlo.

—Demasiado amargo para mi gusto— bromea Fred, llevándose un codazo juguetón por parte de mi padre. Sacude la cabeza, divertido.

Me aferro al pasamanos y voy subiendo los peldaños de dos en dos, salvando velozmente la distancia que me separa de la cima de la escalera. Una vez la alcanzo le dedico una última mirada a los miembros que yacen junto a la puerta principal, compartiendo en silencio sus sentimientos y mayores temores. Vuelvo a mantener mi brazo junto a mi cuerpo, dejando un vacío permanente en la madera. A continuación camino con decisión hacia mi dormitorio, cuya puerta está encajada y por ello solo me basta con ejercer una leve presión sobre la superficie para tener vía libre hacia el interior de la habitación.

Tomo asiento en la cama, extraigo la nota del bolsillo de mi sudadera y la contemplo, colocándola cerca de la bombilla de la lamparita de noche, con el fin de dar con algún mensaje oculto. Nada. Miro el trozo de papel desde diversas perspectivas, palpando a su vez con mis dedos la superficie rugosa y desgastada, y la termino depositando sobre la mesita de noche, frustrada por la negativa.

Me acuesto sobre la cama, con la espalda apoyada en un cojín que hay junto al cabecero, con las piernas flexionadas y próximas a mi pecho. Coloco el diario La época en la que nos creímos infinitos en mis muslos y lo abro por más de la mitad del ejemplar.

No la volví a ver desde aquel día en el cementerio, cuando fui a visitar la tumba de mi querido padre, fue a partir de entonces cuando comenzó mi agonía. Los meses posteriores fueron lo más parecido a visitar el infierno, deseaba con ansías sucumbir, sentía que estaba perdiendo la cabeza. El dolor me oprimía el pecho, dificultando mi respiración, haciendo notar los desgarres de mi corazón herido de muerte. Jamás pensé que el amor podría ser algo tan maravilloso y asesino a la vez, era como la enfermedad y el remedio, todo o nada.

Me sentía vacío, desdichado, abandonado. Mis sueños se habían esfumado como los copos de nieve con la llegada de la primavera, mis ilusiones habíand decidido tomar otro barco e irse a navegar los mares en busca de aquel futuro planeado. Ya no me quedaba nada. Todo lo que quería se había ido para siempre.

Con el fin de mitigar el dolor me abandoné a la bebida. El alcohol me ayudaba a mantener la mente ocupada, olvidaba por un rato el dolor que sentía al haber perdido a la mujer que amaba y a mi esperado hijo. Poco a poco fui consciente de como la forma de huir del infierno en el que vivía se iba convirtiendo en una adicción difícil de superar. Aunque, tampoco le di mucha importancia, yo ya estaba muerto a pesar se seguir respirando y sentir los latidos de mi corazón roto. De esta manera logré sobrellevar la situación durante un tiempo,hasta que, un día me desperté y supe que no podía más, necesitaba hacer desaparecer el dolor de una vez por todas, así que me puse rumbo hacia las afueras de la ciudad, donde yacía un castillo en el que habitaban unos seres que se hacían llamar Nocturnos. Fui en su búsqueda con la esperanza de apagar mi mente para siempre, y así dejar atrás el infierno en el que vivía, mas cuando di con los esperados causantes de mi futura muerte, descubrí que su líder era la mujer a la que había amado con toda mi alma.

Le rogué que pusiera fin a mi existencia, pero ella, culpable por el dolor infernal que me había causada tras su marcha y consciente de mi estado tan desmejorado, decidió mantenerme con vida, convirtiéndome en su prisionero. Me encerró en una torre, en completa soledad, sufriendo horrores por el dolor que me oprimía el pecho, negándome mi deseo de ponerle fin a esta historia. Dejé de ver la luz del sol, al igual que las estrellas, y de sentir la brisa fresca. Perdí aquello que me quedaba, mi libertad. No me quedó de otra que escribir mis sentimientos en las hojas de este diario, con el fin de liberar el dolor que llevo dentro, y esperar en vano, encontrar la paz que tanto ansío alcanzar.

Los siguientes capítulos están en blanco. Probablemente el autor terminara por abandonar su aficón por escribir todo cuanto sentía, sucumbió al dolor. Se rindió ante el sufrimiento que cargaba sobre sus hombros. Había una sola cosa que pedía, encontrar la paz, deseo que le fue negado por la única mujer a la que quiso en toda su vida, Anabelle Baker, la líder de los Nocturnos. El prisionero, el autor de los diarios, quien dejó como legado sus memorias, fue Nathaniel Eastwood, el padre biológico de Jonathan.

Christopher se adentra en la habitación tras dar sendos golpecitos en la puerta, portando una taza de chocolate caliente entre sus manos. Cierro el diario y lo dejo sobre el colchón. Mi padre deja el vaso en la mesita de noche y procede a tomar asiento en un lado de la cama.

—He hablado con Kara acerca del mundo sobrenatural. Se lo he contado todo.

—¿Todo, todo?— inquiero saber, enarcando una ceja. Mi padre asiente—. ¿Y cómo se lo ha tomado?

—Aún le cuesta digerirlo, pero con el tiempo lo hará. Quédemosno con el lado bueno, no ha salido corriendo nada más decírselo, es una buena señal.

Esbozo una media sonrisa.

—Bueno, yo me fui a Francia.

—Y fueron las peores horas de toda mi vida— dice, acariciándome la cabeza—. Pensar que podría perderte era el peor de los infiernos que he conocido.

—Lo sé. Fue muy irresponsable por mi parte.

—Pero así eres tú. Basta que te digan no vayas en esa dirección para que te pongas rumbo directamente hacia ella. Es cierto que aquel fue uno de los peores días de mi existencia, pero debo reconocer que fue un acto muy noble por tu parte embarcarte en una aventura peligrosa con tal de conocer tu verdader identidad, asegurándote a cada paso que dabas que protegías a los tuyos.

—Soy una Greenberg— argumento, sonriendo tímidamente—. El coraje corre por mis venas. Entre mis planes no está rendirme jamás.

—Nunca mejor dicho.

Le doy un golpecito con el hombro y él suelta una risita a cambio.

—Kara es la mujer indicada, papá— sus ojos azules se fijan con dulzura en mi rostro, aunque la verdadera magia yace en sus labios, donde aparece una amplia sonrisa que brilla más que todas las estrellas del universo juntas—.Es de ese tipo de personas que te alegran la vida con el mínimo detalle, ese alguien que conviene mantener cerca. Y te quiere, papá. Sus ojos lo dicen a gritos— deposito sendas palmaditas sobre el dorso de la mano de mi padre y él sonríe—. Me alegro muchísimo de que hayas rehecho tu vida.

—Lo sé. Yo la miro de la misma forma. Adoro observarla cuando está distraída, pensando en cualquier cosa, absorta a la realidad. Es ahí cuando me doy cuenta de lo increíble que es y de lo afortunado que soy— esboza una amplia sonrisa y frunce el ceño—. Todos estamos destinados a presenciar un milagro a lo largo de nuestras vidas. Ella es ese milagro.

—Es extraño como el amor puedo ser el veneno y al mismo tiempo el antídoto— confieso, pensando en Elián Vladimir y en su pasado—. Todos somos merecedores de esa oportunidad que nos salve de la vida y nos haga fantasear con la eternidad.

—Hasta el corazón más desafortunado merece ser amado.

Aproximo mi rostro al de mi padre y termino por depositar un beso en su mejilla. A continuación me acomodo nuevamente con la espalda apoyada en el cojín y las piernas flexionadas, próximas a mi pecho.

—Te dejo seguir con la lectura.

Le sonrío y asiento.

Christopher abandona la habitación, dejándome nuevamente a solas. Coloco el libro en mis muslos y lo abro por la primera hoja del ejemplar, donde hay una imagen que refleja un bosque en blanco y negro, de árboles altos y robustos, con copas pobladas de hojas. A continuación cambio el rumbo de mi mirada hacia la mesita de noche, donde hallo la taza de chocolate junto al trozo de papel desnudo. Extiendo el brazo en dirección a la mesita de noche y cuando hago ademán de hacerme con el vaso, le propicio un leve golpetico, provocando que la taza se incline ligeramente hacia un lado, derramando un par de gotas sobre la hoja. Rápidamente coloco la taza en un lugar seguro y recojo el papel estropeado con el chocolate. Deslizo mis dedos sobre el folio, alisándolo con cuidado de no propagar la mancha.

De repente sucede algo inesperado. Una combinación de números hace uso de presencia en el centro de la hoja. Aproximo el trozo de papel desgastado por el tiempo a la lámpara de la mesita de noche, con el fin de ver con mayor claridad el escrito de la hoja. Los números no siguen un orden, sino que están colocados de manera aleatoria, sin la presencia de guiones, puntos o coms que separen los unos de los otros.

Cambio el rumbo de mi mirar hacia la primera hoja del diario, en la que hay una imagen de un bosque en blanco y negro, compuesto por árboles altos y robustos, de copas pobladas de hojas. A continuación deposito el trozo de papel con la combinación de números junto a esta e intento sacar conclusiones. Quizá corresponda a una contraseña que permite el acceso a algo importante, o tal vez un número de teléfono.

Me incorporo de inmediato, dejando el diario abierto sobre la cama, con la combinación de número a un lado, y dirijo a buen ritmo hacia mi escritorio, sobre el que descansan varias memorias de Nathaniel. Recojo cada ejemplar y vuelvo a la cama, portando los libros entre mis manos. Una vez en mi destino repartos los diarios a lo ancho del colchón, abiertos todos y cada uno de ellos por la primera página. Cada cual posee una imagen distinta, de manera que uno muestra un bosque, otro parte de una estructura, algunos de ellos los cimientos y la terminación de una torre de piedra, un lago de aguas oscuros y aspecto siniestro.

Juego con las imágenes, de manera que cambio constantemente de lugar cada ejemplar, con el fin de resolver el enigma, como si de un puzzle se tratara. Me valgo de unos segundos para situar estratégicamente cada diario, y luego me detengo a observar el resultado. Este es una imagen completa de un edificio imponente, de aspecto antiguo, con una torre en un lateral que acaricia el cielo, al que se accede pasando por un lago de aguas oscuras. El bosque está situado inmediatamente antes de la corriente de agua, ocultado la orilla del lago con las pobladas copas de los árboles.

—Madre mía— añado en voz baja, llevándome la mano a la frente—. Es posible que toda la historia sea real.

Recojo todos los diarios, apilándolos, notifico a nuestros aliados que nos encontremos en el cuartel de cazadores, y abandono corriendo mi habitación, dejando la puerta abierta detrás de mí.

—Ya estás largando por esa boquita— dice Elián Vladimir, apoyando ambas manos en la mesa de madera sobre la que descansan los diarios, colocados estratégicamente, y la hoja con la combinación numérica—. ¿Qué es ese hallazgo tan importante que has descubierto?

Intercambio una mirada con Ashley, quien tiene la mano en su pecho izquierdo, con la esperanza de recibir una noticia favorable acerca de su progenitora.

—Los diarios cuentan las memorias de una persona en concreto, quien tuvo contacto directo con Anabelle Baker— hago una pausa para mirar a mi padre, quien está junto a Kara, con los brazos entrelazados. Ambos asienten al mismo tiempo, animándome a seguir hablando—. Nathaniel Eastwood, el padre biológico de Jonathan.

Miro al chico rubio de ojos azules, quien deja ver una expresión de sorpresa y al mismo tiempo de pánico. Descruza sus brazos y se aproxima a mi persona.

—Nathaniel estuvo prácticamente toda su vida enamorado de Anabelle. De ese romance nació Jonathan, a quien abandonó ella en la puerta de un orfanato por miedo a no poder darle una vida como se merecía. Después huyó, dejando a Nathaniel con el corazón roto y los sueños destrozados. Aún así la buscó durante todo un año pero el no dar con noticias suyas fue consumiéndole poco a poco hasta el punto de desear ponerse fin a su vida.

—Qué deprimente— confiesa Elián, frunciendo el ceño—. ¿A alguien le interesa la aburrida y desgraciada vida amorosa de un pobre borracho?

Jonathan le fulmina con la mirada y aprieta la mandíbula.

—No conoces los hechos que le condujeron a la bebida, así que no eres nadie para juzgarle— se atreve a decir el chico rubio, con valentía—. Tus actos no son precisamente honoríficos.

—¿Te he tocado la fibra sensible, chico listo?

—¿Podemos centrarnos en los verdaderamente importante?— pregunta la vampira rubia, quien fulmina con la mirada a ambos chicos. Le dedico una leve sonrisa como agradecimiento.

—Nathaniel quiso morir a manos de los Nocturnos, sin saber que su líder era Anabelle. En cuanto lo descubrió ya era demasiado tarde, su petición había sido denegada y a cambio le habían encerrado en una torre para toda la eternidad.

—Un momento— interviene Sam, mostrando su dedo índice—. ¿Insinúas que el tal Nathaniel es inmortal?

Asiento.

—Anabelle realizó un hechizo para convertirle en un ser eterno— contesta Jonathan, mirando a cada uno de los presentes, deteniéndose más de lo debido en mi persona—. Ella se sentía culpable por haberle hecho pasar por un calvario y para recompensárselo le entregó la vida eterna, sin saber que así lo estaba condenando a vivir un infierno.

—A ver si lo he entendido— hace una pausa para meditar las palabras que va a utilizar—. Anabelle ha convertido a Nathaniel en un ser inmortal siendo un...

—Humano— respondo.

—Esa mujer es de lo peor— admite, sacudiendo la cabeza—. No solo le bastó con abandonarlo a su suerte sino que además le entregó la eternidad para vivirla encerrado en ua torre.

—Su maldad no tiene límites— aporta Christopher, apretando con delicadeza la mano de Kara, quien le dedica una sonrisa a cambio.

—Por esa misma razón tenemos que demostrar que podemos ser mucho peores que ella— Elián sonríe con autosuficiencia, dejando al descubierto sus dientes inmaculados y perfectamente alineados. Permanezco inmóvil, con la mirada perdida en sus labios carnosos durante unos segundos. El vampiro se da cuenta y se muerde el labio inferior, con el fin de reprimir una sonrisa pícara—. ¿Qué piensas tú, Ariana?

Vuelvo a la realidad de golpe, desorientada, sin saber muy bien qué acaba de preguntarme Elián. Abro la boca con el fin de dar una respuesta pero al desconcoer qué he de decir, decido volver a cerrarla y limitarme a encogerme de hombros.

—¿Tu plan es iniciar una guerra?— pregunta Frederick, con cierta incredulidad en la voz—. Eso no traería otra cosa que un sin fin de desastres.

—Es retrasar lo inevitable. Todos y cada uno de los que estamos aquí sabemos que algún día no muy lejano tendremos que enfrentarnos a esa víbora.

—No tiene porqué ser hoy— admito, rompiendo los esquemas del vampiro, quien me mira sorprendido por mi intervención—. Debemos ir a ese sitio, averiguar qué hay de cierto y qué de falso en la historia. Dar con respuestas. Tal vez incluso demos con el paradero de Claire.

Los ojos de la vampira se iluminan al oírme decir eso.

—Este sitio— señalo con mi dedo índice la imagen de la torre— puede ser un refugio secreto de Anabelle, donde se oculte cuando esté en peligro.

—Aún no sabemos qué significan esos números— señala Adrien—. Podría ser cualquier cosa. Una contraseña, un número telefónico e incluso un dni.

—¿Soy el único que tiene dos dedos de frente?— cuestiona Elián, enarcando una ceja, y mirándonos uno a uno con decisión—. Tenemos una combinación de números y la imagen de un refugio. A + B es igual a C, es decir, a unas coordenadas.

Abro los ojos como platos, sorprendida por su razonamiento.

—Son las coordenadas del refugio— acierto a decir—. Necesito un mapa.

Samuel aparece por mi derecha y deposita sobre la mesa de madera un mapa del mundo, depositando su dedo índice en Gran Bretaña. Releo la combinación numérica y con ayuda del mapa me voy guiando, desplazando mi mano derecha sobre el continente, buscando ansiosa el destino esperado. Detengo mi dedo índice sobre una palabra, Englewood.

Alzo la vista y miro a todos los presentes.

—Es aquí.

—Parece demasiado fácil— interviene Abby por primera vez, meneando la cabeza y apretando sus labios—. Dudo que Anabelle deje a descubierto un lugar tan importante para ella.

—Mejor aún, así puedo llevar a cabo mi pasatiempo favorito, hacer volas cabezas.

Abby se estremece ante la confesión del vampiro y este sonríe.

—Lo mejor será que nos pongamos rumbo hacia allí— dice la vampira, mirándome directamente a los ojos, haciendo palpable la necesidad de dar con su madre a tiempo—. Cuanto antes resolvamos este enigma, mejor.

—Me apunto— confirma el vampiro de ojos verdes—. No veo la hora de desgarrar arterias.

—Quiero que tengáis presente que es una aventura peligrosa, en la que arriesgaremos nuestras vidad a cada segundo. No es seguro volver ilesos— explico detalladamente, dando a entender que es posible que mueran en el intento, por muy duro que sea aceptarlo—. Entenderé que no todos querráis colaborar en esto.

—Lo que intenta decir es que os subáis al barco o zarparemos sin vosotros— aclara Elián, mirándome de soslayo y dedicándome una amplia sonrisa.

Le devuelvo el gesto.

—Iremos y si es necesario lucharemos— dicen al unísono.

—Yo también quiero acompañaros— añade Kara, llamando la atención de Christopher, quien no ve con buenos ojos la proposición de su chica, pues teme que corra peligro.

—Es muy peligroso— añade Chris.

—Lo sé. Pero es por una buena causa. No conozco una mejor forma de acabar que salvándole la vida a alguien.

—Aún así, no estás entrenada para defenderte.

—Aprendo rápido. Además, cuando era niña fui cinturón negro en kárate.

—No sabía de esa faceta de tu vida— confiesa con una sonrisa.

Ella se encoge de hombros.

—Si lo supieras ya habrías salido corriendo.

Christopher suelta una risita y a continuación deposita un casto beso en sus labios. Bajo la cabeza, avergonzada por este gesto, y me limito a mirar mis manos entrelazadas. Puedo sentir como alguien deposita permanentemente su mirada en mi persona, escrutando cada facción de mi rostro. Alzo la vista con lentitud y ladeo la cabeza hacia mi derecha, donde localizo a Elián Vladimir, contemplándome como si se le fuera la vida en ello. Le sostengo la mirada durante unos segundos, con el fin de averiguar el porqué de su detenida examinación. Él, con el fin de ayudarme, me indica con la mirada la posición de la pareja que se besa románticamente. Entonces lo comprendo, está haciendo referencia a aquel beso accidental que nos dimos durante mi período de embriaguez.

Sonrío, ignorando sus miramientos, y él permanece inmóvil, observando detenidamente como mis mejillas se sonrosan y una curva se apodera de mis labios.

—Será mejor que nos equipemos con nuestras mejores armas— sugiere mi padre, quien se pone rumbo hacia los armarios que yacen en un lateral de la estancia, seguido por los cazadores.

Camino en dirección al pasillo, poniéndome rumbo hacia la salida del cuartel, puesto que ya llevo conmigo un cuchillo en la cinturilla y una pistola en el bolsillo interno de la chaqueta. El vampiro de ojos verdes me sigue a buen ritmo. Cuando se encuentra lo suficientemente cerca de mí se aferra a mi antebrazo, coindiciendo con mi salida hacia el exterior, y tira de él hacia la pared, adheriendo mi espalda a esta y aproximando su rostro al mío.

Le miro confusa, sin entender el porqué de su acto.

—Estabas pensando en lo mismo que yo, ¿verdad?

—No sé a qué te refieres.

—Tus truquitos mentales no funcionan conmigo— añade, sonriendo con autosuficiencia—. Sé que estabas pensando en ese beso.

—Accidental— aporto, atreviédome a mirarle directamente a los ojos. El vampiro me escruta con su penetrante mirada, logrando sonrosar mis mejillas y acelerar mi corazón.

—Que fuese accidental no quita que haya sido un beso.

Suelto un suspiro.

—Ni siquiera pueda considerársele beso.

—Entonces, ¿por qué no puedes dejar de pensar en ello?— me reta con una sonrisa en los labios. Suelto una risita y cambio el rumbo de mi mirar hacia la luna, que ilumina con su luz blanca mis pupilas oscuras—. Yo tampoco puedo sacármelo de la cabeza. Y créeme que lo he intentado pero he fracasado una y otra vez— puedo sentir su aliento cálido y mentolado impactar contra mis labios, provocando que, inconscientemente, los entreabra—. Déjate llevar por lo que gritan todas y cada una de las células de tu ser.

Me aferro al cuello de la camisa que lleva puesta y se lo arreglo con ayuda de mis manos. En ese instante sale del cuartel Jonathan, quien al vernos tan próximos frunce el ceño, preocupado. Me aparto del vampiro tras dedicarle una sonrisa, me dirijo con decisión hacia el chico rubio que acaba de salir del edificio, envuelvo su cuello con mis brazos y le beso románticamente. Jonathan, al principio, no reacciona, pero transcurridos unos segundos desliza sus manos por mi zona lumbar, ejerciendo una leve presión en ella con el fin de aproximarme más a su persona, y me corresponde.

Ceso el beso y lo primero que hago tras recuperar el aire es mirar al lugar exacto en el que se dejé a Elián con anterioridad pero, para mi sorpresa, él ya no está. Se ha marchado. No sé en qué momento lo ha hecho, ni porqué.

Observo el vacío permanente que se apodera del lugar en el que estuvo el vampiro con anterioridad y por alguna extraña razón que desconozco, tengo un mal de sabor de boca.

—¿Ha ocurrido algo con Elián?— inquiere saber Jonathan.

Niego con la cabeza.

—No ha pasado absolutamente nada— contesto, aún sabiendo que las cosas entre él y yo han cambiado, transformando la relación que nos unía. Lo cierto es que todo es lo que ha ocurrido.

Deposita un beso en mi frente.

—Espero que esta pista nos lleve a Claire.

—Eso espero— añado, con una leve sonrisa—. Ella no merece lo que le está sucediendo. Ashley no merece pasar el resto de sus días sin su madre.

—Es muy injusto que las peores cosas le sucedan a las mejores personas.

—La vida no es justa, créeme.

Jonathan entrelaza su mano con la mía y se dispone a guiarme hacia mi vehículo, cuyas plaza trasera está siendo ocupada por Abby y Ashley. Samuel opta por tomar asiento en el lugar del acompañante, permaneciendo a la espera de que yo me sitúe al volante. Nos detenemos en la parte trasera del coche, con el fin de guardar en el maletero las armas extras que llevamos y las tiendas de campaña.

—Iré en el coche de Adrien— anuncia Jonathan—. Kara y Fred irán con tu padre. Elián va por su lado, y el resto de cazadores compartirá coche.

Asiento.

—Nos vemos allí, entonces— deposito un beso en sus labios y él sonríe a mitad de este. Luego se toma la libertad de colocar un mechón libre de mi cabello tras mi oreja.

—Te quiero.

—Y yo a ti.

Jonathan se despide de mí con una sonrisa y se pone rumbo hacia el coche de Adrien. Yo por el contrario me dirijo entorno a la puerta superior izquierda del vehículo gris, y antes de entrar por ella miro hacia el frente, localizando un volkswagen karmann de color verde claro, cuyo dueño se encuentra en la misma posición que yo. Ladea la cabeza en mi dirección y me mira durante unos segundos que se me antojan eternos. Finalmente baja la mirada y se adentra en el interior del auto, con la expresión sombría. Suelto un leve suspiro, preocupada por haber herido sus sentimientos.

Me acomodo al volante y me pongo el cinturón de seguridad.

—¿Creéis que Nathaniel seguirá allí?

Miro a Sam y luego le doy vida al motor.

—Es posible.

—No quiero ni imaginar en qué estado se encontrará— añade Ashley, con la mirada perdida en la ventanilla de su derecha.

—La eternidad es mucho tiempo para estar solo— admite Abby. En ese instante recuerdo que esas mismas palabras le dije a Elián un tiempo atrás—. Ese hombre debe haber vivido un infierno todos estos años.

—Su único delito fue enamorarse de la persona equivocada— confieso, incorporándome a la carretera, tras el coche verde claro.

—Y le ha salido ese error muy caro— coincide Sam.

—No elegimos de quién nos enamoramos— justifico.

Inmediatamente se presenta en mi cabeza el rostro sombrío de Elián, así como las últimas palabras que me dijo, como si se un anuncia publicitario se tratara. Quizá no estuvo bien lo que hice pero es lo que me pedía cada célula de mi ser. Es una realidad que quiero a Jonathan, aunque no puedo negar que algo en mi interior está floreciendo con respecto al vampiro de ojos verdes, algo que inevitablemente está creciendo por mucho que me empeñe en ocultarlo. Debo admitir que tengo miedo de sentir algo hacia Elián.

Samuel me observa con avidez. Ladeo la cabeza en su dirección y me pierdo en su mirada por una milésima de segundo, tras la cual vuelvo a fijar mi atención en la carretera, dedicándole una sonrisa a mi acompañante. Contemplo ensimismada el cielo estrellado acompañado de una luna más viva que nunca, cuya luz blanca llega hasta mí e ilumia mis manos, las cuales yacen aferradas con delicadeza al volante.

—¿Creéis que estará bien?— inquiere saber Ashley.

Le miro haciendo uso del retrovisor central. Aún continúa con la mirada perdida en el paisaje que se abre paso a través de la ventana, con las manos aferradas a la tela de sus vaqueros, y una expresón preocupada y aterrada en el rostro.

—Sí, claro— contesto—. Tu madre es fuerte, Ashley.

Abby palpa la mano de la vampira y le dedica la mejor de sus sonrisas.

—Verás como pronto estaréis ambas en casa, comiendo cupcakes.

Ashley suelta una risita.

—Tengo que perfeccionarlos.

—Ha vuelto la Ashley perfeccionista e histérica que conocimos— decimos al unísono, sacándole una amplia sonrisa a la vampira.

—Sois de lo peor.

—No sabes cuánta razón tienes— confiesa Sam—. Las amistades con vampiros, banshees y cazadoras no son precisamente fáciles de llevar.

—Somos unos bichos raros— admito, riéndome de mi propio comentario—. Nos entendemos entre nosotros mismos. Esa esencia no podemos perderla. Es nuestro fuerte.

—Últimamente estás muy filosófica— aporta Samuel encendiendo la radio a un volumen bajo—. ¿Estás leyendo a Sócrates o a Heráclito?

Sonrío con ganas.

—Está practicando para convertirse en la próxima jefa de gobierno— bromea Ashley.

—O para ganarse el puesto al mejor discurso de graduación— propone Abby, dándole un golpecito juguetón a su amiga con el hombro.

—¿Es eso verdad?— pregunta histérica.

—No. De momento— digo en tono burlón.

La vampira me da un golpecito con la mano en el hombro y yo sonrío.

—Si ella no te quita ese puesto, lo haré yo.

—¿Tú?

—Si.Yo. ¿Tan raro te parece?— pregunta el vampiro—. Puedo ser un amante de las letras si me lo propongo.

—No le retes o se pasará los próximos años viendo tutoriales en youtube para mejorar la escritura—Sam intenta aparentar haberse ofendido pero todo intento es en vano. Una amplia sonrisa se apodera de sus labios carmesís.

—Pues que sepas que aprendí muchos pasos de baile gracias a esa aplicación.

Ashley se ríe a carcajadas.

—Tengo que verte bailar.

—Muy graciosa. Cuando quieras te doy una lección de baile. Vas a quedarte boquiabierta.

—Yo estoy en la lista de espera— aclaro.

—Oh, tienes hasta lista de espera— aporta Abby—. ¿Quién iba a decirlo?

—No os extrañéis si algún día me veis en Got Talent— dice sin vacilar. Reímos al unísono y él e limita a observarnos incrédulo, en silencio—. Sí, sí, reíros ahora que podéis. El día de mañana os vais a morir de envidia.

Son estos momentos tan simples los que tienen su eco en la eternidad.

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