Capítulo 18
Elián aparca el vehiculo junto a la acera y en el instante en el que apaga el motor, salgo disparada del coche, con el corazón en un puño, ansiosa por acudir a ayudar a mi amiga. Emprendo una carrera en dirección a la entrada a la casa, cuya puerta está encajada, ignorando el hecho de que mi rostro está sonrojado a causa del esfuerzo y mi cabello despeinado. Entro en el hogar y camino a tiendas, mirando en cada de unas de las estancias junto a las que paso, en un intento de localizar a la vampira. El encuentro no se produce hasta pasados unos diez segundos, cuando la hallo en el salón, de pie, con las manos en la cabeza, yendo de un lado a otro, llorando. Al verme, sus ojos se iluminan por una milésima de segundo y a mí se me encoge el corazón al verla en ese estado.
—Ariana— susurra con voz entrecortada.
Salva corriendo la distancia que nos separa y me abraza, apoyando su cabeza en mi hombro y derramando todas las lágrimas que le quedan. Deslizo mis manos por su espalda y le propicio sendas palmaditas en un intento de calmarla. Su llanto sofocado me rompe el alma en mil pedazos.
—Estoy aquí— le aseguro, acariciando su melena dorada—. Estoy aquí, contigo, y no voy a irme a ningún lado.
—No sé cómo ha pasado. Simplemente sé que fui un momento al coche a recoger los regalos de navidad y cuando volví a casa, ella ya no estaba. Era como si se la hubiera tragado la Tierra. No había rastro de ella por ningún lado— explica con la voz rota por el dolor—. He intentado llamarla como una veintena de veces y he mirado por toda la casa, incluyendo el jardín y el garaje.
—No te preocupes, la encontraremos.
—Todo esto es por mi culpa. Si no hubiese roto esa estúpida vara mi madre no habría desaparecido. He condenado su vida. Es el castigo al que tengo que hacer frente por mis actos— admite—. Sé que tengo que pagar por lo que hice. No es justo que ella tenga que hacerlo por mí. No es justo. Ella no ha hecho nada para merecer esto.
—Avisaré a los cazadores y al brujo— anuncia Elián, quien se marcha en dirección a la cocina con el fin de realizar una llamada.
Ashley asiente.
—Ven. Siéntate— le tomo de la mano y le guío hacia el sofá, ayudándole a tomar asiento junto a uno de los cojines—. Voy a prepararte una infusión.
Me pongo rumbo hacia la cocina, observando a la vampira durante el trayecto, inmóvil, con la mirada perdida en un marco de fotografía que cuelga de la pared, en la que aparece una instantánea de Claire y ella, abrazadas, sonriendo como si se les fuera la vida en ello. Le dedico una última mirada antes de entrar en la cocina, encontrando a Elián junto a la encimera, guardando el teléfono en el bolsillo trasero de sus vaqueros.
—Está en camino.
—Bien— añado, aferrándome a una taza roja que localizo en el escurridor y llenándola de agua con ayuda de una jarra de cristal. Las manos me tiemblan debido al temor que siento, de forma que soy prácticamente incapaz de vertir el agua en el lugar correspondiente. El vampiro si sitúa a mi vera y coloca su mano sobre la mía, ayudándome a mantener un pulso firme—. Gracias.
—¿Qué tal está?
—Destrozada. Ha desaparecido su madre. No tiene la certeza de volverla a ver. Debe estar viviendo un infierno— meto el vaso en el microondas y lo dejo un intervalo de treinta segundos, tras los cuales lo extraigo, lo deposito en la encimera e introduzco en su interior una bolsita de valeriana.
—¿Y tú cómo estás?
Le miro sin saber muy bien qué decir. Los ojos verdes e intesos del vampiro no me ayudan a tener la mente despejada, al contrario, desatan un caos. Me encojo de hombros y aprieto los labios a modo de respuesta, y él frunce el ceño.
—Puedes contar conmigo.
Coloca su mano sobre la mía. Observo detenidamente el contraste que existe entre nuestras pieles, así como la calidez y el afecto que transmite el gesto. Alzo la vista y fijo mi atención en su persona. Sus ojos verdes centellean, sus labios están sellados y su mandíbula apretada. Le dedico una sonrisa cerrada y él me la devuelve.
En ese instante irrumpe en la cocina un chico de cabellera rubia y enormes ojos azules, quien se detiene bajo el marco de la puerta y centra su atención en la unión de mi mano con la del vampiro. Su expresión cambia repentinamente, yendo de una gran preocupación a una decepción. Al verle en ese estado reacciona apartando la mano rápidamente y simulando colocarme un mechón libre de mi cabello tras la oreja. Elián cambia el rumbo de su mirar hacia el nuevo miembro y le fulmina con sus intensos ojos verdes.
Jonathan salva la distancia que nos separa y me rodea con sus brazos, atrayéndome a su tonificado pecho. Envuelvo su cuello con mis manos y deposito mi cabeza en su hombro, observando desde este mismo lugar como el vampiro de ojos verdes se pone rumbo hacia la salida de la cocina, con la casa gacha y los hombros caídos. Se detiene bajo el marco de la puerta, alza la vista y me dedica una mirada elocuente. Le sonrío desde la lejanía y observo, en silencio, como se aleja en dirección al salón.
—¿Qué tal estás?
—Abrumada por los acontecimientos recientes.
—Encontraremos la forma de solucionar esta situación. Ya lo verás.
Deposita un beso en mi frente, sosteniendo mi rostro con ambas manos.
—Claire no merece esto— admito, con la voz quebrada—. Ella es una buena persona. Alguien inocente que ha caído en las manos equivocadas. No puedes pasarle nada, ¿entiedes? Ashley no tiene a nadie más. Si algo le sucediera a su madre, no lo superaría.
—Haremos todo lo posible por encontrarla e incluso más. No permitiremos que le suceda nada a Claire.
Entierro la cabeza en su pecho y envuelvo su torso con mis brazos, encerrando parte de la tela de su camiseta blanca en el interior de mis puños. Jonathan acaricia mi cabello con delicadeza, enredando sus dedos en mis mechones, manteniendo su barbilla apoyada en mi coronilla.
—Pongámos manos a la obra cuanto antes— sugiero, deshaciéndome del abrazo—. Hay muchas cosas por hacer.
Encierro en mi mano el vaso de cristal y me pongo rumbo hacia el salón, donde dejé a Ashley. Una vez allí advierto que todo sigue prácticamente como la última vez que lo vi, excepto por un detalle, un numeroso grupo de cazadores se encuentra esparcido por la estancia, y un brujo hace uso de presencia valiéndose de un portal mágico que aparece en la pared más alejada. Cruzo la estancia perpendicularmente, terminando por alcanzar el sofá donde está la vampira, observa uno a uno a los presentes y dándoles las gracias con un breve asentimiento.
Le hago entrega de la infusión y ella me dedica una sonrisa a cambio.
—Gideon, ¿puedes hacer un hechizo de seguimiento?— le pregunto.
—Puedo intentarlo.
—¿Qué clase de respuesta es esa? Se supone que eres un brujo muy poderoso, tienes magia suficiente para hacer cualquier cosa que se te venga en gana— interviene Elián.
—No solo se trata de murmurar unas palabras y mover las manos. Se necesita una gran concentración, además de una vía libre.
—¿Qué diablos es eso de vía libre?— pregunta Elián con un deje en la voz.
—Quiere decir que si exista un tipo de barrera mágica que mantenga a salvo el refugio en el que se encuentra Claire, no podré dar con la ubicación.
—Esto se pone mejor por momentos. Espero, por tu bien, que se te ocurra una idea por arte de magia antes de que las cosas se pongan feas.
Elián adopta una posición defensiva sin apenas ser consciente de ello. Parece estar preparado para cualquier tipo de ataque.
—Hay límites que la magia no puede superar.
—¿Entonces para qué demonios quieres tanto poder si no puedes utilizarlo?
—Para evitar, por ejemplo, que caiga en las manos equivocadas.
—El mundo ya se está yendo al garete— confiesa, haciendo un gesto con las manos—. Y para colmo tienes en tu poder una gran cantidad de magia inutilizable. Está claro que vas a ganar el premio al mejor brujo del año— ironiza.
—Discutiendo no conseguiremos nada— intervengo, obteniendo la atención de los presentes—. Tenemos que unirnos, cooperar juntos, solo así seremos más fuertes.
—¿Por dónde comenzamos?— inquiere saber Adrien.
—Adrien y Jonathan iréis a interrogar a los vecinos, no sé, intentar averiguar si alguien sabe algo de Claire. Gideon se encargará de llevar a cabo un hechizo de seguimiento, para ello necesitará algún objeto personal— Ashley le hace entrega de una cadena de oro, con un pequeño corazón, y el brujo la encierra en su mano—. Elián intentará buscar algún indicio que nos revele qué fue de Claire. Ashley y yo nos ocuparemos de crear y repartir folletos en los que se recoja información acerca de la desaparecida. El resto os encargaréis de vigilar la zona.
El chico moreno y Jonathan se marchan del hogar de Ashley, con el fin de interrogar a los vecinos. El brujo, Gideon Sallow, se sitúa junto a una mesa, extiende un mapa del mundo y coloca la cadena de la madre de la vampira en el centro. A continuación comienza a murmurar palabras en un idioma que desconozco y a mover las manos, haciendo brotar destellos azules de estas que inciden directamente sobre el colgante. El resto de cazadores se dispersan por distintas habitacione de la casa, así como por el jardín, con el fin de vigilar la zona y alertar de un posible peligro. Elián, el vampiro de ojos verdes, examina las paredes con detenimiento, intentando dar con algún indicio que le afirme que se hizo uso de la fuerza.
—Voy a necesitar una foto de ella.
Ashley asiente y procede a extraer una que hay en un marco, en la que aparece su madre vestida con el uniforme de trabajo, saludando con la mano, sonriendo ampliamente. Observo la vitalidad que desprende, esa alegría que logra contagiar a los demás. Su rostro angelical logra conmoverme, encoge mi corazón y favorece la aparición de un nudo en mi estómago. Ella no merece que le suceda nada. Es una buena persona. Merece tener una vida larga y plena junto a su hija.
Le dedico una sonrisa a modo de agradecimiento y me propongo adjuntar la foto a un folio en el que se recoge información acerca de la desaparecida, como su nombre, su edad, su aspecto, el día que fue vista por última vez y los teléfonos de contacto. Mientras Ashley se termina de beber la infusión, yo me limito a hacer una veintena de copias del mismo papel, y a apilar todas las hojas.
—Solo queda repartirlos por los alrededor.
—Está bien. Pongámonos manos a la obra— la vampira se pone una chaqueta vaquera y procede a marchase de la casa con paso decidido. Le sigo hasta alcanzar la entrada principal y, antes de salir por ella, miro hacia atrás, encontrándome con la mirada vivaz del vampiro—. Deberíamos repartir un folleto por farola.
Me aproximo a una farola, cojo una hoja y tras mirar una vez más el rostro de la desaparecida, la adhiero al cuerpo metálico de esta con ayuda de fiso. Ashley realiza la misma acción, solo que ella se toma la libertad de acariciar la fotografía en la que aparece su madre, melancólica, al borde del llanto.
—Ashley— dice una voz femenina. Miro en dirección al lugar de proveniencia de esta, descubriendo a una chica de cabello moreno que corre en dirección a la vampira. Finalmente la abrazo con ímpetu, transmitiéndole sus más sinceros ánimos—. Lo siento mucho.
—Tengo miedo de perder a mi madre, Abby, es la única familia que me queda. Si ella muriera por mi culpa, jamás me lo perdonaría.
—Vamos a encontrarla. Buscaremos en cada rincón del planeta si es necesario.
La vampira se muerde el labio inferior con fuerza y pestañea varias veces, en un intento de impedir que sus ojos se desborden.
Me aproximo a mis amigas y sin decir nada, las abrazo con ternura, haciéndolas sentir protegidas y sobre todo acompañadas.Deseo que Ashley sepa que no está sola, que estaremos con ella hasta el final, pase lo que pase.
—¿Qué tal estás?— se atreve a preguntarle la vampira a la chica morena, siendo consciente de que sufre de desamor, al igual que ella.
—No importa. Ahora lo importante es cómo estés tú.
—Yo estoy destrozada— afirma la chica rubia—. Soy culpable de lo sucedido e intento acarrear con ello. Me martirizo pensando que hice las cosas mal y lo único que consigue hacerme sentir bien es pensar que ella está bien, que volverá a casa pronto, porque la realidad es que si barajo la mínima posibilidad de que no vuelva a verla, probablemente me derrumbe.
—Debemos confiar en que todo saldrá bien— añado.
—Es difícil hacerlo cuando todo parece indicar lo contrario— rebate la vampira, encogiéndose de hombros.
Ashley reparte la pila de folletos en tres montones y nos hace entrega de dos de ello, uno para cada una. Luego, nos dejamos llevar por nuestro instinto, colocando las hojas en el cuerpo de las farolas, en muros e incluso repartiéndose a las personas que nos encontramos por la calle, preguntándole si la ha visto por los alrededores. La respuesta siempre es la misma, una negativa. Nadie sabe nada acerca de Claire, es como si la Tierra se la hubiera tragado.
Recibo una llamada entrante de mi padre, la cual acepto.
—Hola, papá.
—Ariana, ¿dónde estás?
—Estoy cerca de la casa de Ashley.
—¿Y qué haces allí? ¿ha sucedido algo?
—Claire Williams ha desaparecido. Creemos que Anabelle ha decidido vengarse de Ashley por haber destrozado su vara.
—Dios, cuánto lo siento, ¿cómo está ella?
—Intenta llevar lo mejor que puede la situación pero sé que en el fondo está destrozada. Papá, tenemos que encontrar a su madre, no podemos permitir que le suceda nada.
—Haré todo cuanto esté en mi mano, lo prometo. Avisaré a Frederick. Tal vez él pueda ayudar en la búsqueda.
—Sí, sería de gran ayuda.
Miro a Ashley, quien coloca un folleto con una chincheta en un tablón, donde se recoge información acerco de los eventos que hay en las próximas semanas en Glasgow.
—Papá, tengo que colgar. Ya te llamaré para informarte de los nuevos sucesos.
—De acuerdo. Hasta entonces.
—Adiós, papá. Te quiero.
Finalizo la llamada y guardo de nuevo mi teléfono móvil.
La claridad logra despertarme de mi profundo sueño, devolviéndome a la realidad. Pestañeo un par de veces para acostumbrar a mis pupilas a la luz. Luego descubro que me he quedado dormida con la cabeza apoyada sobre los brazos, en una mesa repleta de folletos que recogen la viva sonrisa de la madre de Ashley. Me desperezo, moviendo el cuello de un lado a otro, con el fin de eliminar el dolor de vértebras como consecuencia de haber dormido en una posición inadecuada. Paseo mi mano por la parte trasera de mi cuello mientras observo la información detallada de los folletos.
—¿Café?
Doy un respingo al oír la inesperada voz.
—Sí, claro.
Elián me tiende una taza azul con café y yo le dedico una sonrisa a cambio. Le doy un sorbo, quemándome momentáneamente la lengua. Deposito el vaso en la mesa y procedo a mirar a mis espaldas, localizando a la vampira dormida profundamente en el sofá, tapada con una manta. En un sillón no muy lejano se encuentra Abby, hecha un ovillo, tiritando de frío. Me hago con una sábana que hay perfectamente doblada sobre un estante de un mueble y salvo la distancia que me separa de mi amiga, con sigilo, y le cubro el cuerpo con la manta.
El vampiro me hace una seña para que le siga. Me conduce hacia la salida del hogar, concretamente hacia un banco de madera que hay en el porche, a pocos metros de la puerta. Tomamos asiento en él, el uno al lado del otro, hombro con hombro. Nuestras miradas se pierden en los niños que juegan despreocupadamente a la pelota en la calle, absortos al mundo que les rodea.
—Aún no puedo creerme que esté pasando.
Elián me mira, entrecerrando un poco los ojos.
—¿Es que la maldad nunca va a tener un final? ¿cuánto tiempo más tendremos que soportar las injustias que se producen a diario?
—La maldad nunca va a desaparecer, Ariana— afirma, seguro de sí msmo—. La vemos como algo despiado. Ignoramos su lado bueno. Lo cierto es que si la maldad no existiera, jamás sabríamos qué es el bien, al igual que tampoco lo valoraríamos como lo hacemos.
—Entiendo que deba existir el mal para valorar el bien pero estoy de acuerdo con un aspecto.
—Miedo me da saber qué te ronda por esa cabecita.
Sonrío ante su comentario.
—No es justo que las buenas personas sean las que más sufran.
—Por si no te has dado cuenta, la vida no es justa.
—Lo sé. Por esa razón estoy aquí, para lograr un equilibrio, conseguir justicia.
—Vas a necesitar un golpe de suerte o un milagro— ironiza.
Niego con la cabeza, en desacuerdo con su punto de vista.
—Lo único que necesito es creer que es posible, confiar en que puedo hacerlo.
—Con lo cabezota que eres, seguro que lo consigues tarde o temprano— le doy un golpecito juguetón con el hombro y él sonríe—. Lo digo en serio. Nunca he conocido a una persona tan testaruda. Vas a llevarte el premio del año.
—Tú no vas a ser premiado precisamente por ser una buena persona— bromeo.
—No me interesa ser un buen samaritano. Disfruto siendo el villano. No es por echarme flores pero creo que me sienta muy bien.
Sonríe pícaramente.
—De nuevo, tu ego está creciendo.
—Dijo la miss Pinocho. Que sepas que como siga creciéndote la nariz por mentir, voy a plantearme seriamente ir a pescar con ella.
Enarco una ceja y le miro, intentado averiguar si sería capaz de hacerlo si se diese el caso. Conociéndole, no me cabe la menor duda de que lo haría sin pestañear.Elián me observa con expresión traviesa, disfrutando de mi detenida examinación. Cambio el rumbo de mi mirar hacia la carretera, depositando mi atención en un niño que recoge la pelota cuando no hay peligro y vuelve corriendo con sus amigos.
—¿Has descubierto algo?
—La ventana estaba abierta, podrían haber escapado por ella. En la pared he encontrado una pequeña hendidura.
—¿Una hendidura? ¿Claira intentó defenderse?
—Sí, con ayuda de un cuchillo. Probablemente se lo lanzara a su agresor, sin éxito, y él se lo devolviera, con el fin de asustarla.
Deslizo mis manos por mis piernas cubiertas por los vaqueros, nerviosa.
—Eso no es todo.
—¿Qué más has averiguado?
—El hueco en el que fue clavado el cuchillo tenía un leve rastro de sangre.
—La hirieron— confieso, llevándome ambas manos a la cabeza—. Si está mal herida, podría estar perdiendo mucha sangre, y eso no es un hecho favorable teniendo en cuenta que puede estar en presencia de vampiros.
—No creo que sea una herida grave. Es más, apuesto a que es una herida superficial, un rasguño sin importancia.
—Aún así, una sola gota de sangre es suficiente para enloquecer a un vampiro.
—Son inteligentes, no van a matarla sin antes asegurarse de haberla hecho sufrir. Apostarán por una muerte lenta y dolorosa.
Niego con la cabeza y me pongo de pie bruscamente.
—¿Adónde vas?
—A hacer algo. No puedo quedarme de brazos cruzados.
—Qué novedad. Eres como un pequeño torbellino.
—Voy contigo— dice una voz femenina. Cambio el rumbo de mi mirar entorno al lugar de proveniencia de esta, descubriendo a una chica rubia, con expresión seria y decidida—. Conviene que vayamos a comisaria a denunciar la desaparición.
—Sí. Buena idea. Necesitaremos toda la ayuda posible— coincido.
Elián se pone en pie y observa a un chico rubio que cruza la carretera junto a uno moreno. Ambos intercambian una mirada con cada uno de nosotros y adelanta la respuesta a la pregunta que aún no hemos formulado, con un sucelento movimiento de cabeza, negando haber dado con lo que buscaban. Desvío mi mirar hacia la vampira, quien baja los hombros, aprieta la mandíbula y muy a su pesar, asiente una sola vez, agradeciendo su trabajo.
Deposito la mano en su hombro y lo acaricio.
—Miremos por los alrededores— anuncia Elián, dirigiéndose a los chicos que acaban de llegar—. Podrían haber dejado alguna pista.
—Deberíamos dejar hacer su trabajo a la policía— propone Jonathan, cruzándose de brazos—. Ellos investigan desapareciones prácticamente a diario. Además, analizan hasta el mínimo detalle, pueden aportarnos información que nosotros no podemos obtener a simple vista.
—¿Es que soy el único que usa esto?— se señala la cabeza con el dedo índice, haciendo alusión al cerebro—. Si dejas a esos zoquetes intervenir, quienquiera que se haya llevado a Claire va a tomarlo como una amenaza y eso hará que se precipiten las cosas.
—Aún así, contaríamos con una ayuda extra— aporta Adrien.
—Tengo una idea mejor. ¿Por qué no vais y le contáis sobre la existencia de un mundo sobrenatural?— ironiza, fulminándoles con la mirada—. Le ayudaréis a resolver una veintena de asesinatos. Y adivinad qué. No solo os tomarán por unos psicópatas y os meterán en un centro de salud mental, sino que además se darán cuenta de que no tienen ni puñetera idea de nada.
Jonathan entrecierra los ojos y adopta una posición defensiva. Adrien, en cambio, mira con desdén al vampiro.
—Ya podéis ir yendo al bosque cagando leches.
—Tú no eres nadie para darnos órdenes— se defiende Adrien.
—Mira, cara bonita— le da una palmadita en la cara y el chico contrae el gesto— mas te vale no cabrearme, porque te aseguro que puedo ser peor que el mismísimo Diablo.
—No finjas que todo esto te importa porque no me lo trago.
—¿Qué es lo que no te tragas?
—Tu repentina actitud altruista. ¿Cómo es posible que pases de ser un ser despiadado a alguien con sentimientos de la noche a la mañana?
Elián desvía su mirar en mi dirección y me observa intensamente durante unos segundos.
—El problema es que no te has tomado la molestia en conocerme, así que no eres el más indicado para juzgarme.
—Chicos, ¿podéis dejar vuestras diferencias a un lado y colaborar juntos?— inquiere saber Ashley, mirándoles de hito en hito—. Vuestras discusiones no van a ayudar a encontrar a mi madre, así que me gustaría que dejárais a un lado las actitudes innecesarias.
—Ya habéis oído a la rubia— dice Elián, vacilante.
Ashley me hace una seña para que le siga. Acato su petición casi al instante. A medida que avanzo en dirección a su coche me tomo la libertad de observar como el vampiro conduce a Jonathan y a Adrien hacia zona trasera de la casa. El penúltimo de ellos mira hacia atrás, encontrándome con mi detenida examinación. Me sonríe y yo le devuelvo el gesto.
Me acomodo en el asiento del acompañante y hago ademán de ponerme el cinturón de seguridad. Ashley se pone al volante y le da vida al motor tras hacer girar la llave. Luego se aferra a la palanca de cambio y mete la primera marcha con una excesiva fuerza. Se incorpora a la carretera con una velocidad reducida, la cual va aumentando progresivamente.
—¿Por qué mi vida en un sin fin de acontecimientos desagradables? No termino de salir de una cosa y ya estoy metida en otra— se queja, dando un leve golpecito en el volante—. Mi madre ha desaparecido por mi culpa, he tenido que romper con Caleb por miedo a hacerle daño de nuevo... no aprendo la lección— le dedico una sonrisa cerrada y ella aprieta los labios—. No es fácil ser una vampira ejemplar.
—Todos hemos cometido errores, Ashley, no te juzgues por ello. Aprendemos de nuestras equivocaciones, poco a poco nos vamos convertiendo en mejores personas, en quienes realmente queremos ser.
—No quiero que la lección sea perder a las personas que me importan. Ya he dejado ir a Caleb. No estoy lista para dejar marchar a mi madre.
—Nunca estaremos preparados para decir adiós e inevitablemente tendremos que enfrentarnos a un sin fin de despedidas a lo largo de nuestras vidas.
—Ojalá todo el dolor por el que hemos tenido que pasar sea recompensado con una buena dosis de felicidad que dure, como mínimo, hasta el fin de nuestros días.
Acaricio su mano con ternura y le sonrío.
—No sé cuándo ni cómo pero te prometo que seremos felices.
Ashley aparca en batería y se baja del coche, colocándose en parte delantera del vehículo, permaneciendo a la espera de volver a disfrutar de mi compañía. Cierro la puerta detrás de mí tras ponerme una chaqueta, meto las manos en los bolsillos y me reúno con la vampira. Ambas nos ponemos rumbo hacia un gran edficio de ladrillos, rodeado de naturaleza, que se alza ante nosotras. En la puerta hay un señor vestido de uniforme que aprovecha su descanso para comer un paquete de donuts de chocolate.
—Buenos días— saluda.
—Buenos días— respondemos al unísono.
Nos adentramos en el interior de la comisaria. Está abarrotada de personas que esperan, formando una fila, a ser atendidas por alguno de los encargados que descansan tras las mesas, recopilando información en el ordenador para analizarla más tarde. Cada persona que se encuentra allí tiene un motivo diferente. Algunos desean renovar el documento nacional de identidad, otros denunciar el exceso de ruido de algún bar de ambiente, y algunos para abrirse una cuenta bancaria. Nosotras, en cambio, pretendemos denunciar una desaparición, un suceso desagradable y de interés policial. Una vez termina de hacer una consulta una mujer mayor, la vampira y yo nos apresuramos a tomar asiento en las sillas que quedan libres.
—Hola— saluda el encargado, quien teclea con agilidad y mira la pantalla del ordenador—. Un momento.
Ashley se muerde el labio inferior y observa la hora que marca su teléfono.
—Vosotras diréis.
—Hemos venido a denunciar una desaparición.
—Deme los datos personales de la persona en cuestión.
—Su nombre es Claire Williams, tiene cuarenta y seis años y trabaja como enfermera de ambulancia.
—¿Cuándo fue la última vez que le viste?
—Anoche. Estaba con ella en casa cuando salí un momento para recoger unos regalos del coche y cuando volví ya no estaba.
El hombre deja de tomar datos y mira a la vampira.
—¿Tenía algún motivo para marcharse?— la chica niega con la cabeza y él toma nota—. ¿Hay algún indico que demuestre que fue secuestrada?
—La ventana estaba abierta y en la pared había un cuchillo clavado.
—¿Conoce a alguien que quisiera hacerle daño?
—No. Mi madre es una buena persona. Alguien que ha tenido la mala suerte de vivir una experiencia desagradable.
—De acuerdo. Una cosa más, ¿podría descibrirme a su madre?
Ashley le hace entrega de una fotografía de Claire y el hombre la toma entre sus manos con cuidado y se detiene a observar la instantánea.
—Informaré al resto del equipo de comisaria y enviaré agentes a su casa para investigar qué pudo haber sucedido. Además, gozará de protección durante las veinticuatro horas del día.
—Gracias por todo.
Ashley le tiende la mano y el señor se la estrecha. Luego me mira y me dedica una sonrisa. Le devuelv exactamente el mismo gesto.
Salimos al exterior, con el corazón en un puño, y la mente preguntándose una y otra vez qué será de Claire, si estará bien o por el contrario, sufriendo tanto que tenga la sensación de estar viviendo en el mismísimo infierno. Sea como sea, las respuestas no son reveladas, a pesar de todos nuestros intentos por descifrar este enigma. No sabemos nada con certeza. Proponemos posibles hipótesis con el fin de calmar esta incertidumbre que no nos deja respirar tranquilas. Sabemos que probablemente la madre de Ashley esté en manos de Anabelle, pero no es seguro. Podría estar actuando otra persona a través de ella, alguien que esté siendo su títere.
Nos ponemos rumbo al coche, en silencio, meditando las palabras del policía que nos atendió, cuando, de repente, un chico de cabellera anaranjada aparece tras torcer la calle, con los auriculares puestos y el móvil semi oculto en el bolsillo delantera de sus vaqueros. Ashley se detiene en seco y observa, con ojos iluminados, como Caleb avanza en dirección a nosotras. Todo indicio de felicidad desaparece de sus pupilas cuando el chico la esquiva, sin mirarla siquiera, como si fuese una desconocida más cuando, en realidad, han compartido una apasionante historia de amor. La vampira sigue el recorrido del joven con la mirada, apenada por haberse convertido en uno de esos recuerdos borrados.
Esboza una sonrisa triste. Le acaricio la parte superior de la espalda con el fin de animarla y le guío hacia el vehículo.
Tras acompañar a Ashley a casa recibí una llamada de Elián Vladimir, quien me pidió que nos viéramos en un hospital en concreto, por ello, me envió la ubicación exacta para que pudiera llegar hasta allí sin problemas. De manera que me hallo ante un edficio de gran tamaño, blanco, el cual posee una cruz roja en la cima, iluminada por los rayos solares. En la entrada hay un chico de cabello moreno, quien observa el interior del hospital gracias a los cristales de las puertas.
—Espero que la excursión a la comisaria haya sido mucho más provechosa que la visita al bosque.
—¿Tan mal ha ido?
—Hemos estado una hora buscando para encontrar una hoja.
—¿Una hoja?— pregunto, para confirmar que he oído bien.
—Como oyes— extrae un trozo de papel amarillento del bolsillo interior de su chaqueta de cuero negra y me hace entrega de él. Lo examino una vez lo tengo entre mis manos, mirando tanto por delante como por detrás en un intento de dar con un escrito, pero no hay nada—. Será mejor que lo tire a la basura.
—No— me niego, aferrando la hoja contra mi pecho—. Aún no sabemos si es una pista, no podemos descartarla. Me la llevaré a casa y volveré a examinarla.
—Como quieras. Pero te advierto que va a ser una pérdida de tiempo.
—Tú y tu inseparable pesimismo— bromeo.
—No es pesimismo, es ser realista. La Tierra es el resultado de una combinación de desastres naturales, injusticias y vandalismo. Todo es caos y destrucción, un sin sentido, un conflicto con nosotros mismos. Pero, entonces, sucede que entre todas esas imperfecciones aparece un único ángel, capaz de salvar el día.
Me mira con sus penetrantes ojos verdes y yo no puedo evitar sonrojarme.
—No creo que te considerases un ángel.
—Hablaba de ti.
—Yo no soy ningún ángel. Ni siquiera sé por dónde empezar a salvar el día. Me siento como una brújula sin destino.
—No tiene porqué ser malo. A veces necesitamos perdernos para encontrarnos.
—He hecho cosas horribles, Elián, he arrebatado vidas.
—Te aseguro que has salvado más vidas de las que has arrebatado— confiesa, frunciendo el ceño y bajando la cabeza—. Me salvaste del infierno en el que vivía, corriendo el riesgo de quemarte.
Me encojo de hombros y aprieto los labios.
—Hay demonios por los que vale la pena quemarse.
Sin saber muy bien porqué ni el como, mi mano salva la distancia que la separa de la del vampiro y se entrelaza con la suya. Elián observa con detenimiento mi muestra de afecto, mientras yo me tomo la libertad de apreciar su expresión con una sonrisa en los labios. Parece sorprendido y a la misma vez satisfecho. Alza la vista de forma inesperado y a mí no me da tiempo disimular mi detenida examinación, de manera que no me queda de otra que sostenerle la mirada e intentar que mi rubor no alcance límites insospechados.
—¿Quién iba a decir que ibas a usar ese corazón podrido?— dice una voz masculina.
Para cuando me doy media vuelta me percato de que el vampiro se ha colocado ante mí, con un brazo extendido en vertical, impidiéndome el paso. Alzo mi mano y la deposito en su antebrazo para coger impulso y poder mirar por encima de su hombro. Dos vampiros, de aspecto frívolo y paranoico, se presentan ante nosotros, separados por unos metros, con las comisuras manchadas de sangre.
—¿Padre? ¿madre?— pregunta Elián, sin terminar de creerse lo que está sucediendo, mirando de uno a otro.
—¿Te agrada volver a vernos?
—En realidad, desearía estar en cualquier sitio menos aquí.
—Tanto rencor te acabará consumiendo— interviene Helena, quien salva progresivamente la distancia que le separa de su hijo—. ¿Después de tantos años continúas odiándonos?
—¿A qué habéis venido?— pregunta Elián, tajante.
Helena intercambia una mirada de complicidad con su esposo.
—Queremos comenzar de cero, construir un hogar todos juntos, ser una familia unida—Elián ríe sin ganas y aplaude—. ¿Qué es tan gracioso?
—Puedes ir a contarle ese cuento a otra persona porque yo no me lo trago.
—No se trata de una mentira, Elián. Tu padre y yo queremos hacer las cosas bien.
—Pues llegáis más de sesenta años tarde.
—Sé que hay odio en tu corazón, del mismo modo que sé que no vas a llegar a perdonarnos nunca lo que hicimos aquel día. Queremos empezar de cero. Te pedimos un intento.
—No contéis conmigo para vuestro jueguecito.
Ernesto se enfrenta a su hijo y le señala con el dedo índice. Elián se mantiene firme, con la mirada desafiante y la mandíbula apretada.
—No le hables así a tu madre.
—¿Vas a darme a estas alturas consejos sobre la actitud? Porque vosotros no sois precisamente los más indicados para enseñar.
—Sabía que sería una pérdida de tiempo— masculla Ernesto, mirando con desprecio a Elián—. Sigue siendo el mismo niño cobarde, inseguro e inútil que conocimos.
—Vosotros tampoco habéis cambiado— el vampiro le echa un vistazo a las paredes llenas de sangre, así como la ropa que llevan puesta—. Está claro que la discreción no es vuestro fuerte.
—Ni el tuyo meter las narices donde no te llaman— contesta su padre.
Elián guarda silencio y mira de soslayo a Ernesto.
—Se equivoca con él— intervengo, mostrándome ante ellos—. Ni siquiera se ha molestado en conocerle, en descubrir sus miedos e inquietudes, los sucesos pasados que le han convertido en la persona que es hoy, los porqués de sus decisiones— Ernesto enarca una ceja, incapaz de creer que alguien defienda a su hijo—. No tiene ningún derecho a juzgarle.
—Así que te has enamorado. Pobre ingenuo. Dime, ¿cuánto durará vuestro amor antes de que bebas hasta la última gota de sangre de su cuerpo? ¿una semana? ¿tal vez dos?
El vampiro de ojos verdes me mira, avergonzado, y aprieta los labios. Su silencio me desconcierta, del mismo modo que lo hace su tímida mirada. Una gran duda se apodera de mi mente, ocupando todos y cado uno de mis pensamientos. ¿Es real? ¿siente algo hacia mí? Saber su respuesta resolvería mis dudas y contribuiría a aflorar mis sentimientos. Pero, ¿qué es exactamente lo que espero de su parte? ¿por qué deseo con tantas ansias conocer su respuesta? ¿es un reflejo indirecto de esperar un sí? Tan solo de pensarlo, me echo a temblar, me sudan las manos y mi corazón se pone a mil. Es como si cara parte de mi ser pidiera a gritos obtener una respuesta afirmativa, aunque ello conlleve la aparición de un sentimiento de culpabilidad e indecisión.
—Será mejor que te calles.
—He tocado tu fibra sensible, ¿eh?— suelta una risa estruendosa. Me estremezco al escucharla—. ¿Por qué no me dejas aligerar el proceso?— sus colmillos crecen y sus pupilas se dilatan con tan solo oír el impacta de mi sangre contra la pared de mis arterias—. No mereces a alguien como ella. Los monstruos no se quedan con la chica a la que quieren.
Elián adopta una posición defensiva.
—Será mejor que os vayáis o las cosas se van a poner feas.
—¿Vas a amenazarme tú? ¿el niño que se rendía a mis pies cuando mostraba el cinturón?
—Ernesto, vámonos— le pide su esposa con voz dulce—. Dejémosle reflexionar acerca de la propuesta.
—Mi respuesta final es un no rotundo— hace énfasis en la penúltima palabra y desafía con la mirada a sus progenitores—. Un paso en falso y os mataré.
El vampiro de ojos verdes se aferra a mi antebrazo y me conduce hacia la salida del hospital, llevándome lejos de los predadores que tiene por familia. Siento unas ganas inmensas de deshacerme de la presión que ejerce en mí, mas no se lo hago saber, pues sé que acaba de vivir un momento difícil y no desea tener que enfrentarse a otro conflicto. Así que me dejo llevar hacia el exterior e incluso al vehículo.
—¿Confías en ellos? ¿crees que son esas sus intenciones?
—Por supuesto que no. Ellos nunca han sido de jugar limpio. Siempre se han movido por beneficio propio, no me sorprende que ahora estén maquinando algo con lo que esperan salir ganando.
—¿Qué cosa?
—No lo sé. Pero no pienso parar hasta averiguarlo— coloco sus manos en el volante y le da vida al motor tras hacer girar la llave. Le observo con detenimiento, intentando descifrar cuál es su sentimiento actual. Pero por más empeño que pongo, no consigo averiguarlo. Es ese tipo de personas que prefiere mantener oculto su estado anímico, alguien que prefiere sufrir en silencio—. Lo que has dicho antes, ¿lo pensabas de verdad?
Sus penetrantes e intensos ojos verdes me escrutan. Siento como el rubor se apodera de mis mejillas y un cosquilleo de mi estómago. El corazón me late con fuerza sin razón aparente y mis manos empiezan a sudar. Mi cabeza nuevamente es un completo caos.
—Claro que sí, ¿te sorprende?
Baja la cabeza, averogonzado por sus pensamientos, y centra sus enormes ojos verdes en el cristal frontal del vehículo.
—Eres la única persona que ha apostado por conocerme.
—Y no me arrepiento de haberlo hecho— confieso, fiel a mis palabras. Coloco mi mano sobre la del vampiro y ejerzo una leve presión sobre ella—. Bajo esa apariencia resistente hay un corazón que siente y se muere de ganas por latir. No le prives ese placer.
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